Descubren en Alabama el último barco de esclavos que llegó a Estados Unidos

La goleta "Clotilda" transportó a prisioneros africanos a Estados Unidos en 1860, más de 50 años después de que se declarara ilegal la importación de esclavos.

Por Joel K. Bourne, Jr.
Publicado 23 may 2019, 14:03 CEST
Un mural del Clotilda adorna un dique de hormigón en Africatown, una comunidad cerca de Mobile fundada por africanos transportados ilegalmente a Alabama a bordo del barco negrero. Algunos de sus descendientes aún viven en el barrio.
Fotografía de Elias Williams, National Geographic
Nota: Este artículo se ha editado el 24 de mayo de 2019.

La goleta Clotilda —el último barco conocido que trajo africanos esclavizados a las orillas de Estados Unidos— se ha descubierto en una sección remota del río Mobile, en Alabama, tras una intensa búsqueda de un año llevada a cabo por arqueólogos marinos.

«Los descendientes de los supervivientes del Clotilda han soñado con este descubrimiento durante generaciones», afirma Lisa Demetropoulos Jones, directora ejecutiva de la Comisión Histórica de Alabama (AHC, por sus siglas en inglés) y jefa estatal de preservación histórica. «Nos complace anunciar que su sueño por fin se ha hecho realidad».

Los prisioneros que llegaron a bordo del Clotilda fueron los últimos de los aproximadamente 389.000 africanos esclavizados y transportados a los Estados Unidos continentales entre principios del siglo XVII y el año 1860. Miles de barcos estuvieron implicados en este comercio trasatlántico, pero se han descubierto pocos naufragios de esclavos.

Ciento nueve prisioneros africanos sobrevivieron al brutal tránsito de seis semanas entre África occidental y Alabama en la hacinada bodega del Clotilda. La goleta, construida originalmente para el transporte de cargamento, no de personas, tenía un diseño y dimensiones únicas, lo que ayudó a los arqueólogos a identificar la nave.
Fotografía de Jason Treat y Kelsey Nowakowski, NG Staff. Arte: Thom Tenery

«El descubrimiento del Clotilda aporta información nueva sobre un capítulo perdido de la historia estadounidense», afirma Fredrik Hiebert, arqueólogo residente de la National Geographic Society, que apoyó la búsqueda. «Este hallazgo también es una parte fundamental de la historia de Africatown, que fue construida por los resilientes descendientes del último barco de esclavos de Estados Unidos».

Según Sylviane Diouf, célebre historiadora de la diáspora africana, los raros testimonios de primera mano de los esclavistas y sus víctimas son una ventana única al comercio de esclavos por el Atlántico.

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    Los arqueólogos marinos recuperaron clavos, puntas y tornillos utilizados para asegurar las vigas y el entablado del barco. Dichas sujeciones, hechas de hierro forjado a mano, eran habituales en las goletas construidas en Mobile a mediados del siglo XIX.
    Fotografía de Mark Thiessen, National Geographic

    «Es la historia mejor documentada de un viaje de esclavos en el hemisferio occidental», afirma Diouf, cuyo libro de 2007, Dreams of Africa in Alabama, relata la historia del Clotilda. «Se hicieron dibujos de los prisioneros, se los interrogó e incluso se los grabó», dice refiriéndose a los que vivieron hasta el siglo XX. «La persona que organizó el viaje habló de ello. El capitán de la nave escribió sobre ello. Así que tenemos la historia desde varias perspectivas. Nunca he visto nada así en ninguna otra parte».

    Empezó por una apuesta

    La historia del Clotilda comenzó cuando Timothy Meaher, un rico terrateniente y constructor naval de Mobile, supuestamente apostó mil dólares con varios empresarios del norte a que podía contrabandear un cargamento de africanos hasta la bahía de Mobile ante las narices de las autoridades federales.

    La importación de esclavos a Estados Unidos se había declarado ilegal en 1808 y los propietarios de plantaciones del sur habían visto cómo se disparaban los precios del comercio de esclavos doméstico. Muchos, entre ellos Meaher, defendían la reapertura del comercio.

