Víboras ibéricas: las tres especies de serpientes venenosas que habitan en España

Desde Galicia hasta el Mediterráneo, las tres especies de víboras que habitan en la península ibérica están amenazadas por el cambio climático y la fragmentación de sus hábitats.

Por Cristina Crespo Garay
Publicado 1 feb 2022, 13:43 CET
Víboras península ibérica 06

De las tres especies presentes en España, la víbora hocicuda o vipera latastei cuenta con el veneno menos tóxico de todas, pero aunque su mordedura no es mortal, sí requiere asistencia sanitaria. 

Fotografía de Javier Lobón Rovira

A lo largo de los últimos años, se ha descubierto que las víboras pueden saltar entre los árboles, nadar bajo el agua, formar un lazo con su cuerpo para escalar, desarrollar técnicas para esconderse del hombre e incluso hacer amigos. Sin embargo, ¿cuánto se sabe acerca de las víboras que habitan en la península ibérica?

“En España, hay tres especies de víboras, las tres pertenecientes al grupo de las víboras europeas (género Vipera)”, explica el herpetólogo e investigador Fernando Martínez Freiría, que investiga la biogeografía, ecología y conservación de las víboras ibéricas. “Aunque las tres especies de víboras ibéricas son ecológicamente muy similares, están adaptadas a distintas condiciones climáticas y presentan una distribución parapátrica entre sí, esto es que cada una está distribuida en una región y apenas solapan sus distribuciones”.

Las investigaciones de este experto se centran actualmente, en colaboración con investigadores de otros centros europeos, en el estudio de distintos aspectos biológicos de las víboras ibéricas y otras especies de serpientes venenosas europeas y africanas.

“En este grupo especializado en serpientes desarrollamos estudios que indagan, por ejemplo, en la historia evolutiva y el papel del clima en la diversificación del grupo de las víboras europeas, en las dinámicas poblaciones y de intercambio genético de las víboras ibéricas en las zonas de contacto a lo largo de paisajes naturales y agrícolas intensivos, o en la variación en la composición del veneno de estas especies y los factores ecológicos y evolutivos relacionados con tal variación”, explica.

La víbora hocicuda

La víbora hocicuda (Vipera latastei), es una especie de tamaño medio, con cabeza triangular y morro levantado, formando un cuerno. Es una especie adaptada al clima mediterráneo de tipo húmedo, subhúmedo y semiárido.

“Varios estudios señalan a la víbora hocicuda como el ofidio ibérico más amenazado”

por Fernando Martínez-Freiría

“Actualmente se considera como una especie endémica de la península y está distribuida por casi todo el territorio peninsular, a excepción de la región norte y noreste, que es donde se encuentran las otras dos otras especies de víboras ibéricas”.

Su distribución va desde el nivel del mar y hasta los 2800 en Sierra Nevada y presenta un marcado carácter montano, consecuencia de la destrucción del hábitat por parte del ser humano y de sus requerimientos ecológicos que la llevan a seleccionar ambientes frescos.

En general, ocupa zonas rocosas secas, como pedrizas y canchales, taludes escarpados y muros de piedra con alguna vegetación que separan los campos de cultivo y pastizales. También puede ocupar zonas sólo provistas de matorral, arenales casi desnudos, con matas de vegetación y zonas abiertas de bosques de robles, coníferas, alcornoques y encinas o bosques mixtos.

La víbora de Seoane 

Según explica el experto, la víbora de Seoane (Vipera seoanei), prácticamente endémica de la península ibérica, es una víbora más bien de pequeño tamaño, con una cabeza ligeramente triangular y morro recto.

Está adaptada al clima oceánico o atlántico característico de la zona norte de la península y se encuentra distribuida en el norte de Portugal, el norte de España - casi toda Galicia, Asturias, Cantabria, casi todo el País Vasco, norte de Castilla y León y extremo norte de Navarra - y apenas penetra su distribución unos pocos kilómetros en el extremo suroeste de Francia.

En la cordillera Cantábrica, se localiza desde el nivel del mar hasta los 1900 metros de altura y, de forma general, habita ambientes con elevada humedad localizados en brañas, prados, zonas matorral y borde de bosques de caducifolias.

Entre las curiosidades que rodean a esta especie, se encuentran las diferencias en sus patrones de coloración. “Hemos realizado distintos trabajos desde perspectivas genéticas y ecológicas y aún no hemos obtenido una respuesta clara”, dice Martínez-Freiría al respecto.

“Probablemente la aparición de los patrones de coloración característicos de la víbora de Seoane está relacionada con el aislamiento de las poblaciones a lo largo de su historia evolutiva más reciente y, en algunos casos, con la influencia de presiones ecológicas selectivas relacionadas con la capacidad de termorregulación en diferentes condiciones climáticas y/o al desarrollo de estrategias anti-depredadoras como podrían ser la cripsis (camuflaje) y el aposematismo - el zigzag dorsal actúa como una señal de advertencia a los depredadores sobre la peligrosidad de las víboras”.

