Los arrecifes de coral dependen de muchos peces del tamaño de guisantes

La mayoría de los peces que habitan un arrecife miden menos de cinco centímetros. Viven rápido y mueren jóvenes, y mantienen el ecosistema en marcha.

Por Kennedy Warne
Publicado 24 may 2019, 14:03 CEST
Blénido
Un diminuto blénido en un arrecife. Existen 2.800 especies de peces de arrecife inferiores a cinco centímetros de largo.
Fotografía de Steve de Neef, Nat Geo Image Collection

Hay una antigua paradoja sobre los arrecifes de coral: ocupan partes diminutas del océano y partes escasas en nutrientes de estas, pero albergan un tercio de las especies de peces del mundo. Millones de personas dependen de ellos para alimentarse. ¿Qué explica su productividad deslumbrante?

Desde que Charles Darwin identificó esta paradoja, los científicos se han esforzado por resolverla. Una teoría sugiere que la topografía inclinada de los arrecifes captura y concentra los nutrientes y el plancton microscópico de las aguas circundantes. Otra se centra en el papel de las esponjas y otros invertebrados en el reciclaje de la materia orgánica muerta en algo que puede consumirse.

Ahora, un equipo de científicos marinos de Canadá, Francia, Australia y Estados Unidos cree haber encontrado otra parte de la solución a la paradoja de Darwin. En un estudio publicado esta semana en Science, sostienen que una plétora de diminutos peces de arrecife —los vertebrados más pequeños del océano— alimentan el motor nutricional de los ecosistemas de arrecife y aportan comida a criaturas más grandes y llamativas.

La mayoría de estos pececillos —góbidos, blénidos y apogónidos, entre otros— miden menos de cinco centímetros de largo. Algunos son tan diminutos que necesitarías 40 para alcanzar un peso de poco más de 100 gramos. Con todo, podrían representar casi el 60 por ciento de la biomasa de peces y la mitad de las especies de peces de un arrecife, «la mitad oculta» en palabras de Simon Brandl, ecólogo de arrecifes de coral en la Universidad Simon Fraser, en Vancouver, que dirigió el nuevo estudio.

El secreto del éxito de estos peces diminutos —y de su importancia en el arrecife— es una forma de vida que recuerda a los insectos: se aparean de forma prolífica, crecen rápidamente y tienen vidas muy cortas.

«Han cambiado de una forma que no se parece a ningún organismo vertebrado que conozcamos», afirma Brandl. «Han entrado en el territorio de las efímeras, el territorio de las cigarras, con una etapa larval larga y solo unas pocas semanas como adultos. Se reproducen y después desaparecen cuando los engulle un depredador».

Camuflaje carmesí y verde lima

El nombre formal de estos animales es «peces criptobénticos de arrecife »: «cripto» porque se camuflan con su entorno, ya visualmente o por su comportamiento, y «bénticos» porque viven cerca o dentro del lecho marino.

Normalmente, para camuflarse en un arrecife de coral se necesitan colores chillones. Los criptobénticos pueden ser carmesíes con manchas turquesas, escarlatas con rayas amarillas, verde lima, marrones y naranjas, de color mango y violetas. Tienen manchas, motas, rayas, barras verticales y adornos alucinógenos. Las variantes son infinitas.

Los gobios ingenieros azules nadan entre los crinoideos y las gorgonias en la bahía de Kimbe, Papúa Nueva Guinea.
Fotografía de Jennifer Hayes, Nat Geo Image Collection

Al mantener este tamaño diminuto, muchos de estos peces ocupan territorios de solo unos cuantos palmos y tienen preferencias de hábitat muy específicas. Algunos solo viven en una sola especie de coral. Otros viven solo en la arena, en ruinas, o en tubos de gusanos vacíos.

Hasta ahora, los científicos han descubierto más de 2.800 especies de estos peces y los nuevos hallazgos se producen a un ritmo de 30 al año. A veces deben usar anestésicos químicos para sacar a los diminutos peces de sus guaridas.

Con vehículos sumergibles tripulados, los biólogos han hallado nuevos criptobénticos en arrecifes a decenas de metros de profundidad, un proceso que Brandl compara con «buscar una aguja en un pajar en un granero oscuro utilizando una carretilla elevadora».

