¿Fue esta foto un montaje? Esta es la historia real de una de las imágenes más icónicas de la II Guerra Mundial

La imagen levantó el ánimo de toda una nación y levantó sospechas, ya que era demasiado buena para ser verdad.

Por Bill Newcott
Publicado 24 feb 2020, 12:35 CET
Tras cinco días de combates feroces, los marines levantan la bandera estadounidense sobre el punto más elevado de Iwo Jima el 23 de febrero de 1945. Dos días después, la fotografía de Joe Rosenthal apareció en la portada de todos los periódicos de Estados Unidos. La aclamada imagen obtuvo el Pulitzer ese mismo año.
Fotografía de Joe Rosenthal, Ap

El 23 de febrero de 1945, seis marines estadounidenses colocaron la bandera de su país sobre la colina más alta de la isla de Iwo Jima, un bastión que los japoneses defendieron ferozmente. El afortunado fotógrafo Joe Rosenthal inmortalizó aquel momento. En cuestión de semanas, la fotografía se convirtió en el tema del séptimo bono de guerra estadounidense. La imagen aparecía en un sello de correos. La escena también se ha representado en la gran pantalla en varias ocasiones.

La reproducción más perdurable probablemente sea una escultura del alzamiento de la bandera (basada en la fotografía de Rosenthal para Associated Press) que vela sobre el río Potomac en Washington, D.C.

Un mapa recopilado a partir de fotografías de reconocimientos aéreos de Iwo Jima muestra los aeródromos y las fortificaciones japonesas. Los bombardeos de la flota estadounidense no lograron destruir las defensas japonesas, excavadas a gran profundidad. Entre ellas figuraba una densa red de búnkeres unidos por casi 18 kilómetros de túneles.
Fotografía de Bridgeman Images

Todo esto ha ocurrido gracias a que Rosenthal apuntó su aparatosa cámara Graflex 4x5 en la dirección adecuada y en el segundo exacto y sacó la foto sin siquiera mirar por el visor.

La imagen resultante captura un momento esencial que representa el coraje y la camaradería de los soldados y cumple con casi cualquier estándar de composición artística. Con todo, es tan perfecta que Rosenthal tuvo que enfrentarse a la acusación de que era un montaje durante el resto de su vida.

De hecho, aquel día (el quinto de una de las batallas más sangrientas de la guerra en el Pacífico) Rosenthal solo tenía una cosa en mente mientras fotografiaba aquella escena en la pedregosa ladera volcánica. «Conforme el sendero se volvía más escarpado, empecé a preguntarme y a desear que el esfuerzo valiera la pena», declaró más adelante.

Sí, valió la pena, aunque Rosenthal apareció demasiado tarde, pero en el momento indicado.

La isla de Iwo Jima, cuyo punto más elevado es la cima del monte Suribachi de 169 metros, era un punto intermedio importante entre Japón y las bases de los bombarderos Aliados. Tras la batalla, en la que murieron más de 6000 estadounidenses y 20 000 resultaron heridos, algunos cuestionaron si aquel diminuto puesto volcánico había valido un precio tan alto.
Fotografía de W. Eugene Smith, The LIFE Picture Collection/Getty Images

Antes de llegar a la cima del cono volcánico del monte Suribachi, a 169 metros de altura, un equipo de marines había izado ya una pequeña bandera estadounidense. El sargento Louis Lowery, fotógrafo de la Marina, capturó el momento en el que erigieron el poste improvisado, pero las tropas japonesas empezaron a bombardearlos al ver la bandera. Al agacharse para protegerse, la cámara de Lowery se rompió y este tuvo que descender para buscar su equipo de repuesto. Por el camino se topó con Rosenthal, que aún tenía dificultades para llegar a la cima, y le dio la mala noticia: la bandera ya estaba izada.

Con todo, Rosenthal siguió adelante con la esperanza de poder sacar alguna foto buena desde la cumbre. Al llegar, vio que un grupo de marines se preparaba para elevar una segunda bandera más grande siguiendo órdenes del alto mando, que quería que fuera visible desde toda la isla.

A los fotógrafos de guerra casi nunca se les presentan segundas oportunidades de sacar grandes imágenes, pero Rosenthal supo que esta era una de ellas. Participaba en una carrera a contrarreloj para intentar llegar hasta una posición ventajosa en los segundos previos al alzamiento de la segunda bandera. El fotógrafo, que medía 1,65, apiló unas cuantas bolsas de arena para ponerse de pie sobre ellas.

«¿Estoy en medio, Joe?», preguntó a un cámara que estaba en la zona. Rosenthal se giró para mirarlo y casi se perdió la oportunidad de sacar la instantánea del siglo.

El ejército estadounidense había rechazado a Rosenthal como fotógrafo porque tenía problemas de vista. Pero lo fundamental de un fotógrafo de guerra son los reflejos y los de Rosenthal eran felinos. Por el rabillo del ojo, vio a los marines alzando la bandera ondeante. Se dio la vuelta, levantó la cámara, sacó una sola foto y dejó el resto en manos del destino.

