Este es el mayor repositorio de leche animal del mundo

Miles de muestras de hipopótamos, gorilas, perezosos y otros animales contribuyen a salvar a las especies de maneras sorprendentes.

Por Catherine Zuckerman
Publicado 17 ene 2019, 13:43 CET
La gorila occidental de llanura Calaya sostiene a su recién nacido, Moke, en el Zoo Nacional Smithsonian en Washington D.C. Moke nació el 15 de abril de 2018.
Fotografía de Rebecca Hale

Como muchos laboratorios científicos, el Instituto de Biología de Conservación del Zoológico Nacional Smithsonian está repleto de viales. Quizá fuera porque estaba embarazada de seis meses cuando lo visité, pero las muestras almacenadas en estos viales en el departamento de nutrición animal de la institución me parecieron bastante preciadas.

Se trataba de muestras de leche, muestras de leche de animales exóticos, para ser exactos, y el zoo posee la colección más grande y variada del mundo.

Investigación en frío

Una nevera alberga casi una docena de biberones llenos hasta la mitad de una sustancia parduzca dispuestos sobre una bandeja que indica «lobo marino». En una cámara frigorífica hay una hilera de cajas de cartón garabateadas con la palabra «tití». A la vuelta de la esquina, un congelador está configurado en menos 82 grados Celsius. En su interior, unos estantes verticales albergan recipientes innumerables con etiquetas como «hipopótamo», «gorila» y «elefante africano».

En total, estas neveras contienen más de 16.000 muestras de más de 200 especies de mamíferos. Pero ¿por qué?

«Se trata de una colección de investigación», explica el científico Mike Power, que desde 2011 ha organizado y gestionado el repositorio, que comenzó siendo un surtido variado a finales de los años 70. «Tiene un valor científico básico y aplicado», afirma.

Aspectos básicos de la leche animal

En el sentido más básico, Power usa la leche para estudiar la historia evolutiva de las leches de las diferentes especies, que pueden aportar pruebas sobre la evolución de la leche humana.

Muestras de leche de lobo marino, rinoceronte y otros animales en las neveras del departamento de ciencia nutricional del Instituto de Biología de Conservación en el Zoo Nacional Smithsonian en Washington D.C.
Fotografía de Rebecca Hale
El científico Mike Power, que mantiene el repositorio de leche, saca una pila de muestras de leche animal del congelador.
Fotografía de Rebecca Hale

«La leche y la lactancia son antiquísimas; sus orígenes podrían remontarse a hace 300 millones de años», afirma. La leche de mamífero se compone generalmente de niveles variables de grasa, proteína, lactosa y minerales, pero las leches difieren drásticamente de una especie a otra. Por ejemplo, la leche humana contiene niveles relativamente altos de grasa y proteína, que son necesarios para el crecimiento rápido y el desarrollo del cerebro de los bebés durante su primer año de vida. En cambio, la leche de orangután es baja en grasas y proteínas, ya que las crías de orangután crecen lentamente.

Al otro extremo, la leche de armadillo contiene los mayores niveles de proteína entre las leches estudiadas por Power. Según él, tiene sentido porque una cría de armadillo debe desarrollar una armadura, para la que necesita calcio y fósforo y «gran parte de esa proteína [llamada caseína] es simplemente un sistema de entrega de calcio y fósforo».

Ahora, Power estudia el vínculo evolutivo entre el armadillo y sus parientes, el perezoso y el oso hormiguero gigante, cuyas leches también tienen un gran contenido de proteína.

La fórmula del éxito

En el lado aplicado, los datos que obtiene Power de los análisis de las diversas muestras de leche son fundamentales para desarrollar fórmulas para los animales recién nacidos incapaces de mamar. Fiona, la famosa hipopótamo que nació con seis semanas de antelación en el zoo de Cincinnati en 2017, sobrevivió en gran medida por la investigación de Power. Cuando nació, el equipo que la cuidaba recogió muestras de la leche de su madre y se las envió a Power.

Basándose en sus análisis, el equipo de Fiona pudo desarrollar una «receta» que aproximaba la cantidad de proteínas, grasas, azúcares y minerales que habría recibido de no haber sido demasiado pequeña y débil para mamar de su madre.

