Las mofetas pueden perder sus rayas, y ahora quizás sepamos el motivo

Aunque desde hace mucho tiempo son conocidas por su característico aspecto, un nuevo estudio examina por qué algunas mofetas están evolucionando para tener diferentes patrones de pelaje.

Por Jason Bittel
Publicado 16 oct 2023, 16:10 CEST, Actualizado 3 nov 2023, 14:26 CET
Mofeta rayada cautiva en Nuevo México

Las mofetas rayadas (en la foto, un animal cautivo en un centro de fauna salvaje de Nuevo México) pueden lucir una gran variedad de colores y dibujos en toda su área de distribución.

Fotografía de Joël Sartore, National Geographic, Photo Ark

A veces, la investigación implica desplazarse a lugares remotos, enfrentarse a bestias salvajes y sobrevivir a condiciones meteorológicas adversas. Otras veces, hay que peinar suavemente el pelaje de cientos de mofetas muertas.

"Las cosas que se hacen por la ciencia, ¿verdad?", se ríe Ted Stankowich, ecólogo evolutivo del comportamiento de la Universidad Estatal de California (Estados Unidos).

Stankowich estudia el aposematismo, o coloración de advertencia, como los colores brillantes que adornan las serpientes coral y las ranas venenosas. Las mofetas rayadas, nativas de gran parte de Norteamérica, lucen algunas de las coloraciones más reconocibles del planeta, con pelaje negro azabache y rayas blancas que van de la cabeza a la cola.

"Avisan a un depredador de que tienen una defensa fuerte y apestosa", dice.

Pero Stankowich y otros han observado algo curioso en las mofetas rayadas. Los animales pueden tener diferentes patrones, desde una pequeña mancha blanca en la cabeza hasta atrevidas rayas blancas que se funden en un patrón similar al de una capa. Incluso puede haber animales totalmente blancos o negros.

Esto es extraño, ya que "cuanto más consistente sea tu señal, más se grabará el depredador una imagen en su cabeza" y sabrá que debe evitarte, dice.

Ahora, un estudio publicado recientemente por Stankowich y sus colegas en la revista Evolution puede explicar estos patrones variables y cómo los humanos podemos estar influyendo en ellos.

Las mofetas, dotadas de glándulas odoríferas capaces de lanzar secreciones sulfurosas a los ojos de los depredadores, tienen la suerte de no tener tantos depredadores naturales como otros mamíferos de tamaño similar.

Sus enemigos suelen ser pumas, coyotes, jaguares y gatos monteses, que o bien están lo bastante hambrientos como para arriesgarse a ser rociados o bien se topan con una mofeta con marcas que no transmiten con precisión la amenaza que representa. Curiosamente, los búhos cornudos no tienen un gran sentido del olfato, dice Stankowich, y ésta puede ser una de las razones por las que abaten más mofetas que la mayoría de los demás depredadores.

Fotografiando 749 pieles de mofeta rayada en museos de todo el continente, Stankowich y sus colegas registraron factores como la longitud de las rayas y la simetría del patrón, y luego los compararon con otras variables, como los entornos que habitaban los animales y sus posibles depredadores. Al final, comprobaron una corazonada.

"En las zonas con un riesgo de depredación realmente fuerte, tanto de aves como de mamíferos, se obtiene un animal mucho más consistente, de color negro tradicional, con dos largas rayas blancas en el cuerpo", dice Stankowich. 

"Pero lo realmente interesante que esperábamos encontrar, y que encontramos, es que a medida que disminuye el riesgo de depredación, hay mucha más variación en las rayas de una mofeta", dice. Tiene sentido, porque si no hay muchos depredadores, hay menos selección para que las rayas de advertencia se transmitan de generación en generación.

"Y así, esos animales con patrones de franjas pueden dejar más copias de sus genes de franjas en la siguiente generación y, por tanto, se obtiene una variación cada vez más amplia en los patrones de las franjas", dice Stankowich.

Jim Barnett, ecólogo conductista del Trinity College de Dublín (Irlanda), afirma que la investigación sobre los colores de advertencia de los animales suele centrarse en pequeñas zonas geográficas o en cómo interactúan determinados depredadores con determinadas presas. Por eso le impresiona el alcance continental del nuevo estudio.

"Estudios como éste nos dan la idea de que tenemos un mosaico de presiones de selección en Norteamérica", dice Barnett, que no participó en la investigación.

Una mofeta atraviesa un agujero en una valla entre un bosque y un campo de golf.

Fotografía de Corey Arnold, COREY, Nat Geo Image Collection

Los humanos no ayudan

Dado que el hombre ha cazado o eliminado a depredadores en todo Estados Unidos, desde pumas a lobos, es lógico preguntarse si los humanos son los culpables de que las mofetas empiecen a parecerse menos a una mofeta.

"No quiero ir tan lejos como para decir que los humanos son la causa de esta variación al extirpar depredadores", dice Stankowich. "Pero desde luego no estamos ayudando".

Por un lado, dice que el estudio encontró una relación entre menos depredadores y la variación de las rayas de la mofeta, no una causalidad. Del mismo modo, dado que los especímenes de museo sólo representan mofetas de los últimos cien años, es difícil sacar conclusiones sobre patrones a largo plazo.

"Ha habido una compleja historia de grandes mega-depredadores en Norteamérica que ya no están aquí", dice Stankowich.

"Así que es difícil decir cómo era el paisaje de depredación hace miles de años, y cómo podría afectar a las mofetas ahora".

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    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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