Australia cede el control de sus nuevos parques nacionales a los pueblos indígenas

Esta medida histórica incluye iniciativas turísticas que ponen de relieve 60 000 años de cultura indígena y forma parte de un impulso para reconocer el legado colonial del país.

Por Ronan O’Connell
Publicado 10 oct 2022, 10:16 CEST
Talbot Bay es una de las mil islas que componen el prístino archipiélago de Buccaneer, en ...

Talbot Bay es una de las mil islas que componen el prístino archipiélago de Buccaneer, en Australia Occidental, donde los pueblos indígenas gestionarán conjuntamente tres nuevos parques marinos.

Fotografía de Auscape International Pty Ltd., Alamy Stock Photos

Durante más de 60 000 años, los indígenas australianos han cuidado las regiones más espectaculares de su país, llenas de gigantescos arrecifes, bosques tropicales prístinos y desfiladeros colosales. Ahora, más de 220 años después de haber sido expulsados a la fuerza por los colonizadores británicos, los indígenas están consiguiendo un mayor control de sus tierras ancestrales.

Este verano, dos estados devolvieron más de 9550 kilómetros cuadrados de tierra a los nativos australianos. Por primera vez, en el estado de Australia Occidental (WA), el Gobierno creó tres nuevos parques marinos en colaboración con los indígenas, que suman 6000 kilómetros cuadrados (en conjunto, el tamaño de La Rioja). En el noreste del país, el estado de Queensland devolvió 3620 kilómetros cuadrados, la mayoría de los cuales son parques nacionales.

Estas iniciativas representan un gran impulso para crear y conservar más parques nacionales y reconciliarse con la traumática historia colonial del país. Los líderes indígenas afirman que este mayor control de los espacios naturales representa un progreso crucial.

Situados en el remoto archipiélago Buccaneer de Australia Occidental, a 1899 kilómetros al norte de Perth, los nuevos parques marinos (Mayala, Maiyalam y Bardi Jawi Gaarra) se gestionarán conjuntamente con el Estado, utilizando tanto los conocimientos tradicionales aborígenes como las prácticas medioambientales modernas. A la cabeza de este esfuerzo están los guardabosques indígenas formados para controlar los incendios, vigilar la biodiversidad, proteger los lugares culturales aborígenes, enseñar las técnicas de gestión de las tierras indígenas y educar a los turistas sobre el patrimonio aborigen.

Fotografía de Auscape International Pty Ltd., Alamy Stock Photos

"La creación de estos parques marinos es un hito importante para Australia, ya que demuestra que se puede lograr un verdadero diseño conjunto entre el Gobierno y los propietarios tradicionales", afirma Tyronne Gartsone, directora ejecutiva del Consejo de Tierras de Kimberley, el principal organismo indígena, o asociación de defensa, de la región de Kimberley en Australia Occidental.

Esta región costera, refugio de delfines de aleta gruesa, ballenas jorobadas, mantas y varias especies de tortugas amenazadas, está profundamente vinculada a la tradición aborigen australiana. Muchos siguen practicando antiguas tradiciones ligadas al mar, como la pesca en la costa, la caza de dugongos y tortugas, y la recolección de conchas de perlas Pinctada, que durante 20 000 años se han tallado en relucientes obras de arte utilizadas en ceremonias.

Estas costumbres y fenómenos naturales son algunos de los elementos que el Departamento de Biodiversidad, Conservación y Atracciones (DBCA) de Australia Occidental y las comunidades indígenas esperan destacar para desarrollar un turismo cultural y ambientalmente sostenible.

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    Las cataratas horizontales, en el archipiélago de los Bucaneros, reciben su nombre de las mareas crecientes que crean un efecto de cascada entre los huecos de los acantilados.

    Fotografía de Genevieve Vallee, Alamy Stock Photos

    El parque marino de Maiyalam, por ejemplo, es conocido por las cataratas horizontales, un fenómeno natural que se produce cuando una fuerte marea empuja el agua a través de dos estrechas brechas en los acantilados de la cordillera McLarty, provocando una cascada de agua de hasta cuatro metros de altura.

