Los animales más excéntricos y curiosos a la hora de ligar, cortejar y aparearse

Desde rociar a sus parejas con orina hasta cambiar de sexo, estos son los cortejos más intrigantes del reino animal.

Por Christine Peterson
Publicado 14 feb 2023, 10:12 CET
Un macho de ave del paraíso mayor muestra sus vibrantes plumas a una hembra.

Un macho de ave del paraíso mayor muestra sus vibrantes plumas a una hembra.

Fotografía de Tim Lamán, Nat Geo Image Collection

Si existe una necesidad universal en el reino animal, es el ardiente deseo de reproducirse. Pero la mayoría de las especies necesitan un poco más de magia adicional para conseguirlo.

Algunos machos recurren a elaborados bailes para atraer a su pareja o, en el caso del mono capuchino, se cubren con una atractiva orina. Otros ofrecen tentadores "regalos nupciales" a las hembras, como los machos de alcaudón real, que ofrecen a las hembras una "brocheta de ratón" recién cazada en un palo.

"No todo son rosas y bombones", afirma Jennifer Verdolin, profesora asociada de Ecología de la Universidad de Arizona en Estados Unidos. "Todo está adaptado a su entorno, a su historia vital, a sus retos particulares y a las oportunidades que pueden aprovechar".

He aquí algunos de los ejemplos más intrigantes de cortejo en la naturaleza.

Paciencia para el espinoso

La hembra del puercoespín norteamericano está en celo (el periodo en que una hembra puede aceptar una pareja) entre ocho y 12 horas al año, dice Uldis Roze, profesor emérito de biología de la City University de Nueva York y autor del libro The North American Porcupine.

Las hembras de puercoespín americano (en la foto, un animal del zoológico Great Plains de Dakota del Sur) tienen un periodo de apareamiento muy corto.

Fotografía de Joël Sartore, National Geographic Photo Ark

Para anunciar esta fugaz oportunidad a los puercoespines macho, la composición de su orina cambia para resultar más atractiva a las parejas potenciales. Los puercoespines macho llegan dispuestos a luchar entre sí con sus colas cubiertas de púas. El ganador sube al árbol de la hembra y espera.

Y espera.

Sólo porque ella haya dado señales de que se acerca el celo, no significa que esté lista para aparearse. Así que el macho victorioso hace lo que puede: la golpea con un potente chorro de orina, dice Roze, que puede contener una molécula química desencadenante para apresurarla.

Unas horas más tarde, la pareja baja al suelo y se aparea. Él deja un tapón vaginal dentro de ella para evitar que otro macho se aparee y que su esperma se salga, y se va.

Un regalo con ataduras

Los machos de la araña de vivero, comunes en todo el mundo, intentan reproducirse por su cuenta y riesgo, y las hembras no son fáciles de cortejar.

Los machos deben llevar primero a las hembras un regalo nupcial, normalmente un insecto muerto envuelto en seda. Las hembras de una especie, Pisaura mirabilis, no se aparean sin él.

En otras especies, los machos se aferran a su regalo de comida mientras se hacen los muertos, esperando a que la hembra se distraiga lo suficiente con la comida para volver a la vida y aparearse con ella.

Y a veces, los machos logran su objetivo engañando a la hembra con regalos sin valor, como un exoesqueleto. Esta estrategia tiene un coste, ya que las hembras interrumpen el apareamiento más rápidamente, lo que reduce la transferencia de esperma. Y en los casos más extremos, puede que se lo coma.

Pretendientes llamativos

En el mundo animal, mantener los colores requiere mucha energía. Según Verdolin, autora de What Animal Courtship and Mating Tell Us About Human Relationships [Lo que el cortejo y el apareamiento de los animales nos dicen sobre las relaciones humanas], las tres docenas de especies conocidas como aves del paraíso tienen un plumaje llamativo y bailan de forma aún más llamativa, lo que indica que su pareja goza de buena salud y es probablemente experta en encontrar comida.

"Es esencialmente publicidad para la hembra diciendo: 'Soy impresionante. Quieres aparearte conmigo'".

Los machos de las aves del paraíso, nativas de Nueva Guinea y las islas circundantes, también arreglan su escenario de baile, asegurándose de que sea plano y esté libre de escombros para crear un entorno propicio para la mejor actuación posible durante horas.

Y su virilidad sin enfermedades es importante, porque tras el apareamiento, el ave del paraíso macho da el golpe. No ayuda a construir nidos, incubar huevos ni alimentar a los polluelos.

Durante los frígidos inviernos de Manitoba (Canadá), decenas de miles de serpientes de agua (también llamadas culebras de collar) esperan el calor en madrigueras subterráneas. En primavera, los machos emergen primero, calentados y listos para aparearse. Cuando las hembras se deslizan hacia la superficie, cubiertas de feromonas sexuales, los machos descienden sobre ellas de 100 en 100.

"Pon tus dedos delante de tus ojos y eso es lo que ve una hembra", dice Robert Mason, profesor de biología integrativa de la Universidad Estatal de Oregón (Estados Unidos). "Es un mar de espaguetis en movimiento".

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    Pero la cloaca de la hembra aturdida (una abertura multiuso utilizada para el apareamiento) está cerrada, y las serpientes macho que frotan sus barbillas arriba y abajo de su piel deben esperar. Al final se abre un poco, probablemente por el estrés, y entonces el macho más cercano deposita semen y un tapón para impedir que se sigan apareando.

    Algunas hembras, que suelen ser más grandes, esperan a que el tapón se disuelva antes de aparearse de nuevo, esta vez con un macho de su elección. Podría ser una forma de que la hembra se asegure de que sus huevos son fecundados por los machos más grandes y aptos.

    Un sacrificio sexual

    Las babosas bananeras no sólo pueden ser machos o hembras, sino que a menudo lo son durante el apareamiento, dependiendo de la especie. Las babosas bananeras del noroeste del Pacífico anuncian primero su disponibilidad liberando feromonas en su baba, que son detectadas por otras babosas bananeras.

    Una pareja de babosas bananeras del Pacífico en el Northwest Trek Wildlife Park de Eatonville, Washington.

    Fotografía de Joël Sartore, National Geographic Photo Ark

    Al encontrarse, las babosas bananeras pasan primero hasta una hora mordiéndose y golpeándose con la cabeza, dice Janet Leonard, investigadora asociada del Instituto de Ciencias Marinas de la Universidad de California.

    En algunas especies, ambas babosas introducen luego sus respectivos penes en la otra al mismo tiempo para la fecundación simultánea. Otras especies se turnan e intercambian el papel de macho o hembra cada 20 minutos aproximadamente. En raras ocasiones, uno o ambos penes se atascan y cualquiera de las dos babosas puede arrancárselo a mordiscos. Perder un pene no es mortal, pero tampoco vuelve a crecer.

    Así que, aunque las citas humanas pueden ser todo un reto, al menos alégrate de no ser una babosa bananera.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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