Tenía una lesión cerebral grave, así que su marido recurrió a una terapia sin precedentes

Perdió a su mujer en un estado de inconsciencia tras un trágico accidente. Durante los dos últimos años, ha intentado todo para traerla de vuelta, incluido un primer experimento con psicodélicos.

Por Jonathan Moens
Publicado 10 abr 2024, 15:12 CEST
Fotografía Kirlian de setas liberty cap

Fotografía Kirlian de setas liberty cap (Psilocybe semilanceata). Los liberty caps producen los compuestos psicoactivos psilocibina, psilocina y baeocistina, y son uno de los hongos alucinógenos más ampliamente distribuidos.

Fotografía de NIGEL HUTCHINGS, SCIENCE PHOTO LIBRARY

Nota del editor: National Geographic ha accedido a utilizar seudónimos para el marido y la mujer que aparecen en esta historia debido a la naturaleza sensible del caso.

El 24 de septiembre de 2022, David iba en coche a recoger a su mujer cuando oyó un fuerte estruendo seguido de gritos. Salió del coche y corrió hacia el ruido. Allí vio a su mujer, Sarah, tendida en el suelo.

Sarah estaba cruzando la calle cuando fue atropellada por un coche que circulaba a unos 50 kilómetros por hora. El impacto la dejó con graves lesiones cerebrales y fractura de pelvis.

No reaccionó y permaneció en coma durante 17 días antes de empezar a responder a las instrucciones para mover partes de su cuerpo, incluidas las manos y los dedos de los pies. Pero a medida que pasaban las semanas y los meses, su estado oscilaba entre periodos de conciencia fugaz y la falta total de respuesta.

"Era una pesadilla interminable", dice David.

Los tratamientos son limitados para las personas cuya conciencia está alterada o completamente ausente, lo que se conoce como "trastornos de conciencia". Desde el accidente, David, comercial digital, ha dedicado su vida a cuidar de Sarah y a hacer todo lo posible por reanimar su consciencia, lo que incluye investigar a fondo y consultar a expertos sobre los últimos tratamientos. También toca la guitarra para su mujer, le lee libros, la baña y la lleva en silla de ruedas a pasear por el parque.

Sarah es una de las 300 000 personas que hay en Estados Unidos en estado de grave alteración de la conciencia causada principalmente por accidentes, derrames cerebrales y falta de oxígeno en el cerebro. Cada año se documentan unos 4000 nuevos casos en el país. Con sólo unas pocas terapias experimentales disponibles, miles de familias buscan desesperadamente soluciones.

"Lo que está en juego no podría ser mayor", dice David; "no hay nada que no haría para ayudarla. Si pudiera darle mis propias neuronas, lo haría".

Cada día, durante más de 550 días, David ha anotado meticulosamente el estado de Sarah y el impacto de los tratamientos: estimulantes, somníferos, medicamentos para el TDAH, suplementos, potenciadores cognitivos conocidos como "nootrópicos" y técnicas para despertar el cerebro, incluida la estimulación transcraneal por corriente directa. También ha probado varios nutrientes recomendados administrados a través de una sonda de alimentación: chupitos de café expreso, cucharadas de matcha, polvos a base de setas, cúrcuma líquida, zumo de limón y té chino de acupuntura.

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    Un paciente en coma de la Unidad de Despertar del Hospital San Juan Bautista de Roma es observado mientras se le monitoriza con un electroencefalograma (EEG). Una serie de electrodos de EEG, fijados al cuero cabelludo del paciente, permiten al personal sanitario visualizar la actividad eléctrica de las ondas cerebrales y ofrecen información sobre el estado del nivel de conciencia del paciente.

    Fotografía de Massimo Brega, SCIENCE PHOTO LIBRARY

    Nada le ha ayudado.

    Pero una droga le dio esperanzas: la psilocibina, el ingrediente de las setas mágicas que altera la mente. Tras consultar a Olivia Gosseries, neurocientífica de la Universidad de Lieja e investigadora asociada del Fondo Nacional de Investigación Científica de Bélgica, David se dio cuenta de que el uso de psicodélicos no era una idea marginal, sino un experimento que merecía la pena probar.

    "La psilocibina me despertó una gran curiosidad", afirma David.

