Los mejores bulos y estafas de la historia, siglos antes de la era de las inocentadas y las 'fake news'

Mucho antes de se popularizasen las inocentadas del 28 de diciembre (o 1 de abril en Estados Unidos), estas mentiras sacudieron economías, provocaron el pánico y engañaron a millones de personas y muchas siguen atrayendo a los turistas.

Por Ronan O’Connell
Publicado 23 may 2023, 17:33 CEST
Turistas fotografían la estatua de "Laocoonte y sus hijos" en la Ciudad del Vaticano (Italia)

Turistas fotografían la estatua de "Laocoonte y sus hijos" en la Ciudad del Vaticano (Italia). Algunos creen que la escultura renacentista es una falsificación esculpida por Miguel Ángel, un ejemplo de los muchos engaños históricos.

Fotografía de Agencja Fotograficzna Caro, Alamy Stock Photo

Aunque hoy en día el 28 de diciembre se asocia en España con bromas inofensivas, en siglos pasados hubo grandes bulos relacionados con fantasmas, emperadores, catástrofes y partes íntimas sagradas que sacudieron al mundo. Desde hace unos 800 años, estos fraudes fueron tan convincentes que alteraron economías, reforzaron la fe religiosa o provocaron el pánico masivo. No es de extrañar que la mayoría tuvieran fines lucrativos.

Los turistas más avispados pueden rastrear las historias de algunas de estas gigantescas estafas a través de Asia, Europa y Estados Unidos. Si sabe dónde buscar, las encontrará esculpidas en mármol, filmadas, incrustadas en paisajes urbanos y conservadas en museos.

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La carta toledana de la perdición

Los turistas recorren las calles de Toledo, ciudad histórica de España declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En 1184, una carta que predecía el Apocalipsis recorrió Europa. Supuestamente escrita por astrólogos toledanos, advertía de que en 1186 se produciría el fin del mundo en una vorágine de terremotos, tormentas y pestilencias.

Cundió el pánico. "La gente de muchas regiones del mundo entonces conocido [empezó] a ayunar, rezar y emprender procesiones religiosas para evitar el desastre", afirma Jonathan Green, autor de Printing and Prophecy.

A lo largo de los siglos siguientes, las adaptaciones de la carta de Toledo circularon ampliamente, creando una nueva alarma. Para adentrarse en esta historia del Armagedón, los turistas pueden escalar el espectacular monte Sinaí de Egipto, donde supuestamente un ermitaño escribió una de estas versiones actualizadas.

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Instantáneas del más allá

Un hombre barbudo mira fijamente a la cámara mientras una fantasmal dama con velo se cierne sobre su hombro. Esta es una de las docenas de espeluznantes imágenes del fotógrafo estadounidense William H. Mumler reunidas por el Museo J. Paul Getty de Los Ángeles (California) y el Museo George Eastman de Rochester (Nueva York).

Izquierda: Arriba:

Esta lámina de plata, realizada entre 1862 y 1875 por William H. Mumler, muestra a la Sra. Conant sentada, con la figura fantasmal de un hombre detrás. Mumler manipulaba imágenes como ésta para hacer creer a la gente que podía capturar los espíritus de sus seres queridos fallecidos.

Derecha: Abajo:

En esta impresión en plata albúmina, también hacia 1862-1875, Mumler fotografió a un hombre barbudo con un "espíritu" femenino al fondo.

fotografías de William Mumler, Sepia Times, Universal Images Group, Getty Images

A mediados del siglo XIX, Mumler se hizo famoso en la costa este de Estados Unidos por su aparente habilidad para captar en imágenes espíritus que acechaban junto a seres humanos. Los clientes pagaban grandes sumas por estas fotos, creyendo que representaban a seres queridos fallecidos. Para engañarles, Mumler utilizaba fotos de archivo que se parecían a sus familiares fallecidos, explica Louis Kaplan, profesor de historia de la fotografía en la Universidad de Toronto (Canadá).

"Mumler practicó su doble juego en la década de 1860, durante el apogeo del espiritismo, que creía posible la comunicación con los muertos", explica Kaplan. "Aquellos [clientes] que estaban de luto y lloraban la pérdida de seres queridos participaban en una especie de ilusión cuando se encontraban con las fotografías de Mumler, que les ofrecían consuelo y una forma de volver a conectar con sus seres queridos fallecidos".

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La falsificación del Renacimiento

En el Museo Pío Clementino del Vaticano, los visitantes pueden ver serpientes marinas que atacan a un sacerdote petrificado y a dos niños. Esta horripilante obra de arte, llamada Laocoonte y sus hijos, fue esculpida en mármol. No está claro quién la hizo exactamente. El sitio web del museo afirma que se encontró en Roma en 1506 y se identificó como la estatua de Laocoonte descrita por el autor romano del siglo I Plinio el Viejo como una "obra maestra de los escultores de Rodas".

Pero puede que no se trate de una obra maestra griega de 2000 años de antigüedad. Más bien podría tratarse de una falsificación renacentista del venerado artista italiano Miguel Ángel, afirma Lynn Catterson, profesora de historia del arte de la Universidad de Columbia (EE. UU.). Desde que hizo esta afirmación por primera vez en 2004, varios estudiosos del arte han cuestionado su teoría, pero ninguno la ha refutado, afirma Catterson.

