¿Serán las nanoburbujas de las trajineras capaces de salvar este humedal mexicano en peligro?

La contaminación está asfixiando a Xochimilco, Patrimonio de la Humanidad de la Ciudad de México. Un científico está aprovechando el poder de las pequeñas burbujas para solucionarlo.

Por Sarah Freeman
Publicado 26 ene 2022, 12:28 CET
Un turista mira desde la proa de una "trajinera" en los canales de Xochimilco de Ciudad ...

Un turista mira desde la proa de una "trajinera", una colorida barcaza que ofrece recorridos por los famosos (aunque en peligro) canales de Xochimilco de Ciudad de México.

Fotografía de Florian Buettner, laif/Redux

Capitaneados por gondoleros, los barcos turísticos de colores conocidos como trajineras recorren un canal bañado por el sol. Pasan por delante de músicos mariachis en sus propias embarcaciones y de vendedores que ofrecen aperitivos en canoas de madera.

Esta escena carnavalesca tiene lugar la mayoría de los fines de semana en Xochimilco, un lugar declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y un destino popular para los turistas en el sur de Ciudad de México. El 11 por ciento de la biodiversidad del país se encuentra en este humedal de 25 kilómetros cuadrados, enhebrado por 168 kilómetros de canales prehispánicos. Es un hecho que pocos de los aproximadamente dos millones de turistas y chilangos (jerga de los habitantes de Ciudad de México) que lo visitan en un año normal conocen antes de subir a las trajineras para un crucero vespertino.

Esta foto aérea muestra trajineras en el muelle del canal de Nativitas en Xochimilco, el 23 de agosto de 2020. Xochimilco es un distrito de humedales en el sur de la Ciudad de México, cuyos canales prehispánicos y granjas flotantes lo convierten en una de las principales atracciones turísticas de la capital.

Fotografía de Pedro Pardo, AFP/Getty Images

Pero este frágil ecosistema se enfrenta a un futuro incierto, ya que la contaminación acumulada durante décadas está exprimiendo la vida de estos canales, amenazando en el proceso un patrimonio rico y vivo, pero en busca de auxilio.

En un giro sorprendente, los turistas de las trajineras de Xochimilco podrían ser los improbables salvadores del humedal. Todo depende de que se ponga en marcha un plan para utilizar estas embarcaciones de madera para purificar las profundidades más turbias de los canales.

Un ecosistema en peligro

El humedal de Xochimilco se considera uno de los últimos vínculos vivos con los aztecas, gracias a las notables granjas flotantes de la reserva, conocidas como chinampas. Los humanos construyeron estas islas (22 kilómetros cuadrados) a partir de la tierra rica en nutrientes de los lechos de los canales, lo que convierte a las chinampas en uno de los tipos de agricultura más productivos del mundo. En México, llevan un milenio alimentando a la capital.

En la actualidad, unas 55 toneladas de hortalizas cultivadas en chinampas (desde remolacha hasta cultivos endémicos como la calabaza talamayota) llenan diariamente las mesas de caballete de los mercados de barrio de Ciudad de México y del extenso proveedor mayorista Central de Abastos de la Ciudad.

"Xochimilco lo tiene todo. Da alimento y agua, regula el clima de la capital y mitiga las inundaciones, da trabajo y está arraigado en la tradición", dice Claudia Alejandra Ponce de León, profesora de ciencias ambientales de la Universidad Nacional Autónoma de México.

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      Izquierda: Arriba:

      Trabajadores transportan flores de cempasúchil (o flor de los muertos) en Xochimilco, el 13 de octubre de 2020. Las flores de cempasúchil mexicanas son populares en las celebraciones del Día de los Muertos.

      Derecha: Abajo:

      Esta foto de archivo muestra las chinampas, granjas flotantes construidas por el hombre, hacia 1930.

      fotografías de Ullstein Bild, Getty Images

      Sin embargo, el agua utilizada para cultivar estas frutas y verduras ha estado llena de patógenos durante años, dice Refugio Rodríguez Vázquez, un activista del agua limpia y profesor de biotecnología en el Instituto Politécnico Nacional de México, que comenzó a estudiar el humedal en 2016.

