Esta erupción podría ser el comienzo de décadas de actividad volcánica en Islandia

Es improbable que la primera erupción en la península de Reykjanes en casi 800 años amenace núcleos de población, pero sí ofrece una oportunidad única de estudiar los misterios geológicos de la región.

Por Robin George Andrews
Publicado 23 mar 2021, 12:55 CET
Volcán Fagradalsfjall

La lava empezó a brotar el viernes, 19 de marzo, en la región de Geldingadalur de la península islandesa de Reykjanes, marcando el posible comienzo de un nuevo periodo de actividad volcánica intensa en la zona.

Fotografía de Jeremie Richard, AFP via Getty Images

Tras 15 meses de terremotos cada vez más problemáticos —entre ellos más de 50 000 en las últimas tres semanas—, la península islandesa de Reykjanes al fin ha registrado la erupción volcánica que muchos geólogos sospechaban que estaba en camino. Tras casi 800 años sin una erupción, la zona sudoccidental del país alberga ahora coladas de lava que, según los expertos, se veían venir.

El viernes, 19 de marzo, en torno a las 20:45 en hora local, la roca fundida salió a la superficie en el valle de una montaña llamada Fagradalsfjall, en la región de Geldingadalur, a casi 10 kilómetros de la localidad más cercana. Las salpicaduras incandescentes brotaron a lo largo de una grieta en la tierra, chamuscando el suelo a medida que las fuentes de lava iluminaban el paisaje oscuro.

La erupción consta de una cantidad de lava relativamente pequeña confinada en una serie de valles, por lo que es improbable que amenacen los núcleos de población. Este tipo de roca fundida es muy fluida y los gases atrapados escapan con facilidad, y no está brotando en agua ni hielo, así que no se volverá muy explosiva, generará una columna de ceniza sostenida ni hará saltar por los aires bloques volcánicos de tamaño considerable. Los científicos creen que la erupción persistirá durante unos cuantos días o semanas hasta extinguirse.

Pero esta erupción modesta marcará el comienzo de algo más grande. Las evidencias de registros históricos y coladas de lava antiguas demuestran que, tras grandes repuntes de la actividad sísmica en la región, se han producido erupciones intermitentes durante unos 100 años.

«Las señales indican que está despertando», afirma Dave McGarvie, vulcanólogo de la Universidad de Lancaster.

Por consiguiente, la erupción de Geldingadalur proporciona una oportunidad sin precedentes para estudiar la actividad volcánica a largo plazo en el sudoeste de Islandia. Los científicos están intentando vigilar la que podría ser la salva inicial de una serie de descargas volcánicas, lo que podría aportar pistas sobre por qué la actividad de la península se recrudece una vez cada ocho siglos.

El caso del magma desaparecido

La península de Reykjanes, ubicada en una parte de la dorsal mesoatlántica hacia tierra y en continua extensión, se encuentra a unos 27 kilómetros al sudoeste de la capital, Reikiavik, y no es ajena a los terremotos. Pero desde finales de 2019, los temblores se han vuelto más frecuentes y enérgicos. Los habitantes de la península, sobre todo los habitantes de la localidad costera de Grindavík, han tenido problemas para conciliar el sueño por los seísmos constantes.

Se cree que esta actividad sísmica intensificada representa una transición de una apertura gradual de la fisura a una fase mucho más drástica en la que ambas partes de la península se separan rápidamente. Cuando una fisura geológica separa la tierra rápidamente de este modo, crea un espacio vacío que llena el magma.

El 3 de marzo, surgieron señales acústicas asociadas con la inyección de magma en la corteza poco profunda entre la montaña de Fagradalsfjall y una serie de fisuras que entraron en erupción hace mucho tiempo. Una nueva erupción parecía extremadamente probable, pero no hubo lava y las señales acústicas desaparecieron, explica Thorbjörg Ágústsdóttir, sismóloga de Iceland GeoSurvey.

En su lugar, una capa de magma, conocida como dique, vagó bajo tierra durante las semanas posteriores. La actividad sísmica y la forma cambiante del suelo permitieron a los científicos rastrear sus movimientos a grandes rasgos. Observaron que estaba oscilando entre el nordeste y el sudoeste de la península, causando la aparición de grietas en la superficie a medida que se movía.

«Lo llamamos el dique vacilante, porque parecía que no sabía qué hacer», cuenta McGarvie. Parecía estar buscando en vano un lugar donde salir a la superficie.

Volcanes 101

En las semanas siguientes, la actividad sísmica de la región disminuyó, y la mayoría de los diques se enfrían y se solidifican antes de tener la oportunidad de entrar en erupción. Esto hizo que algunos científicos sospecharan que, al fina, no habría erupción.

Sin embargo, la corteza superior de Islandia es peculiar y actúa de forma ligeramente elástica; es decir, que se parece más al tofe que a los caramelos duros. En esta zona, la corteza puede estirarse un poco para dejar espacio al magma, lo que permite que el dique se infiltre en la roca que está justo debajo de la superficie sin causar fracturas violentas y que produzca esas señales acústicas reveladoras.

Este sigilo es habitual en erupciones que ocurren a lo largo de fisuras, como las de la península. Los científicos de Islandia «acababan de estar sobre el terreno y, de repente, el suelo se abrió», afirma Ágústsdóttir. Aparentemente, la actividad sísmica decreciente de la región, en lugar de ser una señal de tranquilidad futura, podía ser en realidad la precursora de una erupción.

Una erupción muy esperada

El 19 de marzo, la Oficina Meteorológica Islandesa detectó varios terremotos de baja frecuencia que podrían haberse debido al magma que se desplazaba hacia la superficie, pero fueron fenómenos muy sutiles, cuenta Ágústsdóttir. Sin forma de saber cuándo y dónde ocurriría una erupción, las autoridades locales siguieron recomendando a la gente que se alejara de la zona de fisuras.