    Los arqueólogos marinos recuperaron clavos, puntas y tornillos utilizados para asegurar las vigas y el entablado del barco. Dichas sujeciones, hechas de hierro forjado a mano, eran habituales en las goletas construidas en Mobile a mediados del siglo XIX.
    Fotografía de Mark Thiessen, National Geographic

    Meaher fletó una elegante y veloz goleta llamada Clotilda y contrató a su constructor, el capitán William Foster, para que lo llevara hasta el conocido puerto de esclavos de Ouidah, en el actual Benín, para comprar prisioneros. Foster partió de África occidental con 110 hombres, mujeres y niños hacinados en la bodega de la goleta. Supuestamente, una niña falleció durante la brutal travesía de seis semanas. El cargamento humano, comprado con oro por valor de 9.000 dólares, valía más de 20 veces esa cantidad en la Alabama de 1860.

    Tras trasladar a los prisioneros a una embarcación fluvial propiedad del hermano de Meaher, Foster quemó el barco negrero hasta la línea de flotación para ocultar el delito. El Clotilda guardó sus secretos durante décadas, aunque algunos negacionistas sostenían que el ignominioso incidente jamás ocurrió.

    Tras el fin de la guerra de Secesión y la abolición de la esclavitud, los africanos ansiaban regresar a su hogar en el África occidental. Sin los medios necesarios para hacerlo, consiguieron comprar pequeñas parcelas de tierra al norte de Mobile, donde formaron una comunidad propia y muy unida que acabaría denominándose Africatown. Allí se labraron sus propias vidas, pero nunca perdieron su identidad africana. Muchos de sus descendientes aún viven allí hoy en día y crecieron escuchando las historias del famoso barco que trajo a sus ancestros a Alabama.

    «Si encuentran pruebas de ese barco, será enorme», predijo a principios de este año la descendiente Lorna Woods. «Todo lo que nos contó mamá quedará validado. Nos haría mucho bien».

    Mary Elliott, comisaria del Museo Nacional Smithsonian de Historia y Cultura Afroamericana, está de acuerdo.

    «Hay muchos ejemplos hoy en día —los disturbios raciales de Tulsa de 1921, esta historia, incluso el Holocausto— de acontecimientos que muchas personas niegan que ocurrieron. Ahora, gracias a la arqueología, la investigación de archivos, la ciencia combinada con la memoria colectiva de la comunidad, no pueden refutarse. Ahora están conectados con sus ancestros de forma tangible, saben que esta historia es real».

    La caza de la historia perdida

    Durante años, se ha intentado localizar los restos del Clotilda en diversas ocasiones, pero el delta de Mobile-Tensaw está plagado de lodazales, brazos muertos y pantanos, así como cientos de naufragios de más de tres siglos de actividad marítima. Entonces, en enero de 2018, el periodista local Ben Reines informó de que había descubierto los restos de un gran barco de madera durante una marea anormalmente baja. La AHC, que es propietaria de todos los barcos abandonados de las aguas estatales de Alabama, llamó a la empresa arqueológica Search, Inc., para que investigara el pecio.

    Un busto de Cudjo Lewis, uno de los últimos supervivientes del Clotilda que falleció, se encuentra a la entrada de la iglesia baptista Union Missionary, que ayudó a fundar.
    Fotografía de Elias Williams, National Geographic
    El cementerio Old Plateau —también conocido como cementerio de Africatown— se convirtió en el lugar de descanso final de muchos supervivientes del Clotidla que fundaron la comunidad, Lewis incluido.
    Fotografía de Elias Williams, National Geographic

    El navío en cuestión resultó ser otro barco, pero la falsa alarma centró la atención nacional en el barco negrero perdido. El incidente también hizo que la AHC financiase más investigaciones en colaboración con la National Geographic Society y Search, Inc.

    Los investigadores peinaron cientos de fuentes originales de la época y analizaron los registros de más de 2.000 barcos que operaban en el golfo de México a finales de la década de 1850. Descubrieron que el Clotilda fue una de las cinco goletas construidas en el Golfo que se aseguraron entonces. Los documentos del registro aportaban descripciones detalladas de la goleta, como su construcción y sus dimensiones.

    «El Clotilda era un barco atípico, hecho a medida», afirma el arqueólogo marítimo James Delgado, de Sarch, Inc. «Solo había una goleta construida en el Golfo de 26 metros de largo con una viga de siete metros y una bodega de 2,1 metros, y esa era la Clotilda».

    La documentación también indicaba que la goleta se había construido con entablado de pino amarillo sobre armazones de roble blanco y se le colocó una orza de casi cuatro metros que podía subirse o bajarse según fuera necesario para acceder a puertos poco profundos.