      Vázquez dice que la culpa la tiene un cóctel tóxico de agroquímicos procedentes de la escorrentía de las granjas, tanto terrestres como flotantes, y de las aguas residuales. Las aguas residuales de El Cerro de la Estrella y de otras tres plantas de tratamiento más pequeñas en un radio de 19 kilómetros se vierten en los canales a un ritmo alarmante de 2000 litros por segundo, dice. Es suficiente para llenar, por segundo, una piscina de 60 por 70 centímetros y dos metros y medio de profundidad.

      Para agravar el problema, el nitrógeno y el fósforo de estas fuentes proliferan las floraciones de algas formadas por lenteja de agua y lirio acuático; este último, introducido en la década de 1980 por el entonces presidente de México "para decorar", ha resultado ser una especie invasora problemática.

      Estas floraciones tapizan la superficie del agua, bloqueando el sol y el oxígeno. "Cuando [las algas] mueren, se depositan en el fondo del canal en forma de sedimento. Este caldo de cultivo para las bacterias productoras de metano devuelve los gases de efecto invernadero a la atmósfera", explica Vázquez.

      "Según el gobierno canadiense, nuestros canales contaminados están enfermando a las aves migratorias, como el pato mexicano y la garza azul", añade Armando Tovar Garza, biólogo de Humedalia, una organización conservacionista local. La degradación ecológica ya ha llevado a especies endémicas como la salamandra ajolote al borde de la extinción en Xochimilco. "Los humedales son importantes para preservar la calidad de vida de Ciudad de México tal y como la conocemos", afirma Garza.

      Los problemas de Xochimilco comenzaron hace 40 años, cuando las autoridades desangraron sus manantiales naturales para abastecer a la creciente población de Ciudad de México, y luego rellenaron los canales con agua tratada. A la mezcla tóxica se suman los vertidos ilícitos de aguas residuales procedentes de los asentamientos informales de la zona.

      "Esta tierra se ha hundido seis metros en las últimas dos décadas debido a la extracción de agua de los acuíferos hacia Ciudad de México", calcula Luis Martínez, chinampero de tercera generación, que cultiva 15 variedades de hortalizas en su parcela de 10 000 metros cuadrados en San Gregorio. "Necesitamos desesperadamente mejorar la calidad del agua".

      Una solución moderna para un antiguo cauce

      Si todo va bien, un ambicioso plan para aprovechar el poder de las diminutas burbujas (llevadas por barcos turísticos) podría restaurar los canales del humedal y tener implicaciones más allá de Xochimilco.

      "Las nanoburbujas pueden penetrar en este sedimento fangoso", afirma Vázquez. Aproximadamente 2500 veces más pequeñas que un grano de sal de mesa, estas microscópicas bolsas de aire insuflan literalmente vida a las aguas carentes de oxígeno, "permaneciendo hasta seis meses... en las condiciones adecuadas", dice Vázquez.

      Desde que se descubrieron en los años 90, las nanoburbujas se han utilizado para eliminar contaminantes en muchas industrias, como la biofarmacéutica y la alimentaria. Como las nanoburbujas no tienen flotabilidad natural, permanecen bajo el agua, donde cada diminuta burbuja con carga negativa es atraída por los contaminantes con carga positiva y las toxinas dañinas. Esta unión hace que las nanoburbujas liberen radicales hidroxilos, que pueden extinguir los patógenos y romper lentamente las paredes celulares de las algas.

      Un lugareño empuja en el agua en Xochimilco, el 5 de febrero de 2017. Los lugareños esperan que las nanoburbujas limpien con éxito los productos químicos tóxicos y las algas que han plagado los antiguos canales durante décadas.

      Fotografía de Adriana Zehbrauskas, T​he New York Times, Redux

      Para repartir las burbujas, Vázquez ha ideado una instalación de guerrilla con tuberías y paneles solares que aprovecha la infraestructura turística existente en el humedal: las 1103 trajineras.

