Jorge Bonsor: en busca del Howard Carter 'español'

Además de liderar las excavaciones de la Necrópolis Romana de Carmona y Baelo Claudia, George Edward Bonsor impulsó la industria del turismo arqueológico en una España en la que apenas había financiación ni legislación en la materia.

Jorge Bonsor, junto con parte de su colección de cerámica, 1905.

Fotografía de Archivo General Junta de Andalucía
Por Anthony Coyle

George Edward Bonsor tenía de español lo mismo que Ernest Hemingway y Michael Robinson: la filia. Aunque era británico, nació y estudió en Francia; aunque se llamaba George, pasó a ser Jorge en cuanto pisó Andalucía en 1881, territorio que no abandonaría hasta su muerte, hace casi un siglo (1930). Cuando leyó unos textos antiguos que aseguraban que el subsuelo del Valle del Guadalquivir atesoraba una fabulosa ciudad enterrada que se remontaba a los orígenes de la civilización moderna, el arqueólogo dedicó el resto de su vida a su búsqueda.

Jamás la encontró.

A Jorge Bonsor España le dio fama, dinero, alguna que otra mala prensa póstuma y, sobre todo, antigüedades. Que no diese con la misteriosa capital del reino tartésico es casi lo de menos. “Hay un Tartessos mítico, otro literario y uno arqueológico; Jorge Bonsor fue el hombre clave que introdujo el Tartessos del mundo de la arqueología”, opina Claudio Lozano, presentador del documental Tartessos: la civilización perdida, que estrena el canal de National Geographic el 19 de diciembre.

Existe un pulso entre la figura de Jorge Bonsor y su coetáneo, el arqueólogo alemán Adolf Schulten, para determinar quién de los dos arrojó más luz al estudio de la civilización tartésica: “Schulten aportó mucho más desde el punto de vista de la investigación histórica, pero yo creo que Bonsor fue la figura clave desde el aspecto prágmático de la arqueología”. Desde luego, si hubo algo que Bonsor hizo con pasión a lo largo de su vida adulta fue excavar.

Trailer: 'Tartessos: la civilización perdida'
El 19 de diciembre de 2022 se estrena en el canal 'National Geographic' el documental que pretende indagar en los misterios de la primera civilización del Mediterráneo occidental.

Inspirado por Heinrich Schliemann (descubridor de Troya en 1871), “Bonsor dedicó su vida a encontrar la mítica civilización, vendiendo piezas locales para subvencionarse y apoyándose en conocimiento local para encontrar los yacimientos”, comenta Claudio Lozano. Hijo predilecto de la localidad sevillana de Mairena del Alcor, Bonsor fue, entre muchos oficios más, un intrépido conocedor de la arqueología hispanorromana al que se le atribuye el mérito de haber introducido en España un concepto, por entonces desconocido: la instrumentalización de los yacimientos históricos como atractivo turístico.  

Resulta llamativo el desconocimiento que se tiene en España de la figura de Jorge Bonsor, en cierto modo, la figura más parecida a Howard Carter (descubridor de la tumba de Tutankamón) que hay en la historiografía española. La prueba más reveladora es que su obra fundamental, Tartessos, nunca se ha editado en español, y únicamente existe en inglés y en francés. Sólo en 2016, la editorial española Almuzara emprendió la traducción de los pasajes más importantes de la obra capital de Jorge Bonsor.

En Tartessos se lee cómo, en su búsqueda de la gran capital, Bonsor partió de una premisa mítica (por su importancia) y literaria (por su ubicación) para terminar dándose de bruces con la realidad. La arqueología fue la encargada de situar los puntos cardinales de dicha mitificación. “Nunca encontró la monumentalidad que buscaba; a medida que la arqueología fue avanzando, el mundo mítico y literario se desinfla, va perdiendo brillo, y eso se ve en sus textos”, comenta Claudio Lozano. No obstante, no se puede restar ni un ápice de importancia al vital legado que Bonsor fue dejando por el camino.

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      Izquierda: Arriba:

      Jorge Bonsor (izquierda) junto a su primo Ralph Batley, que vino a visitarle a Carmona.

      Derecha: Abajo:

      Jorge Bonsor en la excavación del conjunto arqueológico del teatro de Bolonia, en Baelo Claudia, a finales del siglo XIX.

      fotografías de Archivo General Junta de Andalucía

      El primer proyecto de excavación sistemática y planificada en España

      Hijo de un ingeniero inglés que había trabajado en las minas de Río Tinto (Huelva), Bonsor compaginó el estudio de Bellas Artes con estancias en Rusia, Francia, Bélgica e Inglaterra antes de recalar en Andalucía, donde pasó el resto de sus días. Así lo prueba la calle en su nombre que hay en Mairena del Alcor, Sevilla. La chispa que encendió su vena exploradora fueron sus repetidas visitas a la tertulia literaria que se celebraba en la rebotica del farmacéutico Juan Fernández. Sólo entonces Bonsor, que también había sido un prolífico pintor y dibujante, mostró interés por hurgar en las tripas del bajo Guadalquivir, contando con el boticario como socio.

