Volando en las entrañas de un huracán por amor a la ciencia

Esta tripulación aérea se ha especializado en adentrarse en los huracanes más peligrosos del planeta impulsados por su curiosidad científica.

Sunrise, seen from flight station of NOAA WP-3D Orion N42RF ‘Kermit’ heading into Tropical Storm Elsa, July 4 2021.

Fotografía de Lt Cmdr Rannenberg / NOAA Corps
Por Dominic Bliss
Publicado 27 dic 2022, 14:24 CET

Dorian fue uno de los huracanes atlánticos más intensos jamás registrados. Clasificado en la categoría cinco (la más alta que existe) a finales del verano de 2019, arrasó las Bahamas, subió por la costa del sureste de Estados Unidos y llegó al norte hasta las provincias atlánticas de Canadá. Hubo más de 200 víctimas mortales en total y los daños materiales superaron los 5000 millones de dólares.

Mientras que la mayoría de los residentes de las islas y costas expuestas evacuaron o se pusieron a cubierto, un hombre hizo todo lo contrario. El Dr. Jason Dunion, meteorólogo de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), subió a bordo de un avión turbohélice Lockheed WP-3D Orion con sus compañeros de trabajo y voló directamente hacia el ojo del huracán.

"Me sentí como una pluma en el viento", declaró a National Geographic UK; "sentía que la Madre Naturaleza me tenía en vilo. Hubo un momento en el que teníamos entre tres y medio y cuatro Gs de fuerza que nos tiraban hacia arriba y hacia abajo. Eso es algo que sentiría alguien que va a ser lanzado al espacio. Esperábamos que fuera fuerte, pero se intensificó rápidamente. Cuando volamos hacia él, los vientos superaban los 320 km/h a nuestro nivel de vuelo".

Además del viento furioso y la lluvia cegadora, uno de los efectos más desconcertantes fueron las violentas y repentinas corrientes ascendentes y descendentes, especialmente en la pared ocular, el anillo central de las tormentas, donde se desencadenan las condiciones meteorológicas más severas, en espiral alrededor del ojo del huracán. Esto puede hacer que el avión se tambalee repentinamente hacia arriba o hacia abajo, sin previo aviso.

El huracán Dorian fotografiado por un satélite de la NOAA a 800 metros de la costa de Florida, el 1 de septiembre de 2019. En esta imagen, el ojo del huracán de categoría 5 se acerca a la isla bahameña de Great Abaco. Si bien imágenes como esta ofrecen una imagen detallada de la trayectoria de una tormenta y su morfología, la información detallada sobre las condiciones dentro de sus tramos superiores solo puede adquirirse volando a través de ella.

Fotografía de UPI / Alamy

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    NOAA Hurricane Hunter WP-3D Orion 'Miss Piggy' vuela a través del ojo Huracán Ida, una tormenta de categoría 4, mientras se acerca a la costa de Luisiana 28 de agosto 2021.

    Fotografía de NASA / Alamy
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    Hurricane Hunter Lt Cmdr Copare a los mandos del NOAA WP-3D Orion en el ojo Huracán Ida, 2021.

    Fotografía de NOAA

    "Hay muchas sacudidas repentinas", explica Dunion, que también trabaja con la Universidad de Miami (Estados Unidos). "Puedes perder unos cientos de metros de nivel de vuelo en cuestión de segundos. Podemos ver lo que ocurre en el radar, pero no sabemos exactamente cuándo va a producirse una de las corrientes ascendentes o descendentes. Así que hay un elemento extra de sorpresa. Es como estar en una montaña rusa pero con los ojos vendados". En algunos momentos, cuando el avión descendía bruscamente, Dunion y sus colegas experimentaban la ingravidez de la gravedad cero.

    Una colección de animales en el aire

    Dunion, de 51 años, es uno de los cazadores de huracanes de la NOAA. Los datos que recoge ayudan al Centro Nacional de Huracanes, en Miami, a predecir el curso y la ferocidad de los huracanes, con el objetivo último de salvar vidas y propiedades.

    Durante la temporada de huracanes del Atlántico, que va de junio a noviembre, Dunion se une regularmente a equipos de meteorólogos e ingenieros a bordo de los tres aviones de la administración, con base en el aeropuerto internacional Lakeland Linder, en Florida.

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      Las calcomanías en el fuselaje de los aviones Orion de la NOAA indican los nombres de los principales huracanes atravesados.

      Fotografía de RGB Ventures / SuperStock / Alamy

      Dos de los aviones son Lockheed WP-3D Orion turbohélices, mientras que el otro es un jet Gulfstream IV-SP. En los fuselajes están pintados los personajes de El Show de los Teleñecos, que dan nombre a cada avión. En los Lockheed están la Rana Gustavo y Miss Piggy, y en el Gulfstream, Gonzo.

