Estos mensajes capturan las desgarradoras despedidas de las víctimas de la COVID-19

Hija: «Ojalá pudiera verte en persona». Madre: «Es lo que más deseo en el mundo ahora mismo».

Por Katie Sanders
fotografías de Celeste Sloman
Publicado 14 ene 2021, 14:05 CET

Las hermanas Dana Cobbs (izquierda) y Darcey Cobbs-Lomax perdieron a su padre y a su abuela paterna por la COVID-19 la pasada primavera. Las muertes se produjeron con solo una semana de diferencia.

Fotografía de Celeste Sloman, National Geographic

Tras casi un año de pandemia de COVID-19, millones de familias de todo el mundo conocen de primera mano el dolor de perder a un ser querido, muchas de ellas en condiciones que restringen las despedidas. Estas circunstancias —sumadas a las numerosas incógnitas sobre la COVID-19— suman un dolor, culpa y pena enormes al proceso ya de por sí traumático de decir adiós a alguien a quien queremos.

«Esperamos ser capaces de comunicarnos con nuestros seres queridos, estar ahí en momentos de tragedia», explica la psicóloga clínica Therese Rando, fundadora y directora del Instituto para el Estudio y el Tratamiento de la Pérdida en Rhode Island.

Rando señala que la experiencia de acompañar a alguien en sus últimos momentos afecta profundamente a la forma en que las personas procesan el trauma. ¿Qué significa despedirse desde la distancia, con un traje de bioseguridad, por Zoom o por mensaje de texto? Seis familias que han perdido a parientes por la COVID-19 en el 2020 comparten sus historias junto a algunos de los mensajes que intercambiaron en los últimos días de vida de sus seres queridos.

Marco Reyes; Miami, Florida

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    Marco Reyes sostiene una fotografía de su padre, José Reyes, con él de niño. Su padre fue prisionero político en Cuba durante 12 años antes de venir a Estados Unidos. Falleció de COVID-19 el 4 de septiembre del 2020 a los 84 años.

    Fotografía de Celeste Sloman, National Geographic

    A principios de agosto, Marco Reyes recibió una llamada: a su padre de 84 años, José, le costaba respirar. Él decía que estaba bien, pero no lo estaba, cuenta Marco. José, que emigró de Cuba a Estados Unidos tras pasar 12 años como prisionero político, era independiente y «chapado a la antigua».

    Marco visitó a José por última vez el Día del Padre. Con la mascarilla puesta, hablaron de política en el piso de José en Pequeña Habana, un barrio de Miami. José empezó a encontrarse mal en julio. Mientras esperaba los resultados, prohibió a sus hijos y nietos que se le acercaran.

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      Marco Reyes escribió a su padre el 15 de agosto. José Reyes falleció tres semanas después.

      Fotografía de Marco Reyes captura de pantalla

      José fue al hospital. Luchó durante dos semanas. El 15 de agosto, Marco estaba haciendo una videollamada con su padre, que dijo que estaba descansando y que se encontraba mejor con la oxigenoterapia. Tras colgar, Marco le escribió: «Viejo, te quiero mucho!! Quiero que salgas de ahí caminando y tomarnos un café!!!!». Su padre contestó: «Yo también te quiero. Seguro que sí. Cuídate. Besos». Dos días después, José llamó a Marco. Dijo que le dolía al hablar y que iba a apagar el teléfono.

      Días después, José necesitó un respirador. Falleció el 4 de septiembre.

      Christiana Neazer; Rialto, California

      Christiana Neazer perdió a su marido, Michael Neazer, por la COVID-19 el 15 de julio del 2020. Christiana saldrá de cuentas el 15 de marzo del 2021, en el sexto aniversario de bodas de la pareja.

      Fotografía de Celeste Sloman, National Geographic

      Durante los cinco primeros años de matrimonio, Christiana y Michael Neazer tuvieron dificultades para tener un bebé. Christiana, una estudiante de enfermería de 30 años, quería empezar a tomar fármacos para favorecer la fecundidad la semana que su marido cayó tan enfermo con COVID-19 que acabó en la UCI. Desde su casa, utilizó las redes sociales para instar a sus familiares y amigos a rezar. Las noticias que le daban los médicos de Mike eran preocupantes: le sangraba la nariz, le dolía la garganta y tenía las vías respiratorias resecas por la oxigenoterapia. Era un hombre fuerte que trabajaba en seguridad y, con una altura de 1,85 metros, lo apodaban Big Mike, pero estaba cada vez más débil.