    Los psicodélicos son prometedores para tratar enfermedades psiquiátricas graves, como la depresión resistente al tratamiento, el trastorno de estrés postraumático y el trastorno de ansiedad. Más de 200 ensayos clínicos registrados han explorado los efectos de los psicodélicos en diversos trastornos mentales, y al menos 160 están actualmente en curso en todo el mundo.

    Pero el uso de psicodélicos tradicionales en pacientes con trastornos de la conciencia sería una primicia.

    "Nunca lo hemos intentado, simplemente no lo sabemos", afirma Gosseries, que ahora dirige en Bélgica uno de los principales esfuerzos para probar los psicodélicos en estos pacientes.

    El propio estudio de Gosseries, que ha sido aprobado por un comité de ética universitario y nacional en Bélgica, implica el uso de psilocibina y ketamina (un anestésico médico ampliamente utilizado que tiene efectos psicodélicos en dosis bajas) en pacientes con trastornos de conciencia.

    Según Paolo Cardone, el estudiante de doctorado que dirige la investigación, de los tres pacientes que han recibido ketamina hasta la fecha, dos mantuvieron los ojos abiertos bastante más tiempo de lo habitual y mostraron menos rigidez muscular, lo que sugiere mejoras prometedoras en su estado general. Aún así, no podían comunicarse y los científicos no pueden asegurar que hubiera una mayor conciencia.

    Un equipo del Imperial College de Londres (Reino Unido) va a presentar una solicitud ética para realizar un estudio similar con dimetiltriptamina, o DMT (un potente compuesto psicodélico natural que se encuentra en muchas plantas y especies animales) en pacientes con trastornos de la conciencia.

    Estos esfuerzos son controvertidos. La administración de psicodélicos a pacientes en estado vulnerable plantea espinosas cuestiones científicas y éticas en torno al consentimiento, la posibilidad de inducir experiencias traumáticas y la legalidad de tal procedimiento.

    "Me alegro de que lo estén haciendo", dice Robin Carhart-Harris, profesor de neurología y psiquiatría de la Universidad de California en Estados Unidos, quien esbozó por primera vez algunas de estas cuestiones en un documento de propuestas de 2019. Pero, añade, "está plagado de sensibilidades éticas".

    Idealmente, tal experimento ocurriría en un entorno clínico controlado para garantizar la seguridad y los estándares científicos rigurosos, dice Gosseries. Pero los ensayos clínicos con psilocibina no empezarán antes de 2025 y, para personas como David y otras muchas desesperadas por recuperar a sus seres queridos, esperar no es una opción.

    "Aunque me interesa ayudar a la ciencia, lo que más me interesa es despertar a mi mujer", dice David.

    (Relacionado: ¿Merece la pena probar la ketamina para tratar la depresión?)

    Capas de complejidad cerebral

    En el centro de esta iniciativa científica está la noción de "complejidad" cerebral. En neurociencia, la complejidad es una medida de lo diversa e impredecible que es la actividad cerebral. La actividad cerebral uniforme y fija se describe como de baja complejidad. La actividad dispersa, impredecible y que cambia rápidamente de un estado a otro se considera muy compleja.

    En las dos últimas décadas, una serie de experimentos han demostrado que los cerebros de las personas despiertas y sanas tienden a ser más complejos que los de las personas que duermen sin sueños, están sedadas o sufren un trastorno de la conciencia.

    Los hallazgos han llevado a los científicos a plantear la hipótesis de que la complejidad actúa como un indicador fiable del grado de consciencia de una persona, lo que la convierte en una herramienta especialmente poderosa para evaluar el nivel de consciencia de individuos que no pueden comunicarse pero que podrían seguir siendo conscientes, como ocurre con los pacientes con trastornos de consciencia.

    La forma de medir la complejidad del cerebro varía, pero suele consistir en registrar señales eléctricas o magnéticas en la superficie del cerebro del paciente y utilizar herramientas matemáticas para descifrar la complejidad de esas señales. O bien, estimular el cerebro con un dispositivo, registrar cómo reaccionan grandes grupos de células cerebrales y utilizar métodos computacionales para cuantificar lo diversas e impredecibles que son estas respuestas.

    "Es un poco como si coges una campana, la golpeas con un martillo y estás escuchando las reverberaciones", dice Christof Koch, neurocientífico computacional del Allen Institute for Brain Science de Seattle EE. UU.).

