Florida crea un criadero falso de aligátores para atrapar a cazadores furtivos

Una investigación encubierta ha conseguido detener a nueve hombres acusados de delitos que van desde la caza furtiva a la extorsión.

Por Rene Ebersole
fotografías de Kirsten Luce
Publicado 16 nov 2017, 16:18 CET
Caza furtiva de aligátores
Hace cincuenta años, la caza furtiva de aligátores americanos era tan intensa que estaban clasificados como especie en peligro de extinción. En la actualidad, Florida tiene tantos aligátores —más de 1,3 millones— que se organiza una cacería pública anual para ayudar a controlar la población. Este animal resultó abatido durante una cacería este año.
Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

Durante la noche, Wayne Nichols, de 42 años, conduce a sus clientes Pat Hopkins, de 66 años, y a su hijo Melvin Offutt, de  42, por los pantanos. Escudriñan el agua en busca del brillo de unos ojos en particular: los de un aligátor. Cuando encuentran uno, Offutt acerca una caña de pescar al animal esperando atraerlo con el pez que cuelga de ella. Si lo atrapa, Offutt podrá acercar al aligátor para matarlo con su ballesta. Pero falla, y la bestia desaparece bajo el agua.

Nichols es un ex funcionario de prisiones que ahora se gana la vida guiando a sus clientes en safaris de caza de aligátores, jabalíes y pavos. En la actualidad, pesan sobre Nichols varios cargos penales. El 24 de mayo de 2017, agentes del gobierno estadounidense detuvieron a Nichols y a otros ocho hombres de entre 22 y 74 años, la mayor operación encubierta en la historia de Florida para capturar a supuestos cazadores furtivos de aligátores.

Brett Schick (a la derecha) durante una caza nocturna junto a la orilla de un canal con otros cazadores, lleva cazando aligátores desde que era niño.
Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

Entre todos suman 44 acusaciones por delitos graves que van desde la posesión y el asesinato de especies protegidas a la falsificación de registros oficiales, pasando por robo y extorsión. La redada de mayo fue la culminación de una iniciativa encubierta llamada Operation Alligator Thief («Operación Ladrón de Aligátores») dirigida por la Florida Fish and Wildlife Conservation Commission.

Dos agentes bajo los nombres falsos de Curtis Blackledge y Justin Rooks se hicieron pasar por dueños de la Sunshine Alligator Farm, en el condado de DeSoto. Tenía toda la parafernalia de un negocio legítimo donde se criaban reptiles gigantes cuyo cuero –destinado a acabar en forma de botas, cinturones y bolsos de lujo– valdría cientos de dólares.

Los cazadores acechan a los aligátores durante la noche por tierra o, en este caso, en barco, con el objetivo de atrapar uno con una caña de pescar y sacarlo para matarlo. En ocasiones dan el golpe final con un «palo explosivo», que se dispara cuando entra en contacto directo con su objetivo: la parte posterior de la cabeza del aligátor. Se permiten las lanzas y las ballestas, pero no las armas de fuego.
Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

Con una población de aligátores próspera y en aumento, el estado de Florida ha desarrollado una actividad económica floreciente que se basa en estos animales. Más de 90 criaderos de aligátores con licencia generan 7,6 millones de dólares al año. Además, unos 7.200 aligátores mueren en una cacería pública organizada cada año que aporta unos 2 millones de dólares a las arcas del estado.

Parte de los beneficios de la caza y la cría se destinan a financiar la investigación de los biólogos estatales, la gestión de vida silvestre y los esfuerzos policiales para actividades como la operación «Alligator Thief». Los criaderos de aligátores que ofrecen el servicio de caza son especialmente lucrativas, ya que cobran a sus clientes entre 1.500 dólares y 12.000 dólares por matanza, dependiendo del tamaño del animal. Sin embargo, tales cantidades de dinero actúan como un imán de delincuentes.

Las bestias de los pantanos

Los aligátores que viven en pantanos, ríos y estanques hoy en día descienden de ancestros que vivieron hace 200 millones de años. Pueden alcanzar los 4 metros de largo y pesar más de 450 kilogramos. Antes de la guerra civil estadounidense, apenas se mataban aligátores. Pero más adelante empezaron a aparecer cazadores que establecieron puestos comerciales de pieles de estos animales para elaborar los zapatos, las botas y las alforjas que se estaban poniendo de moda en París en aquella época.

Según algunas estimaciones, 10 millones de aligátores murieron entre 1870 y mediados del siglo XX, cuando el crecimiento demográfico humano y la destrucción de su hábitat propició aún más el declive del reptil. En 1967, el gobierno los clasificó como especie en peligro de extinción, lo que implicaba que cazarlos quedaba prohibido desde entonces. En aquel momento, se estimaba que la población era de unos cuantos miles. Sin embargo, fue un éxito de la conservación: en la actualidad, 1,3 millones de aligátores viven en Florida. 

