La perforación petrolera en terrenos públicos de Nuevo México pone en riesgo el agua potable

Una investigación de National Geographic ha descubierto que la exploración energética de la Cuenca Pérmica podría contaminar los acuíferos, las cavernas de Carlsbad y otros sistemas de cuevas.

Por Jennifer Oldham
Publicado 5 feb 2021, 13:53 CET
Desierto de Chihuahua

El desierto de Chihuahua, en la sierra de Guadalupe del sur de Nuevo México, es uno de los lugares donde se perforará en busca de petróleo en terrenos públicos sensibles.

Fotografía de Robbie Shone, Nat Geo Image Collection

Con siete kilómetros de largo, la cueva de Parks Ranch, en el sudeste de Nuevo México, es la segunda cueva de yeso más larga del hemisferio occidental. La cueva y sus muchas ramificaciones son unas de las 550 que se entrecruzan en esta región geológica frágil y propensa a los socavones célebre por las cavernas de Carlsbad.

Dentro de las oscuras profundidades de Parks Ranch no puedo verme las manos. El aire está a unos agradables 11 grados Celsius, 22 grados más frío que el desierto de Chihuaha, a nueve metros por encima. El silencio es tan absoluto que quiero embotellarlo y llevármelo a casa para disfrutarlo más tarde.

Encendemos las linternas frontales para iluminar las hendiduras en forma de vieira en las paredes blanquecinas, evidencias de las lluvias pasadas que han inundado esta famosa cueva. Es probable que esté conectada a otras, así como a muchos socavones, dice James Goodbar, mi guía y exespecialista en cuevas y karst de la Oficina de Administración de Tierras (BLM, por sus siglas en inglés).

Esta galería y otras similares de la región se han formado tras eones de procesos químicos que han disuelto las rocas desde arriba y desde abajo. En sus estalagmitas y estalactitas prehistóricas, las cuevas contienen información prístina sobre el clima antiguo. También contienen fósiles muy bien conservados, objetos de los nativos americanos y organismos que podrían contribuir a la búsqueda de nuevos antibióticos. Estos secretos tentadores, ocultos en un paisaje de caliza y yeso conocido como karst, están situados sobre riquezas más antiguas: las mayores reservas de gas y petróleo técnicamente recuperables del país, en la Cuenca Pérmica del oeste de Texas y el sudeste de Nuevo México.

Un científico admira las «arañas» de yeso dentro de la cueva de Lechuguilla, de 240 kilómetros de largo, una de las cuevas cartografiadas en la región salpicada de sistemas cavernarios.

Fotografía de Robbie Shone, Nat Geo Image Collection

Ahora, este ecosistema desértico de cavernas y las empresas energéticas podrían encontrarse en trayectoria de colisión. El gobierno de Trump, en pos de su plan de «dominio energético», arrendó miles de hectáreas propensas a socavones y que probablemente albergan cuevas a empresas petroleras. Algunas parcelas son de las más frágiles geológicamente que se han ofrecido jamás para usos industriales, por eso todavía no se han arrendado. Se sabe poco del paisaje subterráneo plagado de fisuras que compone esta región kárstica de más de 400 000 hectáreas, lo que dificulta comprender qué está en peligro.

Una investigación de National Geographic ha descubierto que la presión del gobierno de Trump para abrir estas tierras públicas a la exploración energética pone en riesgo de contaminación las cavernas de Carlsbad, muchas más cuevas de Nuevo México y los acuíferos que suministran agua potable a miles de habitantes.

Es más, es improbable que la amenaza para los ecosistemas cavernarios y acuíferos únicos de la región disminuya durante el gobierno del presidente Joe Biden.

Según prometió durante su campaña, el 27 de enero pausó las concesiones de terrenos federales para la exploración de petróleo y gas natural para realizar una «evaluación exhaustiva» del programa de combustibles fósiles del país. Sin embargo, la pausa solo afecta a los permisos nuevos. No impide que las empresas perforen en concesiones existentes y permite que las agencias sigan aprobando permisos para más actividades de perforación en la zona.

