Estos dinosaurios depredadores eran en realidad T. rex adolescentes

Un análisis detallado de los huesos fosilizados de las patas sugiere que este dinosaurio icónico contaba con una estrategia de supervivencia intrigante cuando escaseaban los alimentos.

Por Michael Greshko
Publicado 2 ene 2020, 11:40 CET
Los fósiles que podrían pertenecer a un Tyrannosaurus rex joven sugieren que estos gigantes quebrantahuesos eran depredadores elegantes y veloces con dientes afilados como cuchillas durante la adolescencia.
Fotografía de Julius T Csotonyi

Hace 60 millones de años, el suelo del oeste de Norteamérica temblaba bajo las pisadas de un tirano: el Tyrannosaurus rex. Pero pese a la gran cantidad de restos de T. rex extraídos en las rocas del Cretácico de la región, hasta ahora los científicos contaban con pocas pruebas del crecimiento de esta celebridad entre los dinosaurios desde una cría hasta un depredador monstruoso.

En un estudio publicado en Science Advances, los investigadores han revelado un análisis detalladísimo de secciones transversales de huesos de tiranosaurios jóvenes. Los resultados sugieren que las tasas de crecimiento del T. rex variaban con la edad y que estos dinosaurios depredadores podían ralentizar su crecimiento cuando escaseaba la comida, lo que podría haberles proporcionado una ventaja evolutiva.

Esta investigación también arroja dudas sobre la existencia del Nanotyrannus, un polémico tiranosaurio «enano» que habría vivido paralelamente al T. rex. En los años 80, los paleontólogos que examinaban un conjunto de carnívoros pequeños y esbeltos concluyeron que los fósiles del Cretácico pertenecían a una especie de tiranosaurio distinta. Sin embargo, estudios subsiguientes han llevado a la mayoría de expertos a acordar que los fósiles asignados al Nanotyrannus eran probablemente ejemplares juveniles de T. rex.

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El nuevo estudio aporta los primeros datos sólidos de la estructura a pequeña escala de algunos supuestos huesos de Nanotyrannus, lo que confirma que dos fósiles candidatos son ejemplares juveniles. Por consiguiente, o bien no se ha hallado todavía un ejemplar adulto de Nanotyrannus o el Nanotyrannus es en realidad un T. rex adolescente. En este último caso, los fósiles ofrecen una imagen poco común de una etapa del desarrollo importante en la vida de este dinosaurio icónico.

«Todavía queda mucho que aprender sobre los dinosaurios, incluso de un dinosaurio tan famoso como el Tyrannosaurus rex. Aún sabemos muy poco sobre su historia vital: cómo una cría recién salida del huevo se convertía en una bestia de 9000 kilogramos», afirma Holly Woodward, autora principal del estudio y paleontóloga del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad del Estado de Oklahoma.

«Un unicornio fosilizado»

Estudios anteriores de T. rex adultos habían demostrado que el dinosaurio alcanzaba un tamaño colosal cuando llegaba a mediados de la veintena. En dos trabajos de 2004 muy influyentes, se sugería que atravesaba una etapa de crecimiento acelerado en su adolescencia y que ganaba una media de 2,3 kilogramos al día. Pero el análisis de T. rex adultos no aporta la historia completa. Conforme los huesos crecen, se reconstruyen constantemente, lo que elimina de forma gradual las capas de hueso establecidas en la infancia.

«Sabemos que [el T. rex] tenía que desarrollarse rápidamente, pasando de una cría que probablemente no era mucho más grande que una paloma hasta un adulto más grande que un autobús, pero no contamos con mucha información sobre cómo crecía durante la adolescencia», explica por email Steve Brusatte, paleontólogo de la Universidad de Edimburgo que revisó el estudio.

Aquí entra Woodward, cuya fascinación infantil con la microscopía la llevó a estudiar las estructuras diminutas preservadas en los huesos de dinosaurio. Para este estudio, Woodward y su equipo se centraron en dos especímenes de dinosaurios hallados en Montana y almacenados en el Museo Burpee de Historia Natural, en Illinois. Uno de ellos, llamado Jane, es un fósil de tiranosaurio casi completo que mide unos 6,4 metros de largo. El otro, sin nombre, está menos completo, pero es probable que fuera más grande que Jane.

En primer lugar, el equipo cortó rodajas finas de los huesos de las patas de ambos individuos e insertó las rodajas en resina plástica. A continuación, cortaron rodajas aún más finas y las redujeron hasta el grosor de un pelo humano, lo bastante delgadas para que la luz atravesara el hueso fosilizado. Woodward examinó estas astillas translúcidas en busca de detalles ocultos. Los canales de vasos sanguíneos preservados revelan la cantidad de sangre que nutría el hueso, un indicador de la tasa de crecimiento del hueso. La organización estructural del hueso también albergaba pistas: cuanto menos organizados fueran los minerales, más rápido se había dispuesto el hueso.

Al igual que los anillos de los árboles, los huesos conservan los cambios anuales. En las épocas prósperas en meses más cálidos, los animales tienden a crecer más rápido. En las épocas de vacas flacas del invierno, el crecimiento se estancaba entre tres y seis meses, dejando a su paso anillos reveladores.

Las fibras óseas de ambos individuos estaban desorganizadas y plagadas de vasos sanguíneos, lo que sugiere que el hueso estaba creciendo rápidamente cuando los animales murieron. Es más, los huesos carecían de las líneas superpuestas propias de los huesos adultos, lo que confirma que ambos fósiles pertenecían a ejemplares juveniles. Para el equipo, esto se suma a las pruebas de que los restos son casi seguro de T. rex.

«Este estudio es otro clavo en el ataúd del Nanotyrannus. Creo que ya es hora de enterrar ese ataúd», afirma Brusatte. «Aunque mantengo la esperanza de que se descubra un Nanotyrannus adulto, ahora mismo diría que es tan probable como encontrar un unicornio fosilizado en las mismas rocas».

El botón de pausa del crecimiento

Basándose en la cantidad de anillos de crecimiento, el equipo de Woodward estima que los dos individuos tenían entre 13 y 15 años en el momento de su muerte. Asimismo, el equipo descubrió que la tasa de crecimiento de cada individuo había oscilado de forma considerable de un año al siguiente, probablemente ante la mayor o menor disponibilidad de comida.

«Sugiere que, en lugar de pasar hambre y morir un año porque careces de recursos abundantes, simplemente no creces», explica Woodward. Añade que no se han hallado muchos más carnívoros medianos o grandes en las mismas rocas que conservan fósiles de T. rex, lo que apunta a que otros depredadores podrían no haber estado tan bien preparados para sobrevivir en este ecosistema. «Quizá esta estrategia le funcionaba muy bien al [T. rex]».

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    En adelante, Woodward añadirá estos datos a un estudio aún mayor del crecimiento de los tiranosaurios para determinar si es posible crear un modelo de los patrones de crecimiento de los dinosaurios basándose en el registro fósil fragmentario. También le interesaría en particular llevar a cabo más análisis de los restos de tiranosaurios del Museo Burpee.

    Por ejemplo, su labor apunta a que uno de los dos especímenes podría haber preservado hueso medular, un tipo de hueso que solo poseerían las hembras que ovulan. Para confirmar este descubrimiento se necesitarán análisis químicos.

    «Creo que es fantástico que aún quede tanto por descubrir», afirma. «Recuerdo que de niña leía un montón de libros sobre dinosaurios y pensaba: “Tengo muchas ganas de estudiar dinosaurios, pero para cuando me haga mayor ya no habrá nada por estudiar”. Me alegro mucho de haberme equivocado».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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