Desentierran varios ataúdes durante la búsqueda de las víctimas de la masacre racial de Tulsa

«Son homicidios que deben investigarse». Hasta 300 personas negras fueron asesinadas durante la masacre. Esta fosa común podría estar vinculada al crimen, cometido hace casi 100 años, pero la búsqueda continúa.

Por DeNeen L. Brown
fotografías de Bethany Mollenkof
Publicado 27 oct 2020, 11:54 CET
Cementerio de Oaklawn en Tulsa, Oklahoma

La semana pasada se descubrió una fosa común en el Cementerio de Oaklawn en Tulsa, Oklahoma, durante los cuatro días de búsqueda de las víctimas de la masacre racial de Tulsa de 1921. Se encontraron diez ataúdes en la fosa, pero habrá que analizarlos para determinar si las personas enterradas son las víctimas de uno de los peores incidentes de terrorismo racial en la historia de los Estados Unidos.

Fotografía de Bethany Mollenkof, National Geographic

Casi 100 años después de la masacre racial de Tulsa de 1921, un equipo de arqueólogos y antropólogos forenses ha desenterrado una fosa común que podría estar vinculada a uno de los peores casos de terrorismo racial contra las personas negras en la historia de los Estados Unidos.

La fosa, que contiene al menos 12 ataúdes de madera, se descubrió la semana pasada en una sección del Cementerio de Oaklawn llamada Potter’s Field. Se trata de un cementerio municipal ubicado a apenas unas manzanas de la comunidad negra histórica de Greenwood, donde hasta 300 personas negras fueron asesinadas durante la masacre.

Brenda Alford, descendiente de los supervivientes de la masacre, contó a los periodistas que se había sentido muy conmovida cuando el equipo descubrió una fosa común.

«No creo que mis abuelos pudieran haberse imaginado este momento de la historia», contó Alford, cuyos abuelos sobrevivieron a la masacre. «Me honra estar aquí para presenciar este momento histórico que ellos solo podrían haber imaginado».

La arqueóloga del estado de Oklahoma Kary Stackelbeck describió la tumba como «un gran agujero en el que colocaron a varias personas dentro de ataúdes. Esto constituye una fosa común».

Stackelbeck contó que habrá que llevar a cabo más análisis para determinar si los cuerpos son de víctimas de la masacre. Añadió que «tenemos motivos para suponer» que se descubrirán más cuerpos.

El 19 de octubre, los arqueólogos y científicos forenses empezaron una «excavación de prueba» en una sección del cementerio conocida como sitio «Original 18». Las autoridades creen que 18 personas negras —13 de las cuales fueron identificadas y cinco que no han sido identificadas mediante el registro de una funeraria— podrían estar enterradas en esta zona en tumbas anónimas.

«Contamos con evidencias documentales de que fueron enterradas por una funeraria a la que pagaron para hacer este trabajo», declaró el alcalde de Tulsa G.T. Bynum. El sitio «Original 18» aportó una pista sobre dónde estaban enterradas las víctimas de la masacre, indicó Bynum. Pero «esa no es la única pista. Tenemos otras pistas a partir de relatos orales. Seguiremos encontrando más».

El sitio «Original 18» se encuentra cerca de las lápidas de Reuben Everett y Eddie Lockard, las únicas tumbas con nombre de las víctimas de la masacre que hay en el cementerio. Stackelbeck contó que, durante la excavación de prueba, el equipo descubrió escaleras excavadas en la fosa común y evidencias de que los ataúdes podrían haber estado apilados.

El equipo de excavación busca restos humanos de la masacre racial de Tulsa en el Cementerio de Oaklawn en Tulsa, Oklahoma. Esta es la segunda excavación dirigida por el ayuntamiento este año e intenta determinar dónde fueron enterradas las más de 300 víctimas de una de las masacres raciales más sangrientas del país.

Fotografía de Bethany Mollenkof, National Geographic

Bill White, exdirector de desarrollo del centro Cultural de Greenwood y la Cámara de Comercio Regional de Tulsa, observa cómo trabajan en la excavación de prueba y en la toma de muestras en el Cementerio de Oaklawn para hallar los restos de las víctimas negras de la masacre racial de Tulsa de 1921. White creó la Greenwood Experience, una exposición que muestra la historia y el distrito comercial de Greenwood como parte de Tulsa.

Fotografía de Bethany Mollenkof, National Geographic

Sin acusados, pero con muchas incógnitas

La masacre racial de Tulsa comenzó el 31 de mayo de 1921, cuando una turba blanca intentó linchar a Dick Rowland, un adolescente negro acusado falsamente de atacar a una joven blanca que era ascensorista en una tienda del centro de Tulsa.