Ya antes de que Biden concediera la moratoria prometida, los conservacionistas que la consideran insuficiente presentaron una demanda el 21 de enero para revocar la venta del gobierno de Trump de más de 400 000 hectáreas de terrenos públicos en el oeste del país para la exploración energética, incluidas tierras del sudeste de Nuevo México.

Lo que revelan los documentos

Un análisis de cientos de páginas de documentos federales, cartas de protesta, memorandos y entrevistas con la BLM y empresas energéticas demostró que entre el 2017 y el 2020 la BLM arrendó hectáreas en zonas de Nuevo México donde se habían producido accidentes de perforación en el pasado.

• Varias parcelas arrendadas se encuentran justo en el límite de la zona de protección de cuevas al norte del parque nacional de las cavernas de Carlsbad, en un área sobre la cual un informe del parque concluyó que «si se perfora, el riesgo de contaminación tóxica e inflamable podría perjudicar este entorno cavernario único». Los científicos todavía están cartografiando la cueva de Lechuguilla, que mide al menos 240 kilómetros de largo y se sospecha que podría extenderse fuera de la zona de protección.

• La BLM no siempre exige estudios mediante técnicas de imagen detalladas que puedan predecir dónde hay oquedades subterráneas. Sin estos reconocimientos ocurren accidentes. Por ejemplo, a principios de la década del 2000 se abrió una caverna bajo una plataforma de perforación cerca de Black River Village Road a casi media hora al sur de Carlsbad, destruyendo restos arqueológicos cercanos, y un socavón de 17 metros se tragó un tractor de pala frontal cerca de la frontera con Texas. Los bomberos rescataron al conductor.

• Algunos terrenos subastados a empresas petroleras contienen cuevas con fósiles importantes, así como murciélagos raros cuyas poblaciones no han sido estudiadas por biólogos federales.

• Muchas concesiones arrendadas en zonas propensas a las cuevas estipulan que las empresas no perforarán «a menos de 200 metros de la entrada de una cueva conocida» o de «formaciones kársticas significativas», pero solo se han cartografiado las cuevas y las formaciones kársticas en el dos por ciento de la región, por lo que es difícil que las empresas sepan dónde están.

• Un estudio interno de la BLM reveló que cabe la posibilidad de que los fluidos de la perforación contaminen los suministros hídricos. Más adelante, en octubre del 2020, la oficina arrendó terrenos donde las compañías tendrían que perforar un acuífero para alcanzar el yacimiento de gas y petróleo.

• La BLM indicó en informes ambientales que los acuíferos de la región son muy susceptibles a la contaminación por actividades industriales, señalando que «los fluidos de perforación, el agua salada producida, el gas o el petróleo, los detritos y el cemento podrían entrar rápidamente en el agua subterránea».

La investigación también ha descubierto que el gobierno de Trump arrendó hábitat kárstico sensible que los gobiernos previos habían retenido. Más del 80 por ciento de los terrenos gestionados por la oficina de campo de Carlsbad se han arrendado a la industria energética, así que la medida pone en peligro los últimos refugios de aves y reptiles amenazados, así como los corredores migratorios del berrendo o antílope americano.

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    Estas formaciones de calcita de la cueva de Lechuguilla encerraron antiguos registros climáticos a medida que crecían.

    Fotografía de Robbie Shone, Nat Geo Image Collection

    Las estalactitas de la cueva de Lechuguilla.

    Fotografía de Robbie Shone, Nat Geo Image Collection

    Los arrendamientos acelerados también podrían eclipsar el trabajo de los científicos que tratan de comprender cómo se entrecruzan y cómo actúan los cientos de cuevas a modo sistema de fontanería de la región. La falta de datos sobre la ubicación de las cuevas, así como la geología «de tipo queso suizo» de la región, incrementa las probabilidades de que ocurra un accidente en el que se contaminen las fuentes de agua o las cuevas o se destruyan fósiles u objetos nativos americanos. Las lagunas de conocimiento también dificultan la vigilancia de las filtraciones o los vertidos y saber cómo notificarlos.