Con reflejos o sin ellos, Rosenthal no podía estar seguro de haber sacado la foto. El carrete de su cámara sería trasladado a Guam para revelarlo y después se mandarían las imágenes a sus editores en San Francisco.

Para asegurarse, Rosenthal consiguió que 16 marines y dos enfermeros posaran de forma triunfante alrededor de la bandera. Uno de ellos era Ira Hayes, un nativo americano del pueblo pima que también figuraba en la primera imagen icónica. (Es el marine en el extremo izquierdo cuyas manos acaban de soltar el mástil.)

«Celebré mi vigésimo cumpleaños en Iwo Jima», cuenta John «Jack» Thurman, que ahora tiene 94 años. «Algunos de mis amigos ni siquiera llegaron a celebrar su decimonoveno cumpleaños. Ahora, los veteranos viejos como yo vivimos por nosotros y por ellos. Mis amigos viven en mí».
Fotografía de Robert Clark- National Geographic

Entre los amigos más cercanos de Hayes figuraba Jack Thurman, un francotirador de 19 años. Tal y como lo recuerda Thurman, que ahora tiene 94 años, ambos tuvieron que subir por la colina aquella mañana, Hayes como parte de la unidad que alzaría la bandera, Thurman como francotirador para protegerlos.

«¡Jack, ven aquí! ¡Quiero que me saquen una foto contigo!», recuerda que le gritó Hayes. La imagen resultante está un poco borrosa y ha surgido un debate sobre quién figura en la foto exactamente. Pero viéndola hoy en una habitación soleada de su casa en Loveland, Colorado, Thurman se identifica como el marine del extremo izquierdo, el que alza el casco con entusiasmo juvenil.

Admite que quitarse el casco no fue la decisión más inteligente teniendo en cuenta que llegaba fuego enemigo desde cada rincón. «Pero te acostumbras. Esas cosas volaban por todas partes», cuenta.

El alzamiento de las banderas en Iwo Jima tuvo un efecto inmediato en los marines distribuidos por la isla de casi 21 kilómetros cuadrados. Cuando izaron la primera bandera, la flota invasora dio bocinazos y los soldados dispararon al aire.

Tras sacar la foto del alzamiento de la bandera en el monte Suribachi, Rosenthal pidió a 16 marines (entre ellos Jack Thurman, en el extremo izquierdo) y a dos enfermeros que posaran para esta foto de grupo, que más adelante llamó «Gung-Ho».
Fotografía de Joe Rosenthal, Ap

«¡Menuda sensación!», recuerda Bill Montgomery, de 95 años, uno de los pocos marines que llegaron a Iwo Jima el primer día de la batalla y que se quedaron hasta el amargo final. «¡Me sentí extático! Sabía que había terminado. Habían matado a muchos de los nuestros. Nosotros sobrevivimos».

Thurman compartió ese optimismo con sus compañeros, pero era una falsa esperanza. La batalla de Iwo Jima continuaría durante un mes más, se cobraría más de 6000 vidas estadounidenses y dejaría más de 20 000 heridos. A pesar de todo, la bandera de Suribachi siguió ondeando en los duros vientos alisios del Pacífico. Verla inspiró a los marines día y noche durante el combate.

«Cuando anochecía, explotaban los proyectiles de artillería y con el destello podía verse la bandera ahí arriba, todavía ondeando. Todavía en pie. Solo podía pensar en el Fuerte McHenry y “La bandera estrellada”. Las bombas que explotaban en el aire nos mostraban que nuestra bandera seguía allí arriba».

Dos días después de que Rosenthal fotografiara desde la cima del Suribachi, Associated Press publicó la imagen icónica, una fotografía ganadora de un Pulitzer que, para muchos, parecía demasiado perfecta.

En honor al 75º aniversario de la batalla de Iwo Jima, la bandera que se hizo famosa por la fotografía de Rosenthal se expondrá en el Museo Nacional del Cuerpo de Marines en Virginia hasta el 30 de marzo de 2020.
Fotografía de Becky Hale, National Geographic

Hasta su muerte en 2006 a los 94 años, «Joe pasó el resto de su vida defendiendo la que se consideraba una “imagen falsa”», declaró en una entrevista Hal Buell, editor fotográfico ejecutivo de AP. El rumor persistió incluso tras una investigación en la que las autoridades militares y los editores de la revista Life concluyeron que era una foto auténtica.

Por su parte, el sargento Lowery, el fotógrafo militar que perdió la oportunidad del siglo porque se le rompió la cámara, sostuvo durante años que la imagen de Rosenthal debía de ser falsa. Años después, en un evento de la Marina, ambos se encontraron de forma espontánea y Lowery cambió de opinión.

«Quedaron como amigos. De hecho, Joe fue al funeral de Lou Lowery», declaró Buell. Ahora, conforme disminuye el número de hombres que fueron testigos de aquel alzamiento de la bandera, la fotografía de Joe Rosenthal preserva el espíritu de uno de los momentos más indelebles de la Segunda Guerra Mundial.

«Pienso en él cada vez que veo nuestra bandera ondeando, incluso hoy en día», cuenta Jack Thurman. «Aquella bandera nos dice a todos: “Sigo aquí, compañeros. Sigo aquí”».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
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