Así es cómo 200 voluntarios lograron uno de los rescates de cueva más difíciles de la historia

Tras recibir una transfusión de sangre a 900 metros bajo tierra, el enfermo espeleólogo estadounidense Mark Dickey se encontraba estable. Para salvarle la vida sería necesario un arduo ascenso.

Casi 200 voluntarios ayudaron a rescatar al espeleólogo estadounidense Mark Dickey tras caer enfermo a 900 metros bajo tierra. En el interior de la cueva turca de Morca, 90 personas diferentes trabajaron para administrar atención médica, ensanchar pasadizos, establecer redes de comunicación y construir un sistema de poleas para sacar a Dickey de las profundidades.

Fotografía de Umit Bektas, Reuters, Redux
Por Vedrana Simicevic
Publicado 18 sept 2023, 15:17 CEST

Acaba de tener lugar uno de los trabajos de rescate más épicos en mucho tiempo. El lunes por la tarde, nueve días después de la llamada de socorro, el espeleólogo estadounidense Mark Dickey, que había caído gravemente enfermo a unos 1036 metros de profundidad en una cueva de Turquía, fue rescatado con éxito. Fue una de las misiones de rescate más difíciles y complejas jamás llevadas a cabo, según los veteranos que participaron en la operación.

La cueva Morca, donde Dickey formaba parte de una expedición para cartografiar el sistema subterráneo, es la tercera más profunda de Turquía. Contiene una complicada combinación de pasadizos estrechos y túneles empinados y verticales. La entrada de la cueva está en un lugar remoto, a 2070 metros sobre el nivel del mar, en los montes Tauro, donde sólo una débil señal de móvil permite pedir ayuda.

Dickey sufrió una hemorragia gastrointestinal repentina, y su estado parecía poner en peligro su vida. Un equipo internacional de 200 rescatadores (voluntarios de nueve países) tardó ocho días en llevar a cabo la misión. El transporte de Dickey a la superficie, la parte más compleja del rescate, fue realizado por 90 personas y duró algo más de dos días.

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    Izquierda: Arriba:

    Vista general de la cueva Morca, donde los equipos de rescate llevan a cabo una operación para rescatar al científico estadounidense Mark Dickey, atrapado tras sufrir una hemorragia gastrointestinal en Mersin, Turkiye, el 11 de septiembre de 2023.

    Derecha: Abajo:

    Los equipos de la Asociación Europea de Espeleosocorro (ECRA) y de la Comisión de Espeleosocorro de Turquía (MKK) inician la operación de rescate del espeleólogo estadounidense Mark Dickey, atrapado en la cueva turca de Morca tras sufrir una hemorragia gastrointestinal.

    fotografías de Mustafa Unal Uysal, Anadolu Agency, Getty Images

    "Todos los implicados sobrepasaron su límite de cansancio y siguieron trabajando. Todo se desarrolló excepcionalmente rápido", afirma el rescatador croata Dinko Novosel, presidente de la Asociación Europea de Rescate en Cuevas (ECRA) y coordinador de los equipos internacionales de espeleología que llevaron a cabo el rescate.

    Dickey es un conocido miembro de la comunidad espeleológica mundial y dirige el Equipo de Respuesta Inicial de Nueva Jersey (en Estados Unidos), un grupo de rescate multidisciplinar. Para el equipo internacional, fue como si estuvieran rescatando a uno de los suyos.

    "Estas personas son algunos de los espeleólogos y rescatadores más experimentados y hábiles del mundo. Y cada uno de ellos dio el máximo de sí mismo", declaró Giuseppe Conti, espeleólogo y rescatador experimentado del Cuerpo Nacional de Rescate Alpino y Espeleológico italiano, que dirigió la logística de rescate dentro de la cueva.

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      Mapa de la localización de la cueva de Morca.

      Fotografía de Mustafa Unal Uysal, Anadolu Agency, Getty Images

      Una crisis subterránea

      El paisaje de Turquía está marcado por el karst, un tipo de terreno en el que se forman cuevas con facilidad. Las cuevas kilométricas de la región la convierten en un destino popular para los espeleólogos locales y extranjeros.

      Fue a casi 1000 metros de profundidad, en una de estas cuevas, cuando Dickey empezó a sufrir una hemorragia interna.

