Millones de animales salvajes son víctimas del tráfico ilegal cada año en el Amazonas

Una nueva investigación revela que la escasa fiabilidad de la investigación sobre el comercio ilegal de vida silvestre permiten que el crimen se desate en Brasil.

Por Cristina Crespo Garay
Publicado 30 jul 2020, 18:51 CEST, Actualizado 20 ene 2021, 16:55 CET
Tráfico de animales

El tráfico de animales salvajes se encuentra en el tercer puesto de crimen organizado a nivel mundial, detrás de las drogas y las armas.

Fotografía de Cristina Crespo Garay, National Geographic

Cada año, millones de animales salvajes son capturados entre la espesa selva del Amazonas brasileño para acabar como mascotas, comida exótica, cosmética o falsos medicamentos fundamentados en creencias tradicionales. El epicentro del tráfico mundial de animales aun queda lejos de convertir esta lacra en la prioridad medioambiental que exigen sus cifras.

Serpientes venenosas, caimanes, tortugas, sapos, pájaros, monos y grandes felinos circulan día a día en este gran mercado. Además de animales, también drogas y armas entran y salen de las fronteras entre Surinam, Guyana, Colombia y Perú sin apenas control.

“Durante la cuarentena, los traficantes tienen más impunidad”

por Juliana Ferreira
Freeland Brasil

La falta de datos fiables sobre el comercio ilegal de vida silvestre en Brasil demuestra la poca importancia que este país concede a este contrabando, según el nuevo estudio de Freeland Brasil. La ONG denuncia que además de la escasez de información, esta no está centralizada entre los cuerpos estatales y las organizaciones, por lo que resulta inviable obtener datos fiables. A pesar de que la legislación brasileña prohíbe el tráfico desde 1967, la falta de actuación por parte de las autoridades tiene graves consecuencias para la biodiversidad y la economía.

Fuera de control: más de mil jaguares asesinados

Durante los últimos cinco años, se tiene constancia de al menos 30 incautaciones de diferentes partes de jaguares, sobre todo pieles, que han tenido lugar en la Amazonía brasileña. “En 2016, una redada de Ibama en la casa de un cazador en Curianópolis (Pensilvania) encontró piezas de 19 jaguares en un refrigerador, incluidas cabezas, cráneos, pieles y patas”, afirma la organización en su estudio. “El año pasado, surgieron pruebas de un grupo de cazadores que operaron en Acre durante los últimos 30 años. Se estima que mataron a más de 1,000 jaguares”, también asesinados en las regiones de Surinam, Bolivia y Perú.

Las últimas investigaciones en Brasil, generadas a raíz del descubrimiento de 24 serpientes venenosas y tres tiburones en apartamentos el pasado mes de julio, confirman que tanto estudiantes, como funcionarios públicos y empresarios están vinculados a las redes criminales relacionadas con el tráfico ilegal de animales.

Tras 18 meses de investigación, el pasado lunes salió a la luz un nuevo informe sobre el papel de Brasil como fuente, exportador y consumidor de este comercio ilegal de vida silvestre, realizado por la ONG Traffic, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

La ruta del pez cebra

“El tráfico está fuera de control. Al reunir datos de diferentes agencias y fuentes, vemos que el crimen es extremadamente relevante en Brasil y América del Sur”, afirma Juliana Ferreira, directora ejecutiva de Freeland Brasil. “La planificación estratégica debe hacerse en función de los datos, pero existen serias dudas sobre la forma de su recopilación y consolidación dentro y entre las diferentes agencias. Sin eso, no sabemos bien cómo dirigir mejor nuestros escasos recursos".

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    Según el informe, los peces de acuario, la carne y la piel de pirarucu se encuentran entre los productos más traficados con destino a Estados Unidos y los países asiáticos principalmente, tras realizar escala en Perú y Colombia.

    A pesar de estar incluido en el CITES y de encontrarse protegido por la ley brasileña desde hace 15 años, entre los animales más traficados en la Amazonía se encuentra el pez cebra, en grave peligro de extinción por el aumento de su demanda y la construcción de una presa en su hábitat, el Volta Grande del río Xingú, en el estado de Pará.

    Además del comercio exterior, Brasil también es un gran consumidor de estos productos ilegales: tan solo la Policía Militar de São Paulo confiscó más de 250,000 animales entre 2001 y 2012 en camiones, autobuses clandestinos y coches particulares. Entre ellos, se encontraba un cachorro de jaguar negro puesto a la venta por más de 1.200 euros.

    El tráfico aumenta a causa del Covid-19

    “Durante la cuarentena, los traficantes tienen más impunidad”, afirma Ferreira. Las acciones del gobierno de Jair Bolsonaro y la pandemia del virus que provoca la Covid-19 han facilitado las acciones del tráfico ilegal al disminuir la presencia de agentes de vigilancia y el presupuesto de Medio Ambiente. Además, según denuncia Freeland, el decreto publicado en abril de 2019 alivió las multas contra los delitos ambientales.

    “Por otro lado, la pandemia abrió los ojos del mundo a los riesgos de las zoonosis y el tratamiento que le damos a la fauna salvaje”, afirma Ferreira. Diversos estudios han demostrado que la degradación acelerada de la Amazonía puede ser una fuente de nuevas enfermedades.

    “Los daños ambientales y económicos del tráfico de animales sólo comenzarán a ser contenidos cuando haya una ley más dura que se aplique a los criminales, así como la lucha contra el crimen se convierta en una prioridad para los Gobiernos, la justicia y los órganos de control”, concluye Freeland.

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