Las erupciones volcánicas, uno de los posibles factores tras los levantamientos en el Egipto de Cleopatra

Un nuevo estudio sugiere que las erupciones volcánicas distantes perturbaron el clima, provocando una falta de lluvias, esenciales para la agricultura en el Nilo.

Por Craig Welch
Publicado 9 nov 2017, 4:30 CET
Erupción en Islandia
Una columna de ceniza oscura sale del Eyjafjallajökull, un volcán de Islandia, en mayo de 2010. Los volcanes del lejano norte podrían haber tenido un gran impacto en el antiguo Egipto.
Fotografía de Steve y Donna O'Meara, National Geographic Creative

Hace 2.300 años, cuando Euclides y Arquímedes todavía paseaban por Alejandría y la familia de Cleopatra controlaba el trono egipcio, solían producirse conflictos territoriales y rebeliones. Estos levantamientos suelen atribuirse a las tensiones étnicas por el gobierno griego: la dinastía de ptolemaica, de la cual Cleopatra fue la última mandataria, era de origen macedónico.

Un nuevo estudio publicado en la revista Nature Communications por un equipo de historiadores, estadísticos y científicos del clima sugiere otro factor sorprendente que también podría haber desempeñado un papel importante en los disturbios producidos en la región: «las perturbaciones hidroclimáticas» generadas por erupciones volcánicas lejanas.

«Existe una corriente de pensamiento que considera que lo que realmente impulsa la historia son las decisiones de los grandes líderes: los reyes, los emperadores y los papas», afirma el coautor Francis Ludlow, historiador del clima en el Trinity College en Dublín, Irlanda. «Creo que parte de lo que demuestra este estudio es que no se puede simplemente hacer caso omiso de las influencias del entorno».

Hasta finales del siglo XIX, cuando se construyeron las primeras presas en el río Nilo, los agricultores egipcios dependían del monzón anual. Las fuertes lluvias estivales que traía a las tierras altas etíopes hacían que el Nilo creciera río abajo, preparando la tierra para sembrar trigo y otros cultivos. Las crecidas del Nilo eran tan importantes que se han registrado con precisión desde el 622 d.C.

Ludlow y sus colegas han descubierto que las erupciones volcánicas masivas, cuyas secuelas han quedado registradas en testigos de hielo de Groenlandia y la Antártida, se asocian con la falta de inundaciones en el Nilo. El modelo climático del equipo indica que las nubes de gases sulfurados de las erupciones no solo enfriaban la Tierra al reflejar la luz solar hacia el espacio, sino que también provocaban una disminución de las lluvias monzónicas, en ocasiones durante años.

Durante el periodo ptolemaico, que se extendió hasta el 305 a.C., todavía no se llevaba un registro de las inundaciones sistemáticas. Sin embargo, los registros por escrito lo convierten en uno de los periodos del antiguo Egipto mejor documentados, con la piedra de Rosetta que detalla decretos sacerdotales, así como largas notas escritas en papiros que confirman guerras, levantamientos, transferencias de tierras y riñas familiares.

Los disturbios reflejados en esos registros escritos pueden vincularse a las erupciones grabadas en los testigos de hielo, según los investigadores.

En esta región, «una vez te alejas unos cuantos kilómetros de la costa, no hay lluvia; te encuentras en el territorio del Sáhara», señala Ludlow. «Cuando no hay suficientes inundaciones, se produce inseguridad alimentaria. La gente empieza a abandonar sus tierras. Emigran a áreas urbanas en busca de comida. Esto aumenta las tensiones, los motines por la comida. Y todo esto se puede investigar».

La investigación fue idea de Ludlow y de Joe Manning, profesor de historia de la Universidad de Yale. Manning, alpinista y escalador en roca, mostró interés por la paleoclimatología y empezó a celebrar reuniones informales de historiadores y expertos en el clima. Una noche, después de haberse tomado unas cuantas copas de vino, Manning y Ludlow, que entonces también trabajaba en Yale, empezaron a hablar sobre volcanes.

Ludlow encendió su ordenador y enseñó a Manning datos de testigos de hielo extraídos recientemente. Dichos datos permiten a los científicos establecer las fechas de las erupciones más grandes con gran precisión, remontándose hasta 2.300 años atrás.

«Pensé: "algunos de esos picos me parecen muy familiares"», recuerda Manning, autor principal del estudio y experto en la dinastía ptolemaica.