      Mientras Mike luchaba por su vida, Christiana se hizo una prueba de embarazo en casa. Después otra. Y otra y otra. Tras seis pruebas —todas positivas— envió a Mike un selfi de los dos y una foto de las pruebas positivas. Junto a ellas, escribió: «EL BEBÉ DE LOS NEAZER LLEGARÁ EN FEBRERO / MARZO 2021, ¡LUCHA, PAPÁ, LUCHA!».

      Christiana envió una foto de su prueba de embarazo positiva a su marido mientras estaba en el hospital, acompañada del mensaje: «TIENES QUE LUCHAR... No voy a criar a un niño sola. Te necesito».

      Fotografía de Christiana Neazer captura de pantalla

      Christiana envió una foto de su prueba de embarazo positiva a su marido mientras estaba en el hospital, acompañada del mensaje: «TIENES QUE LUCHAR... No voy a criar a un niño sola. Te necesito».

      Fotografía de Christiana Neazer captura de pantalla

      Él respondió que no debía bromear con ese tema. Ella le dijo que no estaba de broma; estaba embarazada de seis semanas y ese mismo día tenía una cita para una ecografía. Mike estaba demasiado cansado para continuar la conversación. Para el 10 de julio, sus mensajes evidenciaban su mala situación.

      Mike murió el 15 de julio. Christiana saldrá de cuentas el 15 de marzo, en su sexto aniversario de bodas.

      Fiana Garza Tulip; Brooklyn, Nueva York

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        Fiana Garza Tulip sostiene una fotografía de su difunta madre, la fisioterapeuta respiratoria Isabelle Odette Papadimitriou.

        Fotografía de Celeste Sloman, National Geographic

        En marzo, Isabelle Odette Papadimitriou, una fisioterapeuta respiratoria de 64 años en Dallas, reservó un vuelo para ir a Brooklyn a visitar a su hija, Fiana Garza Tulip, y Lua, su nieta, que entonces tenía ocho meses.

        Tras su visita, Isabelle volvió a casa y siguió trabajando en una unidad de rehabilitación de Dallas, donde acabó en la primera línea de la pandemia. Los suministros de mascarillas y otro equipo de protección individual escaseaban, pero en sus mensajes a Fiana, Isabelle insistía en que no debía preocuparse. «Me dijo: “Soy tan fuerte como un roble. No me pasará nada”. Y la creí», cuenta Fiana.

        Entonces, en julio, Fiana se enteró por su hermano de que Isabelle se encontraba mal. Envió un mensaje a su madre, quien le garantizó que estaba tomando nota de sus síntomas y haciendo todo lo posible para hidratarse y evitar ir al hospital. «Soy una mujer muy fuerte y voy a superarlo», dijo Isabelle en un mensaje el jueves, 2 de julio.

        «Os quiero», escribió Papadimitriou a su familia el 2 de julio del 2020. «Soy una mujer muy fuerte y voy a superarlo». Falleció dos días después.

        Fotografía de Fiana Garza Tulip captura de pantalla

        La noche siguiente, Isabelle empezó a llamar a su hijo desde su habitación. Estaba empeorando. Su hijo llamó a una ambulancia. De camino al hospital, se quedó sin pulso. Los paramédicos la resucitaron, pero solo una semana después del inicio de sus síntomas de COVID-19, Isabelle cayó en estado vegetativo. Falleció el 4 de julio, el día de la Independencia de los Estados Unidos, una de sus fiestas favoritas.

        Dos días después, Fiana recibió un paquete de su madre. Dentro de la caja había un par de sandalias rosas con volantes para Lua. Isabelle las había pedido unos días antes, cuando estaba enferma en cama.

