Estas imágenes revelan la intensidad de la maternidad durante el confinamiento

Estas fotógrafas cuentan cómo ha sido la experiencia de estar confinadas en casa con sus hijos.

Por Rachel Hartigan
Publicado 20 ago 2020, 10:58 CEST

La fotógrafa Tamara Merino saca un autorretrato con su hijo Ikal el primer día de la cuarentena en Santiago de Chile.

Fotografía de Tamara Merino

La maternidad puede ser «devoradora», como dice la fotógrafa australiana Lisa Sorgini, que tiene dos hijos pequeños. «Cada día podemos sentir la ternura, el tedio, la quietud, el amor, la frustración, el miedo y la desesperación más profundas». Durante la pandemia, estos sentimientos se han amplificado, ya que las familias están confinadas en casa sin las salidas habituales a la escuela, el trabajo, la guardería y a visitar a sus amigos.

Las fotógrafas también están en casa. En vez de viajar por trabajo a lugares lejanos y capturar las vidas de los desconocidos, han orientado sus lentes a sus familias y su entorno más próximo.

El pasado Día de la Madre, pedimos a las fotógrafas que son madres que nos mostraran cómo eran sus vidas entonces. Respondieron revelando la alegría y la ansiedad, el pánico y la calma, y la gratitud y la culpa que han experimentado con sus hijos desde el comienzo de la pandemia de coronavirus.

Fotografía de Karla Gachet
Fotografía de Karla Gachet

 

Karla Gachet (Topanga Canyon, California)

Tenemos la suerte de vivir rodeados de naturaleza. Por la cuarentena, hemos decidido salir con nuestros dos hijos cada día. Estos paseos se han vuelto mágicos. Creo que recordaré estos momentos con nostalgia: la época en que el mundo exterior era un lugar aterrador, pero en la que nos fortalecimos como familia.

Este confinamiento ha obligado a los niños a estar juntos todo el tiempo. El regalo más bonito es haber visto cómo estrechaban lazos y se convertían en mejores amigos. Pelean y juegan todo el día. Es como ver Animal Planet en mi propia casa.

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    Fotografía de Rena Effendi

     

    Rena Effendi (Estambul, Turquía)

    Como parte de las medidas de cuarentena en Turquía, se prohíbe pasear a las personas de menos de 20 y de más de 65 años. Mi hija, Eliya Runi, lleva sin salir de casa más de un mes y asiste a clases por Zoom. Somos afortunados por tener un espacio al aire libre, un balcón y un huerto comunal en nuestro edificio, donde Runi juega con los gatos y les da de comer. Runi se ha adaptado bastante bien a las restricciones. En casa hemos hecho muchas manualidades juntas, cocinado nuestros platos favoritos, grabado y actuado en tráilers absurdos de películas caseras.

    El 13 de mayo, en Turquía por fin permitirá que los niños salgan unas pocas horas. Ese día, el colegio acabará temprano para adaptarse a su hora de jugar al aire libre. La llevaré a pasear junto al Bósforo, algo de lo que siempre hemos disfrutado juntas. Quizá podamos ver delfines, ya que los han avistado con más frecuencia debido a la disminución del tráfico marino. Ya no me preocupa que mi hija no sea capaz de adaptarse a las circunstancias.

    Fotografía de Lisa Sorgini

     

    Lisa Sorgini (Nueva Gales del Sur, Australia)

    Al principio, el confinamiento me provocó pánico. Normalmente, paso una parte tan grande del día fuera con los niños que la idea de estar confinada en casa me resultó aterradora. Sentí claustrofobia instantánea. Sin embargo, tras un par de semanas encontramos un nuevo ritmo en nuestra vida en común y una nueva alegría por poder ralentizar el día, no mirar el reloj y simplemente estar juntos. Mi hijo mayor y yo hemos aprendido juntos que no soy ni una panadera ni una manitas, pero no pasa nada. Él tampoco. Pero lo que sí se me da bien, y a él le encanta, es salir a la naturaleza (nuestro jardín durante la cuarentena) y enseñarle las plantas y animales.

    Este papel de cuidar a nuestros bebés y nuestros niños es muchas cosas: puede ser devorador y cada día podemos sentir la ternura, el tedio, la quietud, el amor, la frustración, el miedo y la desesperación más profundas. La fotografía, ahora más que nunca, ha sido mi refugio y mi voz, me ha permitido para darme perspectiva a mí misma y mi situación. Sin ella, no me cabe duda que el confinamiento habría sido mucho más complicado.