Señala las grandes similitudes entre Laocoonte y un boceto de Miguel Ángel realizado cinco años antes de que se desenterrara la escultura. Catterson cree que pudo haber esculpido esta pieza en secreto y que su intención era que se descubriera.

"Las antigüedades estaban muy solicitadas y alcanzaban precios muy altos porque, en aquella época, eran escasas", explica. "Los genios escultores del Renacimiento, como Miguel Ángel y, antes que él, Donatello, no eran tontos, por lo que la oferta satisfacía la demanda. Las falsificaciones brillantes y convincentes requieren escultores brillantes".

La pequeña ciudad francesa de Chartres atrae a los turistas con su imponente catedral gótica del siglo XII. Sin embargo, durante muchos años, los visitantes no acudían para admirar sus intrincadas piedras y vidrieras, sino para ver el prepucio de Jesús.

Era una de las más de 20 iglesias de la Europa medieval que afirmaban poseer el pellejo de la circuncisión de Jesús, dice James White, profesor adjunto de Historia en la Universidad de Alberta (Canadá). Estas reliquias "no podían ser todas reales, independientemente de la fe de cada uno", afirma White. "Sin embargo, una vez que la reliquia había sido adquirida por una iglesia concreta, las generaciones posteriores de obispos, monjas, monjes y creyentes pensaban que poseía poder. Las iglesias y las ciudades en las que se encontraban también podían enriquecerse gracias a sus reliquias. Eran una especie de paradas turísticas de su época".

Ahora, no existe ninguna versión del prepucio sagrado, afirma White. Muchas fueron destruidas durante la Revolución Francesa. La última reliquia desapareció en 1983 de Calcata, cerca de Roma, donde había estado expuesta durante la Fiesta de la Circuncisión, que se celebra cada 1 de enero.

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El timo napoleónico

Bartholomew Lane, en el distrito financiero de Londres, es donde los viajeros pueden visitar el Museo del Banco de Inglaterra. Pero esta breve calle albergó en su día la Bolsa de Londres, escenario en 1814 de un engaño tan audaz como rentable. En febrero de ese año, el británico Lord Thomas Cochrane y su cómplice, el capitán de Berenger, desataron el caos en los mercados financieros ingleses.

Su estafa comenzó cuando de Berenger se puso un traje militar y dijo a la gente en Dover, Inglaterra, que había llegado de París. Dijo que el emperador Napoleón acababa de morir y que Francia estaba a punto de ser derrotada por los Aliados, un grupo de naciones europeas entre las que se encontraba Gran Bretaña.

La buena noticia se extendió rápidamente. Cuando la bolsa de Londres abrió al día siguiente, el comercio se disparó. En previsión de ello, Cochrane había hecho acopio de bonos del Estado, que vendió inmediatamente con un gran margen.

Pronto, sin embargo, se demostró que Napoleón estaba vivo, y el fraude financiero quedó al descubierto. Cochrane fue juzgado e intentó, sin éxito, culpar a de Berenger. Fue declarado culpable y huyó de Inglaterra, dejando una mancha descarada en Bartholomew Lane.

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Artefactos reales, hallazgos falsos

Es posible que muchos viajeros que disfrutan de los verdes bosques, las espectaculares cascadas y los serenos santuarios sintoístas de la prefectura japonesa de Miyagi no sepan que fue el epicentro de un reciente y audaz engaño científico. A partir de la década de 1970, el arqueólogo aficionado Shinichi Fujimura plantó auténticos artefactos antiguos por todo Miyagi en lo que él afirmaba que eran casi 200 yacimientos paleolíticos de hasta 500 000 años de antigüedad.

Esto reescribió la historia de Japón, que hasta entonces se creía habitado desde hacía sólo 30 000 años. De hecho, muchos de los artefactos eran en realidad de la era Jomon de Japón (13 000-300 a.C.).

Los asombrosos "hallazgos" de Shinichi fueron muy celebrados. Incluso le valieron el apodo de "manos de Dios". Pero esta falsa deidad se estrelló contra la tierra en el año 2000, cuando los medios de comunicación japoneses le sorprendieron enterrando gres, recogido en otro lugar, en una excavación de Miyagi.

La estafa de Shinichi pasó desapercibida durante tanto tiempo porque la existencia de yacimientos tan antiguos en Japón era plausible, afirma el arqueólogo Mark Hudson, del Instituto Max Planck de Geoantropología de Alemania.

"[Faltaba] una razón arqueológica específica por la que tales hallazgos fueran improbables", afirma Hudson, autor de un estudio sobre este fraude. "¿Quizá los mejores engaños sean así? Si se trata de algo demasiado inusual, la gente sospecha. Si parten de la premisa de que 'bueno, esto podría ser verdad', entonces la aceptación es más fácil".

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    Ronan O'Connell es un periodista y fotógrafo australiano que viaja entre Irlanda, Tailandia y Australia Occidental.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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