¿Qué consecuencias ecológicas tendrá la erupción del volcán de La Palma?

La erupción de La Palma ha provocado la entrada del nuevo terreno volcánico en un nuevo ciclo ecológico diferente a muchos niveles. ¿Cómo afectarán los gases y la lava a los ecosistemas?

Por Cristina Crespo Garay
Publicado 23 sept 2021, 14:29 CEST, Actualizado 29 sept 2021, 16:45 CEST
Día 2 en la erupción de Cumbre Vieja

La isla canaria de La Palma es una de las zonas volcánicas más activas del archipiélago. Cerca de 85.000 personas viven en la isla.

Fotografía de Arturo Rodríguez

Cuando la implacable fuerza de la naturaleza se abre paso, las consecuencias de los ciclos ecológicos naturales a menudo son devastadoras para la vida en la Tierra. Mientras los expertos trabajan para tratar de despejar la incógnita de cuánto durará la erupción de Cumbre Vieja, que se estima entre los 24 y 84 días, las consecuencias ambientales que dejan tras de sí la lava, los gases y la ceniza son cada vez mayores.

A medida que el Cumbre Vieja sigue escupiendo lava y transformándose de un volcán estromboliano a uno hawaiano, la erupción sigue quemando etapas en su evolución. El lunes, pasada la medianoche, hora local, la lava cruzó un nuevo punto de inflexión: se precipitó al mar.

La belleza paisajística y la vida que generan a su alrededor los más de 1 500 volcanes que existen en el mundo es incuestionable, pero su actividad es imprevisible. Como vimos en las últimas erupciones del Kilauea, en Hawái, o el Gedingadalir, en Islandia, los efectos que tienen las erupciones volcánicas y las fallas geológicas para el medio ambiente pueden ser múltiples. Estos fenómenos naturales, como los terremotos y los tsunamis, tienen un alto índice de impacto ambiental, no sólo por sus devastadoras consecuencias inmediatas en las zonas urbanas, sino por las ocasionadas en la propia naturaleza.

“Nos encontramos ante la formación de un nuevo terreno volcánico que dará paso a un ciclo ecológico muy diferente a muchos niveles”, explica José Ramón Arévalo Sierra, catedrático de Ecología en la Universidad de La Laguna, Tenerife. "Se trata de un hecho ecológico sin más trascendencia que la habitual en islas de carácter volcánico, que son muy habituales también en otros archipiélagos como Hawái". Según el alcance de la erupción y su zona de influencia, encontramos en mayor o menor medida alteraciones en la biodiversidad, los suelos, la calidad del aire, impactos en los acuíferos, en la agricultura...

Según los registros históricos, desde que se tiene algún tipo de referencia documental, “la isla de La Palma es la que más erupciones ha sufrido en su territorio, con lo que podríamos decir que es la isla que ha tenido una mayor actividad”, afirma David Calvo, responsable de comunicación del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan).

3.000 años para recuperar los suelos

Como parte del ciclo volcánico, la colada de lava que se desliza hacia el mar por la ladera de Cumbre Vieja está modificando el terreno, elevándolo a su paso y arrasando áreas de matorrales, bosques y cultivos para convertirlos en un abrupto y hostil terreno sin vida. La superficie afectada por las coladas de lava de la erupción de La Palma alcanza las 258 hectáreas, afirma a través de sus redes el Servicio de Gestión de Emergencias de Copernicus.

“A nivel ecológico, estamos ante una situación muy puntual y también muy local”, explica el experto. La colada, hasta el momento de 150 o 160 hectáreas, ha trazado su recorrido arrasando zonas habitadas y provocado por tanto muchos daños económicos, sobre todo para las familias que han perdido sus viviendas. “Pero bajo el punto de vista ecológico estamos en un proceso natural en unas islas volcánicas que son tremendamente activas. Es la oportunidad de tener una sucesión primaria que estudiar”.

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Esta sucesión primaria, también llamada malpaís, es el suelo árido y escarpado que deja tras de sí la lava. “Analizaremos cenizas y lava como si analizáramos la sangre del volcán”, afirma Involcán. El malpaís de Güimar o de la Rasca, en Tenerife, son ejemplos de los paisajes volcánicos donde renace lentamente la vida tras la erupción. En la colonización de estos suelos por parte de los organismos, la flora y la fauna, inciden muchos factores.

“La isla de La Palma es una isla donde las precipitaciones prácticamente doblan a las de otras islas como Tenerife o Gran Canaria. Esto hará que se acelere el proceso de colonización de esa colada, pero la formación del suelo lleva mucho más”, afirma el experto. A pesar de que la colada no ha entrado tanto en zona boscosa, sino que ha afectado más a la zona urbana y matorral,  Arévalo afirma que, según las proyecciones de futuro en función de lo que ha ocurrido en otros sitios, “el suelo podría tardar en recuperarse de 3.000 a 4.000 años”.

En ocasiones, si la necesidad de que los suelos sean productivos es urgente, las islas volcánicas trasladan los suelos de otras zonas del país. En el caso de la Palma, al ser el área afectada relativamente pequeña, el futuro más probable según Arévalo será el de un área protegida para su estudio.