Sin sacaleches

Mi visita al laboratorio de Power incluyó una invitación para presenciar cómo ordeñaban a un animal. Un orangután de Borneo hembra llamado Batang había proporcionado muestras cada semana desde el nacimiento de su cría, Redd. Yo había imaginado que la cuidadora de Batang le colocaba un sacaleches diseñado a medida con mecanismos complicados. En realidad, el método es increíblemente simple: un miembro de su equipo de cuidados toma muestras de leche a mano.

Power explicó que los primates lactantes, como Batang, han sido entrenados para permitir que les hagan esto, pero nunca presionan a una madre si no quiere participar. Esto es fundamental para fomentar la confianza.

El día que estuve allí, Batang y Redd estaban juntas con una manta sobre los hombros. Su cuidadora, Erin Stromberg, las arrullaba y charlaba con Batang, tratando de determinar su nivel de interés en que le sacaran leche. Yo aguardé e intenté determinar su nivel de interés en mí. Finalmente, llamé su atención —con la esperanza de que viera mi barriga y sintiera afinidad— y enseguida se puso la manta sobre la cabeza.

Cuando a Batang le interesa que le saquen leche, camina hasta la parte delantera de su recinto y presenta su pezón, y Stromberg lo aprieta para extraer unos pocos mililitros de leche, que «se parece mucho a la leche humana», según Power. A cambio, Batang recibe un poco de zumo de frutas y cacahuetes.

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    El orangután de Borneo Batang permite a su cuidadora, Erin Stromberg, que exprima a mano una pequeña cantidad de su leche.
    Fotografía de Rebecca Hale

    Entrenar a hipopótamos y tigres

    Obtener leche de otras especies es más complicado. ¿Cómo ordeñas a un hipopótamo de 1300 kilos, por ejemplo? En el caso de la madre de Fiona, Bibi, tuvieron que utilizar un corral y mucho cariño. Como Bibi había sido entrenada para permitir que los técnicos le hiciesen ultrasonidos en el vientre cuando estaba embarazada, estaba acostumbrada a que la tocaran. Barbara Henry, encargada de nutrición del zoo de Cincinnati, dice que esto fue de gran ayuda cuando nació Fiona. Bibi sabía cómo meterse en el corral y después uno de sus cuidadores le daba un premio. Mientras tanto, un segundo cuidador le rascaba la espalda y un tercero la elogiaba mientras la ordeñaba.

    «Como podíamos extraer leche a Bibi, creímos que era de vital importancia enviar toda la que pudiéramos [al laboratorio de Power] para que la analizara», afirma Henry.

    Extraer leche de tigre exige una delicadeza similar, como explica Gail Hedberg, especialista en cuidados neonatales en animales de zoos y cofundadora del Hand-Rearing Resource Center. En el transcurso de varios meses en 2013, trabajó con un equipo del zoo de San Francisco para obtener muestras de leche de una tigresa de Sumatra lactante llamada Leanne. Como Bibi, Leanne había sido entrenada para permitir los ultrasonidos durante el embarazo. Se sentía cómoda tumbada en una pequeña sala de espera y, tras un montón de intentos, permitió que le tocaran las glándulas mamarias para ordeñarla.

    «Era muy competente y lo hizo muy bien», afirma Hedberg, que envió las muestras para analizarlas. Un hallazgo importante: la leche de tigre contiene niveles altos de taurina, un aminoácido vital que también se encuentra presente en la leche de humanos y osos polares.

    Siempre voluntario

    En el caso de animales no tan dispuestos a que los toquen, los veterinarios del zoo toman «muestras oportunistas» de una madre lactante a la que hayan sedado para un procedimiento rutinario, como una prueba de tuberculosis. En otros casos, las muestras proceden de investigadores que estudian a los animales en estado salvaje. Power explica que nunca sedan a los animales solo para tomar muestras de leche, ni tampoco se los obliga a someterse a extracción de leche.

    «Siempre es voluntario».

    Cuando mi hijo nació a principios de 2018, el Zoo Nacional Smithsonian también recibió una nueva incorporación. Una gorila occidental de llanura llamada Calaya había dado a luz a un macho adorable llamado Moke. Durante su embarazo, Calaya había sido entrenada para permitir ultrasonidos del mismo modo que Batang. Calaya, madre primeriza, fue entrenada para amamantar y cuidar a su bebé, al que según Power le va genial.

    No se ha mostrado tan entusiasta respecto a la extracción de leche. Aunque sí permitió que le tomaran muestras poco después de dar a luz a Moke, ahora prefiere que no la molesten. Como madre, no la culpo.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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