Algunos animales tienen «nacimientos virginales»: te explicamos la partenogénesis

¿Qué animales pueden producir crías sin aparearse? ¿Y cómo funciona este proceso?

Por Corryn Wetzel
Publicado 26 ago 2020, 11:39 CEST, Actualizado 18 nov 2020, 7:44 CET
Cría de dragón de Komodo

Una cría de dragón de Komodo trepa por un árbol en el parque nacional de Komodo, Indonesia. Los dragones de Komodo son unos de los pocos vertebrados que pueden tener «partos virginales», posibilitados por la partenogénesis.

Fotografía de Stefano Unterthiner, Nat Geo Image Collection

La gran mayoría de los animales necesitan aparearse para tener descendencia. Pero un pequeño subgrupo de animales puede tener crías sin aparearse.

Este proceso, llamado partenogénesis, permite que criaturas como las serpientes de cascabel o las abejas melíferas tengan los denominados «nacimientos virginales».

Estos fenómenos pueden sorprender a quienes cuidan de los animales. Entre los ejemplos figuran un tiburón cebra llamado Leonie, que vivía con otros tiburones hembra en el Reef HQ Aquarium de Australia y que dejó atónitos a sus cuidadores en 2016 cuando eclosionaron crías vivas de tres de sus huevos.

Unos años antes, en el Zoo de Louisville, en Kentucky, una pitón reticulada llamada Thelma —que nunca había visto siquiera a una pitón macho— puso seis huevos que acabarían convirtiéndose en seis jóvenes serpientes sanas. Y en 2006, en el Zoo de Chester, en Inglaterra, un dragón de Komodo llamado Flora logró una hazaña similar, desconcertando a sus cuidadores.

La palabra «partenogénesis» procede de dos lexemas griegos que significan literalmente «creación virgen».

Cómo funciona

La reproducción sexual consta de dos ingredientes: un óvulo y un espermatozoide. Cada uno proporciona la información genética necesaria para crear un organismo vivo. En cambio, en la partenogénesis el cuerpo halla una forma única de remplazar los genes que suele aportar el esperma.

Los ovarios producen óvulos mediante un proceso complejo llamado meiosis, en el que las células se multiplican, se reorganizan y se separan. Estos óvulos solo contienen la mitad de los cromosomas de la madre, con una copia de cada cromosoma. (Estas se denominan células haploides; las células que contienen dos copias cromosómicas se denominan células diploides.)

El proceso de la meiosis también genera un subproducto: células más pequeñas llamados corpúsculos polares, diferentes del óvulo fértil. En una versión de la partenogénesis denominada automixis, un animal puede combinar un corpúsculo polar con un óvulo para producir crías. Este proceso, que se ha documentado en tiburones, mezcla ligeramente los genes de la madre para generar crías que son similares a la madre, pero no clones exactos.

En otra forma de la partenogénesis, la apomixis, las células reproductivas se multiplican mediante la mitosis, un proceso en el que la célula se duplica para crear dos células diploides, una especie de copipega genético. Como estas células nunca se someten al proceso de mezcla de genes de la meiosis, las crías producidas de esta forma son clones de su progenitor, genéticamente idénticas. Esta forma de partenogénesis es más habitual en plantas.

En la mayoría de los organismos que se reproducen del primer modo, por automixis, las crías suelen recibir dos cromosomas X de su madre. Los dos cromosomas X, el almacén genético primario vinculado al sexo, solo producen crías hembra.

Pero en casos raros, animales como los áfidos pueden producir crías macho fértiles que son genéticamente idénticas a su madre salvo por la falta de un segundo cromosoma X. Estos machos suelen ser fértiles, pero como solo son capaces de producir esperma que contiene cromosomas X, todas sus crías serán hembras.

Criaturas grandes y pequeñas

Durante millones de años, los animales se han reproducido mediante la partenogénesis, que surgió en los organismos más pequeños y simples. En animales más avanzados, como los vertebrados, los científicos creen que la capacidad de reproducirse de forma asexual apareció como último recurso para especies que vivían en condiciones adversas. Esto podría explicar por qué la partenogénesis es posible en tantas especies desérticas e insulares.

La mayoría de los animales que procrean mediante la partenogénesis son invertebrados pequeños, como las abejas, las avispas, las hormigas y los áfidos, que pueden alternar entre la reproducción sexual y asexual.

La partenogénesis se ha observado en más de 80 especies de vertebrados, casi la mitad de las cuales son peces o lagartos. Es raro que los vertebrados complejos como los tiburones, las serpientes y los lagartos grandes recurran a la reproducción asexual, por eso Leonie y los otros animales desconcertaron a los científicos.

Como es difícil saber con qué frecuencia se da la partenogénesis en estado silvestre, muchos de los «primeros» casos de reproducción asexual se han documentado en animales en cautividad. Para los vertebrados, ya sea en el medio natural o en cautividad, estos «partos virginales» son fenómenos raros desencadenados por condiciones inusuales.

No se conoce ningún mamífero que se reproduzca de este modo porque, a diferencia de organismos más simples, los mamíferos dependen de un proceso denominado impronta genética. Como si fuera un sello molecular, la impronta etiqueta qué genes son de la madre y cuáles son del padre. En mamíferos como los humanos, esto quiere decir que determinados genes se activan o se desactivan según el progenitor contribuyente. Si solo hubiera un único progenitor, algunos genes no se activarían, lo que imposibilitaría tener crías viables.

Sin embargo, la partenogénesis se ha inducido de forma experimental en varios mamíferos, como los conejos.

Una estrategia de supervivencia en solitario

En algunos casos muy raros, las especies de animales se reproducen solo mediante partenogénesis. Una de esas especies es el lagarto Aspidoscelis uniparens, que son solo hembras.

En determinados insectos, salamandras y platelmintos, la presencia de esperma sirve para desencadenar la partenogénesis. Los espermatozoides ponen en marcha el proceso penetrando en el óvulo, pero más adelante el esperma se degenera y deja solo los cromosomas maternos. En este caso, el esperma solo desencadena el desarrollo de un óvulo, pero no realiza ninguna aportación genética.

La capacidad de reproducirse de forma asexual permite que los animales transmitan sus genes sin gastar energía en buscar pareja y también pueden sustentar a una especie en condiciones difíciles. Si un dragón de Komodo llega a una isla deshabitada, por ejemplo, la hembra puede crear una población a través de la partenogénesis.

Sin embargo, como cada individuo será genéticamente idéntico, las madres dragones de Komodo y sus hijas serían más vulnerables a las enfermedades y los cambios ambientales que un grupo genéticamente variado. En algunas zonas de Nuevo México, por ejemplo, algunas poblaciones de lagartos Aspidoscelis uniparens hembra comparten perfiles genéticos casi idénticos.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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