        «Había visto una foto de Lua descalza. Así que quería asegurarse de que tuviera zapatos», cuenta Fiana, que fundó el grupo de Facebook I Lost My Loved One(s) to COVID-19. «Cada día a las siete de la tarde aplaudíamos a los trabajadores sanitarios. No me di cuenta de que aplaudía a mi madre».

        Kelsey Ellis; Portland, Oregón

        Kelsey Ellis sostiene una fotografía de ella con su difunta hermana gemela, Audrey Ellis.

        Fotografía de Celeste Sloman, National Geographic

        El pasado marzo, Audrey Ellis, una enfermera de Denver, visitó a su hermana gemela Kelsey en Portland para celebrar su 29º cumpleaños. Audrey tenía una tos persistente y tras su brunch de cumpleaños y una visita a un parque nacional, Kelsey observó agotamiento en los ojos de su hermana y que tenía los labios cianóticos. Ese mismo día, Kelsey llevó a Audrey a un centro de urgencias leves y al día siguiente, al servicio de urgencias. Audrey fue ingresada el 18 de marzo, el mismo día que el hospital impuso una política que prohibía las visitas.

        «Aunque no podamos entrar en la habitación, ESTAMOS CONTIGO», le escribió Kelsey desde el aparcamiento. «Gracias, wombie [compañera de útero]», respondió Audrey.

        Durante sus días en la UCI, Audrey envió selfis a su familia para enseñarles lo bien que la cuidaban.

        Fotografía de Kelsey Ellis captura de pantalla

        Durante sus días en la UCI, Audrey envió selfis a su familia para enseñarles lo bien que la cuidaban.

        Fotografía de Kelsey Ellis captura de pantalla

        Durante los tres caóticos y terroríficos días siguientes, Kelsey y sus padres estuvieron pegados al teléfono. Audrey mantuvo la calma en sus mensajes. Tradujo la jerga médica y agradeció que una enfermera le preparase un batido de fresa. Pidió los datos de acceso de Netflix para poder ver Tiger King y bromeó sobre las publicaciones de Instagram de su novio, donde le deseaba que se recuperara pronto. Mandó selfis donde mostraba lo bien que la cuidaban y la maraña de tubos a la que estaba conectada mientras le hacían pruebas. Tuvo neumonía y los médicos tuvieron que intubarla y drenar los fluidos que se le acumulaban alrededor del corazón.

        A pesar de los esfuerzos de los sanitarios, Audrey murió el 22 de marzo. La causa de muerte indicada fue insuficiencia cardíaca. Kelsey recogió sus cenizas desde el coche, sin contacto. No hubo autopsia. Su funeral tampoco fue inmediato.

        «La gente nos enviaba flores, pero todo el mundo tenía miedo a abrazarse», cuenta Kelsey. «Somos una familia grande y no hemos podido reunirnos y llorar en persona. Las formas tradicionales de pasar página se nos han negado a mí y a otras personas, lo que lleva a la falsa creencia de que nada de esto es real».

        Darcey Cobbs-Lomax y Dana Cobbs; Connecticut

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          Las hermanas Dana Cobbs (izquierda) y Darcey Cobbs-Lomax lloran la pérdida de dos seres queridos: su padre, Morgan Cobbs Jr., de 73 años, y su abuela paterna, Evelyn Cobbs, de 95.

          Fotografía de Celeste Sloman, National Geographic

          «Abre la puerta», escribió Darcey Cobbs-Lomax a su padre de 73 años, Morgan Cobbs Jr., el viernes, 3 de abril. Morgan había estado con tos, pero aún intentaba hacer cosas en casa, como cuidar de su madre de 95 años y gestionar una reforma. Ahora, la voz le sonaba peor, así que Darcey llamó a una ambulancia. Para cuando ella y su hermana, Dana Cobbs, llegaron a casa de su padre, los paramédicos estaban fuera, bajo la lluvia, poniéndose la ropa de protección para atender a Morgan en la puerta delantera.

          Al día siguiente, Dana y Darcey se percataron de que la madre de Morgan, Evelyn, parecía cansada en su mecedora. Cuando empezó a vomitar, llamaron a una ambulancia. Los mismos paramédicos que habían venido a recoger a su padre el día antes trasladaron a su abuela a la UCI.

