Los misteriosos denisovanos se cruzaron con los humanos modernos

El ADN moderno sugiere que los denisovanos tenían una diversidad sorprendente y podrían haber sido los últimos humanos en la Tierra, además de los Homo sapiens.

Por Maya Wei-Haas
Publicado 12 abr 2019, 14:32 CEST
Neandertal
Estos ojos penetrantes pertenecen a la reconstrucción de un neandertal, un antiguo pariente humano que compartió el planeta con los denisovanos y los humanos modernos. La investigación genética sugiere que se extinguieron antes de los denisovanos.
Fotografía de Joe Mcnally, Nat Geo Image Collection

Hace casi una década, un fragmento del hueso de un meñique descubierto en Siberia presentó al mundo un nuevo tipo de humano antiguo. Estos parientes de los neandertales —llamados denisovanos por el nombre de la cueva en el macizo de Altái donde se encontró el hueso— habitaron Asia durante decenas de miles de años. Sin embargo, no se ha descubierto ningún rastro fósil además de ese hueso fosilizado, unos dientes y un fragmento de cráneo, todos hallados en la cueva de Denisova.

Un estudio publicado en Cell añade un giro nuevo y sorprendente a este misterio. El ADN de una enorme muestra de habitantes del Sudeste Asiático sugiere que los denisovanos podrían ser no solo uno, sino tres tipos de humanos diferentes, uno de los cuales difiere tanto de otros denisovanos como estos de los neandertales.

Es más, mientras que los denisovanos convivieron con los humanos durante milenios, un grupo podría haber sobrevivido a los neandertales, que desaparecieron hace unos 40.000 años. Según el estudio, estos denisovanos coexistieron y se cruzaron con los humanos modernos en Nueva Guinea hasta hace al menos 30.000 años —o quizá hasta hace solo 15.000 años—, una fecha que, de confirmarse, significaría que los denisovanos fueron los últimos humanos conocidos que poblaron la Tierra, además de nosotros.

Los miembros de la tribu asmat, en Papúa Nueva Guinea, participan en la fiesta de la resurrección de Jipae, en la provincia de Papúa Occidental. Los investigadores sugieren que los genomas de los papúes modernos portan trazas de dos grupos diferentes de denisovanos. Estos enigmáticos homínidos, un grupo emparentado con los neandertales, se conocen a partir de unos pocos fósiles y el ADN que transmitieron a lo largo de miles de generaciones.
Fotografía de Joshua Irwandi

Este provocador hallazgo se suma a una serie de descubrimientos recientes que apuntan a una increíble diversidad entre los homínidos en la antigua Asia y que incluye el hallazgo de una nueva especie, el Homo luzonensis, en las Filipinas.

«De repente, esto se ha cristalizado en el núcleo de la diversidad de poblaciones arcaicas en las islas del Sudeste Asiático», afirma el coautor del estudio Murray Cox, de la Universidad de Massey en Nueva Zelanda, refiriéndose a las Filipinas, Malasia y los otros archipiélagos que componen la vasta región marítima del subcontinente asiático.

Sharon Browning, de la Universidad de Washington, expresa emoción y cautela ante los resultados y sus posibles significados. En 2018, Browning y sus colegas identificaron dos olas de mestizaje de denisovanos y humanos modernos, que amplía el nuevo estudio.

«Es solo una pequeña parte de la historia. Pero cada pequeña parte nos ayuda a completarla», afirma sobre la nueva investigación.

Es probable que los predecesores de los denisovanos se separaran de sus parientes neandertales hace al menos 400.000 años. Y mientras los neandertales se expandieron por Europa y Oriente Medio, los denisovanos se extendieron por Asia y se aparearon con los ancestros de los humanos modernos de ascendencia asiática. Al hacerlo, los denisovanos dejaron sus huellas genéticas en el Homo sapiens durante generaciones, lo que aporta más pruebas sobre su especie.

Historia evolutiva y salud humana

Inicialmente, Cox y sus colegas no tenían el objetivo de investigar la diversidad de los denisovanos. Al equipo le interesaba mejorar la atención médica en Indonesia y las regiones vecinas de la zona marítima del Sudeste Asiático. Comprender mejor las variantes genéticas vinculadas a la enfermedad en la región podría llevar a tratamientos centrados más específicamente en dichas poblaciones.

«Es muy importante para nosotros», afirma Herawati Sudoyo, autora del estudio e investigadora del Instituto Eijkman de Indonesia, que se asoció con un equipo internacional para este último trabajo. Aunque Indonesia es un país muy diverso que alberga a muchas personas genéticamente diferentes, señala que «no se estaba haciendo un estudio genético porque la tecnología todavía no había llegado a Indonesia».

Entre las diferencias genéticas que distinguen a estos grupos diversos figuran aquellas con signos reveladores de que las divisiones entre poblaciones tuvieron lugar en el pasado. El mestizaje entre los H. sapiens que llegaron desde África y otros humanos antiguos insertó trocitos de ADN de dichos parientes arcaicos que se transmitieron de generación en generación hasta el presente. En la actualidad, las poblaciones no africanas poseen hasta un dos por ciento de ADN neandertal, parte del cual es ventajoso y ayuda al sistema inmunológico humano a protegerse de enfermedades infecciosas.

