La batalla de Villalar y el fin de la rebelión comunera

Un día como hoy de 1521, el ejército del rey Carlos I aplastó la insurrección de los comuneros contra un rey extranjero en un choque que pudo haber cambiado el destino de Castilla.

Por Manuel Moncada Lorén
Publicado 23 abr 2018, 18:48 CEST
Batalla de Villalar
Óleo de Manuel Pícolo López que muestra la rendición de los líderes comuneros (1887, Palacio del Marqués de Salamanca).
Fotografía de Creative Commons

Los Reyes Católicos lograron concentrar el poder mediante una unión dinástica que minimizó la creciente influencia y poder económico de la nobleza y de los gremios de las ciudades.

A pesar de la estrategia llevada a cabo por la jefatura de Estado, los nobles y artesanos castellanos aún mantenían grandes parcelas de poder económico y social.

Un rey extraño

Detalle de un retrato del joven Carlos I de España, por Bernard van Orley.
Fotografía de Bernard van Orley

El Reino de Castilla vio como sus usos y costumbres pasaron a un segundo plano bajo el reinado de Carlos I. Las aspiraciones imperiales de Carlos I de España y V de Alemania dilapidaron el tesoro castellano y llenaron la corte española de clérigos y nobles borgoñones con altos privilegios hasta entonces solo disfrutados por los aristócratas castellanos.

La llegada de Carlos a Castilla no tuvo muy buena acogida: el joven monarca, aunque era nieto de los Reyes Católicos y e hijo de Juana de Castilla, no hablaba español y trajo con él a una miríada de ladinos y susurrantes consejeros alemanes de los que el pueblo desconfiaba.

Cuando en 1519 el rey recibió la noticia de su proclamación como Emperador del Sacro Imperio Romano, Carlos I solicitó a las Cortes convocadas en Santiago de Compostela los fondos necesarios para sufragar sus campañas europeas.

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    Los dominios de Carlos I de España y V de Alemania, con los límites del Sacro Imperio Romano marcados en rojo y los territorios de la corona española en amarillo.
    Fotografía de A School Atlas of English History

    A pesar de la clara oposición de Castilla a las actividades y proceder del joven monarca, Carlos consiguió el dinero demandado y nombró como regente al cardenal Adriano de Utrecht, antiguo maestro y tutor del rey Carlos, al que el monarca distinguió confiándole la regencia de España mientras el rey atendía los asuntos imperiales en Alemania.

    No fue una regencia cómoda para Adriano: los españoles recelaban de la codicia de los extranjeros ya que el flamenco ocupaba un puesto que correspondía por derecho a los castellanos. Ausente el rey, se originó la sublevación de las Comunidades castellanas, que tuvo su punto culminante en la batalla de Villalar el 23 de abril de 1521.

    El preludio

    21 de abril. Juan de Padilla, líder de los ejércitos comuneros, intentaba controlar el progresivo declive en la moral de su ejército, que llevaba tiempo sin recibir la paga y se encontraba atrincherado en el castillo de Torrelobatón. Los realistas, comandados por el condestable de Castilla, Íñigo de Velasco, se encontraban acantonados en las proximidades de Peñaflor de Hornija, no muy lejos de Torrelobatón.

    22 de abril. Juan de Padilla sabía que no podría resistir mucho tiempo encerrado en Torrelobatón. Padilla llevaba varios días contemplando la posibilidad de trasladar sus tropas a la vecina localidad de Toro, donde el apoyo de la población civil le permitiría atrincherarse mejor a la espera de refuerzos.

    Pero la indecisión le impidió moverse aquel 22 de abril. La actitud titubeante de Padilla fue un error estratégico decisivo: el tiempo perdido por el líder comunero fue suficiente para que los leales al primer Austria acabaran de concentrar sus tropas. El condestable de Castilla logró reunir un ejército que superaba en unos mil hombres a las tropas comuneras.

