¿Por qué nos sigue fascinando Amelia Earhart?

La aviadora desaparecida ha atraído nuestra atención colectiva durante casi un siglo. ¿Por qué perdura como icono?

Por Rachel Hartigan
Publicado 21 oct 2019, 13:15 CEST
Amelia Earhart
Earhart, certificada como aviadora solo dos décadas después del primer vuelo de los hermanos Wright, usó su fama para fomentar el viaje aéreo y la igualdad de oportunidades para las mujeres.
Fotografía de Sarah Leen, Nat Geo Image Collection
No te pierdas el estreno de Expedición Amelia Earhart el domingo a las 22:00, en National Geographic.

Alex Mandel se topó por primera vez con Amelia Earhart una tarde de verano mientras leía una de las viejas revistas de su padre en el jardín de la casa de su infancia en Odessa, Ucrania. «Era solo una breve biografía y la historia de su desaparición», cuenta. Eso bastó.

Durante más de 30 años, Mandel ha sido «un admirador de Amelia Earhart» autoproclamado. Conoció a otra admiradora y a su alma gemela en lo que denomina la «comunidad Amelia». Con ella, peregrinó a todos los lugares importantes de la vida de Earhart. Ahora planifica sus vacaciones para que coincidan con el Amelia Earhart Festival de Atchison, Kansas, donde los aficionados se congregan para disfrutar de todo lo referente a la aviadora en la localidad donde nació y los lugareños acuden para presenciar la exhibición aérea y los fuegos artificiales.

Durante el evento el pasado julio, este ucraniano con bigote y tirantes compartió su considerable saber con los visitantes del museo que se encuentra en el lugar de nacimiento de Earhart. Cuando le preguntaron por qué la aviadora le había llamado la atención durante tanto tiempo, dio una respuesta sencilla: «Fue una inspiración».

Los fuegos artificiales explotan durante el Amelia Earhart Festival en Atchison, Kansas, mientras los espectadores los contemplan frente a la casa donde se crio Earhart.
Fotografía de Gabriel Scarlett, National Geographic

Aunque la distancia que Mandel ha recorrido por su fanatismo es inusual, su fascinación por Earhart no lo es. La aviadora ha atraído nuestra atención colectiva durante casi un siglo: de 1928, cuando fue la primera mujer en sobrevolar el Atlántico como pasajera (un desafío mortal por aquel entonces) hasta el pasado agosto, cuando Robert Ballard dirigió una búsqueda del avión perdido de Earhart con equipo de alta tecnología. (Esta expedición es el tema central de un documental que se estrenará el 3 de noviembre a las 22:00 en National Geographic.)

Con todo, Earhart no fue la única piloto temeraria que batió récords en los primeros días de la aviación. Ruth Nichols voló más rápido. Louise Thaden voló más alto. ¿Por qué es Earhart la única que aún captura nuestra imaginación?

En cierto modo, la prepararon para ello. Aquel primer vuelo a través del Atlántico —en un avión llamado Friendship— fue financiado por Amy Phipps Guest, una mujer rica cuya familia le suplicó que no emprendiera aquel vuelo. Guest contrató al editor George Putnam para que encontrara a una pasajera adecuada. «Había otras mujeres piloto por aquel entonces, probablemente algunas que eran mejores que Amelia», afirma Cynthia Putnam, la nieta de George. «Pero ella cumplía los requisitos. Era perfecta para el papel». (George Putnam y Amelia Earhart se casaron en 1931.)

Earhart, alta, larguirucha y del Medio Oeste, se parecía a Charles Lindbergh, el primer aviador que cruzó el Atlántico. «La fotografiaron antes de aquel primer vuelo con iluminación y desde un ángulo estilizado conscientemente para que se pareciera a la forma en que habían fotografiado a Charles Lindbergh», afirma Tracey Jean Boisseau, historiadora de la Universidad Purdue. «Crearon el nombre Lady Lindy, pero a ella no le gustaba».