      En 1882, la Sociedad Bonsor & Fernández impulsa el primer proyecto de excavación sistemática y planificada en España: el de la Necrópolis Romana de Carmona. “Uno de los conjuntos funerarios más importantes que existen fuera de Roma. Él mismo compró los terrenos y los excavó y los cedió al Estado en 1930. Es el primer museo de sitio (público y visitable) en España junto con el Castillo de Mairena del Alcor, también propiedad de Bonsor hasta que lo cedió al Estado”, comenta por teléfono Jorge Maier Allende, doctor en Prehistoria y Arqueología, y responsable de la edición en español de Tartessos, entre otras muchas publicaciones especializadas en el arqueólogo (incluida su tesis doctoral).

      Otro de los trabajos más destacados fue el de la ciudad hispanorromana de Baelo Claudia, una excavación que lideró Bonsor en respuesta a la petición de su amigo Pierre Paris, arqueólogo e hispanista francés. El conjunto arqueológico de Baelo Claudia supuso "el primer proyecto arqueológico internacional que se ha llevado a cabo en la Península Ibérica y uno de los más importantes de la arqueología hispanorromana de la llamada edad de plata de la cultura española", según leemos en un informe de la Junta de Andalucía.

      Conjunto arqueológico de la Basílica de Baelo Claudia, fruto de las excavaciones de Jorge Bonsor junto a la gaditana playa de Bolonia entre 1917 y 1922. 

      Fotografía de Wikimedia Commons

      Si, como afirma Jorge Maier, Bonsor fue un “generador de espacios museográficos y difusor del turismo arqueológico”, ¿por qué tuvo detractores? Todas las fuentes consultadas coinciden al destacar la importancia de la época: la venta masiva de piezas que realizó Bonsor sería inimaginable en la actualidad tanto moral como legamente. Sólo comprendiendo la total ausencia de financiación (y legislación) de España a finales del XIX se explican las ventas que Bonsor efectuó a Archer Milton Hungtinton, fundador en 1904 de la Hispanic Society de Nueva York , “una de las mejores colecciones de cultura española del mundo”, afirma Maier.

      Es ahí donde aún hoy descansan cientos de reliquias halladas en Andalucía, entre piezas de cerámica, cristal, lámparas, azulejos, mosaicos y mecheros. Es ahí donde se concentran los principales argumentos de los enemigos del legado de Bonsor. Pero Jorge Maier no aleberga dudas, y argumenta que es mucho más importante lo ganado que lo perdido: “A Schulten le pagaba el Instituto Arqueológico de Berlín, a Howard Carter le pagaba Lord Carnarvon, y a Bonsor le pagaba Hungtinton. Sí, en Carmona había una asociación arqueológica, pero el dinero venía del bolsillo de los socios. En este contexto, llamar a Bonsor un dilapidador del patrimonio me parece un disparate.”

      (Relacionado: Desvelado el origen del misterioso tesoro de El Carambolo)

      Una figura con las cuentas claras

      Además de por su elegante vestimenta, Bonsor no tardó en empezar a ser objeto de miradas y comentarios por el escrúpulo con el que llevaba sus cuentas. “Era un hombre que, para la Andalucía de aquella época, llamaba poderosamente la atención. Gastaba menos que una piedra de esmeril”, comenta Enrique González Arias, doctor en Historia. Este apasionado entusiasta de la vida y obra de Bonsor es consciente de que hay cierta “leyenda negra exagerada” en torno a la figura del inglés, dice por teléfono: “Por aquel entonces en España ya había legislación que prohibía la venta de cuadros, y se sabe que Bonsor envió piezas por barco a Estados Unidos o, por ejemplo, que le quitó el marco a los cuadros de Luis de Morales y se los llevó metidos en un tubo de hierro para venderlos en París. No era un pirata, pero tampoco era Santa Inés de la Cruz”.

      Enrique González se ha estudiado cada línea de los cuadernos de gastos de Bonsor, y no puede dejar de elogiar el nivel de detalle y esmero con el que el arqueólogo llevaba sus cuentas, llegando a tomar nota de cada una de las plantas compraba o las propinas que había dado ese día: “Es puro paroxismo: el cuenta garbanzos de manual es un chichinabo comparado con él”.

      Libro de cuentas de Jorge Bonsor.

