Los planes de África para obtener energía generada con carbón presentan riesgos para el medio ambiente

China está financiando gran parte de las nuevas plantas de carbón de África, mientras que los países desarrollados se alejan de esta tecnología. He aquí la razón.

Por Jonathan W. Rosen
Publicado 9 nov 2017, 4:16 CET
Mina de carbón
Esta mina de carbón en Zimbabue es uno de los indicadores de la actividad en el sector de este combustible fósil en un África en vías de desarrollo.
Fotografía de Beverly Joubert, National Geographic Creative

Lamu, una isla en la costa septentrional de Kenia, alberga los asentamientos suajilis mejor preservados del África oriental, uno de los últimos lugares del mundo en los que se puede sentir la verdadera intemporalidad. La antigua ciudad de Lamu, Patrimonio Mundial de la UNESCO, fue el epicentro del comercio en el océano Índico durante siglos

Es un laberinto de estrechas calles serpenteantes que atraviesan vecindarios llenos de casas de piedra caliza y coral, con puertas de caoba talladas minuciosamente y varias mezquitas e iglesias. En la isla se permite la entrada a un número limitado de vehículos a motor: el transporte se realiza mediante asnos o carros de madera tirados por hombres bajo el sofocante calor tropical.

Aun así, los 24.000 habitantes de la isla de Lamu se enfrentan a lo que muchos llaman una crisis existencial. A unos 24 kilómetros al norte de la ciudad, en un área costera poco poblada del continente que antes se destinaba al cultivo de maíz, anacardos y sésamo, una empresa keniata llamada Amu Power planea construir una central eléctrica de carbón, la primera de este tipo en África oriental. 

La central será financiada con capital chino, sudafricano y keniata y construida por la empresa estatal china Power Construction Corporation. Según las proyecciones, esta planta añadirá 1.050 megavatios de capacidad a la red nacional de Kenia y suministrará electricidad a las operaciones de un puerto contiguo de aguas profundas con 32 embarcaderos. Ambos forman parte de un ambicioso plan del gobierno para transformar Kenia en un país industrializado que cuente con un nivel medio de ingresos para el año 2030.

El proyecto ha causado controversia en parte debido a los riesgos que presenta para el delicado entorno marino de Lamu, por el temor a que perjudicará a sus dos industrias más importantes: la pesca y el turismo. Sin embargo, este plan también representa el apetito cada vez mayor de África por la industria del carbón, la forma más contaminante de generar energía, que hasta ahora solo existía en cantidades significativas en el país más industrializado, Sudáfrica.

Según datos recopilados por CoalSwarm, un organismo supervisor de la industria, existen más de 100 unidades generadoras de carbón con una capacidad conjunta de 42,5 gigavatios que se encuentran en varias fases de planificación o desarrollo en 11 países africanos fuera de Sudáfrica. Esto supone más de 8 veces la capacidad de producción de carbón actual en la región. 

Todo esto surge en un momento en el que China y la India, responsables del 86 por ciento del desarrollo mundial en carbón durante la última década, están suspendiendo proyectos de carbón a ritmos récord debido a la sobrecapacidad, al coste cada vez más bajo de las renovables y a los niveles abrumadores de contaminación que, según se cree, provocan más de un millón de muertes cada año solamente en el caso de China. Muchos de los países más desarrollados del planeta también se encuentran en proceso de eliminación gradual de este combustible como fuente de energía. 

«Muchos estados están retirando el carbón debido a sus emisiones y por la destrucción medioambiental que provoca», explica Walid Ahmed, miembro de Save Lamu, una coalición local que está intentando detener el proyecto de Amu Power. «Por eso no entendemos por qué tienen que introducirlo aquí».

El desarrollo energético

La incorporación del carbón por parte de África es en parte el resultado de su grave falta de electricidad. Aunque la economía del continente ha doblado su crecimiento desde el año 2000, más de dos tercios de los residentes al sur del Sáhara todavía viven sin electricidad y la mayoría de estados carecen de capacidad en sus redes para potenciar la expansión de industrias que creen empleos.

La Agencia Internacional de la Energía prevé que la demanda de electricidad de la región se triplique para el año 2040, y apenas la mitad de la capacidad procederá de fuentes renovables. Las centrales de carbón, que generan el 41 por ciento de la electricidad mundial en la actualidad, siguen resultando atractivas porque el carbón es relativamente barato y su utilización no está sometida a los caprichos de la naturaleza, como ocurre con la energía solar, eólica o hidroeléctrica.

En Kenia, por ejemplo, los 800 megavatios de energía hidroeléctrica del país, un tercio de su capacidad total, se han vuelto cada vez menos fiables debido a las sequías continuas, y en la actualidad es una fuente virtualmente inviable, según Richard Muiru, asesor del Ministerio de Energía y Petróleo de Kenia. Aunque el país tiene amplios recursos eólicos y geotérmicos que acaba de empezar a explotar, estos proyectos no se desarrollan con la rapidez suficiente como para mantener la demanda prevista de Kenia, según Muiru.

«El carbón nos dará un respiro», afirma. «Para nosotros es como un disparo en el brazo mientras seguimos desarrollando nuestras renovables».