Cuando el Friendship aterrizó en Reino Unido en 1928, Amelia Earhart (centro) atrajo la atención del público, pese a que solo había sido una pasajera en el vuelo trasatlántico. De izquierda a derecha: Amy Guest patrocinó el viaje, Lou Gordon fue el mecánico del avión, Wilmer Stultz lo pilotó y la señora Foster Welch era la alcaldesa de Southampton.
Fotografía de Bettmann, Getty

Cuando el Friendship aterrizó en Londres, la multitud ignoró al piloto y al oficial de navegación del avión. Aunque Earhart solo había sido una pasajera o, en sus propias palabras, «un saco de patatas», recibió todos los elogios. Sacó partido de aquella experiencia escribiendo un libro y convirtiéndose en la imagen pública del nuevo ámbito de la aviación.

Pero Earhart estaba decidida a ganarse esa adulación y demostrar —a hombres y mujeres— que las mujeres podían lograr lo mismo que los hombres. Cuantos más hitos de la aviación logren las mujeres, «más firmemente se demuestra que pueden volar», escribió. Cuatro años después del vuelo del Friendship, voló sola a través del Atlántico y se convirtió en la segunda persona en hacerlo.

Earhart aterrizó cerca de Derry, en Irlanda del Norte, donde su llegada dejó una huella más allá de la aviación, según la Amelia Earhart Legacy Association de la ciudad. «Por aquel entonces, las mujeres no conducían, pero Amelia llegó en avión», explicó Nicole McElhinney, miembro del grupo que habló en el Amelia Earhart Festival del año pasado. «Las mujeres no llevaban pantalones, pero ella llevaba un traje de vuelo». (De hecho, los agricultores que se toparon con ella pensaron que era un chico.) En una época en la que el sufragio femenino era algo nuevo, demostró lo que podían hacer las mujeres.

En 1932, Amelia Earhart cruzó sola el Atlántico y se convirtió en la segunda persona en hacerlo después de Charles Lindbergh. Aterrizó en un campo cerca de la ciudad de Derry, en Irlanda del Norte.
Fotografía de Sueddeutsche Zeitung Photo, Alamy

«Quería matrimonios igualitarios, igualdad de oportunidades en todas las profesiones e igualdad salarial por el mismo trabajo», afirma Amy Kleppner, que aceptó un premio en el festival en nombre de su madre Muriel, la hermana pequeña de Earhart.

Quizá esa sea la razón de que parezca tan moderna. Fue una pionera en la lucha por la igualdad de las mujeres, el desarrollo de la aviación que cambió el mundo y la creación de una imagen pública en una nueva era de la cultura de la fama. Y lo hizo con una modestia sin pretensiones que sugería que cualquiera podía lograr lo mismo que ella siempre y cuando lo hicieran «para divertirse».

«Representaba muchos valores buenos para las personas en general y los estadounidenses en particular», afirma Mandel.

Pero es posible que el motivo por el que Amelia Earhart perdura hoy en día como icono es que desapareció sin dejar rastro justo antes de lograr un hito histórico. «No murió de vieja, ni por una enfermedad, ni ante nuestros ojos en una explosión», afirma Boisseau. «Muere de la forma más favorable para crear una leyenda, de forma oculta y misteriosa».

El 2 de julio de 1937, Earhart y su copiloto Fred Noonan desaparecieron cuando intentaban convertirse en los primeros aviadores en circunnavegar el planeta. Se dirigían hacia la isla de Howland, una mota de tierra en el Pacífico, pero no pudieron encontrarla. Solo les quedaban dos etapas más para completar su viaje de récord.

Un cuadro del avión que Amelia Earhart llamaba «pequeño bus rojo» —el Lockheed Vega 5B que la llevó a través del Atlántico— se expone en el museo del lugar de nacimiento de la aviadora en Atchison, Kansas.
Fotografía de Gabriel Scarlett, National Geographic

Varias generaciones han tratado de desentrañar qué le ocurrió. ¿Se estrelló y se hundió con su avión en el fondo del mar? ¿Aterrizó en una isla desierta y murió como náufraga? ¿Fue capturada por los japoneses? Han inspeccionado bajo el agua y en islas desiertas, en archivos coloniales en las afueras de Nueva Jersey e incluso en el sótano de la casa de su infancia en busca de pruebas del paradero la aviadora desaparecida, hasta ahora sin respuestas definitivas.

«El misterio forma parte de por qué siempre está en la conversación cada vez que hablamos de mujeres importantes», afirma Jacque Pregont, que coordina el festival en Atchison. «Espero que nunca la encuentren».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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