    «El margen de error es más pequeño en las zonas kársticas», afirma George Veni, hidrogeólogo y director ejecutivo del Instituto Nacional de Investigación de Cuevas y Karst, un instituto sin ánimo de lucro financiado por el gobierno y creado por el Congreso en 1998. «Necesitamos más tiempo para recopilar datos y entender mejor cómo funciona el sistema».

    Las incógnitas

    A pocos kilómetros de la cueva de Parks Ranch, una cuerda deshilachada cuelga de la rama de un álamo sobre las aguas cálidas y cristalinas del río Black. Hacen 33 grados, así que Veni se pone a la sombra del árbol y piensa en un experimento insatisfactorio de seguimiento del agua que ha llevado a cabo a petición de la BLM.

    Ha inyectado una pequeña cantidad de tinte verde no tóxico en una zona rocosa y poco profunda río abajo y ha observado cómo desaparecía en un agujero cerca de unos juncos. Esperaba rastrear el tinte hasta los pozos cercanos, pero no ha reaparecido.

    «Es muy frustrante», dice Veni, pasándose la mano por el pelo cano y rizado de aspecto despeinado que le ha crecido durante la pandemia.

    «Si no lo encuentro, será el primer proyecto en el que no encuentro el tinte», añade. «La verdad es que no sabemos» cuáles son las tasas de flujo, o a qué velocidad circula el agua por el complejo sistema de cuevas y karst de la región. «Se supone que estos experimentos nos ayudan a determinar si hay que proteger o administrar mejor esta zona».

    Las bombas de varilla funcionan al atardecer cerca de Loco Hills, Nuevo México. La extracción de crudo en la Cuenca Pérmica es uno de los principales motores económicos de la zona, aunque la industria perfora en terrenos que podrían no haber sido estudiados. Esto aumenta el riesgo de perforar sistemas de cavernas o acuíferos.

    Fotografía de Paul Ratje, AFP/GETTY IMAGES

    Veni añadió que, de vez en cuando, no encuentran el tinte en el primer intento debido a los datos incompletos sobre la geología kárstica de la zona. A diferencia del terreno de arenisca, que atrapa contaminantes en el subsuelo como una esponja, los paisajes kársticos no filtran el agua, lo que permite que circule sin obstáculos a través de grandes conductos y canales y entre en los acuíferos. Por eso es fundamental entender a qué velocidad y por qué canales fluye para poder alertar a los residentes del peligro cuando se produce un vertido de petróleo y gas.

    ¿Accidentes en el futuro?

    Los científicos podrían necesitar más tiempo y mejores datos, pero la balanza se está inclinando hacia el lado opuesto. La BLM gestiona casi 10 millones de hectáreas, la mayoría en 12 estados en el oeste del país. Los reglamentos de la oficina exigen realizar evaluaciones ambientales, recabar comentarios públicos y abordar las protestas antes de subastar las parcelas al mayor postor.

    Cuando una orden ejecutiva emitida por Trump en el 2017 exigió que la industria energética fuera liberada de las «cargas normativas», la BLM ordenó a sus oficinas locales que truncaran los periodos de comentarios y evaluación ambiental. La agencia abrió más de dos millones de hectáreas a la extracción de combustibles fósiles en tierra entre enero del 2017 y enero del 2020, comparadas con las más de un millón de hectáreas subastadas por el gobierno de Obama entre el 2014 y el 2016.

    La presión para acelerar las concesiones petroleras en el sur de Nuevo México culminó en la venta de concesiones más rentable de la BLM en septiembre del 2018, cuando recaudó 972 millones de dólares por 142 parcelas. En la primavera del 2020, cuando el confinamiento por la pandemia causó el desplome de los precios del petróleo, la BLM arrendó tierras a precios bajos que, según los conservacionistas, eran una estafa para los contribuyentes.