      Estas embarcaciones sin motor (con capacidad para 20 personas) proporcionan una fuente de ingresos esencial a toda una comunidad de músicos, cocineros flotantes y remeros como José Gabriel Gonzales Franco. Este gondolero de quinta generación es descendiente de los xochimilcas que vivían aquí mucho antes de la llegada de los aztecas. Los remeros siguen fabricando palos de barcaza como lo hacían sus antepasados, utilizando la madera del endémico árbol de oyamel. "Somos propiedad de esta tierra", dice Franco. "Nosotros [los remeros] mantenemos la tradición aquí".

      Hasta ahora, Vázquez sólo ha probado los prototipos en su taller junto al canal y en su laboratorio flotante (una trajinera reciclada bautizada como Pajarito). Sin embargo, extensos modelos informáticos con un estudio controlado en una piscina, además de toneladas de investigación de apoyo, demuestran que la aplicación tuvo éxito en la limpieza del agua contaminada.

      Un sofocante sábado de octubre de 2021 marcó la primera vez que se instaló el montaje en una trajinera con turistas a bordo. Dos paneles solares de 50 vatios se clavaron en el techo curvo de la embarcación propiedad de Carlos Díaz, cuya familia lleva transportando a los visitantes por los canales de Cuemanco y La Cruz desde el muelle de Flores Nativitas, desde 1960.

      Una maraña de cables conecta los paneles a una pequeña caja de control, que genera energía fotovoltaica. Esto alimenta una bomba en los tubos sumergidos, que a su vez está diseñada para extraer agua del canal, redistribuyéndola como miles de burbujas del tamaño de una partícula de COVID-19. Vázquez dice que uno de los aspectos de su plan a largo plazo es comunicar el mensaje del proyecto en una serie de infografías fijadas bajo el techo de cada barco.

      La semana siguiente, Vázquez y su equipo de estudiantes de doctorado sacaron el montaje al campo para asegurarse de que todas las piezas móviles funcionan juntas. Esta vez, equiparon una flota de barcos turísticos que transportaban a un grupo de académicos curiosos por ver su invento en acción. La flotilla partió del muelle Puenta de Urrutia, puerta de entrada a algunas de las famosas granjas flotantes de Xochimilco.

      Más allá de Xochimilco

      Afortunadamente, el montaje funcionó, logrando una pequeña pero poderosa victoria en lo que va a ser un camino difícil para Vázquez, que necesita patentar su tecnología casera y conseguir que el gobierno local la acepte.

      Todavía no se han podido obtener datos definitivos de la prueba, sobre todo porque es muy pequeña. Además, es probable que los beneficios de las aguas oxigenadas tarden varios meses en ser tangibles, debido al gran volumen de floraciones de algas. Aun así, hay muchas esperanzas de que la bomba logre el objetivo de Vázquez de limpiar un tercio de la red de canales de Xochimilco.

      Aunque todavía queda mucho camino por recorrer, la comunidad académica de México y de otros países ya está estudiando otras posibles aplicaciones del invento de Vázquez. Jordi Morató Farreras, coordinador de la Cátedra UNESCO de Sostenibilidad de la Universidad Politécnica de Cataluña, dice que se imagina aprovechando la tecnología en otros destinos protegidos.

      Oxigenar un lago en Colombia y descontaminar el suelo agrícola más cerca de casa, en el estado de Puebla, son sólo algunas de las ideas que muchos están manejando.

      Esto sería un motivo de orgullo para los lugareños. "Fui por primera vez a Xochimilco hace ocho años y me sorprendió la cantidad de trajineras, el color del agua y lo contaminada que estaba", dice la maestra de primaria local Gabriela Vianey a bordo de la trajinera de prueba. "No tenía conocimiento del proyecto [de Vázquez] hasta hoy. Espero que [Xochimilco] quede para que lo vean los hijos de mis hijos".

      Sarah Freeman es una periodista afincada en el Reino Unido que se centra en los viajes orientados a la conservación. Síguela en Instagram.

      Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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