Hoy combatimos la COVID-19. ¿Cómo será nuestro planeta en 2070?

¿Será todo el café de comercio justo? ¿Serán todos los coches eléctricos? ¿O estará nuestro mundo condenado por las tormentas, las pandemias y la desigualdad cuando celebremos el 100.º aniversario del Día de la Tierra?

Por David Beard
Publicado 31 mar 2020, 11:11 CEST
La Tierra
Los miembros de la tripulación a bordo de la Estación Espacial Internacional sacan muchas fotos de la Tierra para registrar las imágenes que proporcionan datos a los científicos de la NASA para que comprendan mejor nuestro planeta.
Fotografía de Jeff William, NASA

Hoy en día, nos concentramos en salvar el mundo de una pandemia global. Hace 50 años, las personas salieron a las calles en el primer Día de la Tierra para intentar salvar el planeta.

En medio de la crisis actual, National Geographic ha decidido explorar una cuestión más profunda: ¿en qué tipo de mundo viviremos en el 100.º aniversario del Día de la Tierra, dentro de 50 años?

Tanto optimistas como pesimistas creen que nos encontramos en una especie de punto de inflexión, en el que la acción (o la inacción) nos conducirá por uno u otro camino. El último número de la revista incluye ensayos imperiosos escritos desde cada punto de vista.

Fotografía de National Geographic Magazine

¿Cuál es la opinión del vaso medio lleno? La escritora Emma Marris cita el aumento de la eficiencia de los coches, las energías eólica y solar y el almacenamiento de las baterías como elementos básicos de un mundo mejor. Prevé una interrupción de los subsidios a la producción de carne, que fomentarían que toda la sociedad pasara a más alimentos vegetales. Escribe que la intervención gubernamental, provocada por la mayor concienciación entre jóvenes y mayores, podría impulsar a empresas y particulares a adaptar edificios, deshacerse de los hornos de gas y petróleo y contribuir a sacar de las carreteras 1300 millones de devoradores de gasolina.

«El dinero del que hablamos no es más que el que hemos usado para rescatar a los bancos», escribe Marris citando a Jonathan Foley, de Project Drawdown, que lleva acabo análisis de costo-beneficio de las soluciones al cambio climático. Foley se refería a la recuperación tras la recesión de 2008-09 (aunque parece que habrá más rescates empresariales ante la crisis de la COVID-19).

Volviendo a las buenas noticias, Marris escribe que la educación ya ha mejorado en nuestro mundo de formas que van más allá de lo obvio. Cuenta que, tras conseguir acceso generalizado a la educación y el control de la natalidad, las mujeres de Kenia han pasado de tener una media de 8,1 hijos en la década de 1970 a 3,7 en 2015.

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    El Jardín Japonés de la Amistad de San Diego, diseñado para fomentar la tranquilidad, insta a la contemplación del mundo natural. En su ensayo optimista con vistas al año 2070, Emma Marris espera que el futuro sea equilibrado.
    Fotografía de George Michael, Nat Geo Image Collection

    Alega que el pensamiento híbrido sustituirá el absolutismo en nuestra actitud hacia la naturaleza. Las grandes granjas coexistirán junto a huertos urbanos verticales. «Las fronteras serán menos firmes; los jardines, más desordenados. Habrá corredores de fauna silvestre atravesando los terrenos de cultivo y las ciudades; llanuras aluviales que almacenen carbono, produzcan comida y controlen las inundaciones. Los niños treparán a los árboles en los vergeles de los patios de los colegios para arrancar la fruta», escribe Marris.

    Ella considera que nuestra principal amenaza (el cambio climático) es una oportunidad para que los países ricos ayuden a los pobres. Es «una oportunidad para que nosotros demos un paso adelante (y crezcamos) como especie», escribe. Su Día de la Tierra de 2070 será una fiesta, en un lugar donde los políticos estarán universalmente de acuerdo en los pecados de los combustibles fósiles, donde todo el café será de comercio justo y donde se podrán oír los cantos de los pájaros por encima del marcadamente reducido tráfico urbano.

    No tan deprisa, dice de mala gana Elizabeth Kolbert, autora de La sexta extinción: Una historia nada naturalPara 2070, prevé que el aumento del nivel del mar hará que las islas Marshall y las Maldivas sean inhabitables; inundará Norfolk, Virginia, durante la mitad del año; quemará y marcará lugares como Australia y California durante temporadas de incendios forestales más largas e intensas.

    Kolbert declara que nuestro futuro depende de cuánto carbono emitamos en los próximos 50 años y cualquier cosa que no sea un parón total mantendrá el aumento del nivel de carbono de nuestra atmósfera (y de la temperatura del planeta). La deforestación sigue adelante, así como la extinción de la flora y la fauna que nos rodean. «Por cada especie que se encuentra al borde del olvido, muchas más parecen ir en esa dirección», escribe.

    Kolbert es incapaz de sentirse optimista respecto al futuro y de compartir la visión de un Día de la Tierra feliz en 2070, aunque reconoce que los avances técnicos podrían resolver algunos de nuestros problemas.

    «Quizá se perfeccionen los drones transportadores de polen. (Ya se están probando.) Quizá encontremos formas de abordar el aumento del nivel del mar, las tormentas más intensas y las sequías más prolongadas. Quizá unos nuevos cultivos genéticamente modificados nos permitan seguir alimentando a una población en aumento aunque el mundo se caliente. Quizá descubramos que, al fin y al cabo, la “red interconectada de la vida” no es fundamental para la existencia humana» escribe Kolbert.

    La tierra chamuscada tras el incendio de Duncan en Boise, Idaho. Elizabeth Kolbert prevé un futuro difícil para la Tierra en 2070, con temporadas de incendios forestales más largas e intensas.
    Fotografía de Charlie Hamilton James, Nat Geo Image Collection

    A continuación, concluye: «Para algunos, quizá parezca un final feliz. Para mí, es una posibilidad aún más aterradora. Significaría que podríamos seguir indefinidamente por el mismo camino, alterando la atmósfera, drenando humedales, vaciando los océanos y despejando los cielos de vida. Habiéndonos librado de la naturaleza, nos encontraríamos cada vez más solos, salvo quizá por nuestros drones insectos».

    ¿Qué futuro nos espera? ¿Podremos decidirlo o está fuera de nuestro control? Mientras trabajo en acabar este artículo antes del martes, un ave pía fuera de casa. Saco de mi estantería la delgada colección de discursos de Greta Thunberg, No One Is Too Small to Make a Difference.

    En un discurso, Thunberg afirma que la esperanza yace en nuestra rebeldía, el rechazo a resignarnos al olvido.

    «Somos los que cambiaremos las cosas», contó la adolescente sueca al joven público londinense en abril de 2019. «No debería ser así, pero como nadie más hace nada, tendremos que hacerlo nosotros... Nunca dejaremos de luchar por este planeta ni por nosotros, nuestros futuros, y los futuros de nuestros hijos y nietos».

    Quizá esa sea una observación en la que ambas ensayistas (así como Thunberg y sus oponentes) pueden estar de acuerdo: vale la pena luchar por nuestra Tierra.

    David Beard, excorresponsal internacional y exdirector de noticias digitales, es el editor ejecutivo de newsletters de National Geographic.
    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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