          A lo largo de la semana siguiente, las hermanas estuvieron pegadas al móvil, esperando y recibiendo noticias. Darcey envió a su padre vídeos en los que sus cuatro hijos y ella le deseaban que se mejorara pronto.

          El 11 de abril, Darcey fue a casa de Evelyn y rebuscó entre sus pertenencias. Entre ellas estaba la letra del equipo de baloncesto universitario de su padre. Envió una foto a Morgan.

          Mientras su padre estaba en el hospital, Dana y Darcey le enviaron recuerdos de tiempos felices, como la letra de su equipo de baloncesto del Eastern Arizona College. «Siempre pensé que volvería a casa», cuenta Dana.

          Fotografía de Darcey Cobbs-Lomax captura de pantalla

          Mientras su padre estaba en el hospital, Dana y Darcey le enviaron recuerdos de tiempos felices, como una foto de un crucero por el Caribe. «Siempre pensé que volvería a casa», cuenta Dana.

          Fotografía de Darcey Cobbs-Lomax captura de pantalla

          Entonces, mientras Darcey bajaba las escaleras de la casa de su abuela, su padre la llamó. Tenían que intubarlo. Darcey se arrodilló y rezó.

          Nueve días después, la abuela de Darcey y Dana —su sarcástica y elegante Meme Evelyn— falleció por complicaciones de la COVID-19. Una semana después, su padre murió mientras una enfermera le daba la mano. Nunca olvidarán la imagen de su padre con una sudadera acercándose a los paramédicos con mascarillas y trajes de protección. A Morgan le encantaba viajar y pensaban que disfrutarían de muchos más viajes en familia. «Siempre pensé que volvería a casa», cuenta Dana.

          Todd Bailey; Mesa, Arizona

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            Todd Bailey y su madre, Joyce Bailey, sostienen una fotografía de la hermana pequeña de Joyce, la difunta Kathy Jones, que falleció de COVID el 6 de julio del 2020 a los 64 años.

            Fotografía de Celeste Sloman, National Geographic

            Para Todd Bailey, de 53 años, Kathy Jones siempre fue su «tía guay». Kathy, la pequeña de las cuatro hermanas de su madre, lo llevó a su primer concierto y lo animó cuando abandonó Arizona para vivir en Nueva York y San Francisco. Más adelante, cuando volvió a Arizona para vivir más cerca de su madre, ella le abrió la puerta.

            A finales de junio, Kathy, de 64 años, empezó a tener síntomas de lo que pensó que era una infección urinaria. Sin embargo, en el hospital dio positivo en COVID. En un mensaje de texto, dijo que se sentía fatal por haber expuesto a su familia y envió a Todd enlaces de centros donde podía hacerse la prueba.

            A medida que la enfermedad de Kathy se agudizaba, Todd y su madre, Joyce, también dieron positivo. A él no le pasó nada, pero su madre apenas se tenía en pie. Se sentía como si tuviera una migraña en todo el cuerpo. Todd llamó a una ambulancia el mismo día que Kathy empeoró.

            A Kathy Jones le costaba hablar cuando Todd Bailey le envió el último mensaje de texto, un día antes de su muerte.

            Fotografía de Todd Bailey captura de pantalla

            Con su madre en una UCI y su tía Kathy en otra a apenas seis kilómetros, Todd acampó en el sofá e intentó gestionar el torrente de llamadas de los hospitales y los mensajes y entregas de comida de sus seres queridos. Su madre estaba gravemente enferma, pero también era la apoderada de Kathy. Así que, desde su cama en la UCI, intentó comunicarse con los médicos de su hermana.

            En el último mensaje de Kathy a Todd, ella le pidió su tarjeta de débito. Todd no soporta que Kathy estuviera pensando en su situación financiera durante sus últimos momentos de lucidez. Entre la confusión, Todd le envió varios mensajes finales, pero no obtuvo respuesta. Kathy murió el 6 de julio.

            «Había sobrevivido a un montón de cosas y en nueve días vino la COVID y nos la arrebató», cuenta Todd. «En más de una ocasión mencionó el horror, lo terrible que sería morir de la forma en que lo hizo».

            Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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