Para aquellos que financian la introducción del carbón en África, el continente ofrece la posibilidad de compensar la escasez de oportunidades de inversión en otras partes del mundo. Esto se aplica en el caso de China, donde en 2016 se suspendieron proyectos nacionales de carbón por valor de 300 gigavatios. Las empresas chinas propiedad del estado, instigadas por los préstamos a bajo coste de las instituciones financieras nacionales, han jugado un importante papel en la construcción de las infraestructuras energéticas renovables y de combustibles fósiles en África desde que el Partido Comunista chino desveló su estrategia «en el extranjero» a principios del año 2000. 

A pesar de que el presidente chino Xi Jinping anunció en septiembre de 2015 que el país limitaría su inversión pública en los proyectos que generan de altos índices de carbono en el extranjero, los analistas afirman que los prestamistas chinos están ejerciendo presión sobre los gobiernos africanos mediante tarifas reducidas de carbón, con el objetivo de prestar apoyo a los contratistas y fabricantes chinos afectados por la desaceleración nacional. 

«China ha construido tantas plantas de carbón con tal rapidez que actualmente hay muchas empresas propiedad del estado que se enfrentan a una falta de demanda en su país», explica Christine Shearer, investigadora en CoalSwarm. «Observamos que ofrecen carbón a los gobiernos africanos, pese a que no es necesariamente la fuente de energía que querrían».

Chimeneas industriales en el paraíso

Irónicamente, la presión de China sobre el mercado de carbón africano ha llegado en un momento en el que se había dado carpetazo a varios proyectos para la industria del carbón, algo que había inyectado un sentimiento de optimismo renovado en la batalla contra las consecuencias más destructivas del cambio climático.

Según un informe publicado en marzo por CoalSwarm, Sierra Club y Greenpeace, estos recortes en China han impulsado una reducción de cerca del 50 por ciento en la cantidad de energía generada a partir de carbón a nivel mundial durante el año 2016. El informe argumenta que se trata de un avance que hace que alcanzar el objetivo internacional de mantener el calentamiento global por debajo de los 2° C desde niveles preindustriales «sea factible».

África, donde las temperaturas en ascenso han generado cada vez más inseguridad alimenticia, todavía estaría a tiempo de evitar su papel arruinando el clima: su capacidad de producción de carbón en curso, fuera de Sudáfrica, solo supone un cinco por ciento del total mundial. Más de la mitad procede de proyectos en fase preliminar, lo que significa que podrían ser descartados si cambian las prioridades del gobierno o si aparecen problemas de financiación.

Aun así, las voces críticas advierten de que el uso cada vez mayor de carbón como fuente de energía en el continente tendrá otras consecuencias perjudiciales, incluyendo los impactos medioambientales de la minería en las reservas de carbón del continente, todavía sin explotar. Entre estas figuran los depósitos de la cuenca del río Mui, en Kenia, que alimentarán la central de Lamu una vez que se establezca una vía férrea. Hasta entonces, la central eléctrica dependerá del carbón importado en barco al nuevo puerto desde Sudáfrica.

Además, es probable que los proyectos de carbón individuales tengan un grave impacto sobre las comunidades en las que se desarrollen, especialmente en aquellas que albergan ecosistemas frágiles, como Lamu. Lo que temen especialmente los residentes es que las emisiones de agua caliente del sistema de enfriamiento de la planta y los vertidos de su contenedor de cenizas al aire libre arruinen la pesca local —fuente de ingresos del 75 por ciento de los hogares de Lamu— haciendo que los peces desaparezcan de las aguas poco profundas en las que trabajan con métodos tradicionales de esparavel.

La contaminación de la bahía adyacente también afectaría a la vulnerable vida marina, incluyendo arrecifes de coral, canales de manglares, tres especies de tortugas marinas que anidan en Lamu y el dugongo, una especie de vaca marina parecida al manatí que se alimenta de las algas cerca de la costa.

Una evaluación de impacto medioambiental también advierte de los peligros respiratorios asociados a la emisión de partículas en suspensión, que circularán sobre la ciudad entre diciembre y abril durante la estación anual de vientos monzónicos, según afirman los habitantes locales. 

Los opositores de la central podrían todavía tener una oportunidad de detener el proyecto: en noviembre, Save Lamu, una coalición local, presentó un escrito de recurso ante el Tribunal Medioambiental Nacional de Kenia en contra de que se garantizase una licencia de evaluación de impacto medioambiental. Pese a que una victoria en la audiencia programada para el 11 y el 12 de mayo no detendría el proyecto directamente, sí podría retrasar el comienzo de las obras hasta después de las elecciones de agosto en Kenia y, teóricamente, si ganara el partido de la oposición, el nuevo gobierno estaría menos comprometido con el proyecto.

Sin embargo, volviendo al punto central, muchos de los residentes en Lamu afirman que la posibilidad de frustrar un proyecto de tanta prioridad resulta improbable.

«Es muy difícil ganar con el gobierno actual», afirma Mia Miji, empresario local, mientras contempla el puerto de Lamu, lleno de niños nadando en el agua y dhows (embarcaciones) deambulando sobre las olas. «No nos oponemos al progreso. Solo nos gustaría que nos proporcionasen energía de forma más segura».

Jonathan W. Rosen es un periodista informando desde el África subsahariana.

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