    A medida que se expande la exploración de gas y petróleo, también aumenta el número de accidentes. Un informe de 1993 del Servicio de Parques Nacionales indicaba que era probable que las empresas hubieran atravesado cuevas durante la perforación de al menos 61 pozos en la región de Carlsbad. Algunos de estos accidentes hicieron que los fluidos tóxicos y el equipo de gas y petróleo entraran en los huecos. El Servicio de Parques concluyó: «Existen yacimientos de hidrocarburos considerables y cuevas conocidas justo al norte de la frontera del parque. Es probable que la perforación exploratoria se cruce con las aberturas que conectan con las cuevas del parque».

    Solo durante el último año, la BLM recibió ocho informes de huecos subterráneos que se habían abierto tras la exploración sísmica y la construcción de instalaciones energéticas. Estos incidentes ocurrieron en lugares donde no se habían identificado previamente socavones ni cuevas. La agencia también documentó 1261 vertidos relacionados con el gas y el petróleo en el sudeste de Nuevo México en el 2018. Los informes no determinaron que los incidentes hubieran afectado al agua subterránea. Eso no quiere decir que no haya ocurrido, señala Goodbar, el exespecialista en cuevas de la BLM, que añade que los administradores de tierras no saben si se ha producido contaminación si no realizan un estudio del agua subterránea.

    Los riesgos de expandir la actividad industrial son evidentes por encima y por debajo de la superficie. En octubre, en la frontera sur de la ciudad de Carlsbad, visité el suelo que hay sobre una cavidad creada por un pozo de agua salada utilizado por empresas energéticas que mide 49 metros de ancho por 91 de largo y tiene la misma profundidad que dos capitolios estatales de Santa Fe apilados. Parte de ese hueco, que está en el subsuelo bajo la intersección de dos carreteras, podría derrumbarse y convertirse en un socavón este mismo año, indica Veni, y se estima que los posibles daños podrían ascender a mil millones de dólares.

    El hábitat del berrendo de Baja California o berrendo peninsular, una especie en peligro de extinción a nivel federal, está amenazado por las concesiones petroleras en tierras públicas sensibles en Nuevo México.

    Fotografía de Joël Sartore, National Geographic Photo Ark

    Las poblaciones del perrito de las praderas de Gunnison están desplomándose a medida que la perforación petrolera comprime su hábitat.

    Fotografía de Joël Sartore, National Geographic Photo Ark

    Una hilera de perdices se escabulle frente a mí por el borde de una acequia que también atraviesa el suelo sobre el enorme agujero oculto en medio de su hábitat. El aumento de la actividad petrolera está consumiendo el hábitat de la fauna menguante de la región, explica Kelley Reid, bióloga de la BLM.

    «Ya no quedan perritos de las praderas en tierras públicas en la oficina de Carlsbad», afirma Reid. «Las colonias de garzas están desapareciendo o quedando abandonadas. La diversidad de la fauna y la flora silvestres está homogeneizándose y las especies que nos gustaría ver están desapareciendo».

    Parques amenazados

    Los combustibles fósiles sin explotar del sur de la Cuenca Pérmica de Nuevo México se extienden bajo el terreno federal al norte y al este del parque nacional de las cavernas de Carlsbad. A medida que la exploración energética se acercaba al parque durante el gobierno de Trump, el superintendente del parque Doug Neighbor invirtió 450 000 dólares en instrumental para analizar la degradación de la calidad del aire y «los impactos para nuestro cielo nocturno» debido a las llamaradas emitidas para quemar el gas natural en los pozos.