Colonización de la colada por especies invasoras

Los daños ecológicos deben asumirse dentro de los ciclos naturales de una erupción volcánica, sin embargo, cuando los humanos alteramos esos ciclos, surgen los desequilibrios. Durante los últimos procesos volcánicos de Hawái, se introdujo la Myrica faya y colonizó las coladas volcánicas. Al tratarse de una especie fijadora de nitrógeno, aumentó las concentraciones de nitrógeno en el suelo que favoreció la entrada de otras especies exóticas. Es uno de los ejemplos más claros de cómo una especie provoca un cambio ecosistémico tan grande incluso siendo capaz de colonizar las coladas volcánicas.

Por las condiciones de humedad, esta especie en Canarias no es tan competitiva, pero al caminar por lava volcánica de 700 u 800 años de antigüedad, podemos encontrar especies instaladas de plantas como Pelargonium, geranios sudafricanos, siempre de carácter invasor.

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    “Las coladas son particularmente vulnerables a la entrada de especies exóticas. Lo hemos tenido en el caso de Lanzarote, donde una nativa trasladada de otras islas ha colonizado completamente algunas de las coladas del Parque Nacional, lo que ha provocado una alteración total del paisaje volcánico”, explica el experto.  “Debe vigilarse mucho porque son especies oportunistas y muy competitivas, por eso son exitosas”.

    Los efectos de la ceniza y las nubes de gases tóxicos

    Durante la última erupción islandesa, la nube de gases que provocó paralizó incluso el tráfico aéreo. En el caso de Cumbre Vieja, “la altura de la pluma volcánica se ha estimado en 4,2 km por encima de la boca eruptiva”, afirmó el miércoles el Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) en sus redes. “La actividad es más explosiva con gran cantidad de cenizas en la atmósfera”.

    Bajo el suelo de la isla, la contaminación de acuíferos puede ser otra consecuencia de la erupción, pero el experto afirma que hay un control muy riguroso de estas aguas subterráneas. “A pesar de que sigue saliendo masa, parece que ya se están cerrando algunos de los focos por los que estaba saliendo lava, por la consistencia que está teniendo la lava y el enfriamiento que tiene. Sí hay una nube de gases que alcanzará la península, pero hay que tener en cuenta el poder de disolución que tienen estos gases en la atmósfera a medida que se van alejando de la zona del foco. A no ser que cambie mucho la situación, no parece que estemos hablando de un problema ambiental grave”.

    Cuando estas masas de aire con grandes cantidades de sulfato se mezclan con la humedad, puede provocar cierta acidificación en el agua de la lluvia. “Esto sí puede ocurrir, pero para que un fenómeno como este afecte al ecosistema tiene que tener una presencia alta de sulfatos y también una continuidad en el tiempo.

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    El agua caerá con un cierto nivel de acidez, que incluso podría llegar a notarse en la península. “Aunque la horquilla de la duración aún es amplia, de 30 a 90 días, este suceso de la lluvia ácida es algo puntual que no provoca alteraciones si no se mantiene durante largos períodos”, afirma el experto.

    Océanos y alteraciones climáticas

    Tras diez días de erupción, la lava del volcán de La Palma ha alcanzado finalmente el mar en la playa de Los Guirres, en Tazacorte. A los pies de la costa acantilada, la lava ha comenzado a formar una pirámide acompañada de una columna de humo negro formada por el vapor de agua causado por la diferencia térmica. Según afirmaba Arévalo cuando aún se dudaba la llegada de la lava al océano, a este nivel "no tendría un efecto dramático, veríamos un espectáculo de vapor de agua bastante impresionante pero no peligroso desde un punto de vista humano”. De momento, las autoridades aseguran que la calidad del aire es buena, pero piden a los vecinos de Tazacorte que no salgan de sus casas por el humo. 

    Evidencias históricas de tsunamis provocados por erupciones de magnitudes enormes llevan a menudo estas especulaciones hasta los expertos. Aunque La Palma aún que se mantiene a la espera de poder predecir hasta dónde llegarán las consecuencias, los expertos transmiten tranquilidad a la población.

    En 1883, la erupción del volcán del Krakatoa, en Indonesia, fue uno de los fenómenos naturales más destructivos de la historia reciente y generó tsunamis y explosiones que se escucharon a más de 3.000 kilómetros, según datos de la editorial estadounidense Enciclopedia Británica. “Cuando estalló, este volcán cambió el clima del planeta durante dos o tres años, pero aquí nos encontramos ante algo local y la masa que llegaría al océano no es lo suficientemente grande para generar alteraciones más allá de los entornos locales”.

    En el caso de la erupción submarina que tuvo lugar en 2011 en la isla del Hierro, la más joven de todas, a pesar de su magnitud y de la gran cantidad de gases que mantuvo a la población evacuada durante muchos días, la zona se recuperó rápidamente al tratarse de un suceso local. “Por supuesto puede ocurrir que la actividad volcánica afecte al clima o al planeta, pero a otra escala”, concluye Arévalo.

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