Estas mujeres lo arriesgaron todo para ser las primeras en volar

Como escribió una piloto: "Una mujer que puede encontrar la plenitud en los cielos nunca más necesitará vivir su vida en los momentos libres de algún hombre"

Por Rachel Hartigan
Publicado 8 mar 2023, 18:19 CET
Raymonde Laroche, piloto francesa, posa con un avión.

Conocida como la femme-oiseau (la mujer pájaro) en la prensa francesa, Raymonde Laroche fue la primera mujer en recibir una licencia de piloto el 8 de marzo de 1910. Se presentó voluntaria para pilotar en las fuerzas armadas francesas durante la I Guerra Mundial pero fue rechazada por su sexo.

Fotografía de Chris Hellier, Corbis via Getty Images

La historia de las primeras mujeres que volaron es un relato de impresionante valentía y vidas trágicamente truncadas.

El 8 de marzo de 1910 (hoy hace 123 años) Raymonde de Laroche, una antigua actriz de teatro parisina, se convirtió en la primera mujer piloto con licencia del mundo. Nueve años más tarde murió cuando el avión experimental que pilotaba se precipitó contra el suelo.

Harriet Quimby, una conocida periodista, fue la primera mujer estadounidense en obtener la licencia de piloto en 1911. Murió un año después cuando su nueva avioneta se precipitó contra el puerto de Boston.

Harriet Quimby unificó feminidad y pragmatismo en su traje de piloto morado hecho a medida.

Fotografía de Theodore Marceau, Alpha Stock, Alamy

En 1921, Bessie Coleman fue la primera mujer negra en obtener una licencia de piloto; tuvo que viajar a Francia para encontrar una escuela de vuelo que le enseñara. Pero cinco años más tarde murió cuando una llave inglesa se enganchó en los mandos de su avión, haciéndolo caer en picado. 

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    La estadounidense Bessie Coleman, la primera mujer negra piloto, aprendió francés para poder asistir a clases de aviación en Europa después de que nadie quisiera enseñarla en Estados Unidos.

    Fotografía de George Rinhart, Corbis, Getty Images

    Volar era peligroso en los primeros tiempos de la aviación. Los aviones eran "artilugios endebles hechos de bambú, alambre y tela", según la historiadora Eileen Lebow. No tenían cinturones de seguridad ni techo para sujetar al piloto en caso de vuelco. Sin embargo, mujeres como Laroche, Quimby y Coleman estaban dispuestas a arriesgar sus vidas por la libertad que prometían los vuelos.

    "La aviación era una nueva profesión aparentemente libre de las expectativas de género y de los prejuicios sexistas que limitaban a las mujeres en otros lugares", señaló la historiadora Susan Ware en la conferencia Amelia Earhart de Historia de la Aviación del Museo Nacional del Aire y del Espacio de Estados Unidos en 2022. "Las mujeres entraban desde el principio".

    Para muchas de ellas, la emoción de volar era embriagadora, pero también lo era la oportunidad de ser evaluadas por sus propios méritos. "Estas mujeres querían ser juzgadas como seres humanos y no como mujeres", afirma Ware.

    Coleman veía especialmente el vuelo como un camino hacia una igualdad de género y racial más amplia. "Sabía que no teníamos aviadores, ni hombres ni mujeres, y sabía que la raza necesitaba estar representada en esta línea tan importante", declaró poco después de regresar a Estados Unidos desde Francia en 1921. "Pensé que era mi deber arriesgar mi vida para aprender a volar y fomentar el vuelo entre los hombres y mujeres negros que están tan atrasados". Antes de morir, había planeado abrir una escuela de vuelo que acogiera a aviadores afroamericanos.

    Muchas de las primeras aviadoras compartían el sueño de que los logros en este campo conducirían a una mayor independencia. Como escribió una periodista y piloto aficionada en 1930: "Una mujer que puede encontrar la plenitud en los cielos nunca más necesitará vivir su vida en los momentos libres de algún hombre".

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      La mujeres del Smith College Flying Club, fundado en 1934, aprendiendo mecánica y mantenimiento del avión, instrucción de vuelo y gestión del registro de vuelo.

