Esta antigua cárcel insular se ha convertido en un paraíso natural

Durante casi 100 años, Coiba estaba habitada solamente por criminales y prisioneros políticos. Ahora es una de las regiones con mayor biodiversidad del planeta.

Por Sarah Gibbens
Publicado 9 nov 2017, 4:15 CET
Coíba
Aquí vemos la estructura de lo que en su día fue probablemente un muelle en la isla de Coíba, una de las pocas partes de la isla en las que había actividad humana. En su día se utilizaba como colonia penal y los prisioneros vagaban por la isla, que ahora es uno de los bosques tropicales mejor preservados del mundo.
Fotografía de Christian Ziegler

Hermosa y extremadamente peligrosa: eso es lo que piensan muchos panameños sobre la isla de Coíba, a 48 kilómetros de su costa meridional.

Coíba, es la isla más grande de las 38 que se encuentran en el Parque Nacional Coíba, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y una de las regiones con más biodiversidad del planeta. Con una superficie de más de 485 kilómetros cuadrados, hace que aquellos que llegan a sus orillas viajen al pasado hasta la época en la que la Tierra no se había desarrollado. Además de las 1.450 especies de plantas de la isla, los bosques de Coíba están llenos de cientos de animales únicos y bajo sus playas se pueden encontrar arrecifes de coral prístinos.

Sin embargo, la belleza natural de la isla es un caso de conservación accidental que se puede atribuir al pasado oscuro de la región.

La isla de Coíba, a 23 kilómetros de la costa pacífica de Panamá, es la isla más grande (aproximadamente 500 kilómetros cuadrados) de Centroamérica y la isla deshabitada más grande de toda Latinoamérica. Junto con la cercana tierra firme, el área de la bahía Honda, forma uno de los paisajes más salvajes y espectaculares de Centroamérica, habitado por fauna y flora carismáticas, tanto terrestre como marina.
Fotografía de Christian Ziegler

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    Hasta 2004, la isla era una colonia penal que albergaba a 3.000 prisioneros. La reputación de Coíba como isla mortal hizo que pocos se aventuraran hasta sus fronteras, creando sin darse cuenta el bosque tropical mejor conservado de las Américas.

    Una prisión peligrosa

    Fundada en 1919, esta isla fue el castigo para los criminales más peligrosos de Panamá, o para aquellos que enfadaban a la gente equivocada. A diferencia de una penitenciaría, donde se encierra a los criminales entre muros como fortalezas, en la isla de Coíba la mayoría de los prisioneros estaban dispersos por la isla en 30 campamentos improvisados, refugios creados a partir de la naturaleza que les rodeaba.

    Eran los guardias quienes se quedaban en pequeños fuertes en la región septentrional de la isla, protegidos de sus habitantes. Los prisioneros que intentaban escapar eran disuadidos por los tiburones y cocodrilos que infestaban las aguas de la isla.

    Para algunos prisioneros, Coíba era una sentencia de muerte. Para sobrevivir hacía falta tener agallas. Si las condiciones naturales de la isla no te mataban, cabía la posibilidad de morir a manos de los otros prisioneros.

    A aquellos enviados a Coíba durante las dictaduras de Omar Torrijos y Manuel Noriega se les conocía como «Los Desaparecidos». La web del Parque Nacional de Coíba señala que muchos prisioneros eran enterrados en tumbas sin nombre o desmembrados para convertirse en alimento de los tiburones.

    Al resultar demasiado mortal como para atraer la atención de turistas o promotores, la flora y la fauna de Coíba pudo florecer. Se había llevado a cabo agricultura de subsistencia a pequeña escala en la isla y se había traído ganado como fuente de alimento. Sin embargo, cuando la prisión cerró sus puertas en 2004, el 80 por ciento del bosque estaba todavía intacto.

    Ahora, un equipo de investigadores están trabajando para catalogar la vida indocumentada de la isla.

    Territorio inexplorado

    «Aislado», esa fue la descripción del fotógrafo de National Geographic Christian Ziegler cuando le preguntamos cómo se sintió al estar en la isla. «Aislado y silencioso».

    «Es como si fuera una cápsula del tiempo enterrada durante los últimos 100 años», explicó.

    Nunca pudo ver la isla cuando los prisioneros la habitaban, pero sabe que aquellos que viven en el continente todavía piensan en Coíba como en un lugar de muerte para los condenados. A través de hermosas fotografías e investigaciones científicas, espera cambiar dicha percepción e inspirar a los habitantes locales para que luchen por que el estado de conservación de la isla continúe.