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      Fotografía de Tamara Merino

       

      Tamara Merino (Santiago de Chile, Chile)

      Esta cuarentena me dedico a dar el pecho, echar siestas, cambiar pañales, jugar, querer y repetir. Pero mientras el mundo se descontrola ahí fuera, mi hijo Ikal, como todos los niños, crece de formas nuevas. Antes de esta cuarentena, no permitía que mi bebé mirara pantallas ni teléfonos (ni siquiera tengo televisión en casa), pero hoy su forma de conectar con el mundo exterior es, irónicamente, a través de las pantallas. Reconoce inocentemente a su abuelo y a sus tíos cuando hacemos una llamada virtual y les da besos, los toca, se ríe con ellos, como si ese cristal frío no existiera.

      En el fondo, siento que la cuarentena es como la maternidad: sentimientos de soledad, aislamiento, preguntas sin respuesta, ansiedad, reflexión, esperanza. Esta cuarentena me ha dado ansiedad por el futuro, por mi hijo y por el planeta. Pero sigo criándolo con el mismo amor y demostrándole que el mundo es un lugar lleno de luz y que todo va bien.

      Fotografía de Hannah Whitaker

       

      Hannah Whitaker (Nueva York, Estados Unidos)

      Estos primeros días cálidos de primavera traen mucha esperanza, una esperanza que la cuarentena no ha disminuido para nosotros. Cuando la temperatura superó los 21 grados, sacamos la piscina al jardín. Mi hijo y yo chapoteamos durante horas. Al final nos castañeteaban los dientes, pero fue el paraíso.

      Como muchas madres trabajadoras, normalmente tengo ansiedad por no pasar bastante tiempo con mi hijo. (¡Ya no!) Así que intento que el tiempo que paso con él cuente y trato de estar presente. Dejo el móvil y me centro en él. Pero ahora los padres tienen que hacer 10 cosas a la vez. En estas circunstancias, soy la primera que admite que, a menudo, no estoy presente con mi hijo. Ahora mismo, por ejemplo, estoy ignorándolo y se está poniendo cada vez más nervioso. Cada pocos minutos, me pregunta: ¿cuándo se acaba el tiempo de estar callados? Y la respuesta siempre es pronto.

      Fotografía de Adriana Zehbrauskas

       

      Adriana Zehbrauskas (Phoenix, Estados Unidos)

      Mi hijo adolescente, Gabrile, vive en una cueva con luces artificiales y está conectado virtualmente con sus amigos casi las 24 horas del día. Está a punto de acabar el instituto y empezar la universidad, pero su sueño de una vida independiente (y de otro tipo de convivencia) se ha interrumpido de forma brutal.

      Entre un millón de cosas más, los ritos de iniciación también están cambiando en estos momentos. Mientras intentamos adaptarnos a un mundo nuevo que se transforma ante nuestros ojos, ha sido muy difícil como madre no poder mirar a mi hijo a los ojos y decirle que todo irá bien, aunque no fuera cierto.

      Fotografía de Miora Rajaonary

       

      Miora Rajonary (Johannesburgo, Sudáfrica)

      Ser madre en estos momentos inciertos me ha instado a hacer una pausa y reflexionar, primero sobre lo lejos que estoy de mi propia madre y del resto de mi familia. Las fronteras se han cerrado indefinidamente, así que no tengo una respuesta para mi hijo cuando me pregunta cuándo volveremos a verlos.

      También ha hecho que reconsidere mi propio papel como madre, porque me he dado cuenta de lo confusa que puede ser esta situación para mi hijo, que solo tiene cuatro años. Aún soy madre, pero estos días también soy profesora y compañera de juegos. Pasamos días largos haciendo actividades frente al ordenador, en la cocina, en el jardín, yendo de lloros a risas y deseando que lleguen días mejores.

      Fotografía de Anush Babajanya

       

      Anush Babajanyan (Ereván, Armenia)

      Esta es una época verdaderamente excepcional en la que puedo pasar días largos y productivos con mis hijos y no sentirme contrariada por mi trabajo, mi objetivo en la vida y todo tipo de pensamientos. Las preocupaciones y la imperfección siempre están ahí, en los intentos constantes de combinar la educación en casa, el trabajo, los emails y las tareas. Pero intento pensar en las prioridades, sobre todo en lo que respecta a mi familia. Y para nosotros, las prioridades son estar juntos, sentirnos satisfechos con lo que tenemos, descubrir el mundo y comer sano. Si cumplimos todo eso, podremos enfrentarnos a las imperfecciones. Estos días y momentos me hacen sentir gratitud como madre, pero también inquietud e impaciencia como fotógrafa que echa de menos viajar y poder entrar en la casa de un desconocido o de cualquiera.

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        Fotografía de Luján Agusti

         

        Luján Agusti (Tierra del Fuego, Argentina)

        Han surgido muchas preguntas en relación con la maternidad en estos momentos. Por una parte, disfruto de este tiempo más lento y de poder compartir más con mi hijo, de pararnos a observar el mundo. Por otra, siento culpa por que no pueda socializar tanto, porque no ve a sus amigos ni a nuestra familia ni va al colegio. Sigo pensando en cómo le afectará todo esto y la idea de que algo en él (y en el mundo en el que vivimos) cambie para siempre. La respuesta para todo eso es un paseo por la costa, o el bosque, donde podemos respirar aire fresco.