      Fotografía de George Woodruff, Bettmann Archive, Getty Image

      Parte de esa independencia provendría de la facilidad para viajar que prometía la aviación en su encarnación más temprana. Mucha gente, incluida Amelia Earhart, creía al principio que los aviones llegarían a ser tan propiedad de las familias como lo habían sido ya las bicicletas y los automóviles.

      Otras mujeres se aferraron la independencia económica que pensaban que les ofrecería el nuevo campo. Neta Snook, cuyo primer vuelo en solitario lo realizó en un avión que ella misma reconstruyó, se ganaba la vida ofreciendo su avión para publicidad aérea, probando aviones experimentales, llevando a pasajeros de pago a hacer recorridos aéreos y enseñando a aviadores principiantes, entre ellos Earhart. Gladys Roy, por su parte, ganaba mucho dinero como piloto de acrobacias, bailando el charlestón y jugando al tenis en las alas en pleno vuelo para asombrar al público en los espectáculos aéreos. Snook se retiró de la aviación cuando se quedó embarazada a los veintitantos años y vivió hasta los 95; Roy murió a los 25 al pisar accidentalmente una hélice.

      La intrépida aviadora Gladys Roy entrenando para sus vuelos acrobáticos haciendo equilibrio en el tejado de un rascacielos de Los Ángeles.

      Fotografía de Topical Press Agency, Getty Images

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        Fotografía coloreada de Ivan Unger y Gladys Roy jugando al tenis sobre las alas de un avión en pleno vuelo en 1925.

         

        Fotografía de Apic, Getty Images

        Las hermanas Katherine y Marjorie Stinson adoptaron un enfoque más a largo plazo, creando una escuela de vuelo en Texas con su madre y su hermano que formó, entre otros, a pilotos canadienses en el periodo previo a la Primera Guerra Mundial. Cuando Estados Unidos entró en guerra, se cerró la aviación civil del país (incluida la Escuela de Vuelo Stinson) cerró. Katherine fue a Europa como conductora de ambulancias, mientras que Marjorie se convirtió en dibujante aeronáutico para la Marina.

        La guerra y el desarrollo de la aviación comercial conspiraron para frenar las esperanzas de igualdad de las mujeres en el aire. Pilotos experimentadas como LaRoche y Katherine Stinson se presentaron voluntarias para servir en las incipientes fuerzas aéreas de sus países durante la Primera Guerra Mundial. Lo mismo ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, aunque las Pilotos de Servicio de la Fuerza Aérea Femenina (WASP, por sus siglas en inglés) transportaron aviones militares estadounidenses como pilotos civiles durante el conflicto. Por su parte, la Unión Soviética, sin embargo, contaba con tres regimientos femeninos de combate aéreo.

        En situaciones de vuelo simuladas, las WASP (Pilotos de Servicio de la Fuerza Aérea Femenina, en sus siglas en inglés) aprenden a manejar el equipo a altitudes extremas con ayuda de una habitación presurizada en la Base Aérea Randolph, en San Antonio (Texas; Estados Unidos). Las WASP sirvieron como pilotos civiles de transporte para el ejército de Estados Unidos durante la II Guerra Mundial.

        Fotografía de PhotoQuest, Getty Images

        El sueño de que cada familia poseyera un avión privado nunca llegó a materializarse; la infraestructura necesaria habría sido demasiado extensa. En su lugar, se desarrolló la industria de la aviación comercial, contratando a hombres, muchos de los cuales habían sido formados como pilotos por los militares. De nada sirvió señalar, como hizo Earhart, que si las mujeres "tuviéramos acceso a la formación y al equipo que tenían los hombres, sin duda podríamos hacerlo igual de bien".

        Helen Richey se convirtió en la primera mujer piloto comercial en 1934, pero fue expulsada de su puesto. El Departamento de Comercio de EE.UU., presionado por el sindicato de pilotos, compuesto exclusivamente por hombres, decretó que las mujeres no podían volar en rutas regulares con mal tiempo (según Ware, antes habían considerado "dejar en tierra a las pilotos durante nueve días al mes durante la menstruación").

        No habría otra mujer piloto comercial hasta 1973, cuando Emily Howell Warner fue contratada por Frontier.

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          Helen Richey saluda al W. W. Howes, responsable del servicio postal de Estados Unidos, antes de despegar en 1934 en el que sería el vuelo que la convertiría en la primera piloto del servicio postal aéreo de EE. UU.

          Fotografía de Bettmann, Getty Images

          Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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