      Fue en 1997 cuando Dunion se embarcó por primera vez en la montaña rusa de su trabajo. Desde entonces ha volado sobre más de 50 tormentas y huracanes, principalmente en el Atlántico, además de un pequeño número en el Pacífico oriental. De todos ellos, el huracán Dorian ha sido hasta ahora el más turbulento.

      Las imágenes de dibujos animados parecen enmascarar la importancia crucial de las misiones de estos aviones. El Gulfstream jet suele patrullar los bordes superiores de los huracanes, mientras que los Lockheeds, más robustos, vuelan directamente al centro, primero a través de la tumultuosa pared ocular, luego a la tranquilidad del ojo y de nuevo a través de la pared ocular. A menudo realizan varios cruces, de ida y vuelta.

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        NOAA WP-3D Orion N42RF 'Kermit' antes del despegue hacia la tormenta tropical Elsa, 4 de julio de 2021. Los resistentes Lockheed turbohélices son dos de los aviones principales del NOAA Air Corps, y un Gulfstream jet modificado es el tercero.

        Fotografía de Lt Cmdr Rannenberg / NOAA Corps
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        El meteorólogo de la NOAA Jason Dunion fotografiado junto a uno de los aviones del Cuerpo de la NOAA.

        Courtesy Jason Dunion / NOAA
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        La "pared del ojo" del huracán Katrina, 28 de agosto de 2005, vista desde un avión cazahuracanes WP-3D Orion de la NOAA antes de que la tormenta tocara tierra en la costa estadounidense del Golfo de México. El ojo en esta imagen muestra el llamado "efecto estadio", causado por el aire que se eleva rápidamente y se extiende hacia el exterior, creando el efecto de una cúpula al aire libre en el cielo.

        Fotografía de PBH / ALAMY
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        Vista de las bandas exteriores del huracán Teddy al atardecer desde el NOAA WP-3D Orion N42RF "Kermit" durante la misión de investigación del 18 de septiembre de 2020.

        Fotografía de Lt. Rannenberg, NOAA Corps

        "El ojo de la tormenta fue espectacular", recuerda Dunion de su vuelo de 2019. "Es surrealista porque está completamente en calma. Volábamos a unos 2400 metros temprano por la mañana, así que el sol se asomaba por encima de la pared ocular, que estaba probablemente a entre 12 000 y 13 000 metros de altura por encima de nosotros. Abajo podíamos ver olas de 10 metros en el océano y arriba un hermoso cielo azul. Hicimos tres pasadas a través de toda la tormenta. Fue todo un viaje".

        Construido para la ciencia

        El Lockheed WP-3D Orion es una versión modificada de un P3 Orion, un avión desarrollado en los años 60 por la Marina estadounidense para la caza de submarinos y la vigilancia marítima. Dunion explica cómo, en el interior, sus ordenadores y equipos meteorológicos están anclados a bastidores atornillados al suelo del avión. Mientras tanto, él y sus colegas van atados a sus asientos con cinturones de seguridad de cinco puntos, totalmente seguros incluso cuando la tormenta está en su punto más furioso.

        Su trabajo consiste en manejar toda una serie de aparatos meteorológicos, como radares, sondas, láseres 3D, altímetros, radiómetros de microondas y sondas de caída. Estos aparatos miden la velocidad, la dirección y la cizalladura del viento, así como la temperatura, la presión, la convección, la humedad, las precipitaciones y las ondas gravitatorias.

        Además de sus aviones con tripulación, la NOAA también despliega drones. Actualmente están probando uno diseñado para volar dentro de la pared ocular de los huracanes. Otro vuela a baja altura, donde puede realizar mediciones cerca de la superficie del océano. Dunion explica que sería demasiado arriesgado llevar aviones con tripulación tan cerca de las olas, donde una repentina corriente descendente podría suponer un desastre. De hecho, en 1989, mientras investigaba el huracán Hugo en el Caribe, uno de los Lockheeds de la NOAA estuvo a punto de estrellarse en el océano cuando uno de sus motores se incendió, haciendo que el avión cayera en picado. 

        Un técnico de la NOAA despliega un baumanómetro aerotransportable (AXBT) durante una misión en el huracán Delta el 6 de octubre de 2020.

        Fotografía de Paul Chang / NOAA

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          El director de vuelo de la NOAA, Mike Holmes, informa a la tripulación antes de una misión de investigación sobre el huracán Teddy, 18 de septiembre de 2020.