    Neighbor, que en 2016 advirtió que el parque biodiverso había llegado a un punto crítico porque las emisiones de nitrógeno de la perforación de gas y petróleo amenazaban a las plantas y los animales autóctonos, planea utilizar estos datos para reforzar sus comentarios sobre las futuras ventas de concesiones. Me contó que, en el 2018, la BLM retiró las parcelas ubicadas cerca de la frontera oriental del parque de una subasta tras expresar su preocupación.

    El parque de 91 años que dirige figura entre una docena —como el de las Secuoyas, el de Tierra de Cañones y el de Mesa verde— que están en peligro debido a las políticas energéticas de Trump, que podrían «alterar los fundamentos del paisaje de Estados Unidos», según un informe de la organización sin ánimo de lucro National Parks Conservation Association. Las concesiones adquiridas por empresas de gas y petróleo en los últimos cuatro años a las puertas de los parques nacionales siguen siendo válidas en la actualidad, aunque Biden intente reducir la exploración energética en terrenos públicos.

    Según Robert McEntyre, director de comunicaciones de la New Mexico Oil and Gas Association, es responsabilidad de agencias federales que gestionan tierras públicas, como el Servicio de Parques Nacionales y la BLM, determinar si hay zonas del sudeste de Nuevo México que necesitan más protección.

    «Hemos visto cómo utilizaban las cuevas como motivo para detener el desarrollo de gas y petróleo», afirma McEntyre, cuya asociación representa a 900 miembros. «La mayoría de los comentarios que recibimos por parte de los grupos medioambientales en lo que respecta a la actividad de gas y petróleo en el sudeste de Nuevo México parecen repetir como loros los temas de debate de los activistas».

    Añade que no se permite arrendar terrenos dentro del parque nacional de las cavernas de Carlsbad.

    En el sudeste de Nuevo México, la BLM y las empresas energéticas dicen que están tomando medidas de precaución antes de perforar para garantizar que no se toparán con cuevas ni socavones que pongan en peligro su inversión de ocho millones de dólares por pozo. La BLM señala que analiza individualmente las parcelas en terrenos kársticos antes de arrendarlas y, si hay riesgo de cuevas, puede exigir que las empresas petrolíferas realicen estudios sobre el terreno en busca de cuevas y karst antes de perforar y alejen el equipo de terrenos frágiles.

    Si las fisuras del terreno indican la posible presencia de cuevas, la BLM podría exigir estudios con técnicas de imagen para cartografiar el subsuelo. Son caros y laboriosos. Y aunque los científicos den el visto bueno a una parcela para su perforación, si no se encarga un estudio del subsuelo podrían pasar por alto algo porque la presencia de pasajes subterráneos no resultaba obvia en la superficie, indica Goodbar.

    Estas medidas normativas no bastan para tranquilizar a los conservacionistas. El pasado agosto, la BLM vendió concesiones en nueve parcelas, algunas a la vista del centro de visitantes de las cavernas de Carlsbad. Los conservacionistas advierten que una parcela puede contener cuevas y también alberga un corredor migratorio para el berrendo y el ciervo mulo. El gobierno de Obama había aplazado el arrendamiento de la parcela.

    El 4 de diciembre, dos organizaciones de conservación, Audubon Southwest y New Mexico Wild, apelaron ante una junta de evaluación federal para anular la venta de la concesión. La apelación alega que impedir el desarrollo en la parcela podría ser «la mejor (y quizá la última) oportunidad posible de proteger algunos de los últimos terrenos con valor ecológico en la oficina de campo».

    Durante el gobierno de Trump, la BLM esperaba abrir más terrenos kársticos a la exploración energética. En un borrador de la revisión del plan de gestión, propuso arrendar 35 000 hectáreas más —entre ellas tierras a la vista del parque nacional— en las próximas décadas. Una orden del Departamento del Interior del 20 de enero exige que la BLM aplace esta revisión.

