La pesca de altura no es solo destructiva: tampoco es rentable

La financiación gubernamental sostiene más de la mitad de la pesca en mar abierto, según revela un nuevo estudio.

Por Sarah Gibbens
Publicado 7 jun 2018, 16:18 CEST
Un pescador comprueba sus sedales
Un pescador comprueba sus sedales mientras pesca en alta mar. El alta mar se define como mar abierto fuera de la zona económica exclusiva de un país, generalmente a 320 kilómetros de la orilla.
Fotografía de Chris Johns, National Geographic Creative
La iniciativa Pristine Seas de la National Geographic Society ha financiado parcialmente este estudio.

El viaje de un pez del océano al plato podría no ser tan directo como suena.

La mayoría somos conscientes de que en ese viaje han participado un pescador, un vendedor y un cocinero. Pero un nuevo estudio determina que los gobiernos también echan una mano, una mano bastante grande.

Un estudio publicado el miércoles en la revista Science Advances determinó que hasta el 54 por ciento de la pesca de altura no resultaría rentable de no ser por la cobertura gubernamental de algunos de los costes de la industria. En menor medida, el estudio también determinó que la explotación laboral y los subregistros de las capturas podrían explicar cómo los grandes buques pueden permitirse pescar en aguas internacionales.

«El estudio confirmó que gran parte de la pesca de altura no tiene sentido», afirma el autor del estudio y explorador residente de National Geographic Enric Sala. «Si es ecológicamente destructiva y económicamente no rentable, ¿por qué no ponemos fin a la pesca de altura?».

En 2016, más de 3.600 buques pescaron activamente en alta mar, el océano abierto fuera de la jurisdicción de un país. Para entender mejor este impacto, el equipo de investigación, compuesto por ecologistas, científicos de datos y economistas, analizaron los conjuntos de datos de costes más recientes de los que disponían, de 2014. Descubrieron que el coste total de la pesca ese año oscilaba entre 5.200 millones y 6.800 millones de euros y que los subsidios ascendían a un total de unos 3.500 millones de euros.

Sus datos mostraban que China y Taiwán tenían de lejos los menores beneficios en el sector, mientras que desplegaban los mayores esfuerzos. También demostraron que Rusia tiene una industria pesquera no rentable, incluso con los subsidios.

Sin embargo, los subsidios no solo se otorgaban a sectores pesqueros no rentables. El estudio también determinó que las empresas marginalmente rentables de Japón, Corea del Sur, España y Estados Unidos potenciaban sus beneficios con subsidios del gobierno.

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    Este barco pesca atunes, una especie que se suele pescar en alta mar.
    Fotografía de Paul Nicklen, National Geographic Creative

    «Existen tres categorías diferentes [de subsidios]», afirma Rashid Sumaila, economista de la Universidad de la Columbia Británica y uno de los autores del estudio. Sus colegas y él empezaron recopilando datos de los subsidios pesqueros en el año 2000 y determinaron que no todos eran perjudiciales. Algunos eran ambiguos y difíciles de categorizar. Otros eran beneficiosos y se destinaban a actividades como la gestión sostenible, la investigación y la aplicación de los reglamentos.

    Otros subsidios ayudaban a las empresas a aumentar su capacidad de transporte, lo que básicamente permitía a estos barcos pescar más en caladeros que podrían estar en riesgo de agotamiento. En lugar de dar un cheque directamente a una empresa pesquera, los gobiernos podrían ofrecer exenciones fiscales, ayudar a pagar los costes del combustible, aportar dinero para mejorar los aparejos o financiar infraestructuras como puertos.

    Espionaje espacial

    El mar abierto fuera de las ZEE, generalmente a 320 kilómetros de la orilla, es zona libre. La FAO cuenta con un código de conducta en alta mar, pero la regulación es mínima y el cumplimiento de la ley es escaso.

    Es más, los pesqueros suelen tener interés competitivo por no compartir detalles de sus actividades.

    Para recopilar datos de una de las regiones más inaccesibles del mundo, Juan Mayorga, científico de datos marinos y autor del estudio, recurrió a un programa llamado Global Fishing Watch que rastrea los pesqueros desde el espacio empleando una señal por satélite del AIS —siglas que significan Sistema de Identificación Automática— que todos los buques están obligados a transmitir. A principios de este año, empleó los datos para descubrir que la pesca industrial cubre un tercio del planeta.

    «Cuando se nos ocurrió la idea, no controlábamos mucho la situación de la pesca en alta mar», afirma Mayorga. En un periodo de dos años, determinó cuántos buques estaban operando en mar abierto y con qué frecuencia lo hacían, aunque añade que los datos del estudio no pueden dar cuenta de toda la actividad pesquera en alta mar. Algunos pesqueros prescinden del AIS o lo apagan de forma intencionada para quedar encubiertos.

