¿Cuánto tiempo permanece el coronavirus dentro del cuerpo?

Los expertos aún intentan comprender por qué algunos pacientes de COVID-19 padecen recaídas, a veces semanas o meses después de haber presentado los primeros síntomas.

Por Lois Parshley
Publicado 4 jun 2020, 11:33 CEST, Actualizado 30 nov 2021, 16:48 CET
Pulmones 3D

Una imagen en 3D de una tomografía muestra los síntomas de la COVID-19 en los pulmones y los daños generales que causa el virus en el cuerpo en un hospital estatal de Moscú, Rusia, el 22 de mayo de 2020.

Fotografía de Sefa Karacan, Anadolu Agency via Getty Images

El viernes, 13 de marzo de 2020 fue un día desafortunado para Fiona Lowenstein. Durante el fin de semana, la mujer de 26 años empezó a tener fiebre, después a toser y al final le costaba tanto respirar que apenas podía hablar. En el hospital, Lowenstein dio positivo en COVID-19. La ingresaron y le administraron oxígeno. Dos días después, mejoró lo suficiente para volver a casa, pero sus síntomas no remitieron.

Empezó a tener diarrea, perdió el sentido del olfato, le dolía la garganta y tenía ronchas. Y lo más inquietante: casi un mes después de los síntomas iniciales, desarrolló una fatiga intensa y cefaleas fuertes. Lowenstein empezó a confundir las palabras, le costaba centrarse y olvidaba lo que quería decir en medio de la frase.

«Me sentí como si me hubiera atropellado un camión», cuenta. «Había días en los que era capaz de trabajar, y al día siguiente no podía ni salir de la cama». Los expertos aún intentan comprender por qué algunos pacientes de COVID-19 como Lowenstein padecen este tipo de recaída, a veces semanas o meses después de haber presentado los primeros síntomas.

Desde que se descubrió que algunos pacientes tienen dificultades a largo plazo porque el coronavirus permanece en sus tejidos, los investigadores comenzaron a investigar cuánto tiempo permanece vivo el virus dentro del cuerpo, una situación denominada persistencia viral.

Puede ser diferente del periodo durante el que una persona que ha padecido la COVID-19 puede diseminar fragmentos virales, que a veces puede desembocar en falsos positivos en los test de diagnóstico. 

Desde el principio fue muy importante entender la persistencia de la COVID-19, ya que saberlo determina cuánto tiempo es contagiosa una persona, cuánto debería durar el aislamiento de los pacientes y si es posible reinfectarse. 

«Persistencia es una palabra compleja», afirma Mary Kearney, científica que estudia la resistencia a los medicamentos anti-VIH en el Centro para la Investigación del Cáncer del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos. Es particularmente complejo, dice, porque aún no se conoce al 100 por cien cómo puede variar la persistencia del coronavirus entre individuos o incluso entre órganos.

Galería relacionada: La vacunación contra la COVID-19 en el fin del mundo.

El coronavirus tiene un genoma compuesto de ARN, no ADN, señala Kearney. En otras familias de virus ARN, como la hepatitis C, las infecciones persistentes pueden provocar hepatopatía o cáncer incluso décadas después de la infección original. «Si existe persistencia a largo plazo, puede haber consecuencias a largo plazo», afirma. Aunque estas respuestas aún no son evidentes para la COVID-19 debido a su novedad, deberían investigarse.

En octubre de 2020, Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) afirmó que el coronavirus puede permanecer en el cuerpo hasta tres meses. 

Al poco tiempo de comenzar la pandemia, las organizaciones de salud advirtieron que, para la mayoría de las personas, los síntomas duraban poco. Sin embargo, desde entonces se vio que hay personas cuyos síntomas duran mucho más.

Otro informe de CDC, publicado en julio de 2020, afirmó que el 35 por ciento de las personas que sufrieron casos leves de COVID-19 no volvieron a su estado de salud habitual hasta dos o tres semanas después de dejar de dar positivo. El síndrome post-COVID es el nombre que se le ha dado a los síntomas furtivos que algunas personas continúan teniendo meses después.

Persistencia vs. reinfección

Los expertos usan tres categorías generales para definir la persistencia. Con infecciones virales agudas —como el norovirus estomacal— se desarrollan síntomas rápidos y después se produce una recuperación total en cuestión de días.

Otros invasores diminutos se quedan, entre ellos el virus de la varicela-zóster que inicialmente causa la varicela, pero después permanece latente en las neuronas durante el resto de la vida del paciente. Otros, como el poliovirus, son agudos en la mayoría de los pacientes, pero persistentes en unos pocos que tienen dificultades a la hora de depurar el virus del cuerpo.

Un factor complicado de la COVID-19 es que muchos de los test que usan los médicos que rastrean a pacientes —o los investigadores que hacen frotis de los interruptores de los hospitales— utilizan el método de la reacción en cadena de la polimerasa (PCR, por sus siglas en inglés). Este test busca los fragmentos genéticos del virus que expulsa una persona cuando respira o en muestras de heces, orina u otras secreciones. Un test PCR puede determinar si alguien ha contraído la enfermedad recientemente, pero no puede distinguir entre el virus vivo que se multiplica y los restos virales no infecciosos.

«Aunque el virus haya dejado de ser infeccioso, hay un periodo en el que aún puedes detectar su ARN», explica Andrew Karaba, investigador de enfermedades infecciosas en la Universidad Johns Hopkins (Estados Unidos).

