Los medicamentos veterinarios causan estragos en la fauna silvestre

Cada año, se administran millones de kilogramos de antimicrobianos al ganado, se filtran en el medio ambiente y perjudican a especies como el escarabajo pelotero.

Por Carrie Arnold
Publicado 13 dic 2019, 14:09 CET
Vacas
Hay casi mil millones de vacas en todo el planeta y muchas reciben medicamentos antimicrobianos.
Fotografía de Robbie George, Nat Geo Image Collection

Las vacas de la granja de Bobby Whitescarver pueden vagar prácticamente a sus anchas por sus verdes pastos. Pero hay un lugar de la granja al que no se les permite acceder.

En el tramo del río Middle de su propiedad hay matorrales altísimos de falso índigo cuyas hojas bajas están envueltas en el abrazo protector y espinoso de unos arbustos de zarzamoras. Árboles autóctonos de maderas duras como el nogal americano y el plátano occidental adornan las orillas del río que serpentea a lo largo de las 16 hectáreas del rancho de ganado a los pies de la cordillera Azul, en Virginia.

Whitescarver y su mujer, Jeanne Hoffmann, llevan 15 años construyendo esta muralla de vegetación, todo para mantener a raya a los bóvidos.

«Cuando sacas a las vacas, es impresionante lo rápido que puede recuperarse el río», afirma Whitescarver, que sonríe bajo su sombrero stetson junto al río. Ahora las truchas de arroyo autóctonas nadan por su propiedad, al igual que un abanico impresionante de insectos acuáticos, como frigáneas, cuya presencia indica que se trata de un río sano.

Pero no siempre ha sido así.

Cuando Whitescarver permitía que las vacas entraran en el río, las pezuñas removían los sedimentos, erosionaban las riberas y mataban a la fauna acuática. Sin embargo, los residuos de las vacas provocaban problemas de mayor magnitud río abajo. La escorrentía de estiércol contiene nitrógeno y fósforo, que pueden desembocar en la bahía de Chesapeake y provocar proliferaciones de algas perjudiciales. Con ellos también suelen viajar otros contaminantes, como los medicamentos que administran al ganado: antibióticos, medicación antiparasitaria e incluso analgésicos, que Whitescarver emplea con moderación y solo en vacas enfermas.

Con todo, las iniciativas como la suya son poco comunes. Muchos ganaderos o terratenientes carecen de los recursos para evitar contaminar los cursos de agua con estiércol, un fenómeno que ha resultado desastroso para la fauna salvaje. En 2017, la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) informó de que se habían vendido casi 10 millones de kilogramos de antimicrobianos a nivel nacional solo para su uso en ganado. Si tenemos en cuenta que en todo el mundo hay casi mil millones de vacas —por no mencionar pollos, cerdos, ovejas y caballos—, los expertos sostienen que se está filtrando una cantidad sobrecogedora de fármacos para ganado al agua, tanto la dulce como la salada. Las repercusiones de dichos medicamentos —como la feminización de los peces macho por las hormonas de los anticonceptivos o el envenenamiento de buitres con analgésicos— son mucho más generalizadas de lo que creíamos. Por ejemplo, un estudio reciente llevado a cabo en México ha determinado que los medicamentos antiparasitarios como la ivermectina están generando escarabajos peloteros adultos más pequeños y enfermizos, lo que ha abierto una nueva línea de investigación de un grupo de animales extremadamente beneficioso pero ignorado hasta ahora.

«La gente me pregunta por qué es un problema o me dicen que “al menos los peces no tienen dolor de cabeza”. Debemos aprender a situarnos en el medio ambiente en su conjunto», cuenta Barbara Kasprzyk-Hordern, química ambiental de la Universidad de Bath en Reino Unido.