    En 2017, utilizando señales magnéticas, los científicos descubrieron por primera vez que psicodélicos como la ketamina, el LSD y la psilocibina, podían elevar los niveles de complejidad cerebral de personas sanas más allá de los observados durante la vida cotidiana normal. Los resultados se repitieron en estudios similares en los que se utilizaron distintos tipos de tecnologías cerebrales, drogas psicodélicas y medidas de complejidad cerebral.

    Aún no se sabe muy bien cómo los psicodélicos podrían restaurar la conciencia en pacientes con trastornos de conciencia. Algunos científicos señalan que los psicodélicos abren una ventana crítica durante la cual el cerebro se reorganiza y forma nuevas conexiones a largo plazo, una capacidad conocida como "neuroplasticidad". Según los científicos, algunas de estas nuevas conexiones podrían ayudar a recablear el cerebro de los pacientes de forma impredecible y llevarles a salir de la inconsciencia o a tener un mayor control corporal.

    Los psicodélicos pueden ayudar a los pacientes que sufren TEPT, ansiedad y depresión, ya que esta reconexión puede ayudar a reconfigurar la forma en que se codifican y procesan estos recuerdos, miedos y otras emociones.

    "Pero si no estás formando recuerdos y no tienes sentido de ti mismo, entonces ¿de qué manera van a ser útiles estos fármacos?", señala Eric Spier, director médico del Programa de Lesiones Cerebrales del Hospital Craig de Colorado (Estados Unidos), que trató a Sarah cuando fue ingresada.

    En última instancia, la lógica que impulsa estas iniciativas científicas es la correlación que existe entre la complejidad cerebral y el nivel de conciencia. Pero correlación no es causalidad, y es posible que el aumento de la complejidad que se observa cuando se está bajo los efectos de los psicodélicos apunte en realidad a una actividad cerebral no relacionada con el aumento de la consciencia, afirma Anil Seth, profesor de neurociencia computacional de la Universidad de Sussex (Reino Unido) e investigador del estudio de 2017.

    Por ejemplo, podría estar captando la riqueza multisensorial de su experiencia durante el viaje, el disparo aleatorio de neuronas o movimientos corporales no deseados y reflexivos.

    "Faltan muchos conocimientos", afirma Seth.

    Aun así, los resultados llevaron a los científicos a preguntarse: ¿podría utilizarse la capacidad de los psicodélicos de aumentar los niveles de complejidad para despertar a pacientes con trastornos de la conciencia?

    Para David, sólo había una forma de averiguarlo.

    El 25 de agosto de 2023, exactamente 336 días después del trágico accidente de Sarah, David, que vive en Colorado, donde las setas psicodélicas están despenalizadas, consiguió una tintura de psilocibina líquida destilada. Ya había administrado a Sarah dosis bajas y moderadas de la droga a lo largo de varios meses y había tenido un efecto "notable" en sus movimientos corporales.

    Esta vez, sin embargo, subiría la apuesta al máximo, utilizando el equivalente a 2,5 gramos, una dosis lo bastante alta como para provocar una potente experiencia psicodélica y que suele utilizarse en ensayos clínicos con fines terapéuticos. Con esta dosis, tanto Gosseries como Carhart-Harris dijeron que, en teoría, era posible un despertar.

    La legalidad de lo que David estaba a punto de hacer no estaba clara. La despenalización de ciertos psicodélicos en Colorado en 2022 significa que la psilocibina es de fácil acceso y que las setas mágicas se pueden cultivar y consumir. Pero no estaba claro si David estaba cruzando una línea al darle la droga a Sarah, cuando ella no podía dar su consentimiento.

    David pensó que si había una mínima posibilidad de que los psicodélicos despertaran a Sarah, correría el riesgo.

    Sarah se sentó en su silla de ruedas y se colocó unos auriculares en forma de casco con cables que salían de la parte posterior de la cabeza y se conectaban a un ordenador portátil. El casco, un equipo comercial llamado WAVi, medía la actividad eléctrica de su cerebro, que iba a ser registrada y analizada por Frank Palermo, director médico de la empresa WAVi Co. con sede en Colorado, dedicada a la fabricación de equipos médicos. Palermo también se describe a sí mismo como fisiatra especializado en neurorrehabilitación, como hace en un vídeo suyo publicado en Neurologic Life, una empresa que comercializa dispositivos médicos, entre ellos WAVi.

