Estas salamandras "paracaidistas" sobreviven a los saltos desde los árboles más altos del mundo

Los diminutos anfibios han desarrollado una estrategia similar a la de los humanos para elevarse desde las viejas secoyas de California, según un nuevo estudio.

Por Jude Coleman
Publicado 24 may 2022, 10:11 CEST
Una salamandra errante adulta (Aneides vagrans) se aferra a la corteza de una secuoya de California.

Una salamandra errante adulta (Aneides vagrans) se aferra a la corteza de una secuoya de California. Estos anfibios de 10 centímetros tienen su hogar en las copas de los árboles poco estudiados.

Fotografía de Christian Brown

Cuando son molestadas por un depredador en la copa de los árboles más altos del mundo, algunas salamandras se enfrentan a una tarea aparentemente desalentadora: navegar por el aire hasta ponerse a salvo a decenas de metros de profundidad.

El biólogo Christian Brown, de la Universidad del Sur de Florida (Estados Unidos), se ha preguntado durante mucho tiempo cómo estas salamandras errantes pueden sobrevivir a esos enormes saltos entre las secoyas costeras del norte de California, sobre todo porque carecen de aletas en la piel o velas como otros anfibios "voladores".

Ahora, nuevos experimentos realizados con una caja de túnel de viento en miniatura revelan que estas atrevidas criaturas de 10 centímetros utilizan las mismas técnicas que los paracaidistas humanos. Los animales ralentizan su descenso como lo haría un paracaidista, levantando el pecho y estirando las extremidades en una exagerada pose de estrella de mar, según un nuevo estudio publicado hoy en la revista Current Biology.

Se sabe que unas 200 especies de salamandras de todo el mundo trepan por los árboles, pero nunca antes se había descrito el comportamiento aéreo de las salamandras, afirma Brown.

Una salamandra errante adopta una postura de paracaidista en el experimento del túnel de viento.

Fotografía de Christian Brown

"Se trata de una salamandra intrépida de cinco gramos que sube a los árboles más altos de la Tierra y no tiene miedo de dar un salto de fe", dice Brown. "Creo que eso es inspirador, y espero que otras personas también lo hagan".

Inspirado por National Geographic

Brown se enteró por primera vez de la existencia de las salamandras errantes en el número de octubre de 2009 de National Geographic sobre las secoyas. Inmediatamente se sintió inspirado por el dosel de las secuoyas y por los peculiares (y a menudo poco estudiados) animales que viven allí.

Para su estudio, Brown y su equipo utilizaron una caja de túnel de viento en miniatura para simular la caída libre de las salamandras, algo así como un gimnasio interior de paracaidismo para anfibios.

A continuación, recogieron cinco salamandras errantes del suelo del bosque de California y las dejaron caer una a una en el túnel de viento. Para cada experimento, el equipo grabó los movimientos del animal con un vídeo a cámara lenta. A continuación, repitieron el experimento con cinco individuos de cada una de las otras tres especies de salamandras norteamericanas que pasan más o menos tiempo en los árboles. 

En los 45 ensayos, las salamandras errantes se colocaron inmediatamente en la posición de estrella de mar paracaidista, que crea una resistencia que ralentiza el descenso del animal. El efecto es similar al de una persona que saca la mano por la ventanilla del coche y la inclina contra el viento.

En más de la mitad de las pruebas, las salamandras errantes también ondularon la cola para corregir el rumbo. A veces se inclinan en sus giros, metiendo una pata y pivotando alrededor de ella en pleno vuelo. Estos esfuerzos permitieron a las salamandras errantes controlar con precisión su descenso y reducir su velocidad en un 10% aproximadamente.

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    El equipo descubrió que las demás especies de salamandras de sus experimentos también se lanzaban en paracaídas, pero que el comportamiento era más raro en los anfibios que pasan menos tiempo en los árboles. La ensatina de Monterrey, que reside en el suelo, se lanzó en paracaídas sólo en tres de los 45 ensayos.

    "Fue un gran estudio que combinó la historia natural con el diseño experimental", dice Gary Bucciarelli, ecólogo de la Universidad de California en Los Ángeles, que no participó en el trabajo. "Abre muchas preguntas sobre lo que realmente ocurre en el hábitat natural".

    Construidas para "volar" y trepar

    Las salamandras errantes también están diseñadas para planear: tienen un cuerpo relativamente plano, patas largas y pies más grandes en proporción a su cuerpo que los de la mayoría de las salamandras, dice Brown. Este físico único las convierte también en buenas trepadoras.

    Estas adaptaciones también sugieren que su destreza paracaídista es útil para otras situaciones, además de las caídas accidentales o la huida de los depredadores. Es probable que las salamandras puedan descender a nuevas alfombras de helechos (las plataformas de vegetación que se acumulan en las ramas de los árboles) para buscar pareja, agua o sombra, afirma. En apoyo de esta idea, un estudio reciente descubrió que las salamandras errantes tienden a resistirse a bajar a pie de los troncos de los árboles.

    "Es un modo de transporte", dice Brown, como "tomar el ascensor de la gravedad".

    Este tipo de investigación es especialmente importante, dice Brown, ya que todavía hay mucho que los ecologistas desconocen sobre las copas de las secoyas costeras de crecimiento antiguo. El acceso a los árboles más altos es difícil y requiere un equipo y una formación especiales. 

    Al mismo tiempo, estos hábitats se han reducido drásticamente. Tras décadas de tala comercial, sólo queda un cinco por ciento de las secoyas antiguas originales de California; los incendios forestales siguen amenazando el resto. También es probable que el cambio climático altere el delicado entorno de niebla de las copas, lo que podría poner en peligro a sus habitantes.

    "Necesitamos drásticamente datos de referencia sobre el dosel de las secoyas", dice Brown, "para poder entender cómo está cambiando y protegerlo".

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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