Esta cría de cachalote pasó tres años con una cuerda atada a la cola

La supervivencia de Digit es fundamental para su familia. Su historia pone de manifiesto la crisis de contaminación marina.

Por Craig Welch
Publicado 3 ene 2019, 13:25 CET
Digit
Digit, un cachalote joven cerca de la nación caribeña de Dominica, pasó tres años con una cuerda de pesca letal enredada en la base de la aleta de la cola antes de que Shane Gero, científico especializado en cachalotes, la viera nadando en libertad en 2018. Las dificultades de Digit impulsaron a Gero a esforzarse más para garantizar la coexistencia de humanos y ballenas.
Fotografía de Brian Skerry

En asociación con la National Geographic SocietyEsta historia forma parte de ¿Planeta o plástico?, una iniciativa plurianual para crear conciencia sobre la crisis global de desechos plásticos. Aprende cómo puedes reducir el empleo de plásticos de un solo uso y comprométete. #PlanetaOPlástico.

Cuando vio las imágenes, Shane Gero se quedó atónito.

Una cuerda gruesa, un pedazo desprendido de una red de pesca, colgaba de la cola de un joven cachalote hembra. Para el ojo inexperto, la cuerda puede parecer inofensiva, un simple lazo atado a la base de la aleta de la cola del animal. Pero Gero sabía que era letal.

Las fotografías que un colega le había enviado por email mostraban que la pesada cuerda lastraba la cola del animal. Eso podía impedir que se sumergiera a gran profundidad, que es como los cachalotes capturan comida. Conforme crecía, la cuerda se estrecharía y cortaría la carne, estrangulando el tejido. Podría incluso amputarle la aleta, aunque era probable que la infección o el hambre acabaran con ella primero.

En su casa, en Ottawa, Gero se apartó del ordenador. Llamó a su mujer e intentó no llorar.

Digit casi murió durante su calvario. Muchos mamíferos marinos no sobreviven a sus encuentros con la basura oceánica.
Fotografía de Arun Madisetti, Images Dominica

El cachalote Digit tenía menos de cuatro años, pero Gero conocía a su familia desde hacía años. Cada primavera, durante una década, el ecólogo conductual canadiense había abandonado a su propia prole para pasar meses con estas ballena en el mar Caribe cerca del país insular de Dominica. Aunque todavía no tenía 40 años, el profesor adjunto de la Universidad de Aarhus en Dinamarca estaba convirtiéndose en el principal experto mundial en crías de cachalote. Digit y sus parientes eran sus sujetos estrella.

La existencia de Digit era muy importante. Hay miles de cachalotes surcando los océanos del mundo, pero 12 de las 16 familias que volvían cada año a esta parte del mar Caribe se estaban muriendo. En solo 15 años, cada familia había quedado reducida a una única ballena.

Además, las familias de cachalotes son matrilineales. Los machos adultos son expulsados y las hembras soportan la carga exclusiva de criar a su descendencia. Durante años, la familia había producido una ristra de machos. Tres de ellos —Thumb, Tweak y Enigma— ya estaban muertos; Scar desaparecería pronto. La familia necesitaba una hembra.

La llegada de Digit en 2011 dejó eufórico al equipo de investigación de Gero. El equipo observó cómo Digit se destetaba de su madre, Fingers. Vitorearon cuando levantó la aleta trasera en su primera inmersión a gran profundidad. Con la aparición de Digit, la familia de cachalotes más estudiada del mundo parecía estar destinada a continuar.

Pero en 2015 Gero recibió las imágenes.

Leviatanes sociales

En la literatura, los cachalotes son bestias «hundebarcos», monstruos de «malicia inescrutable», como sentenció Ahab en Moby Dick, de Herman Melville. Nada más lejos de la verdad.

Las ballenas dentadas más grandes del planeta poseen los mayores cerebros del mundo animal. Estas nómadas que se sumergen en las profundidades forman parte de clanes que pueden alcanzar los miles de ejemplares. Cada clan habla su propio dialecto empleando una serie única de patrones de chasquidos o clics. Estas ballenas son sociales y juguetonas, dan vueltas y se restriegan entre sí cerca de la superficie. Algunas juegan al escondite, nadando en círculos en torno a los buques de investigación de los científicos y poniéndose de lado para observar a la tripulación. Los cachalotes también son bastante curiosos, sobre todo cuando ven restos desconocidos.