    La idea era medir las ondas cerebrales de Sarah antes y durante el experimento a intervalos cortos para ver cómo fluctuaban sus niveles de complejidad. Palermo podía controlar la actividad mientras grababa, observando las ondas cerebrales en la pantalla de su portátil.

    En la sala, junto a David y Palermo, estaba John Kaditus, amigo íntimo de David y que había trabajado anteriormente como enfemero. Gosseries también estuvo virtualmente presente ese día en un iPad colocado encima de Sarah, aunque sólo como observadora y en calidad estrictamente no oficial.

    Había sobrados motivos para preocuparse: muchos expertos en bioética han advertido de problemas relacionados con la falta de consentimiento, la posibilidad de experimentar un "mal viaje" y preguntas sobre lo que ocurriría en una situación de despertar parcial, en la que Sarah llega a estar lo bastante lúcida como para comprender su situación pero no puede hacer nada al respecto.

    "Esto es aterrador", dijo Kaditus en aquel momento.

    David mezcló psilocibina líquida de color marrón oscuro con agua y la administró a través de la sonda de alimentación que Sarah tenía en el abdomen. Apenas 10 minutos después, el cuerpo de Sarah sufrió una repentina y aterradora transformación: sus piernas se elevaron en el aire de su silla de ruedas y sus ojos y boca se abrieron de par en par. Sus manos, normalmente inertes e incapaces de agarrar objetos, estaban ahora extendidas. David puso su mano en la de ella y sintió un agarre inusualmente fuerte.

    Le tomó la tensión y tenía 158/97, una cifra muy alta, sobre todo para Sarah, que solía tener la tensión baja. Unos 30 minutos después, su tensión subió aún más.

    "Parecía que estaba dando una vuelta loca por el universo", dice David. "Y me dio miedo porque pensé: ¿Qué demonios acabo de hacerle?".

    El cuerpo de Sarah fluctuó entre esa postura rígida y otra más relajada durante las dos horas siguientes. Estaba claro que su cuerpo experimentaba algo inusual, y sus señales cerebrales, medidas por los auriculares que llevaba, se dispararon en comparación con la línea de base.

    "Sus ondas cerebrales beta son increíbles", escribió David en sus notas basadas en la reacción de Palermo. Las ondas beta son ondas rápidas y de baja amplitud que suelen ser características de una mente excitada y activa. "¡Su cerebro está realmente excitado! Mirad esto".

    Palermo confirmó después que, durante aproximadamente una hora, las ondas cerebrales de Sarah cuadruplicaron su frecuencia, lo que sugería que estaba alerta y potencialmente agitada.

    Actualmente, Gosseries y su equipo están analizando los datos cerebrales para ver cómo pueden traducirse en términos de niveles de complejidad y lo que Sarah pudo haber estado experimentando.

    A pesar de estos prometedores marcadores cerebrales, Sarah no mostraba signos claros de conciencia: cuando se le pidió que mirara hacia arriba, no respondió. Y cuando David colocó un espejo delante de ella y lo movió arriba y abajo para ver si sus ojos podían seguirlo, no lo hizo.

    Unas dos o tres horas después, el efecto de los fármacos empezó a desaparecer, la tensión arterial se estabilizó y Sarah empezó a mostrarse más tranquila. La trasladaron a su cama en otra habitación rodeada de plantas, luz tenue, música e incienso encendido. David volvió a hacerle pruebas con los métodos estandarizados que le había enseñado Gosseries para ver si había alguna mejora. Nada significativo.

    "Ha sido un día muy, muy, largo y estresante. A menos que vea algún signo de mejora en los próximos días, no creo que vuelva a someterla a esto. Tenía que intentarlo. ¿Y ahora qué?", escribió esa noche en sus notas médicas.

    David nunca observó ninguna mejoría duradera tras la experiencia psicodélica y abandonó la idea de volver a consumir psilocibina.

    Dos meses después de que se llevara a cabo el procedimiento, la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA, por sus siglas en inglés) emitió una carta de advertencia a David Oakley, director ejecutivo de WAVi Co., en la que afirma que, tras inspeccionar la empresa, encontraron múltiples infracciones normativas, incluso tanto con un auricular utilizado para medir la actividad eléctrica como con el software empleado para descodificar las grabaciones.