      Fotografía de Archivo General Junta de Andalucía

      Como no podría ser de otro modo, Bonsor guardaba un mimo idéntico en la compra-venta de sus joyas arqueológicas, siendo la más destacada de todas el Castillo de Luna, de Mairena del Alcor. La fortaleza del siglo XIV, que había pertenecido al Duque de Osuna, le costó 2000 pesetas. Tras cuatro años de reforma, el día de su boda la convirtió en su residencia oficial. Hoy, el castillo sobrevive como principal atractivo turístico de la localidad en forma de museo y bajo la denominación de Casa Bonsor.

      Ana Gómez, conservadora de la Casa Bonsor desde hace 20 años, se encuentra inmersa en una vorágine de trabajo cuando logra encontrar un hueco para atender al teléfono. La casa-museo en la que Bonsor pasó sus últimos días está ultimando una reforma integral por partida doble: en el propio castillo y en su página web. El plan es ofrecer, a partir de 2023, detalladas visitas virtuales en tres dimensiones que contarán con gemelos digitales de las piezas más significativas del legado de Bonsor, incluyendo una reconstrucción digital de todas las fases históricas de la casa palacio y hasta datos sobre la botánica del castillo y del parque urbano de olivares que lo rodea: “la idea es que esto sea un aperitivo que te abra un panorama que invite a visitar el castillo in situ”, dice Ana Gómez.

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        Izquierda: Arriba:

        Castillo de Mairena del Alcor, antiguo lugar de residencia de Jorge Bonsor.

        Derecha: Abajo:

        Interior de la Casa Bonsor.

        fotografías de Ayuntamiento de Mairena del Alcor

        A finales del XIX, ningún yacimiento antiguo español se acercaba al nivel de desarrollo turístico-cultural que impulsó Bonsor en Carmona y Mairena de Alcor. Sólo los de Altamira y Ampurias, ambos descubiertos posteriormente, se asemejarían a lo que consiguió en Sevilla, me comenta Ana Gómez. Está convencida de que Bonsor “posicionó la comarca internacionalmente”, y afirma que la gestión que hizo de la Necrópolis de Mairena es comparable a la que se hacía en Pompeya, Egipto, Timbad (Argelia) y muchos yacimientos griegos: “Fue el primer museo que ofreció una guía de mano al visitante, además de una tienda con postales y fotografías”.

        La visión de negocio de Bonsor y Juan Fernández incluía descuentos para residentes locales, y paquetes de viajes con la agencia Thomas Cook (considerada la primera agencia de viajes de la historia) que ofrecían una visita por Sevilla y el resto de la comarca, culminada con una visita al Castillo y la Necrópolis. “Incluso asesoró al teatro de Mérida durante una visita, proponiéndoles hacer un símil de lo que había hecho en Mairena de Alcor”, dice Ana Gómez.

        En busca de la capital del reino de Tartessos

        Si bien la gestión turística local fue impecable, Bonsor se llevaría a la tumba una frustración que podría haberle dado la gloria internacional. Adolf Schulten y Bonsor se basaron en, entre otros, los textos de Avieno (HispaniaOra Marítima) para alimentar la teoría de la existencia de una gran ciudad dormida bajo la desembocadura del Guadalquivir. Primero en solitario, Bonsor exploró en 1920 la costa de Cádiz en busca de la ciudad bíblica de Tarsis en un viaje financiado por la Hispanic Society. Tres años después, participó en la gran excavación de Adolf Schulten, el cual parecía estar mucho más implicado que Bonsor en el hallazgo de la mítica urbe.

        “La gran capital de los Tartessos que se lee en los relatos griegos ni está ni se le espera”, comenta Antonio Lobo, director de los documentales El gran tour de Jorge Bonsor y El Tartessos de Schulten: “Lo que la arqueología sí que demuestra es que en el triángulo entre Sevilla, Huelva y Cádiz hubo un importante movimiento de personas y una actividad económica muy potente ligada a la exportación de metales, y eso fue lo que seguramente generó las historias de Tartessos para los escritores griegos posteriores”.

        La del 1923 en el Coto de Doñana fue la última excavación que hizo Bonsor. Su último intento de dar con la capital de Tartessos. Lobo opina que Bonsor era más “escéptico” que Schulten, el cual era 20 años más joven y demostraba un espíritu mucho más “obsesivo” con la idea de encontrar una gran capital oculta en el subsuelo. Como quizás sucedió con la misteriosa capital del reino tartésico, el nombre de Jorge Bonsor ha ido poco a poco sucumbiendo al enterramiento del poso de los años. Sólo nos queda su legado, el cual hoy descansa junto a los de Velázquez, Goya y Sorolla en uno de los pocos museos gratuitos de Nueva York.

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