¿Quién ha asesinado a esta familia indígena en la Amazonia peruana? ¿Y por qué?

El trágico asesinato de los miembros de una tribu contactada hace pocos años demuestra lo peligroso que puede ser salir del aislamiento.

Por Chris Fagan
fotografías de Charlie Hamilton James
Publicado 23 nov 2020, 11:28 CET

Shuri y su mujer Janet frente a su maloca, una vivienda con tejado de palmas, en mayo de 2017. El 11 de noviembre, los cuerpos de Shuri, su otra mujer, Elena, y su suegra, María, fueron hallados aquí con disparos de flechas, junto a sus perros. No han encontrado a Janet, pero la han dado por muerta.

Fotografía de Charlie Hamilton James, National Geographic

El brutal asesinato de una familia indígena de la tribu mastanahua en la Amazonia peruana ha puesto nerviosas a las tribus locales mientras las autoridades buscan respuestas.

Hace dos semanas se hallaron los cuerpos de Shuri, su mujer Elena y su suegra, María, con disparos de flechas cerca de los restos calcinados de su maloca, un edificio tradicional con tejado de palmas, cerca del río Curanja en la región peruana de Alto Purús. No han encontrado a Janet, la segunda mujer de Shuri, pero se la da por muerta.

Shuri era su nombre mastanahua, pero también se llamaba Epa. Unos misioneros cristianos pusieron los nombres a las mujeres. Las tribus que viven en las profundidades del bosque aisladas del mundo exterior solían denominarse «no contactadas»; ahora se las conoce como tribus aisladas.

Shuri posa frente a un cartel que marca el puesto de control de la Reserva Indígena Mashco Piro para tribus aisladas, gestionada por el Ministerio de Cultura de Perú y donde trabajan agentes de protección de las tribus locales huní kuin. Shuri y su familia vivían a una hora a pie del puesto de control y eran visitantes frecuentes, ya que venían a pedir comida o atención médica a los guardias. (Las personas del cartel no son miembros de la tribu mashco piro.)

Fotografía de Charlie Hamilton James, National Geographic

La familia de Shuri vivía cerca de la frontera de la Reserva Indígena Mashco Piro para tribus aisladas. Esta reserva se solapa con el parque nacional Alto Purús, el parque más grande de Perú, y protege algunos de los ecosistemas más remotos e intactos de toda la cuenca amazónica.

La región alberga una de las mayores concentraciones de pueblos aislados del mundo. La gran mayoría son mashco piro, la mayor tribu aislada de Perú que, según se estima, tiene unos 700 miembros.

Un equipo de investigación del Ministerio de Cultura de Perú, la policía, los líderes indígenas y otras autoridades están investigando los asesinatos en el río Curanja. Los investigadores todavía no han publicado información. Pero los testimonios no oficiales de los vecinos huní kuin que viven río abajo y que descubrieron los cuerpos describen las huellas de 50 atacantes y el tipo de flechas que utilizan los mashco piro.

Los mastanahua y los mashco piro han estado enzarzados en un conflicto que probablemente se remonte varias generaciones atrás. El propio Shuri había sobrevivido a un ataque con flechas de los mashco piro y tenía una gran cicatriz en las costillas.

Si los asesinos fueran mashco piro, este podría ser su último ataque contra sus enemigos mortales o un intento de defender lo que queda de su territorio y sus recursos alimentarios.

Esas no son las únicas explicaciones posibles. Quizá Shuri y su familia fueran atacados por narcotraficantes que operaban río arriba o por una tribu aislada con la que tenían una buena relación o con la que quizá estuvieran emparentados. Es posible que los atacaran porque Shuri ya no podía proporcionar machetes u otros productos que necesitaban.

Durante las dos últimas décadas, he trabajado en el río Curanja con los huní kuin. Nuestro equipo ha ayudado a desarrollar aptitudes de vigilancia como el uso de la tecnología GPS para proteger sus tierras de los leñadores y otros invasores, y los hemos ayudado a aprender a gestionar sus abundantes recursos —tortugas, peces, resinas de árbol medicinales— de forma sostenible y rentable.

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    Janet, la mujer más joven de Shuri, solía acompañarlo cuando visitaba el puesto de control de la reserva y las comunidades huní kuin que vivían río abajo. Tiene el rostro decorado con zumo de jagua.

    Fotografía de Charlie Hamilton James, Nat Geo Image Collection

    Cuando los misioneros contactaron con algunos miembros de la tribu mastanahua en 2003, solo Shuri y su familia inmediata decidieron poner fin a su aislamiento en el bosque. Comerciaban con las tribus vecinas y siguieron en contacto con los 20 miembros migratorios de su grupo.

    Fotografía de Charlie Hamilton James, Nat Geo Image Collection

    He visto personalmente la frágil relación entre los grupos indígenas que compiten por los recursos. Entre ellos están los huní kuin, que llevan décadas viviendo en asentamientos; los mashco piro aislados; y otros como Shuri y su familia, que estaban en las primeras fases de contacto con el mundo moderno.

    También he tenido el privilegio de visitar a Shuri y su familia de vez en cuando y observar su increíble —aunque dificilísima— transición de cazadores y recolectores aislados a una vida asentada en los márgenes de la sociedad moderna.

    Conocí a Shuri y su familia no mucho después de 2003, cuando unos misioneros evangélicos de Estados Unidos los persuadieron para salir del bosque. Él solo llevaba un cinturón de corteza alrededor de la cintura, unas cuentas en la parte superior de los brazos y bajo las rodillas y un emblema metálico redondo fabricado con una cuchara colgado de la nariz. Solo tenía un arco y dos flechas de dos metros de largo, que destacaban sobre su cuerpo de metro y medio.