Los aligátores actuales son prácticamente idénticos a los animales que merodeaban por los pantanos y las ciénagas hace ocho millones de años. Muy pocos vertebrados tienen una duración tan larga en el registro fósil con apenas cambios.
Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

En 2017, más de 14.000 personas solicitaron unos 6.000 permisos de caza que cuestan 272 dólares para los residentes de Florida y 1.022 dólares para los no residentes. Todo ello está regulado por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, un tratado mundial que regula el comercio de vida silvestre para que no suponga una amenaza para la especie en cuestión. Cuando se mata a un aligátor, se debe colocar una etiqueta de plástico de CITES en la cola para poder realizar un seguimiento del animal desde el pantano al mercado.

 

Se utiliza esta vara para agarrar a un aligátor de 1,8 metros mientras le retiran un anzuelo de la piel para liberarlo. Los cazadores quieren aligátores de más de 2 metros.
Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

Los huevos de oro

En Florida, es legal que los criaderos de aligátores recojan un número determinado de huevos salvajes para reabastecer sus instalaciones, basándose en cuotas anuales determinadas por estudios biológicos. Es obligatorio pagar entre cinco y dos dólares por cada huevo recogido, dependiendo de si el terreno es público o privado.

Allen Register es copropietario de Gatorama, un lugar popular junto a la carretera en Palmdale. También lleva 23 años ejerciendo como coordinador de esta recogida de huevos en aguas públicas estatales. Su tarea consiste en supervisar la recolección y distribución de huevos salvajes en cerca de 30 criaderos con licencia. 

En los más de 90 criaderos de aligátores registrados en Florida, los animales jóvenes como estos se crían en «zonas de espera» y estanques.
Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

Register, de 58 años, me habló sobre el aumento del precio de los huevos en los últimos años, lo que ha provocado una oleada delictiva que afectó a Gatorama el 8 de julio de 2015, cuando unos ladrones robaron 1.100 huevos –que entonces tenían un valor de 66.000 dólares– de una incubadora.

Según una declaración jurada, Robert Albritton, de 36 años, que vive a pocos kilómetros del criadero falso de la operación encubierta, confesó que Golden Ranch Farms, en Luisiana, había estado pagándole para recoger huevos. Este establecimiento de Luisiana pertenece al millonario Arlen Cenac, Jr., heredero de una dinastía petrolífera que en 2013 se declaró culpable de aportar 40.000 dólares en financiación ilegal de campañas, y que recientemente ha sido acusado de supuestos abusos sexuales a menores, incluyendo la supuesta violación de un niño de cuatro años.

Albritton, junto con otros dos recolectores de huevos Robert Beasley y Carl Wayne Pickle, están acusados de haber recogido ilegalmente unos 10.000 huevos por valor de medio millón de dólares. También se les ha acusado de fraude y extorsión. Además, se pagó a una cuarta persona, David Nellis, biólogo de 74 años, para que actuara como experto que «se aseguraba» de que los recolectores seguían las normas de preservación de aligátores.

Gatorama es un establecimiento junto a la carretera de Palmdale, visitada por miles de turistas cada año.
Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

La caza en la reserva

Matthew Evors accedió a hablar conmigo, aunque parecía algo nervioso. Quería contar su versión de la historia, ya que él también fue detenido. 

«Empecé a ir de rodeos con mis amigos. Un tío nativo americano para el que montábamos toros nos invitó a ir de caza y un día empezamos a hablar de los aligátores. Nos dijo: “Puedo hacer prácticamente lo que me dé la gana, puedo matar a un aligátor y como no necesito una etiqueta, podemos ganar mucho dinero si encontramos un comprador”».

Las familias con niños que visitan Gatorama pueden vivir experiencias directas con el reptil del estado, como por ejemplo tocar o sostener a uno de ellos.
Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

Esto se debe a que es legal que los nativos americanos cacen y pesquen fauna salvaje dentro de los límites de su reserva, sin necesidad de una licencia o de etiquetas de CITES. Pero según la ley, la presa debe emplearse como alimento.

Así que Evors empezó a buscar un comprador. «Bueno», continuó Evors, «un mes más tarde, mi amigo nativo americano recibe la llamada de un criadero de aligátores y le dicen que les han dado nuestro número de un tío en Tampa y que les interesaba hacer negocios legales con nosotros».