      Alertados por su prometida y compañera de expedición, Jessica Van Ord, los primeros rescatadores llegaron al lugar el 3 de septiembre, y un equipo médico de cuatro personas del Servicio Húngaro de Rescate en Cuevas inició inmediatamente un descenso de siete horas para llegar hasta Dickey. Sin comunicación directa con el espeleólogo enfermo, el equipo de rescate temía no llegar a tiempo.

      "Tenía más de diez escenarios posibles en la cabeza, incluido el de que ya estuviera muerto. Pero, afortunadamente, estaba mejor de lo que esperaba", declaró la médico y espeleóloga húngara Zsófia Zádor.

      En el momento de su llegada, Dickey ya había perdido mucha sangre, espantosamente visible por el pequeño agujero en el suelo lleno de su sangre. Zádor le dio medicamentos para bajar la acidez del estómago y detener la hemorragia. A pesar de encontrarse a mil metros de profundidad dentro de la oscura y fría cueva, rodeados de barro y polvo, Zádor y su equipo pudieron realizar una transfusión de sangre y administraron a Dickey cuatro unidades de sangre y plasma, calentando las bolsas de sangre con la ayuda de una estufa de gas de campamento.

      Durante la mayor parte del rescate, Dickey fue transportado en camilla, una tarea peligrosa y difícil debido a la estrechez de la cueva.

      Fotografía de Umit Bektas, Reuters, Redux

      Aunque estabilizado, su estado seguía poniendo en peligro su vida, explica Zádor. Tendrían que sacarlo en camilla.

      Mientras tanto, 1000 metros más arriba, la Autoridad Turca de Gestión de Desastres y Emergencias (AFAD) puso en marcha la operación, otorgando oficialmente a la ECRA autoridad para coordinar los equipos internacionales de rescate. Espeleólogos de Turquía, Italia, Croacia, Bulgaria y Polonia llegaron al punto de entrada de la cueva y empezaron a preparar la cueva para el traslado de Dickey. Rescatistas de Ucrania, Estados Unidos y Rumanía pronto se unirían al rescate.

      Los equipos equiparon la cueva con dos sistemas de comunicación diferentes: un cable telefónico y un sistema de comunicación inalámbrico adicional que puede transmitir mensajes cortos a través de cientos de metros de roca sólida, llamado "cave-link". Los rescatadores búlgaros ensancharon los caminos a través de pasadizos serpenteantes de entre 600 y 750 metros, detonando pequeñas explosiones en algunas secciones y utilizando sólo cinceles y martillos en otras. Otros rescatadores trabajaron durante horas para equipar la cueva con anclajes y cuerdas.

      (Relacionado: Los volcanes del interior Turquía nacen a miles de kilómetros)

      Una comunidad internacional de espeleólogos expertos

      Aunque este tipo de accidentes ocurren muy rara vez, los rescates en las cuevas más profundas del mundo son notoriamente peligrosos.

      Durante la mayor parte del siglo XX, quedar atrapado a unos pocos miles de metros dentro de una cueva era, en la mayoría de los casos, una sentencia de muerte. Pero en las últimas décadas, las asociaciones nacionales de espeleología de los países ricos en estos sistemas de cuevas subterráneas han crecido y las técnicas de rescate han mejorado.

      Cada equipo nacional de espeleólogos aporta una experiencia diferente. En varios países europeos, como Francia, Croacia e Italia, los rescatadores están acostumbrados a grandes caídas verticales, ya que cuentan con algunas de las cuevas más profundas del mundo. En Inglaterra, los pasadizos subterráneos horizontales sumergidos son comunes, y navegar por ellos es una habilidad que los espeleólogos ingleses utilizaron para ejecutar otra famosa misión: salvar a 12 niños y su entrenador de las profundidades de una cueva tailandesa en 2018.

      Izquierda: Arriba:

      Rescatadores trabajan en la entrada de la cueva Morca mientras participan en una operación de rescate para llegar hasta el espeleólogo estadounidense Mark Dickey, que cayó enfermo y quedó atrapado a unos 900 metros bajo tierra, cerca de Anamur, en la provincia de Mersin, al sur de Turquía, el 10 de septiembre de 2023.

