Un pez con «navaja» incorporada y otras armas secretas de los animales

De arpones a colmillos giratorios, muchas criaturas dependen de armas ocultas para mantener a raya a los depredadores.

Por Liz Langley
Publicado 8 may 2018, 15:50 CEST
Gallipato
Un gallipato sobre una roca en España. Este anfibio tiene un método defensivo escabroso contra los depredadores.
Fotografía de Martin Withers, Flpa, Minden Pictures, National Geographic Creative

Las armas de los animales suelen ser demasiado obvias para ser secretas.

Es difícil ignorar las astas de un alce y los cuernos de un escarabajo, por ejemplo, que se convierten en «carteles» que anuncian su capacidad para luchar, según Doug Emlen, biólogo de la Universidad de Montana en Missoula y autor de Animal Weapons: The Evolution of Battle.

Pero hay algo que decir sobre el elemento sorpresa, por eso hemos decidido investigar a algunas criaturas con armas secretas.

Peces piedra: una navaja en la cara

Estos maestros del camuflaje del Indo-Pacífico son los más venenosos del mar, pero eso no es todo. Un reciente estudio ha descubierto que también esconden una navaja en su rostro.

El denominado sable lacrimal es una protuberancia ósea bajo sus ojos.

«Lo que diferencia a este animal es que pueden sacarla y mantenerla fuera», blandiendo la hoja ante posibles depredadores, según explica el líder del estudio W. Leo Smith, biólogo evolutivo en la Universidad de Kansas en Lawrence.

Smith se ha pinchado con especímenes muertos y compara la sensación del pinchazo con «una aguja de cactus enorme o una chincheta», un inusual caso de un pez atrapando a un humano en su particular anzuelo.

Un pez piedra de arrecife imita un arrecife de coral en Bali, Indonesia.
Fotografía de Fred Bavendam, Minden Pictures, National Geographic Creative

Serpiente Atractaspis: un colmillo giratorio

La serpiente venenosa Atractaspis de África oriental y Oriente Medio ni siquiera tiene que darte una señal de advertencia abriendo la boca para morderte.

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    Una articulación esférica en su mandíbula le permite sacar un colmillo hacia fuera y enganchar a una víctima desprevenida sin que el reptil tenga que abrir la boca.

    Gallipato: unas costillas que pinchan

    En 2009, Egon Heiss, de la Universidad de Viena, descubrió que el gallipato puede extender sus costillas y sacar sus puntas a través de su propia piel como método defensivo contra los depredadores.

    También secretan una sustancia pegajosa y venenosa a través de los poros para exponer a sus oponentes a un doble peligro.

    Alberto Joven Araus, del Karolinska Institute en Estocolmo, ha secuenciado el genoma del anfibio y le ha pinchado en alguna ocasión.

    Según él «parecen pequeñas agujas pinchándote superficialmente», y aunque es difícil decir cuántas costillas te pinchan, «la reacción es soltar al animalito puntiagudo».

    Caracoles cono: un arpón mortal

    ¿Crees que los caracoles son lentos? Eso es lo que quieren que pienses.

    Los caracoles cono tienen un sifón que se parece a una trompita de elefante y que utilizan para oler a los peces.

    El espeluznante mundo animal: los caracoles "zombis"

    Con un arpón con aspecto de aguja, disparan una toxina paralizante a sus presas más rápido de lo que el ojo puede ver. A continuación, envuelven al pez indefenso en su sifón, devorando a animales tan grandes como ellos mismos.

    Pitohuí con capucha: plumas tóxicas

    El pitohuí con capucha de Nueva Guinea «tiene tantas toxinas en la piel y en las plumas que se te meterían en las manos cuando lo sostienes», explica Jack Dumbacher, comisario del departamento de ornitología y mastozoología en la Academia de las Ciencias de California.

    Dumbacher, que descubrió la defensa química del ave a principios de los 90, ha experimentado de primera mano los efectos del mismo. Si la toxina te llega a la cara o la boca, «puede provocar una sensación de quemazón y posiblemente de entumecimiento, si hay mucha».

    Las aves utilizan las mismas toxinas que las ranas venenosas de dardo del género Phyllobates y solo sostenerlas puede provocar síntomas similares a los de la alergia, según Dumbacher. Las aves probablemente obtienen estas toxinas alimentándose de un escarabajo tóxico.

    ¿Ves? Somos lo que comemos.

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