Matthew Evors y otros tres jóvenes, incluido un indio semínola llamado Chris Briscall, atrapaban aligátores en la reserva de Big Cypress y supuestamente los vendían ilegalmente a un criadero inaugurado por agentes encubiertos. Evors dice que no sabía que lo que hacían era ilegal.
Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

Según declaraciones juradas, el 26 de octubre de 2016 un agente encubierto que se hacía pasar por un empleado del criadero llamado Justin Rooks –policía encubierto– llamó a Chris Briscall, el nativo americano de 21 años que vivía en la reserva india de Big Cypress. Briscall le dijo que mataba a aligátores macho y que no necesitaba etiquetas porque estaba dentro de la reserva.

El 3 de noviembre, Briscall escribió a Rooks diciendo que tenía 17 aligátores vivos. Más tarde, Evors telefoneó a Rooks. Dijo que era amigo de Briscall y que los aligátores estaban en su camión y podía entregarlos ese mismo día. El 4 de noviembre, cuatro jóvenes entraron en un camión en la Sunshine Alligator Farm. Enseñaron a los aligátores, todos ellos atados con cinta aislante, y los midieron. Rooks acordó pagar 1.600 dólares y le dio un cheque a Briscall. Durante la transacción, Evors dijo que habían atrapado a los animales en una sola noche.

En los seis meses siguientes, los agentes se unieron a Briscall, Evors y sus dos amigos, Romano y Bustin-Pitts, en la reserva y siguieron reuniendo pruebas de sus conversaciones. Entonces, la mañana del 24 de mayo de 2017, sabiendo que Evors tenía 11 aligátores en su garaje, decidieron detenerlos. Cuando Evors abrió la puerta, llevando solo su ropa interior, no daba crédito de la situación.

Entre los cazadores de aligátores existe un respeto especial por los animales que atrapan. Evors lleva su respeto tatuado en el brazo.
Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

Según Evors, nadie le dijo nunca que cazar dentro de la reserva fuera ilegal y que, de haberlo sabido, hubiera dejado de hacerlo. También afirma que se omitieron detalles importantes, como los 51.000 dólares que los agentes supuestamente les ofrecieron a cambio de atrapar huevos ilegalmente dentro de la reserva. Según él, ha sido víctima de una trampa.

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La patrulla del pantano

De las nueve personas inculpadas en la operación «Alligator Thief», Wayne Nichols es el único acusado de actuar solo. Me habló de su primera visita a la Sunshine Alligator Farm y del hombre al que conoció allí. Fue a principios de mayo y Nichols acababa de abrir su negocio, Florida Lizards LLC, y buscaba crías para abastecerlo.

En Sebring Custom Tanning, los trabajadores tratan las pieles de aligátor con lima, creando una tonalidad blanca verdosa y una textura cerosa parecida a la de la goma en esta primera etapa del curtido.
Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

Curtis Blackledge, el agente encubierto, y Nichols empezaron a hablar. Nichols le habló de su negocio de safaris y Blackledge le ofreció su ayuda. Según declaraciones juradas, Nichols contactó con Blackledge dos días después para decirle dónde sería la cacería. Su cliente quería matar un aligátor. Lo que harían sería atrapar un aligátor del criadero de Nichols y transportarlo hasta una propiedad privada donde prepararían una cacería. Y eso es lo que ocurrió, según el documento judicial: el cliente disparó al aligátor y pagó 2.000 dólares a Nichols.

Preparar una cacería no es ilegal. Lo que puso a Nichols en apuros fue la acusación de que el aligátor de su criadero había sido capturado ilegalmente en un área de caravanas. La declaración jurada también cita otras ocasiones en las que Nichols no habría tenido los permisos o habría alterado etiquetas. También se le acusa de matar a un ave protegida con la que alimentó a sus aligátores.

Un taxidermista de Florida Trophy Gators retoca a un aligátor en una pose de camarero.
Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

Según Nichols, él disparó al ave a la que el [policía encubierto] le dijo que disparase. Y sobre los aligátores capturados ilegalmente, según él, no llegó a sacarlos del área de caravanas, sino que los liberó en la parte de atrás. Admitió no contar con los permisos, pero culpó al estado de haberse demorado en el envío y afirma que movió a los aligátores porque eran peligrosos para las personas.

Wayne Nichols, que dirige un negocio en la zona centromeridional de Florida llamado Red Eye Safaris, fue detenido en mayo de 2017 por supuestamente haber capturado aligátores ilegalmente y haber matado a un ave protegida.
Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

Nichols me confió que no estaba preocupado por los cargos a los que se enfrentaba. «No hice lo que dicen que hice», afirmó. Pero «si Albritton hizo lo que dicen que hizo [capturar 10.000 huevos ilegalmente], se merece lo que le den, pasará tiempo en prisión. Y si esos agentes se hubieran mantenido callados un poco más, habrían pillado a mucha más gente. Solo han arañado la superficie».

Rene Ebersole escribe sobre ciencia y medio ambiente en muchas publicaciones, entre ellas Outside, Popular Science, The Nation Audubon. Puedes seguirla en Twitter y Linkedin.

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