Digit (izquierda) nada con la cría Corkscrew y la madre Canopener. La ballena adulta parece juguetear con los investigadores, ya que nada cerca de su barco y saca un ojo para observar a los tripulantes. Incluso finge sumergirse, pero aguarda justo bajo la superficie hasta que los científicos mueven el barco al lugar donde la vieron por última vez. Después, sale del agua de nuevo.
Fotografía de Brian Skerry

Gero, explorador de National Geographic, se hacía una idea de qué le había ocurrido a Digit. Los pescadores caribeños anclan redes al lecho marino para atraer a marlines, atunes y dorados. Las ballenas rara vez perturban los aparejos fijos, pero los buques portacontenedores y los cruceros suelen destrozarlas por accidente. Las redes fantasma atraen a criaturas curiosas y esas cuerdas sueltas son para las ballenas como la miel para las moscas. Aunque no hay estadísticas mundiales fiables, al menos 76 grandes ballenas —entre ellas jorobadas, azules y minkes— se quedaron atrapadas en redes, cuerdas o desechos en 2017 en aguas estadounidenses. Y la gran mayoría de los enredos en aparejos pasan desapercibidos.

Gero sospecha que Digit se quedó enganchada en una cuerda suelta. Otras tres ballenas de la región se habían quedado atrapadas hace poco en aparejos de pesca. Una, una madre con la mandíbula rota, se vio obligada a tirar de su cría muerta durante días antes de quedarse atrapada en el mismo nido de cuerdas. (La lesión de la boca de la madre sugería que había intentado liberar a la cría a mordiscos.)

Gero y sus colegas contactaron con Michael Moore, científico de la Institución Oceanográfica de Woods Hole, Massachusetts, que ya había ayudado a desenredar a ballenas francas glaciales atrapadas.

La evaluación de Moore fue desoladora. Las imágenes mostraban que el lazo de Digit estaba muy apretado. Solo la seguían 3,6 metros de cuerda, demasiado poco para fijarse a boyas que la mantuvieran cerca de la superficie, algo fundamental para el trabajo de los rescatadores. Sin más cuerda, el equipo tendría dificultades para acercarse.

«Tenía muy poca cuerda», cuenta Moore. «No iba a ser pan comido».

Galería relacionada: Animales en un mundo contaminado por el plástico

Se produjeron otras complicaciones. Dominica no es Nueva Inglaterra. Los equipos con formación para esta tarea estaban a cientos de kilómetros de distancia y, para conseguir uno, harían falta tiempo y dinero y nadie sabía cuánto margen les quedaba.

«Teníamos que enfrentarnos a la muerte lenta, crónica y a largo plazo de un animal al que vemos a diario, al que pensamos que conoceríamos para siempre», afirma Gero.

Para él, era algo personal.

Conocer al cachalote

Gero había estudiado con el gurú de los cachalotes Hal Whitehead en la Universidad de Dalhousie, Halifax. Whitehead creía que estos sofisticados leviatanes se merecían el mismo respeto que los primates. Whitehead estudiaba adultos en su mayoría. El Gero estudiante quería estudiar a los jóvenes: ¿qué miembros de la familia los criaban? ¿Cuándo se sumergían a gran profundidad por primera vez? ¿Cómo aprendían su dialecto y de quién?

Entonces, en 2005, el joven científico llegó a Dominica a bordo del barco de investigación de 12 metros de Whitehead, el Balaena. Allí encontró una reunión de cachalotes a la que apodaría «el Grupo de los Siete» en honor a un colectivo de famosos pintores canadienses.

El Grupo de los Siete solía pasar semanas cerca de esta costa. Los avistaban con más frecuencia que a otras ballenas. Aquel primer año, el equipo de Gero pasó la friolera de 40 días catalogando el comportamiento de una familia.

Los cachalotes del Caribe se enfrentan a muchos peligros: la contaminación, el cambio climático, quedarse atrapadas en aparejos de pesca o colisiones con barcos. Habían muerto tantos miembros de la familia de Digit en los últimos años que su familia finalmente se unió a otra de la que formaba parte la sociable Canopener, a la que vemos en la foto.
Fotografía de Brian Skerry

«Íbamos a la orilla para comprar comida, volvíamos y aún veíamos a los mismos animales cerca de la costa», cuenta Gero. «Era inaudito».

Por eso sus nombres parecen burlones: Gero necesitaba distinguirlas, pero nunca había esperado verlas de nuevo.

Como con los chimpancés de Jane Goodall o los gorilas de montaña de Dian Fossey, el acercamiento íntimo desveló los hábitos y la personalidad de cada animal. Con el tiempo, Gero empezó a ver a estas ballenas como individuos.