Asesinos de escarabajos

En Xalapa, México, a 3200 kilómetros al sudoeste de la granja de Whitescarver, el ecólogo Daniel González-Tokman recibía llamadas de ganaderos y agricultores de todo el país con otro dilema bovino. Se les acumulaba el estiércol en los pastos y parecía que las más de 200 especies de escarabajo pelotero del país, que habían prosperado durante años entre el ganado doméstico, estaban desapareciendo. Los escarabajos peloteros son actores fundamentales en los pastos vacunos, ya que reciclan en estiércol, devoran plagas y redistribuyen los nutrientes en el suelo.

Cuando González‐Tokman, de la Universidad Nacional Autónoma de México, lo investigó, descubrió que los ganaderos habían administrado al ganado un medicamento llamado ivermectina para tratar nematodos y otros parásitos, o para impedir que se produjeran infecciones. Es un medicamento barato y eficaz, pero tiene un inconveniente: gran parte de la ivermectina administrada al ganado vacuno se excreta al suelo, donde puede perjudicar o matar directamente a muchas especies de artrópodos, como los escarabajos peloteros.

Esa ivermectina residual es muy perjudicial para los escarabajos peloteros, ya que son coprófagos, es decir, que consumen heces. Las hembras de algunas especies apelotonan bolas de estiércol en las que depositan sus huevos fertilizados, mientras que otras especies consumen el estiércol sin formar una bola.

En sus experimentos, González‐Tokman y sus colegas documentaron que las heces de las vacas tratadas con ivermectina afectaban a tres especies de escarabajo pelotero. Descubrieron que los escarabajos que consumían estiércol con ivermectina alcanzaban la adultez con cuerpos más pequeños y menos grasa, síntomas de que el escarabajo tiene mala salud. Las diferencias eran mucho mayores en hembras que en machos, aunque los científicos no saben por qué.

«La cantidad de ivermectina que se introduce en los pastos es mucho mayor de la necesaria», afirma González‐Tokman. «El uso profiláctico de estas medicinas es una amenaza enorme y un problema internacional».

Los gobiernos han ofrecido pocas soluciones formales, aunque la Unión Europea exige que los nuevos medicamentos administrados a animales de pasto se prueben primero en escarabajos peloteros para asegurarse de que no son tóxicos.

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    El Euoniticellus intermedius es una de las tres especies de escarabajo pelotero cuyas poblaciones han sufrido grandes desplomes en todo México.
    Fotografía de Russo Twins, Alamy

    Aunque algunas empresas farmacéuticas, como Boehringer Ingelheim —fabricante de Ivomec, un tipo de ivermectina para ganado vacuno—, cuentan con programas para reducir el uso preventivo de antiparasitarios en el marco de su estrategia para reducir la resistencia al medicamento, estas iniciativas no tienen en cuenta las consecuencias para la fauna silvestre.

    Un portavoz de Boehringer Ingelheim se ha negado a hacer declaraciones al respecto para este artículo.

    Rastrearlos hasta su origen

    Según Kasprzyk-Hordern, determinar las toxicidades a veces sutiles provocadas por fármacos y otras sustancias químicas es difícil en humanos, pero los científicos no pueden asumir que todos los organismos van a mostrar la misma respuesta ante el mismo medicamento. Sostiene que, independientemente de la especie o el compuesto, el primer paso es comprender cómo llega el medicamento a los animales.

    Según Robert Hale y Mark LaGuardia, químicos analíticos del Instituto de Ciencias Marinas de Virginia, la mayoría de los fármacos del estiércol entran en el medio ambiente mediante la escorrentía agrícola, el tratamiento incompleto de las aguas residuales y la aplicación de biosólidos —o lodos de depuradoras— en las granjas como fertilizantes.

    Si no se eliminan todos los contaminantes de las aguas residuales, por ejemplo, pueden acabar en los lodos de depuradoras que se aplican a los cultivos. Algunos de estos contaminantes, entre ellos metales pesados como el plomo y el cadmio, son absorbidos por las plantas o regresan a las fuentes de agua subterránea, donde pueden ingerirlos la fauna silvestre y los humanos.

