Esta isla deshabitada está cubierta por 38 millones de trozos de plástico. ¿Por qué?

El aislamiento protege a esta isla de la intrusión humana, pero no de los deshechos de millones de personas alrededor del mundo.

Por Laura Parker
Publicado 9 nov 2017, 4:16 CET
VÍDEO: Una isla remota cubierta por 38 millones de pedazos de deshechos plásticos 
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La isla Henderson se encuentra en el Pacífico sur, a medio camino entre Nueva Zelanda y Chile. Está deshabitada y permanece alejada de cualquier lugar o persona de la Tierra.

A pesar de ello, en las playas de arenas blancas de Henderson puedes encontrar artículos de Rusia, Estados Unidos, Europa, Sudamérica, Japón y China. Y es todo basura, la mayoría objetos de plástico. Ha surcado los mares del planeta hasta haber sido arrastrada por el giro subtropical del Pacífico sur, una corriente oceánica que funciona a modo de cinta transportadora, recogiendo deshechos plásticos y depositándolos en las orillas de la diminuta isla de Henderson a un ritmo de aproximadamente 3.500 pedazos por día.

Jennifer Lavers, coautora de un reciente estudio sobre esta acumulación de un total de 38 millones de trozos, declaró a Associated Press que esta cantidad le pareció «verdaderamente alarmante».

Gran parte de los deshechos son redes de pesca, flotadores, botellas de agua, cascos y grandes pedazos rectangulares. Dos tercios de la basura eran en un principio invisibles porque estaba enterrada a casi 10 centímetros de profundidad en la playa.

«Aunque resultan alarmantes, estos valores subestiman la cantidad real de deshechos, ya que no se pueden obtener muestras de los objetos enterrados a 10 centímetros bajo la superficie, de las partículas inferiores a 2 milímetros ni de los deshechos en las zonas de acantilados y costas rocosas», escribieron Lavers y su colega en su estudio, publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences.

La acumulación resulta incluso más perturbadora si tenemos en cuenta que Henderson también es un lugar Patrimonio Mundial de las Naciones Unidas, así como una de las mayores reservas marinas del mundo. La web de la UNESCO describe a Henderson como «una joya» y «uno de los mejores ejemplos que nos quedan en el mundo de un atolón de coral», que se encuentra «prácticamente intacto gracias a la ausencia de humanos».

Henderson es una de las cuatro que componen las islas Pitcairn, un conjunto de pequeñas islas famosas por ser el hogar de los descendientes de los amotinados del HMS Bounty. La población de Pitcairn, que se ha reducido hasta las 42 personas, usa Henderson como una escapada idílica de la vida diaria en Pitcairn. Además de los vecinos de Pitcairn, algún que otro científico y unos cuantos turistas que navegan durante dos días desde las islas Gambier, Henderson alberga solo cuatro tipos de aves terrestres, diez tipos de plantas y una enorme colonia de aves marinas.

Lavers, científica en la Universidad de Tasmania, en Australia, y su coautor, Alexander Bond, biólogo conservacionista, llegaron a Henderson en 2015 para una estancia de tres meses. Midieron la densidad de los deshechos y recogieron aproximadamente 55.000 pedazos de basura, de los que al menos 100 han podido rastrearse hasta encontrar su país de origen. El análisis de este dúo concluyó que en la isla se apilan cerca de 18 toneladas de plástico, al menos hasta ahora, lo que significa que Henderson posee la mayor densidad de deshechos plásticos que se haya registrado en el mundo.

Jenna Jambeck, profesora de ingeniería medioambiental en la Universidad de Georgia (Estados Unidos), quien fue una de las primeras científicas en cuantificar los deshechos oceánicos a escala global, no se sorprendió del descubrimiento de Lavers y Bond de una abundancia de plástico tan grande en Henderson. El estudio de 2015 de Jambeck concluía que 8 millones de toneladas de basura llegan a los océanos cada año, lo suficiente para llenar cinco bolsas de la compra por cada 30 centímetros de costa de la Tierra.

«Uno de los momentos más impactantes para mí mientras trabajaba sobre el terreno fue cuando estaba en las islas Canarias, viendo cómo cada ola traía microplásticos a la orilla», explica. «Fue un momento sobrecogedor en el que pensé ‘¿qué estamos haciendo?’. Es como si el océano nos estuviera escupiendo estos deshechos plásticos. Así que entiendo que cuando estás en la playa en Henderson, es algo estremecedor».

La investigación de Henderson se suma a descubrimientos previos de microplásticos en lugares remotos, como los insertados en el fondo oceánico profundo o en el hielo marino del Ártico, donde encontrar tal abundancia de plástico ha hecho saltar las alarmas.

«La gente siempre se muestra sorprendida por encontrar deshechos en lo que se supone que es una isla paradisíaca deshabitada. No encaja en nuestros paradigmas mentales y probablemente sea esta la razón de que siga resultando impactante», explica Enric Sala, científico marino que en 2012 lideró una expedición de la misión de National Geographic, Pristine Seas, a las islas Pitcairn, incluida Henderson. «Las islas remotas han dejado de existir. Hemos convertido el océano en una sopa de plástico».

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