      Fotografía de Umit Bektas, Reuters, Redux
      Derecha: Abajo:

      Un miembro de la ERCA desciende a la cueva Morca. Turquía es un destino popular para los científicos y exploradores de cuevas. Su terreno está marcado por el karst, un tipo de roca que con el tiempo forma fácilmente salas y túneles en cuevas.

      Fotografía de Khalil Hamra, AP

      Esta diversidad de conocimientos es la razón por la que la ERCA se formó en 2012 para compartir conocimientos en misiones de rescate que requerían cientos de espeleólogos expertos.

      Y fue en 2014 cuando la ERCA puso a prueba sus habilidades para salvar vidas cuando un espeleólogo alemán sufrió una lesión en la cabeza en las profundidades de la cueva de Riesending, en Baviera, cerca de la frontera alemana con Austria.

      Fueron necesarios 12 días y más de 700 personas para sacarlo a la superficie desde una profundidad de casi 1000 metros. Fue la mayor misión de rescate en cuevas jamás organizada y la primera que reunió a rescatadores de cinco países diferentes. Los miembros de la ECRA dicen que la misión de 2014 les dio la experiencia que necesitaban para ejecutar la misión de rescate en Morca en tan poco tiempo.

      "Fue mucho más duro que en Alemania, teníamos que ser rápidos porque temíamos que muriera", dice Marko Rakovac, miembro del servicio de rescate de montaña croata que también participó en el rescate de la cueva de Riesending.

      Para ejecutar un rescate en una cueva, los miembros del equipo suelen asignarse a distintas partes de la ruta donde esperan a la camilla. El transporte del herido es lento y agotador porque hay que tirar de la camilla con una cuerda, de un anclaje a otro. En los pozos verticales, esto se consigue con la ayuda del sistema de poleas y el contrapeso, este último a menudo los propios rescatadores.

      "Esta vez decidimos organizar a los rescatadores en equipos autosuficientes que se desplazarían por partes más largas de la cueva, de un campamento a otro", explicó Novosel.

      En la fría y húmeda cueva, el rescate fue agotador. Los rescatadores trabajaban durante veinte horas seguidas, sólo para luchar por encontrar un lugar donde descansar, algunos de ellos durmiendo en el suelo mojado, rodeados por el olor a secreción humana.

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        Nueve días después de pedir ayuda, Dickey fue rescatado y trasladado en helicóptero a un hospital cercano. El propio Dickey es un experimentado rescatador, y para el equipo de espeleólogos internacionales, rescatar a Dickey significó rescatar a uno de los suyos.

        Fotografía de Mert Gokhan Koc, Dia Images, AP

        "El equipo que necesitó más de 20 horas para transportar a Dickey hasta los 2200 pies [unos 670 metros] tuvo que volver a bajar hasta los 3200 pies [975 metros] para encontrar un lugar donde dormir. Tras unas horas de descanso, volvieron a subir a 1600 pies [487 metros] para trabajar en la siguiente sección", describe Rakovac.

        El viaje no estuvo exento de contratiempos. A mitad del transporte, el estado de Dickey empeoró, alarmando al equipo médico. En el estrecho pasadizo de una cueva, otra transfusión de sangre ya no sería posible. Y mientras navegaban por un pasadizo vertical a unos 670 metros de profundidad, un gran trozo de roca se desprendió, magullando el tobillo de un rescatador búlgaro que evitó por los pelos una lesión potencialmente mortal.

        "Tenía al menos [272 kilos]. Tuvimos que mover la roca para que pudiera sacar la pierna. Había veinte personas en esa sección, y todo el mundo se quedó callado, pensando que ahora teníamos potencialmente dos víctimas", dice Rakovac.

        Los pasadizos especialmente estrechos, aunque no especialmente difíciles para un espeleólogo en forma, siguieron siendo el mayor problema durante el transporte de rescate.

        Llevaría demasiado tiempo ensanchar físicamente los pasadizos más problemáticos, dice Conti. Tras consultar con un médico, decidieron que Dickey recorriera solo los pasadizos más difíciles.

        Una vez rescatado, Dickey fue trasladado en avión al cercano hospital de Mercin City para recibir tratamiento médico. En declaraciones a ABC News, Dickey expresó su gratitud y alivio: "Los espeleólogos son como una familia, y en todo momento he tenido gente a mi lado. Una vez que empezamos a movernos, todo fue mucho más rápido de lo que esperaba".

        Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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