La profesora asmat Maria Fransiska (Chika) Danuk, de 23 años, se prepara para su boda. Los investigadores pretenden obtener información sobre los vestigios genéticos que dejaron los denisovanos en el ADN de los papúes modernos para mejorar su calidad de vida.
Fotografía de Joshua Irwandi

Pero los neandertales no fueron el único pariente humano con el que se mezcló el H. sapiens después de salir de África hace unos 64.000 años. La mayoría de las personas de ascendencia asiática son portadoras de cierta cantidad de ADN denisovano, pero es particularmente elevado en los melanesios, cuyos genomas son hasta un seis por ciento denisovanos. Se cree que los ancestros de los melanesios modernos se encontraron y se mezclaron con estas poblaciones antiguas de camino a su hogar isleño.

Para interiorizar en este legado, Cox y su equipo secuenciaron 161 genomas de 14 grupos isleños de toda Indonesia y Nueva Guinea. Combinaron estos datos con 317 genomas de todo el mundo y compararon los datos con los genomas de neandertales y los denisovanos de Altái. Al alinear el antiguo ADN denisovano con las pequeñas partes denisovanas de los papúes modernos, el equipo esperaba observar un solo pico, donde se acumularía el ADN papú moderno. Sin embargo, se dividió en dos picos separados.

«O bien era el artefacto más aburrido del mundo o era algo que sería interesantísimo», afirma Cox.

La cueva de Denisova, que vemos aquí, es el único lugar donde se han descubierto restos fósiles de denisovanos. Pero sus extendidas huellas genéticas en poblaciones modernas sugieren que aún hay más por descubrir.
Fotografía de Robert Clark
Se conoce la existencia de los denisovanos a partir de unos pocos restos: tres dientes, el hueso de un meñique y un fragmento de cráneo. Uno de sus rasgos definitorios es la sorprendente robustez de sus dientes, como este molar hallado en la cueva de Denisova.
Fotografía de Robert Clark

Leyendo la sopa genética

Según el nuevo estudio, este doble pico es muy interesante. Es probable que representen dos grupos diferentes de denisovanos en Nueva Guinea que son genéticamente diferentes de los denisovanos de la cueva del macizo de Altái.

Un grupo, que se mezcló con los humanos modernos que viven en el Sudeste Asiático y la India, se dividió de los denisovanos de Altái hace unos 363.000 años, menos de 50.000 años después de que el linaje de los neandertales se dividiera de su ancestro común.

«Estoy totalmente de acuerdo con eso», afirma Bence Viola, paleoantropólogo de la Universidad de Toronto y experto en la poco conocida morfología de fósiles denisovanos. Señala que en 2010, cuando sus colegas y él describieron a los denisovanos por primera vez, los científicos observaron que el ADN de homínidos antiguos en melanesios modernos era diferente del extraído del hueso y el diente de la cueva de Denisova. En 2014, sus colegas y él estimaron que estas poblaciones de denisovanos se separaron hace entre 276.000 y 403.000 años, periodo en el que se encuentra la nueva fecha propuesta.

Pero la incógnita real del nuevo estudio es el posible tercer grupo de denisovanos que parece haberse mezclado exclusivamente con los ancestros de las poblaciones de la actual Nueva Guinea, quizá miles de años después de que los denisovanos y los neandertales se considerasen extintos.

Este resultado ha hecho que los científicos se paren a pensar. Por su parte, los autores del estudio proponen que esto significa que los denisovanos hallaron un modo de atravesar las profundas aguas con corrientes intensas, un obstáculo que solo se consideraba salvable por parte de humanos modernos con barcos. Pero una serie de hallazgos en el siglo presente han rebatido esta idea: el Homo floresiensis de Indonesia, que habitó Flores hace quizá 700.000 años; las herramientas de piedra de entre 118.000 y 194.000 años de antigüedad de la isla de Célebes, en Indonesia; y más recientemente, la nueva especie de 50.000 años, el H. luzonensis, en las Filipinas.

Pero aún se debate si esto se aplicaría a los denisovanos.

«El problema es que sencillamente no contamos con pruebas arqueológicas ni fósiles de humanos premodernos en Nueva Guinea ni Australia», afirma Viola. Según él, eso no significa que no existan, pero «hay demasiadas incógnitas».

Benjamin Vernot, genetista evolutivo que desarrolló algunos de los métodos empleados en este último análisis, tiene otras inquietudes ante la forma en que se analizaron los datos. Aunque el equipo identificó trazas grandes y pequeñas de ADN denisovano en los genomas modernos, limitaron su análisis a los segmentos de ADN más largos identificados como denisovanos para garantizar con la mayor seguridad posible que la identificación fue correcta.

Aunque Vernot está de acuerdo con este razonamiento, dice que «siempre sospecho un poco cuando un resultado que obtienes te exige realizar un análisis, identificar decenas de miles de factores y después extraer 500 de entre ellos y llevar a cabo tu análisis basándote en eso».

A pesar de todo, Vernot y otros investigadores se muestran optimistas ante lo que se puede deducir de los nuevos conjuntos de datos genéticos ahora que otros pueden descargar y analizar la sopa de letras. «Así funciona la ciencia», afirma.

Por su parte, Cox, Sudoyo y sus colegas están trabajando para comprender cómo influyen las trazas de ADN denisovano en la salud humana moderna. Aunque se necesitará mucha más investigación, ya tienen indicios prometedores de que algunos de los genes desempeñan papeles fundamentales en el sistema inmunológico y en el metabolismo de las grasas. Y a Cox le emociona lo que le depara el futuro a la investigación indonesia.

«Tengo la corazonada de que aparecerán otras historias más interesantes en esta región».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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