    El arqueólogo marítimo James Delgado explora una sección del río Mobile durante la búsqueda del lugar de descanso final del Clotilda.
    Fotografía de Asha Stuart, National Geographic

    Basándose en la investigación de ubicaciones posibles, Delgado y la arqueóloga del estado de Alabama Stacye Hathorn se centraron en una franja del río Mobile que nunca había sido dragada. Con buzos y una amplia gama de dispositivos —un magnetómetro para detectar objetos metálicos, un sónar de barrido lateral para localizar estructuras sobre el lecho fluvial y un perfilador de fondo marino para detectar objetos enterrados bajo el sucio lecho fluvial— descubrieron una auténtica tumba de barcos hundidos.

    La científica forense Frankie West examina muestras de madera de la bodega del barco con la esperanza de recuperar ADN a partir de la sangre o los fluidos corporales de los prisioneros.
    Fotografía de Mark Thiessen, National Geographic
    El ingeniero de National Geographic Arthur Clarke analizó un clavo del naufragio y determinó que era casi un 99 por ciento hierro puro, algo que concuerda con las sujeciones empleadas en la construcción naval en Alabama en la década de 1850.
    Fotografía de Mark Thiessen, National Geographic

    Descartaron la mayoría fácilmente: tamaño incorrecto, casco de metal, otro tipo de madera. Pero un navío etiquetado como Target 5 destacó entre los demás. «Coincidía con todo lo que se había registrado del Clotilda», afirma Delgado, como su diseño y dimensiones, el tipo de madera y metal empleados en su construcción, y las pruebas de que había ardido.

    Las muestras de madera recuperadas del Target 5 son de roble blanco y pino amarillo de la costa del Golfo. Los arqueólogos también hallaron los restos de una orza del tamaño adecuado.

    Las sujeciones de metal del casco están hechas de arrabio forjado a mano, el mismo tipo que se utilizó en el Clotilda. Y existen pruebas de que el casco se revistió originalmente con cobre, una práctica habitual en los navíos mercantes oceánicos de entonces.

    Delgado explica que ninguna placa ni objetos inscritos identificaron el barco de forma concluyente, «pero tras analizar varias pruebas, se llega a un punto fuera de toda duda razonable».

    El parque estatal Meaher lleva el nombre de la prominente familia de Mobile que donó propiedades ribereñas a la reserva. En 1860, el capitán Timothy Meaher apostó una gran suma a que podía importar esclavos africanos en el Clotilda sin que lo pillaran. Ganó la apuesta.
    Fotografía de Elias Williams, National Geographic
    Una réplica de la Campana de la Libertad de Africatown en el patio de la Escuela de Formación del condado de Mobile. La leyenda local sostiene que la campana original procedía del Clotilda.
    Fotografía de Elias Williams, National Geographic

    ¿Un monumento conmemorativo nacional?

    Los restos del Clotilda transportan ahora los sueños de Africatown, que ha sufrido descenso demográfico, pobreza y una serie de injurias medioambientales por parte de la industria pesada que rodea la comunidad. Los residentes esperan que el barco genere turismo y traiga negocios y empleos a sus calles. Algunos han sugerido que debe extraerse y exhibirse.

    Recientemente, la comunidad recibió casi 3,6 millones de dólares del acuerdo legal de la plataforma Deepwater Horizon de BP para reconstruir un centro de visitantes destruido en 2005 por el huracán Katrina. Pero lo que queda del barco quemado está en muy malas condiciones, según Delgado. Restaurarlo costaría muchos millones de dólares.

    Pero un monumento conmemorativo nacional del barco negrero —similar a la tumba acuática del U.S.S. Arizona en Pearl Harbor— podría ser una opción. Allí, los visitantes podrían reflexionar sobre los horrores del comercio de esclavos y recordarían la enorme contribución de África a la construcción de Estados Unidos.

    «Aún vivimos en la estela de la esclavitud», afirma Paul Gardullo, director del Centro para el Estudio de la Esclavitud Global del Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericanas y miembro del Slave Wrecks Project, que participó en la búsqueda del Clotilda. «Seguimos enfrentándonos a la esclavitud. Sigue apareciendo porque no hemos hecho frente a este pasado. Si hacemos bien nuestro trabajo, tendremos una oportunidad de reconciliarnos y crear cambios reales».

    La Comisión Histórica de Alabama publicará el informe arqueológico global en una celebración comunitaria en Africatown el martes, 30 de mayo.
    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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