Vidas cortas y paternidad excelente

Según Brandl, la enorme importancia de estos peces es su forma de vida. Su crecimiento veloz, renovación rápida y mortalidad extrema hacen las veces de bomba que mantiene el flujo constante de energía biológica por la red trófica del arrecife. Los criptobénticos consumen materia microscópica —algas filamentosas, mucosas coralinas, crustáceos diminutos— y la convierten en comida para cientos de grandes especies de peces que definen los arrecifes de coral en las mentes de aquellos que los aprecian.

La renovación de estos pececillos es inmensa. La edad máxima del góbido Pandaka pygmaea en la naturaleza es de 59 días, la esperanza de vida más breve entre los vertebrados. Otro góbido pasa más tiempo como larva que como adulto. No se conoce ningún otro pez que tenga ese patrón vital.

Los apogónidos pasan junto a una tortuga carey que descansa entre hidrozoos.
Fotografía de David Doubilet, Nat Geo Image Collection

Según el equipo de Brandl, cada semana mueren hasta el 70 por ciento de los criptobénticos, principalmente por caer en las fauces de animales más grandes. Los devora casi cualquier depredador de arrecife: peces, langostas mantis, cangrejos e incluso algunos moluscos depredadores. Se ha descubierto que casi el 90 por ciento de la dieta de los meros jóvenes está compuesta por peces criptobénticos.

Para seguirles el ritmo, los pececillos se reproucen muy rápido y durante todo el año. Los Pandaka pygmaea, por ejemplo, pueden producir más de siete generaciones al año. Y lo que es más importante: los criptobénticos garantizan la supervivencia de su descendencia.

La mayor parte de los peces más grandes difunden sus huevos por el mar y permiten que las corrientes los propaguen por doquier, una estrategia de cobertura que garantiza que siempre haya unas pocas larvas flotando para reponer la población si se produce un desastre. «La desventaja es que se deben producir una gran cantidad de crías para que algunas sobrevivan a la trampa mortal que es el mar abierto», afirma Brandl.

Los peces criptobénticos de arrecife tienen la estrategia opuesta: producen menos crías, las mantienen cerca e invierten mucho en ellos aportándoles un nivel de cuidados insólito.

Algunos incuban los huevos en una bolsa, otros en la boca, otros tras la aleta pectoral. Dos grupos dan a luz a crías vivas, una rareza entre los peces de arrecife.

Explora uno de los pocos arrecifes de coral prístinos del mundo
Este es uno de los arrecifes de coral más prístinos del mundo y uno de los más biodiversos. Tubbataha, en las Filipinas, alberga 600 especies de peces, 13 especies de ballenas y delfines y 360 especies de coral. La ubicación aislada del arrecife, así como la gestión responsable, favorece su estado prístino.

Incluso las especies con técnicas de puesta de huevos más convencionales, en las que la hembra fija una masa pegajosa de huevos a una rama de coral, una esponja o una roca, aportan a dichos huevos cuidados posnatales. Suelen ser los machos los que se ocupan de los cuidados de los huevos, como ventilarlos para que estén bien oxigenados o limpiarlos para evitar la acumulación de detritus. Algunas especies podrían aportar a los huevos protección antibiótica contra las infecciones.

Una infancia fugaz

Todas estas inversiones parentales serían de poca utilidad si las larvas fueran arrastradas del arrecife por las fuertes corrientes. Aunque las larvas de los peces grandes buscan esas corrientes como impulso para sus andanzas marinas, las larvas de peces criptobénticos las evitan y se establecen en el arrecife donde nacen.

Consiguen quedarse en la periferia de los arrecifes y se alejan de los depredadores de arrecife y de mar abierto.

«No sabemos cómo lo hacen», afirma Brandl. «Supongo que caen cerca del fondo, quizá a unos cientos de metros del arrecife, donde las corrientes son más débiles y donde hay menos probabilidades de que los depredadores las encuentren. Esta es una de nuestras siguientes preguntas de investigación: ¿a dónde van las larvas?».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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