    Hora de tomar decisiones

    La región desértica se encuentra en una encrucijada: se han planificado actividades de extracción de gas y petróleo en las concesiones existentes en gran parte del terreno kárstico de alto riesgo, así como en zonas ecológicamente sensibles que los biólogos no han podido estudiar por completo. El hábitat del lagarto Sceloporus arenicolus, que solo vive en la Cuenca Pérmica del sudeste de Nuevo México y el oeste de Texas, está en peligro debido a la actividad industrial, así como las zonas del desierto de las que depende el urogallo chico.

    Con casi 40 años de experiencia en la BLM, Goodbar duda que las leyes que ayudó a redactar —que incluyen métodos para ayudar a las empresas energéticas a detectar y evitar dañar los recursos geológicos y normas que exigen que cesen el trabajo si descubren una cueva y que mitiguen las repercusiones sobre la misma— puedan mantener a raya a las empresas de combustibles fósiles. En el 2018, antes de abandonar la agencia, se solicitó a la oficina de campo reducir las protecciones ampliadas para las zonas con cuevas y karst que él había redactado.

    En un día de octubre que parecía de verano, Goodbar pasea por una cresta angosta en el Área de Estudio de Mudgetts Wilderness, a unos 48 kilómetros al sudoeste de Carlsbad. Señala las empinadas colinas plagadas de cactus y juníperos y dice que teme que la BLM carezca de los recursos necesarios para exigir responsabilidades a las empresas para que protejan las formaciones kársticas. Añade que la agencia tiene poco personal independientemente de quién esté en la Casa Blanca.

    «Tienen que echar el freno», dice Goodbar. «Hagamos esto de forma sensata y no destruyamos la tierra».

    Una familia flota en el canal del río Pecos en Carlsbad, Nuevo México. Según sus administradores, el cercano parque nacional de las cavernas de Carlsbad siente la presión de sus vecinas: las compañías energéticas.

    Fotografía de Paul Ratje, AFP, Getty

    En el valle inferior, a solo decenas de metros de una zona no arrendable que incluye un área silvestre, la agencia subastó más de mil hectáreas en octubre del 2020 por 41 123 dólares. La parcela se encuentra en una «zona kárstica crítica», cerca de dos cuevas. Incluye suelos y plantas raras, así como una llanura aluvial llena de guijarros.

    Aunque la BLM exigiría que las empresas energéticas perforaran fuera de la llanura aluvial, para llegar al yacimiento de gas y petróleo tendrían que atravesar un acuífero que abastece de agua potable a los residentes de Carlsbad, así como a los agricultores y ganaderos cercanos, señala Goodbar. Un estudio que realizó en la zona para la BLM reveló que es posible que los fluidos empleados para perforar contaminen el agua subterránea si se produce un accidente.

    Dice que hay formas de reducir el riesgo —cementar la tubería de acero en el pozo para impedir que la roca se derrumbe o realizar pruebas de presión con regularidad para detectar fugas—, pero no de eliminarlo.

    Cerca de la frontera oriental de las cavernas de Carlsbad, se detectaron hidrocarburos de la perforación petrolífera en muestras de agua de Rattlesnake Springs, la fuente de agua potable del parque, «durante las crecidas, lo que indica que podría ocurrir algo de contaminación en condiciones determinadas», escribió Paul Burger, hidrólogo del parque, en el 2016.

    En la cueva de Parks Ranch, que se encuentra en peligro debido a la aceleración de la actividad petrolera en las inmediaciones, Goodbar me dice que espera cartografiar cómo encajan estas salidas en la fontanería subterránea natural de la región. También siente curiosidad respecto a las raras formas de vida que podría albergar este hábitat sensible a casi una hora y media en coche del Área de Estudio de Mudgetts Wilderness.

    «Descubrimos algunas especies de anfípodos y una nueva especie de escarabajo en sistemas de cavernas al norte de aquí, y aquí podría haber todo tipo de nuevas especies», cuenta. «Si hay algún cambio en estas cuevas, en la humedad y la temperatura constantes, el silencio y la oscuridad, podría aniquilar a esas especies».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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