Estas ballenas amenazadas están demasiado delgadas, algo que preocupa a los expertos

Según un nuevo estudio, las ballenas francas glaciales tienen una complexión peor que la de sus parientes australes, en parte porque se quedan enganchadas en las artes de pesca.

Por Haley Cohen Gilliland
Publicado 21 may 2020, 13:00 CEST
Una ballena franca glacial y su cría

Una ballena franca glacial hembra y su cría nadan en la costa de Florida. Solo quedan poco más de 400 ejemplares de esta especie en todo el planeta.

Fotografía de Brian J. Skerry, Nat Geo Image Collection

Los científicos que investigan a las ballenas francas glaciales o ballenas de los vascos tienen muchos motivos para preocuparse: solo quedan 409 de estos majestuosos mamíferos marinos y los peligros a los que se enfrentan son enormes. Estas ballenas en peligro de extinción habitan las aguas concurridas de la costa atlántica, donde deben nadar por rutas marítimas abarrotadas y columnas de agua obstruidas por las artes de pesca.

Ahora, un nuevo estudio aporta otro motivo de alarma: parece que las ballenas francas glaciales tienen una complexión peor que al de sus parientes más cercanas, las ballenas francas australes.

Aunque habitan áreas diferentes (las australes prefieren los mares relativamente tranquilos al sur del ecuador, mientras que las glaciales viven en las aguas con mucho tránsito del este de Norteamérica), ambas especies comparten una genética similar y la misma historia desafortunada.

Las ballenas francas pueden medir de 13 a 16 metros y pesar hasta 70 toneladas. Su nombre en inglés (right whales) se deriva de los balleneros, que las consideraban los blancos adecuados (right) porque nadan despacio, se quedan cerca de la orilla y flotan cuando las atraviesan con un arpón. Entre los siglos XI y XX, la caza de ballenas diezmó a las tres especies de ballena franca (la del Atlántico Norte, la del Pacífico Norte y la austral) y algunas quedaron reducidas al cinco por ciento de su población original.

En 1935, la Liga de las Naciones prohibió la caza de ballenas francas y desde entonces las australes han dado pasos agigantados hacia la recuperación. Su población de más de 10 000 ejemplares crece a un ritmo saludable y algunos grupos se expanden hasta un siete por ciento al año. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza las clasifica como preocupación menor.

Entre 1990 y 2010, la población de ballenas francas glaciales también se recuperó, de 270 ejemplares a 483 en 2010. Sin embargo, durante la última década ha vuelto a decrecer, en gran medida por las colisiones con barcos y por quedarse atrapadas en las artes de pesca.

Para estudiar por qué han divergido las dos especies de cetáceos, Fredrik Christiansen, ecofisiólogo marino del Instituto de Estudios Avanzados de Aarhus, en Dinamarca, recurrió a los drones para comparar su complexión corporal desde el cielo.

Christiansen se quedó perplejo por el aspecto demacrado de las ballenas francas glaciales y las describió como «delgadísimas». Por su parte, las ballenas francas australes «parecían una pista de aterrizaje... básicamente podías montar una tienda de campaña en su espalda», bromea Christiansen, que ha recibido financiación de la National Geographic Society.

Una ballena franca glacial sale a la superficie en Cape Cod, Massachusetts.

Fotografía de Brian J. Skerry, Nat Geo Image Collection

Los autores señalan que mala complexión, que en parte se debe al agotamiento por arrastrar las artes de pesca, explicaría por qué los animales están reproduciéndose tan lentamente.

«Creemos que la especie está en peligro», afirma Peter Corkeron, coautor y líder del equipo de investigación de cetáceos del Centro de Vida Marina Anderson Cabot. «Pero esta investigación demuestra que los individuos también están en peligro... Sin una intervención masiva, desaparecerán en 20 años».

El tamaño importa

En colaboración con otros 17 investigadores de ballenas de todo el mundo, Christiansen fotografió desde el aire 523 ballenas francas australes y glaciales en varias etapas de la vida: crías, ballenas inmaduras, ballenas adultas y hembras lactantes.

Mediante la fotogrametría (la ciencia de obtener dimensiones a partir de las fotos), Christiansen y su equipo analizaron las imágenes para comparar la longitud y la anchura de las dos especies de ballena.