    En respuesta, Oakley señaló que la carta no se refiere estrictamente a sus auriculares WAVi autorizados por la FDA ni al software para escanear la actividad eléctrica cerebral, que, según afirma, han sido validados y están autorizados tanto para investigación como para uso clínico.

    "WAVi tiene autorización para comercializar y vender los auriculares y nada en la carta de advertencia sugiere lo contrario", escribió Oakley en un correo electrónico.

    (Relacionado: ¿De verdad es posible que drogas como el éxtasis se legalicen para uso médico?)

    La complejidad de la ciencia de la complejidad

    Los resultados de ese procedimiento de agosto en Sarah "no fueron los que esperábamos", dice Gosseries; "pero aún así podría haber estado más consciente sin que pudiéramos verlo".

    Se interpreten como se interpreten estos resultados, lo que está claro es que Sarah no es necesariamente representativa de una comunidad más amplia de pacientes con trastornos de conciencia. Los tipos de lesiones, las tasas de recuperación y la respuesta a los tratamientos varían enormemente.

    "Hay un dicho en lesiones cerebrales que dice que una vez que has visto una lesión cerebral, has visto una lesión cerebral", dice Spier, director médico del Hospital Craig.

    El tipo de lesión cerebral de Sarah, centrada en el tálamo y el tronco encefálico y sus alrededores, no es infrecuente entre los pacientes con trastornos de conciencia. Los científicos han demostrado que el tálamo actúa como centro neurálgico, recibiendo información de los sentidos y enviándola a regiones cerebrales clave para su posterior procesamiento. El tronco encefálico también desempeña un papel fundamental en el mantenimiento de funciones vitales como la respiración y el ritmo cardíaco. Si estas zonas resultan dañadas, el riesgo de sufrir lesiones cerebrales graves o entrar en coma es considerable.

    Una teoría de por qué Sarah no mostró grandes mejoras tras la psilocibina es que la lógica en la que se basa el experimento es errónea, afirma John Whyte, director fundador del Moss Rehabilitation Research Institute de Pensilvania (EE. UU.). El bajo nivel de complejidad hallado en pacientes con trastornos de la conciencia podría entenderse mejor como la pérdida de partes críticas de la arquitectura cerebral de una persona, incluyendo células cerebrales, redes y regiones enteras, como resultado de una lesión cerebral grave, afirma.

    "La cuestión fundamental es la siguiente: ¿es esta baja complejidad la causa de la inconsciencia o el resultado de un daño cerebral profundo?", apunta Whyte.

    Si el cerebro está dañado, no funcionará recablearlo con psicodélicos cuando faltan partes fundamentales de su maquinaria. En su lugar, Whyte sugiere intentar primero identificar las estructuras básicas mínimas necesarias para mantener la conciencia. Una vez hecho esto, los expertos pueden empezar a dirigir los tratamientos a pacientes cuya maquinaria cerebral parezca que podría reiniciarse con éxito.

    "Si queremos comprobar si el fármaco funciona realmente, tenemos que probarlo en un grupo de personas que en principio podrían responder a él, no en personas que no podrían", añade Whyte.

    Durante décadas, neurocientíficos y filósofos han intentado hacer exactamente eso: identificar lo que han denominado los "correlatos neuronales de la conciencia". Actualmente no hay consenso científico, pero se han propuesto dos regiones candidatas. Una está relacionada con las regiones posteriores del neocórtex, un área situada en la parte posterior del cerebro en una "zona caliente" donde se solapan muchas regiones cerebrales. La otra es la corteza prefrontal, una región frontal a veces conocida como el "centro ejecutivo" del cerebro.

    Otras formas de recrear una arquitectura cerebral implican métodos más experimentales, como generar nuevas células cerebrales inyectando células madre en el líquido que circula por el cerebro, una estrategia que, en un momento dado, David estuvo considerando seriamente.

    Pero, más de 550 días y docenas de tratamientos diferentes después, David ha perdido toda esperanza de recuperar a su mujer. Mantener a Sarah con vida en este estado calamitoso, dice, está haciendo más mal que bien.

    En las próximas semanas, David ha decidido proceder a un tratamiento para poner fin a su vida.

    "Es absolutamente devastador, ya que mi querida es la luz de mi vida".

    Este reportaje, publicado originalmente en inglés en nationalgeographic.com, ha sido posible gracias a una beca de periodismo psicodélico Ferriss-UC Berkeley.

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