Las extinciones provocadas por humanos hacen retroceder a los mamíferos millones de años

Los mamíferos dominaron el mundo tras la última extinción masiva. Ahora, un mamífero está destruyendo todo eso: nosotros.

Por Christie Wilcox
Publicado 18 oct 2018, 16:40 CEST
Panda rojo
Los pandas rojos representan 31 millones de años de historia evolutiva, pero ahora se encuentran en peligro de extinción.
Fotografía de Gerry Ellis, Minden Pictures, Nat Geo Image Collection

Suele decirse que la extinción es la norma, no la excepción; al fin y al cabo, el 99,9 por ciento de todas las especies que han existido en la Tierra se han extinguido. En cierto sentido, es cierto. La vida en este planeta se ha endurecido tras cinco extinciones masivas en las que un gran número de especies ha desaparecido durante periodos de tiempo relativamente cortos. Tras cada una de ellas, la vida se recuperó finalmente.

Pero la palabra clave de esa frase es finalmente. Muchos científicos afirman que estamos en medio de una sexta extinción masiva y las especies mueren 100 veces más rápido que en el pasado. Además, según un nuevo estudio, los mamíferos tardarán varios millones de años en recuperarse de las extinciones que se han producido por nuestra culpa.

La escala de la pérdida

«Independientemente de por dónde lo mires, los mamíferos van a tardar mucho tiempo en recuperarse», explica Matt Davis, paleontólogo del Centro para la Biodiversidad en un Mundo Cambiante (BIOCHANGE) de la Universidad de Aarhus en Dinamarca y autor principal de un artículo científico publicado esta semana en Proceedings of the National Academy of Sciences.

Davis, con la ayuda de los ecólogos Søren Faurby y Jens-Christian Svenning y empleando financiación de la Carlsberg Foundation, se dispuso a determinar el porcentaje de historia evolutiva que se ha perdido en el linaje de los mamíferos desde el auge de los humanos modernos tras la última glaciación (aproximadamente, en los últimos 130.000 años). Además de contar el número de especies de mamíferos extintas (unas 300, por si tenías curiosidad), determinaron lo evolutivamente diferente que era cada especie. Es decir, la cantidad de tiempo que pasó evolucionando de forma independiente, o en otras palabras, su diversidad filogenética.

Si piensas en la vida como en un árbol, entonces esta singularidad evolutiva se parece a la longitud de la rama de cada especie o grupo de especies. Cuanto más larga es la rama, más habrá cambiado la especie desde que se separó de sus ancestros compartidos. Según los modelos del equipo, en el último par de cientos de miles de años, hemos perdido casi 2.500 millones de años de historia evolutiva.

«Con la extinción de tanta megafauna, hemos perdido un gran fragmento de espacio funcional y unas de las ramas más largas del árbol evolutivo», explica Davis. «Este tipo de patrón no es habitual en las extinciones que conocemos por el registro fósil, de forma que entramos en territorio desconocido».

Los autores calcularon que, teniendo en cuenta el ritmo actual de las extinciones, perderemos aún más mamíferos en los próximos 50 años y tardaremos de tres a cinco millones de años en recuperar los niveles de biodiversidad actuales. Si queremos recuperar el nivel de diversidad de los mamíferos que existían antes de nuestra especie, tardaríamos de cinco a siete millones de años. Además, como los cuerpos de gran tamaño se desarrollan más lentamente que los pequeños, se tardará aún más en recuperar la pérdida de diversidad en grandes mamíferos, como los mamuts, que se produjo hace entre 2.000 y 50.000 años. Y eso es «en el mejor de los casos», afirma Svenning.

Sopesando lo que importa

«Cualquier estudio como este siempre es una especie de estudio a grandes rasgos, porque hay muchas partes móviles, pero los autores lo han recopilado maravillosamente», afirma el ecólogo evolutivo Will Pearse, de la Universidad del Estado de Utah, que no estaba vinculado a la investigación. Los hallazgos no le resultan tan sorprendentes, pero todavía le perturban y afirma que «se estremeció» cuando leyó la parte de cuánto tardaría en recuperarse. «El estudio demuestra que estamos a punto de perder tanta diversidad que quizá no se recupere durante la vida de nuestra propia especie», afirma. «Y si eso no es motivo de preocupación, no sé qué puede serlo».

El biólogo evolutivo Arne Mooers, de la Universidad Simon Fraser, Canadá, también cree que el estudio no resulta sorprendente, sino preocupante, y se pregunta cómo utilizarán estos hallazgos las políticas de conservación del futuro. «Es la respuesta de los 20.000 dólares, porque llega al corazón de lo que los biólogos de conservación intentan conservar», afirma Mooers.

El indri, en grave peligro de extinción, ha evolucionado independientemente de los lémures durante 19 millones de años. Su extinción prevista dentro de la siguiente mitad de siglo representa una gran pérdida de historia evolutiva.
Fotografía de Joël Sartore, Nat Geo Image Collection

Sin embargo, todavía no está claro cómo salvar la brecha entre investigación y políticas de conservación. «Hasta ahora, la diversidad filogenética ha sido en gran medida un tema académico y no se ha aplicado demasiado a la conservación sobre el terreno», explica Davis, que cree que eso debería cambiar. «La diversidad filogenética no es el único parámetro que deberíamos emplear, pero deberíamos emplearlo mucho más».

Según Christopher Lean, filósofo de ciencia en la Universidad Nacional de Australia que no formó parte del equipo de investigación, el tiempo y el dinero son limitados, de forma que estudios como este plantean preguntas sobre cómo deberían destinarse dichos recursos. Explica que el estudio es «fundamental» para la ciencia de la conservación, ya que insiste en la importancia de preservar la diversidad evolutiva.

«Actualmente, perdemos linajes con una historia evolutiva única a un ritmo devastador», afirma. «Cuando perdemos especies diferentes, perdemos patrimonio evolutivo y las singulares posibilidades que contiene este patrimonio».

Pearse no considera que estos hallazgos cambien la forma de llevar a cabo las labores de conservación, sino que subrayan la urgencia y la magnitud de esta tarea. «Para mí, la parte más triste de esto es toda la historia que perdemos», afirma. «Cuando acabamos con una especie, privamos a nuestros hijos de millones de años de historia única e ininterrumpida».

Señala que somos mucho menos frívolos respecto a la protección de antiguos artefactos humanos. «Stonehenge tiene unos 5.000 años de antigüedad y nunca lo destruiríamos, pero 5.000 años apenas son nada si los comparas con una de las ramitas más cortas del árbol de la vida de los mamíferos que tan dispuestos estamos a cortar».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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