    La más joven de las dos esposas de Shuri, Janet, lo seguía. Llevaba una tortuga enorme y una pesada cesta de raíz de yuca en la espalda, atada con una enredadera alrededor de la frente. Más adelante, me enteré de que Shuri no podía llevar cargas en los brazos para poder disparar una flecha en cualquier momento; Janet hacía el esfuerzo de llevar los artículos esenciales.

    «Representaban perfectamente las complejidades del contacto»

    Shuri vivía entre dos mundos diferentes. Intercambiaba carne de tortugas, pecaríes y otros animales de la selva con los vecinos huní kuin a cambio de artículos codiciados como ropa y machetes. También caminaba durante días al interior para visitar al resto de los miembros de la tribu mastanahua que todavía viven aislados. Él era su vínculo con la sociedad moderna.

    En 2017, el fotógrafo de National Geographic Charlie Hamilton James me acompañó al Curanja para fotografiar a Shuri para el reportaje de portada de octubre de 2018 sobre las amenazas que sufren las tribus aisladas de la Amazonia y el proceso de contacto. Charlie cuenta con una amplia experiencia trabajando en Perú y una perspectiva única sobre los desafíos que sufren los pueblos indígenas al salir del aislamiento en las profundidades del bosque.

    «Mi experiencia al conocer a Shuri y Janet era que representaban perfectamente las complejidades del contacto», afirma Hamilton James. «Habían huido de una vida de miedo en el bosque para entrar en un mundo que tenía poco que ofrecerles y cuyos intentos de auspicio eran confusos y vacíos». Añade que la familia quería disfrutar de los beneficios de la vida moderna, pero no estaba preparada para ella ni recibió apoyo suficiente.

    «Conocerlos fue un acontecimiento sombrío», cuenta. «Se quejaban del hambre y de los gusanos. Querían medicinas para curar sus enfermedades y todos sus perros habían muerto, por lo que se sentían solos y desdichados».

    La suya es una historia habitual para los pueblos indígenas que salen del aislamiento, señala: «Son abandonados por un mundo en el que carecen de las capacidades para funcionar de forma eficaz. Por consiguiente, se unen a la sociedad en su peldaño más bajo y a menudo sufren sus peores abusos».

    En una ocasión, Shuri me contó que el miedo a los mashco piro era el motivo principal por el que la familia decidió abandonar el bosque y unirse a los misioneros.

    La región de la cabecera del río Curanja, cerca del parque nacional Alto Purús y la Reserva Indígena Mashco Piro, alberga una de las mayores concentraciones de tribus aisladas de la Amazonia.

    Fotografía de Charlie Hamilton James, National Geographic

    Shuri, Janet, Elena y María solían visitar a otros miembros de su familia mastanahua, todavía aislada, en esta aldea remota cerca de la frontera entre Perú y Brasil, a pocos días a pie desde su maloca en el río Curanja.

    Fotografía de Charlie Hamilton James, National Geographic

    El aislamiento ha sido la estrategia de supervivencia de los mashco piro. Es probable que la desarrollaran hace más de un siglo, para huir de la violencia y las enfermedades provocadas por los recolectores de caucho que casi erradicaron a la tribu.

    En la actualidad, su territorio vuelve a estar asediado. Las imágenes por satélite muestran que, prácticamente de la noche a la mañana, surgen nuevas plantaciones de coca establecidas por agricultores migrantes de la región selvática central de Perú y pistas de aterrizaje clandestinas por toda la región. Es probable que esto empuje a los mashco piro hacia áreas más pobladas y menos remotas, como aquellas junto al río Curanja. Esto prepararía el terreno para encuentros violentos mientras buscan alimento: animales como tapires y pecaríes, y huevos de tortuga.

    La personificación de otra época

    La trágica pérdida de Shuri, Elena, María y probablemente Janet es un crudo recordatorio de la vulnerabilidad de los pueblos indígenas de la región.

    Las políticas de Brasil y Perú para abrir la Amazonia a las carreteras y las industrias de extracción suponen una amenaza directa para algunas de las últimas tribus aisladas del mundo. Si esta tendencia continúa, dificultará la vida de las tribus en zonas remotas donde los servicios gubernamentales como la policía, los militares o los guardias de áreas protegidas son escasos o inexistentes.

    La suegra de Shuri, María, con sus dos perros en el refugio que construyó tras el puesto de control de la Reserva Mashco Piro.

    Fotografía de Charlie Hamilton James, National Geographic

    Para mí, Shuri era la personificación de otro tiempo, otra época.

    Seguirlo por la selva siempre será uno de los momentos destacados de mi vida. Vi cómo colocaba sus anchísimos pies sobre el suelo del bosque mientras examinaba simultáneamente las copas de los árboles y olfateaba el aire en busca de animales. Observé sus distintas reacciones a varios cantos de aves y a los ruidos de las ramas que se partían en el sotobosque, mientras me advertía de las espinas que estaba a punto de pisar. En una ocasión, señaló de forma casual una hormiga bala —conocida por su picadura dolorosa— que había en un árbol a pocos centímetros de mi cabeza.

    Shuri era la encarnación del vínculo íntimo con la naturaleza que los pueblos indígenas han desarrollado a lo largo de generaciones, un vínculo que ha desaparecido en la mayoría de nosotros.

    Estar con Shuri me daba esperanza.

    Chris Fagan es el fundador y director ejecutivo de Upper Amazon Conservancy. Ha trabajado para proteger a los pueblos y los bosques de la Amazonia peruana desde 2002. Síguelo en Instagram @upperamazon y en Facebook @UpperAmazon.
    Charlie Hamilton James es un fotógrafo, director y conservacionista que ha documentado la vida en la Amazonia durante más de 20 años.
    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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