        Fotografía de Robin Schwartz

         

        Robin Schwartz (Hoboken, Estados Unidos)

        Vivimos en el último piso de una estación de bomberos convertida y tenemos acceso a la azotea. La azotea representa la libertad de nuestro apartamento. Mi hija Amelia está bordando un jersey de cachemir que encontró en la tienda de Salvation Army y el perro, Indie, la mira fijamente, algo que Indie hace con más intensidad que nadie que yo conozca.

        Mi marido y yo nunca pensamos que nuestra hija volvería a vivir con nosotros durante más de dos semanas. Ahora Amelia se va a quedar hasta otoño, ya que este semestre no tiene clases y se graduará la próxima primavera. Tenía toda la vida planeada: esta primavera iba a estudiar en España, en verano iba a ser becaria en Costa Rica, en otoño iba a ser becaria en Boston y después iba a cursar su último semestre en el Wellesley College.

        Ella no quería volver a vivir con nosotros.

        Fotografía de Sim Chi Yin, Magnum Photos

         

        Sim Chi Yin (Londres, Inglaterra)

        Siguiendo la tradición china, hemos teñido huevos de rojo para celebrar el primer mes lunar de mi hijo Lucas. Hemos hecho un número impar de huevos, como dicta la costumbre para un niño. En este momento de la pandemia, no podíamos salir a visitar a nuestros parientes para darles los huevos rojos, como suele hacerse. Así que hicimos una videollamada con la abuela, el abuelo, la tía y los primos de Singapur y ellos también hicieron huevos rojos y nos los enseñaron por la pantalla.

        Hace un mes, Lucas entró al mundo de forma traumática. Su frecuencia cardíaca se desplomó después de haber estado de parto durante más de 20 horas en un hospital lleno en el pico de la pandemia de COVID-19 en el Reino Unido. Un equipo de médicos entró en la sala de partos y lo sacó con fórceps. Sufrí sepsis durante el parto y perdí casi un tercio de la sangre de mi cuerpo. No nos sacamos una foto perfecta y feliz justo después de nacer, con él mamando de mi pecho. Estaba en estado de shock y no fluía leche. Él también parecía aturdido. Su cara conservó las marcas de los grandes fórceps metálicos durante una semana y aún tiene una costra en la parte derecha de la cabeza. No fue el parto que habíamos planeado y deseado en absoluto. Debido a las normas del hospital por la pandemia, tuve que dar a luz sola durante parte del parto y una cosa llevó a la otra. He tenido pesadillas y llorado, pero lo importante es que está aquí y estamos viéndolo crecer día a día, maravillándonos ante cómo crecen sus pestañas y sus piernas.

        En el mes que ha transcurrido desde entonces, me ha invadido la culpa por no poder dar el pecho a Lucas desde el primer momento y desde entonces he intentado ponerme al día. Ha sido una iniciación intensa en la maternidad. Con 41 años y en mi tercera profesión, he hecho bastante en la vida, pero este debe ser el trabajo más exigente. Es aún más difícil durante el confinamiento en Londres, donde la mayor parte de las revisiones se han hecho por vídeo o por teléfono y nos ha costado conseguir ayuda como padres primerizos e incluso comprar comida y pañales. Espero que la situación haya cambiado cuando cumpla su próximo mes lunar.

        Fotografía de Endia Beal

         

        Endia Beal (Winston-Salem, Estados Unidos)

        Cada día es diferente y es casi imposible crear una sensación de equilibrio con dos bebés. La única constante es la tostada de mermelada de Maxim para desayunar cada mañana.

        Lo que siento respecto a ser madre se ve acentuado por el aislamiento. Los momentos de alegría significan más en una época en la que puede devorarte la tristeza. Cada día, tomo la decisión consciente de centrarme en las cosas que tengo, como familia, amor, comida y un techo, y no en las cosas que no tengo, como tiempo a solas o ingresos fijos.

        Como artista, siento una sensación de urgencia en mi trabajo. Mi comunidad de artistas y fotógrafos se ha visto muy afectada por la pandemia y esto ha impulsado mi deseo de seguir abordando temas sociales y económicos con mis fotografías.

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          Fotografía de Tasneem Al Sultan

           

          Tasneem Alsultan (Riad, Arabia Saudí)

          Abandoné mi ciudad natal en el este de Arabia Saudí en marzo, cuando el mundo empezaba a abrir los ojos ante la seriedad del nuevo coronavirus. Pensé que me quedaría en la capital unos días para documentar la respuesta saudita a la COVID-19. Más de 10 semanas después, sigo en Riad con mi hija pequeña, Yara. Siempre prometí que la llevaría a uno de mis viajes de trabajo. Sura, su hermana mayor, fue más lista y decidió quedarse en casa. Va a cumplir 15 años en junio. No sabemos si estaremos juntas en casa para entonces.

