¿Por qué los perros se lo comerían prácticamente todo, pero los gatos no?

Hay una razón por la que tu perro se zamparía todas las galletas de casa mientras tu gato levanta la nariz, analiza y sopesa. La respuesta está en los genes, dicen los científicos.

Por Sarah Kuta
Publicado 29 sept 2023, 10:12 CEST
Un gato persa azul mira intensamente a un pez dorado en una pecera

Un gato persa azul mira intensamente a un pez dorado en una pecera en una foto del número de noviembre de 1938 de National Geographic. Los investigadores han descubierto que los gatos están genéticamente predispuestos a los alimentos ricos en sabroso umami, como el atún.

Fotografía de Willard Culver, Nat Geo Image Collection

¿Por qué los gatos son tan quisquillosos con la comida mientras que los perros parecen dispuestos a engullir cualquier cosa que se les ponga por delante? Es una pregunta que probablemente se hacen muchos dueños de mascotas mientras convencen a su amigo felino para que se trague una pastilla o le quitan a su cachorro otro trozo de servilleta de la boca.

Los científicos aún desconocen muchas cosas sobre las preferencias gustativas de los animales. Pero, gracias a un pequeño pero creciente número de estudios, los investigadores están empezando a desvelar algunos de los misterios que rodean a los gustos culinarios de nuestros amigos de cuatro patas. Esto es lo que sabemos hasta ahora.

Si se te cae accidentalmente una magdalena al suelo, es probable que tu perro la devore de un bocado. Tu gato, en cambio, puede que levante la nariz. ¿Una posible razón de sus diferentes comportamientos? Los gatos no perciben el sabor dulce.

Como no podían preguntarle directamente a los gatos, los investigadores lo averiguaron analizando su ADN. Los gatos domésticos, los tigres y los guepardos tienen una versión "rota" del gen Tas1r2, que trabaja con otro gen, Tas1r3, para permitir la detección del sabor dulce. Aunque Tas1r3 parece funcionar perfectamente en los gatos, Tas1r2 es un "pseudogen no expresado" al que le faltan 247 letras. Sin ellas, Tas1r2 no produce una proteína crucial necesaria para formar un receptor del dulzor en las papilas gustativas de los gatos.

Pero si los gatos no pueden detectar el dulzor, ¿qué pueden saborear? Dada la dieta centrada en la carne de los gatos, los científicos sospechaban desde hace tiempo que podían degustar el umami, el sabor rico, sabroso y carnoso que los japoneses describen como la "esencia de lo delicioso". Y, recientemente, han encontrado pruebas que confirman esta corazonada. Tras secuenciar el genoma felino, descubrieron que los gatos expresan los dos genes necesarios para formar receptores umami en sus papilas gustativas, Tas1r1 y Tas1r3.

Para dar un paso más en el estudio, dieron a elegir a 25 felinos entre un cuenco de agua normal y otro con moléculas de sabor umami. Como era de esperar, los gatos prefirieron el agua umami y, más concretamente, el agua que contenía compuestos umami presentes en el atún. Esto podría explicar por qué a los felinos les gusta tanto el pescado de agua salada. "Creemos que el umami es el principal impulsor de la ingesta de los gatos", afirma Scott McGrane, científico del Instituto Científico Waltham Petcare, propiedad de Mars Petcare UK, que fabrica alimentos y golosinas para mascotas: "El atún da en el clavo del umami para los gatos".

Los perros, en cambio, pueden saborear el dulce y el umami. Y tanto los gatos como los perros tienen genes receptores del sabor amargo, aunque los gatos tienen 12 (siete de los cuales son funcionales) y los perros, 15. Lo que sigue sin estar claro, sin embargo, es cómo afecta el número de genes receptores del sabor amargo a la percepción real del sabor amargo por parte de los animales, dice McGrane.

Un terrier y un schnauzer observan cómo come un gato de pelo largo. Los perros tienen genes receptores que les permiten saborear tanto el umami como el dulce, lo que les hace menos "quisquillosos" a la hora de cenar.

Fotografía de Brian Gordon Green, Nat Geo Image Collection

Somos (genéticamente) lo que comemos

El sentido del gusto ayuda a los animales a evaluar las posibles fuentes de alimento. El dulzor, por ejemplo, indica que un alimento es rico en hidratos de carbono, que son una buena fuente de energía. El umami indica proteínas, mientras que el salado denota sodio, un nutriente esencial. El amargor es un poco más complicado, pero los científicos creen que puede comunicar acidez, lo que podría ser útil para ingerir vitamina C o para determinar si la fruta podrida es realmente segura para el consumo (ya que las bacterias "buenas" que les dan sabor agrio eliminarían cualquier bacteria "mala" durante la fermentación). Los fines evolutivos del sabor amargo también son objeto de debate, aunque la creencia más extendida es que puede significar toxicidad.

La capacidad de detectar estos sabores aparece en el ADN de los animales: hay genes específicos que producen distintos tipos de receptores gustativos en las papilas gustativas de los animales. A veces, estos genes receptores del gusto mutan al azar. Si el animal sobrevive bien con la mutación, transmitirá ese rasgo a su descendencia hasta que, con el tiempo, se convierta en la norma. Los científicos creen que ésta es probablemente la razón por la que los gatos carnívoros no pueden sentir el sabor dulce, los pandas que comen bambú no pueden sentir el umami y algunos mamíferos marinos que se tragan la comida entera, como los delfines y las ballenas, no tienen genes receptores del gusto. En algún momento de la historia, los genes receptores del gusto de algunas de estas especies dejaron de funcionar correctamente y, debido a sus necesidades alimentarias, simplemente se quedaron así. "Existe una correlación entre lo que comes y lo que se refleja en tu genoma", afirma Peihua Jiang, investigadora del Monell Chemical Senses Center de Filadelfia (Estados Unidos).

Las diferencias de sabor entre perros y gatos también tienen sentido en el contexto de sus dietas. Los gatos son carnívoros "obligados", lo que significa que pueden obtener todos los nutrientes que necesitan de la carne animal. Los perros, en cambio, se alimentan de forma oportunista y aprovechan cualquier fuente de alimento disponible, ya sea carne, plantas o cereales. "Una de las razones por las que los perros pueden no ser tan quisquillosos es que son muy felices y pueden comer una gran variedad de alimentos", dice McGrane.

Las mascotas perciben el mundo de forma distinta a nosotros. Comprender estas diferencias podría aportar información valiosa no sólo a los dueños de mascotas, sino también a veterinarios, empresas farmacéuticas y fabricantes de alimentos para mascotas.

Por ejemplo, si tu gato no tiene apetito debido a una enfermedad, puedes probar a aumentar el umami de su comida, como hizo el científico japonés Yasuka Toda mientras hacía prácticas en un hospital veterinario. "Para conseguir que los gatos sin apetito comieran por sí solos, espolvoreé una pequeña cantidad de copos de bonito seco (un ingrediente umami muy común en Japón y que contiene gran cantidad del nucleótido monofosfato de inosina) en su comida, y funcionó muy bien", explica.

Apoyarse en la investigación también podría conducir al desarrollo de alimentos sumamente sabrosos y medicamentos más apetecibles para perros y gatos, aunque los científicos afirman que hay que seguir trabajando para comprender plenamente a nuestras mascotas. "Cada especie vive en su propio mundo sensorial", dice Jiang. "Pero nuestra investigación es sólo la punta del iceberg. Hay muchas otras cosas que claramente no entendemos".

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    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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