¿Qué nos puede enseñar la oceanógrafa Sylvia Earle sobre la resiliencia?

En su 85º cumpleaños, la emblemática científica reflexiona sobre el valor de la conservación durante la pandemia de COVID-19.

Por Kate Furby
Publicado 31 ago 2020, 12:57 CEST
Sylvia Earle

La oceanógrafa y exploradora residente de National Geographic Sylvia Earle analiza el crecimiento coralino en el muelle de la isla Bonaire en 2017.

Fotografía de David Doubilet, Nat Geo Image Collection

La bióloga marina Sylvia Earle ha sido reconocida por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos como «Leyenda Viva», nombrada primera «Heroína del Planeta» por la revista Time y muchos se refieren a ella como «Her Deepness» (que podría traducirse como «Su Profundidad»). Durante más de 50 años, ha explorado los confines del mar abierto y conocido criaturas extrañas y sobrenaturales que solo viven a gran profundidad.

Earle se doctoró en ficología, o el estudio de las algas, en 1966, en una época en la que se disuadía a las mujeres de cursar estudios superiores. Pasaría a convertirse en una de las primeras «acuanautas» en 1970, cuando investigó a 15 metros de profundidad en las Islas Vírgenes de los Estados Unidos como parte del proyecto Tektite II, financiado por el gobierno federal. También fue la primera mujer que ocupó el puesto de científica jefa de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos. Ha diseñado submarinos, escrito numerosos libros y creado Mission Blue, una organización que fomenta la comunicación científica y ayuda a expandir las áreas marinas protegidas.

Earle, que es exploradora residente de National Geographic desde 1998, cumplió 85 años el 30 de agosto. Antes de su cumpleaños, para celebrar la ocasión, le preguntamos cuál es su perspectiva de su carrera épica, cómo ha pasado la cuarentena durante la pandemia de COVID-19 y cómo podemos avanzar la conservación marina. La entrevista siguiente ha sido editada para hacerla más concisa y clara.

La oceanógrafa y exploradora Sylvia Earle.

Fotografía de Erika Larsen, Nat Geo Image Collection

¡Feliz (casi) cumpleaños!

Casi ha llegado. Me alegra que sigan llegando. Es mejor que no llegar a cumplir un año más.

¿Tiene algún plan?

¡Terminar el capítulo 10 [de mi nuevo libro]! Ese sería el mejor regalo.

Ha pasado toda su vida explorando lugares salvajes y viajando la mayor parte del año. ¿Cómo ha vivido la cuarentena?

Es un momento para quedarse quieta. Darle al botón de pausa. Hay un par de científicos que se refieren a esto como la Antropausa. A ver, la causa es mala, pero es tiempo de reflexionar, de asimilarlo todo —cuando te mueves a alta velocidad, como llevo haciendo yo durante años, y estás constantemente de viaje, sin el regalo del tiempo—, sentarte y unir las piezas del puzle.

Escribir este libro me ha ayudado, claro, porque tengo una misión. Es una misión con un propósito, en la que no solo reflexiono sobre mis experiencias, sino que también recojo experiencias de colegas de todo el mundo. ¿Por qué no tratarlo [al océano] como si nuestra vida dependiera de él y protegerlo... porque lo cierto es que es así? ¿Por qué pensamos que tenemos la sabiduría, la autoridad, para destrozarlo para beneficio de unos cuantos países, unas cuantas empresas, unos cuantos individuos que se harán muy ricos muy rápido a costa de los demás? Esto no debería ser aceptable; 2020 es un gran año por muchos motivos.

Tengo una pregunta tonta —no es tan tonta porque soy bióloga marina—, pero no puedo parar de pensar en estar bajo el agua durante todo esto.

Lo sé. Es terrible estar en tierra. Tengo que darme duchas a menudo.

He pensado en cómo podríamos abrazarnos sanas y salvas si estuviéramos haciendo submarinismo. Porque cada una tiene su dispositivo para respirar, ¿no?

Es cierto. Tenemos que reunirnos bajo el agua.

¿Cuál cree que es el paso más importante para la conservación marina?

La gente que vive en el interior, e incluso la gente que vive en la costa, piensa: ¿para qué sirve el océano? Pues sirve por lo que podemos extraer de él. También sirve por lo que podemos introducir en él. Todas las aguas residuales acaban en el océano. No todas, pero gran parte. Todos los ríos desembocan en el mar con toda su carga tóxica. Pero debemos centrarnos en los problemas y en las soluciones —y eso es lo que a National Geographic se le da bien— y empoderar a las personas para que utilicen su conocimiento y su capacidad individual para tomar decisiones. Si la gente no sabe, no puede preocuparse.

Es cada vez mejor con todos los nuevos medios de comunicación. No todo el mundo puede ir a la Luna y volver y ver cómo somos desde ese lugar distante. Y no todo el mundo puede ser como James Cameron y visitar la parte más profunda del océano. Pero para esos afortunados que pueden ver lo que otros no ven, este es un momento para compartir esa perspectiva [por redes sociales] y poner a la gente al corriente de los riesgos a los que nos enfrentamos y sobre qué podemos hacer al respecto.

El océano lo ha pasado mal durante mucho tiempo, pero ahora mismo todos vivimos un momento difícil. ¿Qué hace cuando pierde la esperanza?

Es muy fácil dejar que los problemas te dominen. Y si dejas que ocurra, dices: «No puedo hacer nada, todo da igual, se acabó». Es una profecía autocumplida. Porque si dejaras de intentarlo, claro que llegaríamos a una situación indeseable. Y puede que pase, pero no sin luchar. No sin hacer todo lo que podamos para mantener las cosas que hacen que valga la pena vivir. Y hay muchos motivos para ser positivos.

Este es un punto de inflexión. De aquí en adelante va a ser más difícil. ¿Crees que esta es la única pandemia que tiene preparada la naturaleza? Quizá haya sido suficiente para demostrarnos que somos vulnerables. Pero sí que tenemos la capacidad de elegir y proteger el mundo natural es nuestra póliza de seguro. Si le damos un respiro a la naturaleza, no solo se beneficia ella, sino todos nosotros. Darle un respiro en vez de romperla, en vez de destruir los sistemas que mantienen el planeta estable.

¿Tiene algún deseo de cumpleaños?

En un sentido muy egoísta, el regalo de mis sueños serían un par de submarinos de mil metros para poder llevar a los niños a que vean la «zona de penumbra» del océano, compartir esa perspectiva e inspirar a la gente de todo el mundo a que cuide del océano. En otro sentido, el mejor regalo sería salir de esta época terrible y trágica que todos vivimos con un optimismo renovado, [creyendo] en un mundo mejor que sabemos que es posible. Mediante acciones individuales y colectivas, podemos alcanzar una nueva era de respeto por los sistemas naturales que nos mantienen con vida y de respeto por los demás. Es el viejo dicho de «trata a los demás como querrías que te trataran a ti». Necesitamos hacer eso en todos los ámbitos.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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