La víbora áspid

Si nos trasladamos hacia el clima mediterráneo y otras zonas para-mediterráneas con climas oceánico y alpino, encontramos la víbora áspid (Vipera aspis), una especie de tamaño medio, con cabeza triangular y morro levantado, aunque sin formar un apéndice.

Según Martínez Freiría, se encuentra distribuida en la región occidental de Europa y en España se localiza en la región noreste, incluyendo el norte de Cataluña y Aragón, casi toda la mitad norte de Navarra excepto el extremo norte, sur de Euskadi, toda la Rioja excepto su zona más oriental y noreste de Castilla y León.

Aunque llega a los 3000 metros en los Alpes italianos, en España se distribuye desde los 400 metros en las cercanías de la costa de Barcelona, hasta más de los 2000 metros en el Sistema Ibérico y 2900 metros en el Pirineo central.

“De forma general habita ambientes más secos que la víbora de Seoane, frecuentemente con sustrato pedregoso y cierta cobertura vegetal, siendo habitual en una amplia variedad de hábitats, como bosques de coníferas, encinas, melojos, quejigos y pinos, prados de montaña y pastizales subalpinos, así como campos de cultivo abandonados y también de cereal intensivos”, explica el experto.

El intercambio genético entre especies

La llamada hibridación o intercambio genético ocurre principalmente entre las dos especies más cercanas filogenéticamente, la víbora áspid y la víbora hocicuda. Se trata de especies adaptadas a distintas condiciones climáticas y que muestran distribuciones parapátricas entre sí, es decir, que las dos especies están localizadas en regiones adyacentes.

No obstante, en las zonas de contacto, donde los requerimientos climáticos de una especie y la otra cambian gradualmente, puede ocurrir que ejemplares de las dos especies coexistan y se reproduzcan entre ellos, lo que ocasiona híbridos entre las dos especies.

“Nuestros estudios indican que los híbridos, aunque parecen tener una fertilidad menor que los parentales, pueden reproducirse con más híbridos o con ejemplares de las especies parentales”, afirma el experto.

“Si bien la hibridación parece estar muy limitada geográficamente a franjas muy estrechas dentro de las zonas de contacto, en la actualidad estamos intentando arrojar más información sobre este proceso, por ejemplo, estudiando como cambios en uso del suelo y el clima favorecen o impiden el contacto entre las especies y con ello la intensidad de intercambio genético”.

Las grandes amenazas de las víboras

Las tres víboras ibéricas son especies protegidas que aparecen representadas con distintos estatutos de conservación en los catálogos y listados españoles e internacionales. La especie que tiene un estatuto de conservación o categoría de amenaza mayor de las tres especies ibéricas es la víbora hocicuda, catalogada como vulnerable a escala global por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) y como casi amenazada en el Atlas y Libro Rojo de los Anfibios y Reptiles de España.

“Sin embargo, estas categorías son anteriores a la designación de la especie como endémica de la península ibérica y, por lo tanto, subestiman el estado de conservación de la especie. De hecho, varios estudios señalan a la víbora hocicuda como el ofidio ibérico más amenazado”, alerta Martínez Freiría.

La destrucción, fragmentación y pérdida de hábitat natural debido al desarrollo de infraestructuras para el ser humano como carreteras, viviendas o núcleos turísticos, la intensificación de la agricultura, con la destrucción de las márgenes de los bosques y muros de piedra, la roturación de terrenos para plantaciones extensivas de pinos y eucaliptos, o el incendio continuado de matorrales, son sin duda las amenazas más importantes que afectan a la conservación de las poblaciones de las víboras ibéricas.

“Distintos trabajos han puesto en relieve la vulnerabilidad de nuestras especies de víboras al cambio climático que, probablemente, ya está alterando las condiciones climáticas de sus actuales hábitats, favoreciendo, de forma general, la contracción de los rangos de distribución de las especies e incrementando, aún más, la fragmentación de las poblaciones y su desconexión”, explica.

La expansión de enfermedades emergentes como es el caso del hongo Ophidiomyces ophiodiicola, que es específico de serpientes y ha sido detectado en el norte y este de Europa, podría ser también nefasta para las poblaciones de las víboras ibéricas.

Además, otras amenazas como la mortalidad directa de ejemplares por parte del ser humano, ya sea debido a aversión por los ofidios o por atropellos en la red de carreteras, así como la colección de ejemplares para fines terrariófilos o por superstición, pueden jugar un papel muy negativo a nivel local.

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