Cuando un grupo de veteranos negros de la Primera Guerra Mundial acudieron al juzgado de Tulsa para proteger a Rowland, estalló una batalla entre los veteranos y la turba blanca. Alguien disparó, la bala hirió a un hombre blanco y se desató el caos. Horas después, una turba blanca cayó sobre la cercana comunidad negra de Greenwood.

Durante las 18 horas siguientes, la turba blanca —en la que figuraban agentes de la policía de Tulsa y miembros de la Guardia Nacional— disparó a personas negras a sangre fría, y saqueó y quemó sus casas. Los testigos contaron que había aviones lanzando trementina sobre viviendas y comercios.

Para cuando terminó la masacre el 1 de junio, Greenwood había quedado reducida a cenizas chamuscadas. Más de 35 manzanas del próspero distrito comercial, incluidas más de 1200 tiendas, habían sido destruidas. Más de 10 000 personas negras se habían quedado sin hogar.

Según los testigos y los historiadores, las autoridades municipales reunieron a los supervivientes en «campos de concentración» e impidieron que muchas personas negras enterraran a sus seres queridos. Los supervivientes contaban que habían visto cómo arrojaban los cuerpos de personas negras al río Arkansas, cómo los apilaban en camiones y trenes y cómo los enterraban en fosas comunes.

Aunque algunos historiadores creen que más de 300 personas negras fueron asesinadas, no hay una cifra oficial. Pese a las fotografías e incluso las postales que inmortalizan a hombres negros de pie junto a los cadáveres de personas negras yaciendo en las calles de Greenwood, nunca se llegó a acusar a ninguna persona blanca.

En 1998, el senador estatal Don Ross instó al estado a abrir una investigación sobre qué había ocurrido durante la masacre, que en aquel momento se conocía como el «disturbio racial de Tulsa de 1921». El estado fundó la Comisión del Disturbio Racial de Tulsa, que entrevistó a decenas de supervivientes.

La comisión emitió un informe en 2001 en el que recomendaban reparaciones para los supervivientes de la masacre. También recomendó que el ayuntamiento organizara una búsqueda de fosas comunes. Sin embargo, el entonces alcalde de Tulsa cerró la investigación sin una búsqueda física de las fosas comunes.

En 2018, el actual alcalde de Tulsa G.T. Bynum, anunció que reabriría la investigación. En octubre de 2019, el ayuntamiento empezó a utilizar georradares para buscar fosas comunes en varios puntos de Tulsa. El pasado diciembre, un equipo de científicos anunció que había descubierto anomalías en el Cementerio de Oaklawn que serían compatibles con fosas comunes. En julio, empezaron a excavar en busca de fosas comunes, pero no hallaron restos humanos. En octubre, el ayuntamiento amplió la excavación.

Bynum describió el descubrimiento de tumbas anónimas de la semana pasada como un momento crucial en la historia de la ciudad.

«Doy gracias por que hayamos avanzado tanto en esta investigación y por haber encontrado una fosa común», declaró Bynum. «Ahora la cuestión es quiénes están dentro y cómo llegaron ahí».

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      El reverendo Robert Turner, de la Vernom A.M.E. Church, reza en el Cementerio de Oaklawn tras enterarse de que los científicos habían descubierto una fosa común durante la excavación en busca de las víctimas de la masacre racial de Tulsa de 1921.

      Fotografía de Bethany Mollenkof, National Geographic

      «Una circunstancia atípica»

      Phoebe R. Stubblefield, científica forense de la Universidad de Florida que trabaja en el comité municipal de investigación física, contó a los medios de Tulsa que para la próxima fase de la investigación necesitarán el permiso de un juez para exhumar los restos.

      «Trabajamos con colegas del instituto anatómico forense», declaró Stubblefield. «Tenemos que pedir una orden de exhumación, que requiere la decisión de un juez. Queremos recurrir a un juez porque tenemos motivos para perturbar a estas personas en tumbas anónimas. Tener una fosa común de esta época es una circunstancia atípica».

      Stubblefield explicó que no intentan resolver una cuestión legal «con sospechosos vivos actualmente». Más bien, investigan un delito de hace casi 100 años. «Son homicidios que deben investigarse», dijo Stubblefield. «Cómo llevar a cabo una investigación cuando no hay nadie a quien acusar es una circunstancia nueva».

      Antes de exhumar a las personas anónimas, un juez tendrá que asumir el lugar de sus parientes más próximos, explica Stubblefield. «No sabemos quiénes son sus parientes más próximos. Recordemos que los estamos perturbando, pero por una buena causa».

      Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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