    En la actualidad, potentes embarcaciones turísticas surcan esas aberturas, pero en el pasado los aborígenes navegaban por los peligrosos mares de esta región en sus balsas de madera gaalwa. Para ello era necesario saber predecir las mareas, conocimiento que se ha transmitido de generación en generación, en parte a través de la costumbre de cantar y bailar de los ilma.

    Estas tradiciones pueden salvaguardarse con los nuevos parques marinos, dice Kevin George, presidente de la Corporación Aborigen Bardi Jawi Niimidiman, que representa a dos de los pueblos indígenas de la región. "Nos ayuda, como propietarios tradicionales, a continuar nuestra vida de forma tradicional, a cuidar los recursos y el medio ambiente que nos cuidó", afirma.

    (Relacionado: La contaminación está amenazando algunas de las tallas rupestres más antiguas del mundo).

    Inmersión en la historia indígena de Cape York

    En el norte de Queensland, otras comunidades indígenas celebran el nuevo control de las tierras que han administrado durante mucho tiempo. La península del Cabo York, una gigantesca extensión de naturaleza salvaje indómita, está cubierta de selva tropical, picos, valles y magníficas playas.

    Durante milenios ha sido el hogar de los indígenas australianos, tanto de los aborígenes como de los habitantes de las Islas del Estrecho de Torres, un archipiélago situado al norte del Cabo York. Es el único lugar de Australia donde conviven estos grupos.

    Casi 430 kilómetros cuadrados del Cabo York han sido devueltos como tierras de libre disposición, lo que significa que los pueblos indígenas de la zona son propietarios al 100%. Otros 3188 kilómetros cuadrados se han convertido en el Parque Nacional de Apudthama y el Parque Nacional de las Islas Yamarrinh Wachangan, ambos cogestionados por los pueblos indígenas y el Estado. Todos los parques nacionales del Cabo York están ahora bajo control conjunto, y 43 000 kilómetros cuadrados de la península han sido devueltos a sus propietarios tradicionales en las últimas tres décadas.

    Esto beneficia en gran medida a las cinco comunidades indígenas del Cabo York, dice Reginald Williams, un anciano aborigen de la tribu Yadhaigana de la región. Un mayor control indígena de la península reduce el riesgo de daños medioambientales por el aumento de la minería, permite a las comunidades indígenas cercar zonas sagradas y practicar medios ancestrales de protección de especies en peligro. También crea un espacio para que los indígenas puedan llevar a cabo sus tradiciones culturales, como las ceremonias de iniciación y enseñar a los jóvenes a cazar, recolectar y cocinar.

    Además de resaltar la biodiversidad de los parques y su rara fauna, como el marsupial cuscus, la tortuga pintada de Jardine y el pájaro casuario del sur, los grupos indígenas están planeando ahora nuevas excursiones por el Cabo York que mostrarán algunas de estas costumbres indígenas. "Creemos que los turistas deberían visitar el Cabo York para ser testigos de primera mano de la singularidad de dos pueblos culturales diferentes [aborígenes e isleños del Estrecho de Torres] que conviven en una misma zona", afirma Williams.

    Inspirada por estos acontecimientos, la empresa de viajes para indígenas Strait Experience lanzará pronto "El Estrecho en un día", una excursión que lleva a los viajeros desde Cairns a las islas del Estrecho de Torres. "La mayoría de los turistas que visitan el norte de Queensland se limitan a ir a la Gran Barrera de Coral y a la selva tropical de Daintree y se pierden la oportunidad de conocer la cultura indígena de aquí arriba, así que queremos cambiar esta situación", afirma el cofundador de la empresa, Fraser Nai.

    "Todavía queda un largo camino por recorrer para que los propietarios tradicionales sintamos que hemos recuperado totalmente nuestras tierras", añade Williams. "Pero estamos dando pasos más cerca, y eso es emocionante".

    Ronan O'Connell es un periodista y fotógrafo australiano que vive entre Irlanda, Tailandia y Australia Occidental.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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