Fingers parecía estar al mando. Solía emitir el «código», cuatro clics que servían de identificación familiar para otras ballenas, como un apellido. Cuando falleció su cría, Thumb, Fingers ayudó a cuidar de las crías de otros cachalotes. Se mantenía alejada de las personas y era famosa por sus inmersiones espectaculares, sacando la aleta de la cola justo antes de sumergirse en picado.

«Cuesta describir lo hermosa que es su aleta a alguien que no haya observado cientos de ballenas», afirma Gero, cuya investigación se lleva a cabo en el Laboratorio de Bioacústica Marina de la Universidad de Aarhus. «Parece como si demostrara a los demás cómo se hace».

La sobrina de Fingers, Pinchy, era la madre de Scar, que se sentía cómodo con los humanos hasta tal punto que se convirtió en una estrella del turismo de ballenas de Dominica. También estaban Quasimodo y Mysterio, nombrada así porque sus apariciones eran insólitas.

Gero sintió una creciente relación de parentesco con los cetáceos. «Los cachalotes se estaban convirtiendo en parte de mi vida», explica. «Mis hijos conocían el nombre de los animales, aunque nunca los habían conocido».

Este cachalote muerto tenía seis kilos de plástico en el estómago
Un cachalote muerto ha aparecido varado en Indonesia oriental con casi seis kilos de plástico en el estómago. Entre los restos había 115 vasos, 25 bolsas de plástico, dos chanclas y más de 1.000 fragmentos de cuerda. Se desconoce la causa exacta de la muerte de la ballena, pero los observadores afirman que esta pone de manifiesto la crisis global del plástico.

Los cachalotes le hicieron reconsiderar su opinión sobre la conservación. En muchas familias de cachalotes, las crías obtienen la leche de las madres de otras crías. Las crías del Grupo de los Siete solo mamaban de sus propias madres. Si los comportamientos y la comunicación eran exclusivos de clanes o familias, ¿no sugería eso que la conservación debería ir más allá de las meras cifras de la población? ¿No era cada clan especial en sí mismo?

En 2011 llegó un equipo documental dirigido por un director que había coproducido la película biográfica de Fossey, Gorilas en la niebla. Cuando aquella semana Fingers dio a luz a una nueva cría, Gero ya sabía cómo llamarla.

Le dio el nombre de Digit, en honor al gorila de espalda plateada favorito de Fossey. Pero, más tarde, recordó qué habían hecho los humanos al gorila de Fossey.

El cachalote se consume

Antes de llegar a Dominica para la temporada de investigación de 2015, Gero solo había visto las heridas de Digit en fotos enviadas por email. En persona, tenían un aspecto mucho peor. Antes de quedarse atrapada, la joven cachalote acababa de empezar a nadar y sumergirse sola. Ahora, solo aparecía con adultos. Era reservada, no curiosa y mantenía las distancias de barcos y personas.

«Era como si intentase decir: “Es culpa vuestra, humanos”», cuenta Pernell Francis, que ha trabajado con Gero.

Gero veía cómo la cuerda se hendía en su carne. Y lo que era más perturbador: Digit no podía levantar la aleta de la cola, ya que la cuerda la lastraba demasiado. Como temía, la cachalote no podía sumergirse, lo que obstaculizaba la caza de calamares.

Poco a poco, se corrió la voz sobre la situación de Digit. Ted Cheeseman, que llevaba a clientes a nadar con ballenas, recaudó dinero para contratar a un equipo de rescate profesional. Los defensores de las ballenas hablaban de cortar las cuerdas ellos mismos, pero Gero sabía que era demasiado peligroso.

«Había vídeos en Internet de personas que lo habían logrado, pero tuvieron muchísima suerte de no morir en el intento», afirma Moore. En 2017, un rescatador formado fallecería tras recibir el golpe de una ballena a la que acababa de liberar.

Finalmente, alguien se arriesgó. El buceador redujo la cuerda de Digit, pero fue incapaz de cortar el lazo. Como la cuerda era más corta, se redujo el lastre en la cola de Digit, pero ahora quedaba menos cuerda para que los profesionales pudieran trabajar.

Al final, no acudiría ningún equipo de rescate. Cheeseman acabó usando el dinero recaudado para comprar y almacenar equipo para futuros rescates. También pagó para formar y entrenar a un futuro equipo de rescate en Dominica.

Por su parte, Digit adelgazó. Al no poder atrapar su propia comida, Fingers volvió a alimentarla.

«Era como ver a tu hijo volver a gatear», cuenta Gero.