          Al principio pensé que había hecho lo que era mejor para mis hijas, para mis padres y para mí. Tener a una de mis hijas conmigo en un viaje de trabajo iba a ser una experiencia fantástica que nos uniría más. Pero es el periodo más largo que he estado lejos de casa y que llevo sin ver a mi hija. Pensé que todo iba bien hasta que Sura nos dijo lo mucho que nos echa demenos y las tres nos echamos a llorar durante una videollamada. Nos recordamos constantemente que estamos sanas y tenemos la suerte de estar a salvo, pero también les recuerdo a ellas y a mí misma que no pasa nada por sentir frustración o limitaciones emocionales.

          Fotografía de Olivia Arthur, Magnum Photos

           

          Olivia Arthur (Londres, Inglaterra)

          Siempre digo que quiero viajar menos, trabajar más cerca de casa y que todo sea un poco menos frenético. Pero se me da mal decir que no y, en cierto modo, temo que se olviden de mí, que me encasillen como la madre con niños pequeños. Por eso que me dijeran que no podía salir y que mandaran a los niños a casa del colegio y la guardería no fue tan inoportuno. He disfrutado de todo este tiempo con ellos, aunque a veces sea agotador. Pero he empezado a sentir claustrofibia y todos nos hemos hartado en cierto modo.

          Más que nada, he tenido la sensación surrealista de vivir en una burbujita mientras en el mundo exterior ocurre algo descabellado. Nunca he sido ni he querido ser fotógrafa de guerra, pero aprecio el trabajo que hacen mis colegas para cubrir lo que ocurre mientras los que tenemos hijos nos quedamos en casa e intentamos aprender a ser profesores.

          Fotografía de Alessandra Sanguinetti, Magnum Photos

           

          Alessandra Sanguinetti (Petaluma, Estados Unidos)

          Disfruto de tener a mi hija Catalina en casa todo el día. Tiene 13 años y ya ha empezado a mostrarse más distante y le interesa menos pasar tiempo con nosotros. Pero tras un par de semanas accidentadas, hemos establecido una camaradería tierna que creo que recordaremos durante mucho tiempo.

          Lo raro es que no me siento aislada en absoluto. De hecho, con este nuevo ritmo más lento me siento más conectada que nunca conmigo misma y con otras personas. También tengo la suerte de estar con dos personas a las que quiero y puedo dar y recibir abrazos todos los dias.

           

          Rebecca Hale (Washington D.C., Estados Unidos)

          Mis dos hermanos aparecen en casi todos mis recuerdos de la infancia. Estábamos muy unidos. Pocas veces quedábamos para jugar con otros niños. Estábamos solo nosotros. Pero mis hijos tienen tantos amigos en sus vidas que pierdo la cuenta. Antes del confinamiento, había niños entrando constantemente por la puerta. Me encantaba.

          Con todo, esta cuarentena nos ha puesto en una situación en la que siempre he pensado: ¿y si mis hijos solo se tuvieran los unos a los otros? Ahora no tienen amigos con los que irse cuando se enfadan. Pasean, van en bici, se sientan a leer juntos. Se dan la mano y se tumban en el jardín después de cenar. Esto no quiere decir que de repente la vida sea serena y pacífica. Las lágrimas y las emociones fuertes aparecen casi todos los días. La preocupación siempre está ahí.

          El tipo de fotografía que hago también ha cambiado por completo. Sin acceso a mi estudio ni a mi equipo, mis hijos y mi familia son los únicos sujetos reales. Las sesiones de fotografía de estudio han dado paso a documentar nuestras vidas con el móvil. Como madre y fotógrafa, intento aprovechar este tiempo para ver y conectar de forma diferente. Igual que mis hijos.

          Fotografía de Smita Sharma

           

          Smita Sharma (Delhi, India)

          Para mi hijo de un año, toda la casa es un patio de juegos y la cocina es el centro de su atención. Hace poco, aprendió a levantarse sin ayuda y normalmente intenta coger cosas que están fuera de su alcance. Le fascinan los cables y los dispositivos y aprovecha cualquier oportunidad para meterse cosas en la boca. Nos tiene en vilo constantemente.

          Ante la falta de ayuda debido al confinamiento, mi marido y yo nos turnamos para trabajar y hacer las tareas de casa. Cuando mi hijo se va a dormir, pisamos el acelerador para maximizar nuestra eficiencia. Su inocencia y su capacidad para ser feliz emanan positividad por casa.

          Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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