La comida rápida incrementa la exposición a las PFAS

Estas sustancias químicas duraderas, que se emplean en los envases de comida rápida, pueden filtrarse en los alimentos y acumularse en nuestros cuerpos.

Por Sarah Gibbens
Publicado 11 oct 2019, 13:51 CEST
Máquina para formar hamburguesas
Una máquina para formar hamburguesas en una planta de envasado en Amarillo, Texas. Las hamburguesas de comida rápida como estas suelen terminar en envases revestidos de sustancias químicas que, según se está demostrando, son perjudiciales para los humanos que las consumen.
Fotografía de Brian Finke, Nat Geo Image Collection

Las calorías, los aditivos... Hay muchos motivos por los que la comida rápida es insana, pero un nuevo estudio de unas sustancias químicas tóxicas denominadas PFAS revela que los envases que las contienen podrían dañar nuestros cuerpos.

Las PFAS, o sustancias perfluoroalquiladas, son una clase de compuestos químicos empleados con frecuencia en artículos del hogar habituales para que los objetos sean resistentes al agua o al fuego. Un nuevo estudio publicado en la revista Environmental Health Perspectives ha analizado los niveles de PFAS en personas que consumían comida rápida frente a las que consumían comida casera.

Basándose en datos de la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición (NHNES, por sus siglas en inglés) de los CDC, un conjunto de datos exhaustivo y mantenido de forma regular, los investigadores analizaron las PFAS en las muestras de sangre de más de 10 000 personas tomadas entre 2003 y 2014.

Se hallaron cinco tipos de PFAS de uso habitual en la sangre de un 70 por ciento de los encuestados.

La encuesta también preguntó a las personas con qué frecuencia habían consumido comida rápida en las últimas 24 horas, la última semana y el último mes.

Tras un periodo de 24 horas, las personas que habían consumido comida rápida presentaban un aumento en la cantidad de PFAS en sangre. A diferencia de otros contaminantes habituales, que atraviesan el cuerpo humano deprisa, las PFAS pueden permanecer durante años, lo que según los científicos significa que el consumo regular de comida rápida añade más PFAS al sistema.

Polémicos y abundantes

Se desconoce el nivel de PFAS necesario para pasar factura a la salud humana. Una serie de estudios han vinculado estas sustancias químicas al cáncer, trastornos tiroideos, cambios hormonales y aumento de peso.

El estado de Washington y la ciudad de San Francisco han aprobado legislación para limitar el uso de PFAS en recipientes de alimentos.

Un estudio de 2017 analizó 400 recipientes y envoltorios de comida rápida y determinó que más de la mitad de los envoltorios para pan y postres contenían estos compuestos de flúor. También estaba presente en casi un 40 por ciento de los envoltorios de sándwiches y hamburguesas, y en un 20 por ciento de los envases de cartón, los recipientes para las patatas fritas. Esta sustancia química se añade habitualmente como barrera a los envases porque es resistente al agua y la grasa, lo que hace la comida portátil.

Son esas mismas propiedades las que preocupan a quienes estudian los efectos de las PFAS en el cuerpo humano.

«Aún descubrimos los efectos en la salud que podrían producirse con niveles de exposición más y más bajos», afirma Laurel Schaider, autora del estudio y química e ingeniera medioambiental del Silent Spring Institute.

«La comida es solo una fuente de exposición», afirma, e indica que las PFAS están presentes frecuentemente en la pintura, las moquetas y la ropa. «En este momento, diría que tiene sentido que la gente trate de reducir su exposición, [pero] no hemos podido vincular una cantidad determinada de comida rápida a los efectos perjudiciales sobre la salud».

Sostiene que la ingesta regular de PFAS podría tener efectos acumulativos en la salud humana.

Las PFAS son tan conocidas por su incapacidad para descomponerse que los compuestos suelen denominarse «compuestos químicos eternas». Aunque otros contaminantes como el bisfenol A desaparecen del cuerpo en cuestión de horas, hasta las PFAS más débiles pueden permanecer durante meses.

Las dificultades de estudiar las PFAS

Demostrar un impacto sanitario cuantificable por el consumo de cinco hamburguesas contaminadas con PFAS por semana frente a solo una es difícil por la ubicuidad de estos compuestos químicos.

Para observar el impacto que puede tener una sustancia química, los científicos se basan en estudios en los que exponen a animales como ratas y ratones a diversos grados de una toxina determinada. Estos estudios en animales han demostrado que la exposición a las PFAS provoca daños en el hígado, los riñones y el sistema inmunitario. Los tumores también son habituales y algunos tipos de PFAS muestran indicios de provocar cáncer y trastornos tiroideos.

Los científicos también buscan tendencias de enfermedades a nivel poblacional. Para esto, se necesitan grandes grupos de estudio de miles de personas para controlar solo las PFAS.

Hicieron falta decenas de estudios de población para demostrar que la exposición al plomo a edades tempranas puede afectar al rendimiento cognitivo más adelante, un hallazgo que contribuyó a establecer leyes más estrictas sobre el uso del plomo. Los científicos aún deben alcanzar un consenso respecto al bisfenol A (o BPA), una sustancia química que la FDA estadounidense considera segura, pero que según algunas investigaciones podría ser un alterador endocrino.

Periodo de exposición

Según Schaider, la cantidad de exposición de un individuo a las PFAS puede variar mucho, lo que dificulta que los científicos construyan un panorama histórico de cuándo consumieron el contaminante.

«Hay periodos de susceptibilidad a determinadas enfermedades, pero es muy difícil retroceder y recrear sus exposiciones cuando se estudia a adultos», afirma.

Rolf Halden es el director del Centro para Ingeniería de Salud Ambiental de la Universidad del Estado de Arizona. Sostiene que los datos del estudio presentan un vínculo evidente entre la comida rápida y el consumo de PFAS, pero le preocupa más la abundancia general de las PFAS en los bienes de consumo.

«Me interesa menos el aspecto de las palomitas y la comida rápida, me fascina más que observemos que un 70 por ciento de la población estadounidense está exponiéndose a compuestos químicos que no pueden degradarse», afirma.

Además de las consecuencias sanitarias desconocidas del consumo de comida rápida contaminada con PFAS, Schnaider afirma que los consumidores deberían preocuparse por el impacto de las PFAS en el medio ambiente cuando se tira. En vertederos sin revestir, las PFAS pueden filtrarse en el agua subterránea. A principios de este mes, un informe del Environmental Working Group determinó que el agua del grifo destinada a 7,5 millones de californianos dio positivo en el contaminante.

Además de Washington y San Francisco, California, Nueva York y Rhode Island han propuesto restricciones a las PFAS. El mes pasado, Dinamarca se convirtió en el primer país que prohibió estos compuestos en los envases alimentarios.

Acerca de los resultados del estudio, Halden añade: «Sería ingenuo pensar que lo que tenemos aquí es la exposición completa a las PFAS. Esa [exposición total] es mucho mayor y su complejidad aún aumenta».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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