Las personas se preocupan

Una tarde, en Dominica, pasó un barco y una mujer gritó: «Shane, ¿cómo puedo ayudar a Digit?». Gero se quedó desconcertado. Hasta los desconocidos estaban preocupados.

Aquella noche, Gero comió sobre la cubierta del barco de investigación, bajo una luz colgante. El Grupo de los Siete corría peligro. La familia estaba al límite con solo tres cachalotes: Fingers, Pinchy y Digit. Pero la pregunta de la desconocida le recordó el poder que contenía la historia de Digit.

Aunque los humanos sienten apego por delfines y orcas, muchos no pueden identificar un cachalote. Aún menos pueden entender la serie de amenazas a las que se enfrentan estos nómadas: contaminación, cambio climático, colisiones con barcos y aparejos de pesca.

«Pero la gente sí entiende a una madre que cuida de una hija que, de repente, sufre una lesión crónica», afirma Gero.

Gero se prometió que de las heridas de Digit saldría algo útil.

En los años siguientes, Gero expandió la concentración de su investigación en la conservación. Escribió más y dio más conferencias. Habló en museos e incluso mencionó el dilema de Digit en una charla de TEDx. Junto a su equipo, cartografió los movimientos de ballenas y navíos e instó al gobierno a restringir el tráfico marino a zonas evitadas por las ballenas. Gero esperaba que esto ayudase a los operadores de barcos de pesca a encontrar lugares sin buques donde echar las redes.

«Digit cambió toda la perspectiva de nuestro proyecto», afirma Gero. El comportamiento de los cachalotes ya no era su único interés. Ahora se preguntaba: «¿Qué podemos hacer para garantizar nuestra coexistencia?».

Con todo, no podía ayudar a Digit, que no había vuelto a sumergirse a gran profundidad. Su carne empezó a crecer alrededor de la cuerda, cerrándose sobre esta. Gero sospechaba que estaba presenciando la muerte de Digit.

El milagro

La primavera pasada, desde la proa del Balaena, la vio de nuevo. A pocos días del comienzo de la temporada de investigación de 2018, Digit apareció en la superficie. Gero supo de inmediato que todo había cambiado.

Ya no veía el contorno de la columna vertebral de Digit. Había engordado. De cerca, Gero pudo ver abrasiones y marcas en los lugares donde se había rozado con la cuerda, que había desaparecido.

Pocos meses antes, un colega de Dominica le había enviado un email para contarle que había oído que Digit había perdido la cuerda. Gero conservó la esperanza, pero también el escepticismo. Ahora, conforme Digit se movía bajo la superficie, el equipo de Gero enmudeció. Digit levantó la aleta de la cola y se sumergió. El barco estalló en vítores. Tres años después, Digit era libre.

Durante años, la pesada cuerda lastró la cola de Digit e impidió que se sumergiera para cazar calamares. El nudo dejó cicatrices en su carne y perdió tanto peso que su madre, Fingers, empezó a alimentarla de nuevo. Ahora que la cuerda se ha desprendido, Digit (a la que vemos abajo) socializa de nuevo con Canopener (arriba) y la cría de Canopener, Corkscrew (con la cola levantada).
Fotografía de Brian Skerry

Más adelante, el científico y su equipo fijarían un dispositivo de rastreo a la espalda de Digit. Cuando finalmente revisó los datos del dispositivo, Gero se quedó abrumado. Digit se sumergía a más de 900 metros y devoraba calamares. Digit se comportaba como un cachalote sano de siete años.

Nadie sabe cómo se liberó. Cheeseman sospecha que la luz solar, el tiempo y la presión debilitaron la cuerda de Digit hasta que se rompió. Moore afirma que si Digit nadó cerca de una grieta o roca afilada, podría haber raspado y cortado la cuerda deteriorada. Incluso podrían haberla ayudado otras ballenas.

«Si alguien me contara que dos cachalotes tuvieron un tira y afloja con la cuerda y se rompió, me lo creería», afirma Moore.

Gero tiene otra idea. Observó cicatrices recientes en la aleta de la cola de Digit. Sospecha que los depredadores podrían haberla atacado y arrancado involuntariamente la cuerda.

Pero Gero nunca lo sabrá a ciencia cierta y prefiere que sea así.

«No cuesta mucho olvidar que hay miles de especies junto a nosotros con mundos abundantes y complejos, que viven sus vidas en paralelo a las nuestras», afirma Gero.

Una nueva generación de cachalotes del Caribe oriental nadaba en libertad. Saberlo era suficiente.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
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