    Villalar

    El Grupo de Recreación Histórica Oria Dauria devuelve a la vida un campamento comunero.
    Fotografía de Grupo de Recreación Histórica Oria Dauria

    23 abril. Finalmente, en la mañana del día 23, los hombres de Padilla abandonaron Torrelobatón camino de Toro con un ejército formado por 4.700 infantes, 400 caballeros y 1.000 arcabuceros. Sabedor de que eran perseguidos, Padilla se planteó regresar para presentar batalla en campo abierto, pero las desavenencias entre sus capitanes eran cada vez más evidentes y el ejército comunero prosiguió su avance.

    El condestable de Castilla había encargado a su caballería que se adelantara para hostigar en la medida de lo posible al ejército comunero en su huida.

    La localidad de Toro estaba a 30 kilómetros, pero Padilla planeaba cubrir esa distancia aquel mismo día. Mediaba la tarde cuando la columna comunera marchaba junto al rio Hornijas sobre una extensa llanura encharcada por las lluvias de abril, cuando las 600 lanzas de la caballería realista cargaron contra los exhaustos hombres de Padilla.

    Óleo sobre lienzo de Antonio Gisbert que representa la ejecución de los comuneros Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado en Villalar el día 24 de abril de 1521.
    Fotografía de Antonio Gisbert

    Casi sin tiempo para formar y sin espacio para plantear la defensa, Padilla no pudo más que contemplar los efectos de la carga sobre sus desorganizadas líneas. Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, los principales líderes de la revolución castellana, fueron hechos prisioneros.

    Cuando la infantería realista llegó al campo de batalla, el combate ya había terminado. Entre 200 y 1.000 comuneros perdieron la vida y el sueño de una revolución en Castilla quedó tendido en aquella embarrada llanura vallisoletana.

    24 de abril. Según cuenta la tradición, antes de ser ajusticiado, Juan Bravo se negó a aceptar la condena a muerte por alta traición impuesta por el tribunal, ya que el castellano consideraba que entre los comuneros no había traidores, sino patriotas.

    Padilla se dirigió a él diciéndole: “Señor Juan Bravo, ayer era día de pelear como caballero; hoy de morir como cristiano”. Los líderes comuneros fueron decapitados; la represión contra los rebeldes había comenzado.

    El fin de la rebelión comunera

    Después de la batalla de Villalar, el movimiento comunero fue herido de muerte: aún resistiría en Madrid y Toledo durante algunos meses, pero la disolución de la Junta General condujo a la capitulación de las ciudades castellanas en estado de rebeldía. Solo cabía esperar el castigo del rey, mediante el cual se ponía fin a la revolución que había puesto en jaque la autoridad del primer Austria.

    La Guerra de las Comunidades provocó el declive del poder de los nobles y de la economía castellana debido a los impuestos que castigaron a las ciudades comuneras.

    La industria textil del centro de Castilla perdió las oportunidades de convertirse en una industria dinámica como consecuencia de la represión real, lo que a la larga lastró la riqueza de esta región en favor de otras provincias menos problemáticas.

    Después de la represión del movimiento comunero, la nobleza quedó definitivamente neutralizada frente a la indiscutible autoridad del monarca. Las Cortes de Toledo de 1538 fueron las últimas a las que se convocó a la nobleza como estamento y sancionaron esta nueva forma de gobernar la Corona de Castilla, a la que desde entonces se conocerá como Monarquía Hispánica de los Habsburgo.

    Los comuneros en la historia

    Es curioso comprobar que estos tres “traidores” están presentes en el callejero de la capital de España en algunos de los lugares más privilegiados de la ciudad. Este hecho confirma que el tiempo o en este caso la historia, pone a cada uno en su sitio.

    En la memoria de los que primero defendieron los intereses de los castellanoleoneses, Villalar de los Comuneros, como hoy se conoce a esta localidad vallisoletana, es el centro de las actividades que cada 23 de abril se celebran en el marco del día de Castilla y León.

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