A continuación, usaron los volúmenes corporales estimados para deducir un «índice de estado corporal» o, en términos menos científicos, la gordura relativa.

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    Descubrieron que las ballenas francas glaciales juveniles, adultas y hembras lactantes se encontraban en un estado mucho peor que sus homólogas australes.

    Según el estudio, publicado recientemente en Marine Ecology Progress Series, las madres parecían estar en muy mala forma.

    Comparadas con las ballenas francas australes de tamaño similar, pesaban una media de un 20 por ciento menos, una diferencia de unos 4500 kilogramos.

    Un estudio «importantísimo»

    Esto explicaría el declive de la especie, según Christiansen: tener una cría consume mucha energía y, cuanto más delgada esté la ballena, más tiempo podría necesitar para recuperarse entre los partos.

    Recientemente, las ballenas francas glaciales han dado a luz cada siete años frente a los tres de las australes.

    «Para evaluar el estado corporal de una ballena, tienes que medir cómo de gorda está en general, así que este es un estudio importantísimo. No puedes llevar una ballena al médico, colocarla sobre la mesa y tomarle la temperatura», afirma Victoria Rowntree, bióloga de ballenas francas en la Universidad de Utah que no participó en la investigación.

    80 bolsas de plástico: las responsables de la muerte de una ballena
    El 28 de mayo, encontraron a una ballena en un canal del sur de Tailandia, con dificultades para nadar. Un equipo de veterinarios rescató a la ballena e intentó tratar al animal malnutrido. La ballena regurgitó varias bolsas de plástico, pero murió el 1 de junio. Durante una necropsia retiraron de su estómago más de 7,7 kilogramos de plástico, incluidas más de 80 bolsas de plástico y otros restos. La ballena había muerto de hambre, ya que los residuos plásticos le impidieron alimentarse.

    ¿Por qué están tan delgadas?

    El estudio ofrece tres explicaciones posibles de la delgadez de las ballenas francas glaciales.

    La primera son las artes de pesca: varios estudios sugieren que más del 85 por ciento de las ballenas francas glaciales se han quedado atrapadas en redes, sedales u otro equipo pesquero al menos una vez en la vida. Entre 2017 y 2020, las artes de pesca mataron a siete ballenas, el equivalente a casi un dos por ciento de la población superviviente. Durante ese mismo periodo, otras nueve ballenas murieron por colisiones con barcos.

    Aunque las artes de pesca pueden matar, muchas ballenas sobreviven y arrastran las pesadas cuerdas tras ellas, quemando muchas calorías al hacerlo. El ruido del tráfico marítimo es otra fuente de estrés y, por consiguiente, de consumo energético.

    Finalmente, el calentamiento oceánico ha hecho que migre al norte el alimento básico de la dieta de la ballena franca glacial: los copépodos, unos crustáceos diminutos. Esto obliga a las ballenas (que deben consumir unos 900 kilogramos de comida al día) a salir de las áreas protegidas para alimentarse, lo que las hace más vulnerables a las colisiones con barcos y a engancharse en las artes de pesca.

    Motivos de esperanza

    Un resultado que ha sorprendido a los autores del estudio es que las crías de ballena franca glacial de menos de cuatro meses no presentaban un estado corporal peor que el de las crías australes de la misma edad. En cambio, sí descubrieron que las ballenas francas glaciales juveniles eran mucho más escuálidas que sus parientes australes.

    Esto sugiere que, si se redujeran los factores de humanos que provocan estrés a las ballenas francas glaciales, las crías de esta especie podrían desarrollarse de forma más saludable.

    Varias causas judiciales pendientes en Estados Unidos (una contra agencias federales como el Servicio Nacional de Pesca Marina y otra contra el estado de Massachusetts) pretenden ampliar las protecciones de las ballenas francas glaciales para reducir los incidentes con las artes de pesca de langosta.

    «Cuando ves a crías de tres meses [después de nacer], miden la mitad que su madre. Es increíble que pueda sobrevivir a amamantar a esa bola de carne que nada junto a ella», reflexiona Christiansen. «Y es entonces cuando te das cuenta de que ya están esforzándose al límite».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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