          Fotografía de Lt. Cmdr. Mitchell / NOAA

          Terminología terminal

          "Huracán" es uno de los diversos nombres que reciben los ciclones tropicales, y se refiere específicamente a los sistemas tormentosos del Atlántico Norte o del Pacífico oriental. En el Pacífico noroccidental se conocen como tifones; en el Océano Índico y el Pacífico Sur son ciclones tropicales.

          Según el sitio web Hurricanes: Science and Society (desarrollado por la Universidad de Rhode Island en Estados Unidos) los ciclones tropicales son sistemas meteorológicos intensos de bajas presiones que se forman sobre las aguas oceánicas tropicales y se alimentan de ellas. En el hemisferio norte, los vientos huracanados giran en sentido contrario a las agujas del reloj (al contrario que en el hemisferio sur), con los vientos más fuertes en la pared ocular, que rodea un ojo casi en calma en el centro. Las nubes de la pared ocular y las bandas en espiral de las tormentas fuera de la pared ocular pueden producir lluvias extremadamente intensas. Una vez que los ciclones tropicales tocan tierra, suelen empezar a perder fuerza.

          La intensidad de los huracanes se mide en la escala de vientos Saffir/Simpson, con categorías ascendentes de la uno a la cinco: la uno, con vientos entre 119 y 152 km/h la cinco, con vientos de 252 km/h y superiores.

          El director de vuelo James Carpenter en el avión Hurricane Hunter, un Gulfstream GIV-SP, evaluando la tormenta tropical Laura en agosto de 2020. La tarea de Carpenter consiste en recomendar un plan de vuelo que permita la recogida segura de datos científicos.

          Fotografía de Cmdr Mansour / NOAA

          Según el Centro Nacional de Huracanes, el huracán más mortífero jamás registrado en Estados Unidos fue el huracán de Galveston de 1900, que mató al menos a 8000 personas. Desde el punto de vista económico, el huracán más costoso de Estados Unidos fue el Katrina de 2005, que causó daños materiales por valor de al menos 108 000 millones de dólares.

          El sitio web Hurricanes: Science and Society sugiere que "la actividad de los huracanes también puede verse afectada a largo plazo por el cambio climático". Y añade: "En los últimos años, la relación entre los huracanes y el cambio climático se ha convertido en una fuente de interés público, un importante debate científico y un tema central de la investigación actual".

          El Centro Nacional de Huracanes señala que de los 15 huracanes más costosos que han afectado a Estados Unidos (con los costes ajustados a la inflación), todos menos uno se produjeron en el siglo XXI.

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            La devastación del huracán Dorian en Marsh Harbou, isla de Gran Ábaco, Bahamas, 4 de septiembre de 2019.

            Fotografía de Tribune Content Agency LLC / Alamy

            La precisión (y la ética) de la predicción

            Esta temporada de huracanes de 2022 que acaba de terminar, Dunion y sus colegas volaron mucho más al este de lo habitual en un intento de observar los huracanes mientras se formaban, en las aguas tropicales que rodean las islas de Cabo Verde, frente a la costa de África Occidental. "Pudimos observar estas tormentas saliendo de un vivero", explica. "Entre el 80% y el 85% de los grandes huracanes que vemos salen de este vivero".

            Aunque actualmente los meteorólogos pueden predecir los huracanes con cinco días de antelación, Dunion cree que el estudio de los viveros donde nacen permitirá pronto hacer previsiones a siete días vista. El tiempo extra podría salvar vidas.

            Puede que la ciencia moderna ayude a los meteorólogos a predecir las tormentas con más precisión, pero no todo el mundo presta tanta atención como debería. Dunion subraya lo importante que es comunicar al público la información sobre el tiempo extremo de manera más eficaz. Hay incluso estudios sociológicos que evalúan cómo responden los residentes costeros a las alertas de huracanes. 

            "El centro de huracanes transmite toda esta magnífica información, pero ¿cómo la comunican para que la gente actúe en consecuencia?", se pregunta; "no quieres que la gente ignore algo porque cree que la previsión va y viene, y luego decida que no va a evacuar".

            En los últimos años, se ha sugerido que los científicos podrían llegar a alterar la intensidad o la trayectoria de los huracanes utilizando métodos como el enfriamiento del agua oceánica o la siembra de nubes.

            Sin embargo, a Dunion le preocupan las implicaciones morales de tal medida. "¿Y si se altera la trayectoria de una tormenta? Si desvías una tormenta de tu país a otro, ¿es ético? ¿Cumple realmente el objetivo de salvar vidas y propiedades?".

            Prefiere concentrarse en la ciencia. "Entender mejor los huracanes y hacer mejores previsiones es lo que va a salvar vidas y propiedades".

            Por eso sigue volando hacia los huracanes.

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            Dominic Bliss es un periodista independiente afincado en Londres. Síguelo en Twitter.

            Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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