Aquella noche, la lava empezó a brotar cerca de Fagradalsfjall, dentro de Geldingadalur, una depresión natural cuyo nombre significa valle del Eunuco, posiblemente una referencia a la práctica de los primeros pobladores de castrar a los animales en la región. Al no poder encontrar una vía de escape al nordeste o el sudoeste, el dique aparentemente «brotó por el medio, porque ambas direcciones estaban bloqueadas», afirma Tobias Dürig, vulcanólogo de la Universidad de Islandia.

Una cámara web en una cresta cercana capturó las primeras imágenes de la lava. Enviaron un helicóptero de la Guardia Costera al lugar y el piloto enseguida vio las ascuas de lava salpicando y siseando hacia el cielo.

La lava salió de una fisura serpenteante de casi 500 metros de largo, pero durante el fin de semana la erupción concentró su potencia en un solo lugar, construyendo una caldera abrupta y gigantesca de roca recién enfriada. Los ríos de lava se deslizaban alrededor de lava más compacta. La lava que circulaba a un ritmo constante hizo que la cúpula sufriera derrumbes parciales a medida que arrojaba burbujas de lava sobre la tierra chamuscada.

El dique de magma es pequeño, de poco menos de 6,5 kilómetros de largo, y la erupción está confinada en un valle rodeado de más valles, lo que impide que la lava salga de la zona y amenace centros de población. Sin embargo, la erupción está emitiendo dióxido de azufre, un gas volcánico habitual, e incluso pequeñas cantidades pueden irritar los pulmones de personas con afecciones respiratorias como el asma. Pero por ahora, el viento está alejando el gas volcánico de las zonas pobladas.

Los científicos dicen que un posible problema es que de repente se abra una nueva fisura cerca de la actual, pillando por sorpresa a cualquiera que esté en la zona. «Eso podría ocurrir fácilmente y podría ocurrir rápido, y estar ahí no sería nada bueno», afirma Dürig.

Estudiar el infierno

Sin embargo, en general los científicos creen que será una erupción inofensiva. Gracias al fácil acceso a la zona, los investigadores están utilizando todo su instrumental con la erupción, ya que la consideran la mejor oportunidad que tendrán para entender la tectónica y el vulcanismo de la región.

Algunos han recogido lava y la han llevado a un laboratorio para intentar desentrañar la composición química específica del material. Dürig ha sobrevolado la erupción varias veces empleando la tecnología radar para determinar a qué velocidad circula la lava y estimar cuánta lava está brotando.

Evgenia Ilyinskaya, vulcanóloga de la Universidad de Leeds, visitó la erupción el pasado fin de semana con una mochila llena de instrumentos para analizar los compuestos que salen por la fisura.

«Es muy especial acercarse al lugar de la erupción», afirma Ilyinskaya. Al principio de la erupción, fue recibida por una cacofonía de explosiones y silbidos bajo sus pies. «Te estremece hasta lo más profundo de tu ser», afirma. «Es algo muy muy potente. Te sientes muy pequeña e insignificante».

Contra el consejo de las autoridades, miles de personas que viven en la península se han congregado alrededor de la erupción, tratando las colinas como anfiteatro. Un grupo se quedó demasiado tiempo y se perdió mientras buscaba sus coches en la oscuridad. También pillaron a alguien intentando freír huevos con beicon sobre la lava, aunque sin éxito.

Mientras los vulcanólogos aprovechan esta oportunidad para estudiar la erupción, los arqueólogos intentan averiguar si la lava amenazará yacimientos importantes. Basándose en registros históricos, los expertos creen que justo en la trayectoria de la erupción podría haber un cementerio que se remontaría a hace más de mil años y quizá perteneciera a un personaje notable. Según medios locales, el arqueólogo Oddgeir Isaksen, de la Agencia de Patrimonio Cultural de Islandia, acudió a toda prisa al escenario en un helicóptero poco después de que empezara la erupción, pero no logró hallar pruebas del cementerio antes de que la lava cubriera la zona.

¿Un siglo de actividad? 

Es probable que la erupción se extinga en los próximos días o semanas, y los terremotos que tienen a los vecinos en vela también podrían cesar durante un tiempo. «Una pequeña erupción aún libera algo de presión», afirma Ágústsdóttir.

Pero hay indicios de que los fuegos artificiales no han hecho más que empezar. «La cantidad de energía sísmica liberada para esta pequeña erupción es desproporcionadamente elevada», afirma McGarvie. Podría haber habido una cantidad considerable de movimiento tectónico por la península, lo que se traduciría en embolsamientos adicionales de magma que podrían hallar el camino a la superficie.

Según el historial geológico de la región y estudios de erupciones similares en otras partes de Islandia, cabe la posibilidad de que se produzca otra erupción en una fisura distinta de la península de Reykjanes, señala Ilyinskaya. Pero esto podría ocurrir dentro de días, semanas, meses e incluso años. Podría emitir la misma cantidad de magma que la actual erupción o podría liberar bastante más.

La posibilidad de futuras erupciones queda subrayada por el hecho de que el tipo de temblores sísmicos que condujeron a la erupción de la semana pasada ya han ocurrido antes; tres veces, de hecho, en milenios pasados. Los documentos históricos y las capas de antigua roca volcánica sugieren que, cada vez que la zona presenta un incremento considerable de los terremotos, dicho incremento culmina en varias décadas de erupciones, saltando de fisura en fisura por toda la península.

La erupción actual, pequeña pero relativamente segura, ofrece una oportunidad fantástica para que científicos y gestores de emergencias se preparen para posibles brotes de lava en el futuro. «Si este es el comienzo, es un buen entrenamiento», dice Ágústsdóttir.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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