Un bajorrelieve en el templo de Hator, cerca de Quena, muestra a Cleopatra con su hermano Cesarión y el hijo de ambos. Las erupciones volcánicas podrían haber acelerado el fin del reinado de Cleopatra, la última de la dinastía ptolemaica de tres siglos.
Fotografía de George Steinmetz, National Geographic Creative

Durante el último siglo, en el planeta se han producido grandes erupciones. Sin embargo, las explosiones de la magnitud del desastre de 1991 en el monte Pinatubo —la erupción más grande de la era moderna— en ocasiones tenían lugar entre dos y tres veces por década durante el periodo ptolemaico. Manning reconoció algunas de las fechas: coincidían con periodos de importantes levantamientos.

Tras investigarlo más en profundidad, el equipo mostró que las revueltas se producían tras estas erupciones y en muchas ocasiones alcanzaban su nivel máximo al segundo año. Los autores sospechan que parte de este desfase temporal podría reflejar los esfuerzos a corto plazo para sobrellevar la situación, como el reparto de grano almacenado tras dos erupciones en los años 46 y 44 a.C.

Curiosamente, los investigadores no descubrieron vínculo alguno entre las erupciones y el comienzo de las guerras, pero sí observaron una correlación entre las erupciones y el final de las guerras.

Por ejemplo, 200 años antes del reinado de Cleopatra, durante una de las numerosas guerras sirias entre Egipto y el imperio seléucida, el ejército de Ptolomeo III había avanzado hasta Babilonia, en el Éufrates. Los escritos de un historiador romano afirman que, entonces, Ptolomeo fue reclamado repentinamente en su hogar. Otro papiro afirma que regresó para reprimir una sedición doméstica, que también coincide con dos importantes erupciones.

«Esta parece ser la única explicación creíble de por qué abandonó una campaña militar tan increíblemente exitosa», afirma Ludlow.

Los científicos se apresuraron a señalar que no sugieren que las acciones de toda una dinastía egipcia fueran provocadas por los distantes volcanes. Pero argumentan que es difícil ignorar la probabilidad de que las erupciones volcánicas fueran al menos un factor contribuyente significativo.

«Al observar un impacto en el río —ausencia de inundaciones durante dos o tres años seguidos— de repente ves muchas respuestas», afirma Manning. «A veces creemos ver miedo y pánico».

Ludlow señala que «somos muy conscientes de que por supuesto existían otros factores que provocaban un acontecimiento complejo como una revuelta. Pero fuimos capaces de demostrar de forma sistemática que en casi todos los casos —lo que es mucho más que una mera casualidad— las revueltas parecían producirse después de las erupciones».

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Un detonante lejano

Los científicos no saben con precisión dónde tuvieron lugar las erupciones: podrían haberse dado en Alaska, Rusia, los trópicos, Islandia, o en cualquier otro lugar. Los modelos climáticos sugieren que los volcanes en el hemisferio norte podrían haber tenido un mayor impacto sobre Egipto, ya que tienden a desplazar las lluvias tropicales hacia el sur, reduciendo las precipitaciones en la cabecera del Nilo.

Los residentes de Alejandría, por supuesto, no habrían sabido lo que ocurría, pero en un texto antiguo aparece una referencia al sol oscurecido, la tierra chamuscada y la falta de inundaciones y semillas. «Mi interpretación de esto es que están describiendo un volcán», dice Manning, aunque «no saben que un volcán ha entrado en erupción en Alaska y ha perturbado las lluvias en las tierras altas etíopes».

La repetida falta de inundaciones en el Nilo podrían haber obligado a las familias a vender sus tierras, ya que los escasos beneficios les incapacitaban para pagar impuestos. Tras una erupción en el 209 a.C., apareció una revuelta en medio de escrituras que describían cómo «la mayoría de los agricultores fueron ejecutados y la tierra se secó».

De hecho, cuando Cleopatra fue derrotada por la armada romana, los registros históricos muestran que Egipto se había visto afectado por una falta reiterada de inundaciones y se enfrentaba a «hambruna, plagas, inflación, corrupción administrativa, éxodo rural, migración y abandono de tierras». Aunque varios factores contribuyeron a la caída de la dinastía ptolemaica, los autores señalaron que la muerte de Cleopatra siguió a la tercera erupción volcánica más grande registrada en los últimos 2.500 años.

Los dos siglos siguientes —durante los cuales se produjo el ascenso del imperio romano— fueron un periodo tranquilo para los volcanes del planeta. El último siglo también ha sido relativamente calmado. Eso hace que nos planteemos si un mundo en el que el 70 por ciento de la población todavía depende de las lluvias monzónicas estará preparado para la siguiente gran erupción volcánica.

La nueva investigación también arroja luz sobre otro debate actual: las propuestas de soluciones de «geoingeniería» para contrarrestar el calentamiento global. Una solución de ese tipo podría ser sencillamente reproducir las erupciones volcánicas emitiendo aerosoles al cielo para bloquear el sol.

Los registros del periodo ptolemaico sugieren que las consecuencias accidentales de dicha estrategia podrían ser muy graves.

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