    La primera visita de Ziegler a la isla fue hace 10 años y se sintió impresionado por la próspera biodiversidad del lugar.

    En 2015, comenzó un proyecto de BioBlitz, recaudando dinero para traer a 30 investigadores internacionales de varios campos para documentar la asombrosa vida silvestre de la isla. Ziegler sigue recaudando dinero a través de una plataforma de colaboración abierta llamada experiment.

    Más de 100.000 imágenes de 45 cámaras trampa de la isla le han ayudado a catalogar la riqueza de especies de la isla. La contribución de las autoridades del gobierno panameño a sus esfuerzos ha sido decisiva.

    Omar R. López, que trabaja como director en el Ministerio de Ciencia y Tecnología de Panamá, empezó a estudiar Coíba en 2008. Uno de sus objetivos principales era investigar cómo Coíba había evolucionado de forma separada a la parte continental de Panamá. En un primer momento, los investigadores estaban desconcertados por la ausencia de especies carnívoras en Coíba, especies que se pueden encontrar en abundancia en el resto de Panamá.

    «Coíba plantea preguntas interesantes sobre el proceso evolutivo», afirmó López.

    La isla forma parte de la cordillera subacuática de la placa de Cocos y se formó como parte de las Galápagos antes de que las placas tectónicas de la actual Coíba se desplazasen hacia el norte.

    Muchos de los hallazgos preliminares recopilados en los últimos dos años todavía tienen que ser revisados, pero lo que ha descubierto el equipo hasta ahora prueba lo bien que puede prosperar un ecosistema cuando los humanos no intervienen. La localización geográfica de la isla también implica que una serie de especies son endémicas, es decir, que existen solamente en Coíba.

    Por ejemplo, Coíba tiene una población impresionante de murciélagos. Se han documentado 30 especies de murciélagos, y las investigaciones que esperan ser publicadas sugieren la existencia de nuevas especies.

    También se cree que hay diez subespecies de aves que solamente existen en Coíba entre las 172 especies de pájaros encontradas hasta ahora.

    Asimismo, se han documentado 70 especies de hormigas diferentes, con siete subespecies nativas de Coíba, así como un número espectacular de abejas de las orquídeas.

    Los arrecifes de coral que rodean la isla son los segundos más grandes de toda la costa del Pacífico americano. Se han documentado hasta 20 especies diferentes de mamíferos marinos, incluyendo ballenas jorobadas y orcas, en esta región. Las poblaciones de tiburones, que en su día eran la barrera para los habitantes humanos de la isla, son abundantes, como también lo es la diferenciación de especies: se han documentado hasta 33, entre las que se incluyen tiburones martillo, tiburones ballena y peces guitarra.

    Además de las especies endémicas, una serie de especies amenazadas también viven en la isla. La población del águila crestada, que prácticamente ha desaparecido del Panamá continental, es estable en Coíba.

    La protección de Coíba

    «[Coíba] es la isla deshabitada más grande de toda la costa del Pacífico», explicó Ziegler. «El mundo está demasiado lleno de gente; tenemos que luchar por este lugar».

    Con la popularidad creciente y el cada vez más fácil acceso a la isla, las unidades del ejército panameño –con escasez de personal– que supervisan la isla tienen cada vez más dificultades para realizar patrullas efectivas, y las especies únicas de esta isla se han vuelto susceptibles a la caza furtiva. La pesca ilegal también se ha convertido en un problema para los delicados arrecifes de Coíba.

    Las empresas también han mostrado interés en desarrollar el turismo en la isla. Sin embargo, un plan presentado por el gobierno panameño en 2009 limita la cantidad de turismo al que puede estar expuesta la isla y destina financiación para continuar con la conservación de Coíba. Ya se está construyendo en la isla una estación de investigación que albergaría a 4 o 5 científicos, así como varios laboratorios.

    Aunque las autoridades gubernamentales se han mostrado receptivas a la hora de poner en marcha medidas de protección en la región, Ziegler y López han mostrado preocupación por que este tipo de apoyo decrezca con el próximo gobierno.

    «Lo mejor para Panamá y para el resto de la humanidad sería proteger su medio ambiente», dijo López.

    En vez de recordar Coíba como prisión, espera que el mundo la vea como un paraíso.

     

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