    Con los datos de los barcos que sí podían medir, Mayorga usó modelos para estimar los costes de combustible basándose en el tamaño de los barcos, su ubicación, la distancia recorrida y la velocidad. También pudo ver el tipo de pesquero y qué estaba pescando, lo que le ayudó a estimar el número de trabajadores necesarios. Analizando la información existente sobre la legislación de salario mínimo y el coste normal del trabajo, Mayorga pudo estimar los costes de mano de obra a escala.

    Sin embargo, señala que esta estimación es la parte menos segura del estudio, porque los informes de varias organizaciones no gubernamentales demuestran que la industria pesquera tiene una historia de prácticas laborales de explotación, rayando o directamente desembocando en esclavitud en algunas regiones.

    «La mano de obra es lo que da incertidumbre a nuestros análisis», afirma.

    Con este abanico de costes operativos, Mayorga estimó la carga que cada pesquero traía al mercado. Los autores del estudio sospechan que en algunos casos podría haber subregistros de capturas.

    Los impactos

    En total, la pesca industrial en alta mar es una porción relativamente pequeña de la pesca global, suponiendo solo el seis por ciento de toda la actividad pesquera. Los subsidios de pesca en las ZEE han sido polémicos, y la Organización Mundial del Comercio ha considerado prohibirlos durante la última década. Entonces, ¿por qué dar subsidios pesqueros a flotas más caras que dan rendimientos pequeños? Eso se preguntan los autores del estudio.

    Según un representante de la FAO, suele citarse la seguridad alimenticia como una de las razones principales para dar subsidios a la industria pesquera. Pero un comunicado publicado por la agencia en 2016 reconoce la necesidad de regular los subsidios para garantizar la sostenibilidad.

    «Los subsidios pesqueros causan preocupación», afirma el representante de la FAO Christopher Emsden, añadiendo que «es preciso andar con cuidado, ya que pueden servir a propósitos de desarrollo en algunos casos (aunque estos serían para pescadores a pequeña escala y no los que aparecen en el estudio)».

    Además de agotar los caladeros, los subsidios a la pesca de altura también amenazan importantes hábitats naturales, según Sala. La pesca de arrastre, una de las prácticas pesqueras más habituales en alta mar, es problemático.

    «El arrastre es una de las prácticas más destructivas del planeta», afirma Sala. «Tienen redes tan grandes que pueden contener una docena de aviones 747. Estas redes enormes destruyen todo a su paso, incluidos los corales de las profundidades. Y no sería rentable sin los subsidios».

    Por otra parte, los tres investigadores señalaron que la pesca de altura podría perpetuar la explotación.

    «[La falta de rentabilidad] tiene implicaciones en el grado en el que las prácticas laborales injustas impulsan la pesca en alta mar», dice Mayorga.

    El futuro de la pesca de altura

    La transparencia, ya sea porque las autoridades de la industria ocultan intencionadamente la información o por la falta de registros de los gobiernos, supuso un obstáculo importante para los investigadores a la hora de evaluar la industria pesquera de altura.

    Para combatir la que tachan de práctica irracional tanto económica como medioambientalmente, el equipo de investigación dice que es fundamental aumentar la transparencia. Imponer un uso más estricto del AIS, por ejemplo, es una forma en la que los reguladores podrían supervisar el impacto completo de la pesca de altura, según Sala.

    A Sumaila le gustaría que la OMC prohibiera o redujera sus subsidios pesqueros, pero pese al amplio debate en la organización, el progreso ha sido mínimo. La última votación se canceló en diciembre del año pasado, principalmente por trabas en el procedimiento. La OMC considerará cambiar los subsidios de pesca de nuevo en 2019.

    El alta mar suele considerarse una avenida para que los países compensen la sobrepesca de sus propias aguas. China, por ejemplo, ha experimentado una sobrepesca intensiva en sus propias aguas, y un estudio publicado en abril de 2017 determinó que el país trataba compensarlo pescando en aguas tan lejanas como África occidental.

    Agotar los caladeros es un problema creciente. De los 600 caladeros supervisados por la FAO, más de la mitad están agotados hasta el punto de generar pocas o ninguna captura.

    El pasado diciembre, la ONU también empezó las conversaciones para crear un marco para proteger la biodiversidad de alta mar. Se espera que las negociaciones se produzcan a lo largo de los dos próximos años.

    El alta mar no pertenece a ningún país, lo que implica que los gobiernos regionales suelen chocar durante las negociaciones. En el pasado, algunos han puesto objeciones a los cambios a largo plazo, esperando dejar la puerta abierta a las oportunidades comerciales, mientras que a otros les preocupa que les afecte la reducción de la biodiversidad.

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