Para detectar virus vivos, hay que cultivarlos a partir de muestras en placas de Petri o matraces de cultivo celular. No es un proceso sencillo; los frotis nasales pueden secarse demasiado o pueden no recoger una célula infectada. En otros casos, la muestra podría no contener suficientes partículas virales para el cultivo. Es más, los CDC estadounidenses aconsejan que el virus SARS-CoV-2 solo se aísle y se estudie en laboratorios con bioseguridad de nivel 3 o superior.

Aunque la cantidad de estudios sobre el SARS-CoV-2 con virus vivos ha sido limitada, algunos ofrecieron pronto pistas sobre cuánto tiempo podía durar el virus. En abril de 2020, un estudio alemán analizó nueve casos leves y descubrió que los virus vivos no pueden cultivarse a partir de frotis de garganta o muestras de esputo ocho días después del comienzo de los síntomas. El trabajo también desveló que las personas emiten una cantidad elevada de ARN viral durante los primeros días de la infección.

Otro estudio publicado en la revista Nature aisló el virus vivo de nueve pacientes de COVID-19 durante su primera semana de síntomas. Uno de ellos tenía virus que aún podían cultivarse nueve días después. Los investigadores también encontraron fragmentos de ARN viral en varias muestras 31 días después.

Un tercer estudio de 89 ancianos que vivían en residencias publicado el 28 de mayo de 2020 en el New England Journal of Medicine también desveló que los pacientes pueden diseminar el virus durante un máximo de nueve días.

En octubre de 2020, Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) afirmó que el coronavirus puede permanecer en el cuerpo hasta tres meses. 

La recaída

Determinar los periodos reales de persistencia viral sirve para saber si es posible reinfectarse con la COVID-19, si se desarrolla una inmunidad duradera y, en última instancia, cuánto tiempo deben permanecer aisladas las personas enfermas.

Desde un principio, la reinfección no parecía ser la explicación de los casos con aparentes síntomas duraderos. A mediados de 2020, los CDC de Corea del Sur rastrearon los contactos de 285 pacientes que habían vuelto a dar positivo tras un resultado negativo del test PCR. El estudio no halló evidencias de que ninguno de los pacientes pudiera transmitir el virus a los demás o de que fueran reinfectados por los contactos que los rodeaban.

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    “Cuando los virus infectan células duraderas, como las neuronas, el sistema inmunitario no puede permitirse destruirlas.”

    «Normalmente, cuando alguien se recupera de infecciones virales agudas, su respuesta inmunitaria mata las células afectadas para eliminar el virus», afirma Diane Griffin, viróloga de la Facultad Bloomberg de Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins. Pero cuando los virus infectan células duraderas, como las neuronas, el sistema inmunitario no puede permitirse destruirlas. Eso quiere decir que «en realidad no te deshaces de todo el genoma del virus», explica; más bien, el virus podría ocultarse en algunas partes del cuerpo durante periodos prolongados.

    De ser así, esta persistencia podría ser fundamental para la inmunidad a largo plazo. Griffin afirma que aunque el virus no se propague profusamente, si aún produce proteínas en una pequeña cantidad de células sus fragmentos podrían obligar a tu cuerpo a mantener la respuesta inmunitaria e impedir que vuelvas a enfermar.

    Eso se aplica incluso a infecciones como el sarampión, en el que las neuronas duraderas no son el blanco principal. En estudios en monos, Griffin halló ARN viral en los linfocitos, unas células del sistema inmunitario, durante seis meses tras la recuperación aparente. Señala que el virus podría durar más en células humanas. Por su parte, el sarampión produce inmunidad permanente y Griffin sospecha que el ARN persistente podría explicar dicho efecto.

    Otros expertos están de acuerdo con ella. «Algunos aspectos del sistema inmunitario existen tal y como existen porque nos infectamos de forma crónica», afirma Skip Virgin, vicepresidente ejecutivo y director científico de la empresa de biotecnología Vir.

    Avindra Nath, director clínico del Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, indica que una «posible función inmunitaria persistente» podría ser perjudicial para los pacientes de COVID-19 y podría estar implicada en las denominadas tormentas de citoquinas en las que el sistema inmunitario responde de forma perjudicial. Según Nath, que comenzó un estudio a largo plazo sobre el tema, dichas respuestas inmunitarias podrían explicar las recaídas potenciales y algunas de las complicaciones a largo plazo.

    Sin embargo, los pacientes podrían exhibir diversos niveles de persistencia viral e inmunidad, lo que en un principio amenazaba el desarrollo y el despliegue de vacunas. «La misma partícula viral no tiene el mismo efecto en todas las personas», afirma Santosh Vardhana, oncólogo del Memorial Sloan Kettering Cancer Center. Por eso pocas vacunas proporcionan inmunidad universal, explica Vardhana, que investiga cómo podría ayudar la inmunidad adaptativa a los pacientes de COVID-19.

    Esta variedad de respuestas también podría dificultar las recomendaciones sobre la duración del aislamiento de las personas enfermas. Los CDC estadounidenses recomiendan que los casos de COVID-19 se aíslen durante 10 días después de experimentar los primeros síntomas y tres días después de que desaparezca la fiebre. Si nunca se muestran síntomas, el periodo de 10 días comienza después de haber obtenido un resultado positivo en el test de la COVID-19.

    Vardhana afirmó que «debemos pensar en la respuesta inmunitaria con COVID con más complejidad», tanto para continuar investigando las vacunas como para mejorar el tratamiento de los pacientes.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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