    Esa es una de las formas en la que la bacteria Escherichia coli, que es un componente normal de la flora intestinal bovina, se infiltra en los cultivos alimentarios y enferma a los humanos.

    «El uso de biosólidos devuelve todos los contaminantes al terreno de juego. Es un gran agujero negro», afirma Hale. Sin embargo, no está del todo claro cuáles son dichos contaminantes, ya que solo se hacen pruebas de la presencia de una pequeña cantidad de compuestos en las aguas residuales municipales.

    La desaparición de los buitres

    Algunos vínculos entre los fármacos y la fauna silvestre resultan evidentes.

    En Sudáfrica, Kerri Wolter, fundadora del Vulture Conservation Programme, ha hecho campaña en contra del uso del diclofenaco, que se administra al ganado bovino como analgésico y antiinflamatorio en algunas partes de África y Asia y ha provocado descensos drásticos en las poblaciones de buitres de ambos continentes. Aunque el medicamento es seguro en el ganado bovino, es muy tóxico para los buitres, que dependen de los cadáveres de dichas vacas como fuente de alimento principal. Hasta un contenido mínimo de ese medicamento puede provocar fallo renal.

    Cuando los agricultores de la India empezaron a usar diclofenaco en los 90, las poblaciones de buitres cayeron en picado. En 2004 se identificó el ganado vacuno contaminado con diclofenaco como causa de dicho desplome. Una especie, el buitre dorsiblanco bengalí (Gyps bengalensis), perdió más del 99 por ciento de su población, cayendo de 80 millones a solo unos millares de ejemplares.

    Las repercusiones de esta pérdida aún reverberan por todo el ecosistema. Un estudio de 2008 publicado en Ecological Economics demostró que los perros callejeros han llenado el vacío que dejaron los buitres y, con el aumento de la cantidad de perros, también ha incrementado la cantidad de mordiscos y subsiguientes casos de rabia en humanos. Aunque la India prohibió el diclofenaco para usos veterinarios en 2006, Wolter afirma que el medicamento aún se utiliza —y sigue matando buitres— debido al alto coste de alternativas menos tóxicas y la disponibilidad de diclofenaco en el mercado negro.

    Al igual que González‐Tokman y sus escarabajos peloteros, Wolter afirma que no es fácil que el público se preocupe por la difícil situación de los buitres, que suelen considerarse «criaturas sucias vinculadas a menudo con la muerte, pero a nosotros nos han educado para que nos guste lo mono y lo adorable», afirma Wolter.

    Añade que cuando las heces y los cadáveres empiezan a acumularse, la gente enseguida se da cuenta de la importancia de los escarabajos peloteros y los buitres para mantener ecosistemas sanos.

    Un cambio de perspectiva

    Otros efectos farmacéuticos en la fauna silvestre son más misteriosos.

    En Virginia, a mediados de la década del 2000, los científicos advirtieron que las percas americanas de boca pequeña macho de los ríos Potomac, Susquehanna y otros del Atlántico empezaban a mostrar síntomas de feminización. (El río Middle desemboca en el Shenandoah, que desemboca en el Potomac.) Estos peces intersexuados tenían una mezcla de genitales femeninos y masculinos, y algunos machos empezaron a poner huevos inmaduros.

    Aunque los biólogos aún no han encontrado la causa concreta, tienen la hipótesis de que los cuerpos de los peces están absorbiendo las hormonas de los tratamientos anticonceptivos de humanos y ganado, que alteran el sistema endocrino.

    Casi no hay soluciones fáciles. Se necesitarán medidas colectivas y que los humanos cambien su forma de pensar y sus hábitos para reducir la contaminación por fármacos del ganado, como Whitescarver y su muralla de vegetación.

    «Es menos caro tratar un agua más limpia, así que el coste de no hacerlo es superior al de hacerlo», afirma.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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