Los exóticos orígenes de algunas de las cosas que nos metemos (y ponemos) en el cuerpo

¿Qué se usaba antes como desodorante? ¿Cómo se popularizó la salsa? La historia de las cosas cotidianas que a menudo damos por sentadas está repleta de felices accidentes.

Por National Geographic Staff

La quinina, que se encuentra en el agua tónica como la bebida burbujeante de arriba, procede originalmente del arbusto quina de Sudamérica. Se utilizaba para tratar diversas enfermedades y, hoy en día, cuando los camareros cogen la pistola mezcladora del agua tónica, la encuentran etiquetada con la "Q" de quinina. Se dice que los colonos británicos de la India mezclaban ginebra con su agua tónica para hacerla más agradable al paladar, y así nació el clásico cóctel de ginebra y tónica.

Fotografía de foodfolio, Picture Press, Redux

¿Por qué se probó la piedra pómez como dentífrico? ¿Quién fue el niño de 11 años que creó accidentalmente el primer polo? Sabemos que el estropajo hace maravillas en la piel, pero ¿se utilizaba también en los barcos de guerra? Nuestras vidas han cambiado a lo largo del tiempo por las cosas que nos ponemos o metemos en el cuerpo.

He aquí algunos ejemplos:

La quinina: de arbusto a gin-tonic

La quinina es fluorescente, lo que significa que si se coloca una botella de agua tónica bajo una luz negra, brillará desde dentro.

La quina, un arbusto que cambió la medicina y modificó nuestros hábitos de consumo, procede de la selva tropical de Sudamérica. Los quechuas de Perú no conocían el alcaloide quinina de la corteza de la quina, pero sí sabían que podía calmar las fiebres y los escalofríos de una enfermedad a menudo mortal, la malaria, transmitida por los mosquitos. Cuenta la leyenda que un indígena enloquecido por la fiebre que se perdió en la selva tropezó con un charco de agua estancada rodeado de quinas. Bebió el amargo líquido y pensó que estaba envenenado, pero poco después le desapareció la fiebre. La gente aprendió a pelar la corteza, molerla y mezclarla con agua dulce para atenuar su amargor. De hecho, era un tónico que salvaba vidas.

Los relatos difieren sobre cómo se dio a conocer el remedio en Europa, pero su introducción se remonta a principios del siglo XVII. Ya era famoso cuando los químicos franceses Pierre-Joseph Pelletier y Joseph Caventou aislaron y dieron nombre al alcaloide en 1820.

La quinina se solía mezclar con vino y se administraba a soldados y marineros, lo que supuso el primer uso con éxito de un compuesto químico para tratar enfermedades; se dice que el éxito o la derrota en la batalla dependía a menudo de si las tropas se bebían o no su quinina.

La historia cuenta que los colonos británicos de la India mezclaron la ginebra con su agua tónica para hacerla más agradable al paladar, y así nació el cóctel clásico gin-tonic.

El arbusto de la quina procede de la selva tropical de Sudamérica. Los quechuas de Perú aprendieron a pelar la corteza, molerla y mezclarla con agua dulce para atenuar su amargor, convirtiéndola en un tónico salvador que se ha utilizado para calmar las fiebres y los escalofríos de la malaria.

Fotografía de Nick Kurzenko, Getty

Piedra pómez: del volcán al hormigón

La palabra procede del latín pumex, que significa "espuma". La piedra pómez es tan ligera que puede flotar en la superficie del agua.

Los antiguos encontraban la piedra pómez infinitamente útil. La piedra pómez, similar al vidrio, se forma cuando la roca fundida sobrecalentada sale de un volcán y se enfría rápidamente. Incluso pulverizada, la piedra pómez no pierde sus bordes afilados.

Era tan popular que llegó a Egipto, un país sin volcanes, donde los arqueólogos la han encontrado en antiguas mesas de trabajo. Los egipcios encontraban útil su abrasividad como pulidor y exfoliante. Mezclaban la piedra pómez con vinagre y la utilizaban como dentífrico, a pesar de que acababa desgastando el esmalte dental. Griegos y romanos utilizaban la piedra pómez para eliminar el vello corporal no deseado. Su popularidad continuó en el siglo XII, cuando se incluyó en la Trotula, una colección de textos sobre salud femenina muy leída.

La piedra pómez es de baja densidad, lo que la convierte en un ingrediente clave del hormigón. Mezclando piedra pómez con cal se obtiene puzolana, el yeso liso con el que los antiguos romanos construyeron la cúpula del Panteón. Hoy, la adición de piedra pómez arenosa a las lavadoras industriales confiere a los vaqueros ese codiciado aspecto lavado a la piedra. La piedra pómez molida es un ingrediente de la pintura de baja densidad, se incorpora al caucho y los plásticos por sus propiedades antideslizantes, y es la elegida por los esteticistas para fregar la piel muerta durante una pedicura.

Después de varios milenios en los que el ser humano ha utilizado la piedra pómez, sus usos siguen siendo aparentemente infinitas.

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    La piedra pómez, que se forma cuando sale roca fundida sobrecalentada de un volcán y se enfría rápidamente, se utiliza desde hace varios milenios. Aquí, una piedra pómez se utiliza para frotar una verruga del pie de un niño.

    Fotografía de Elias Hassos, Picture Press, Redux

    Salsa verde: ¿raíces aztecas?

    En 1997, mayo fue declarado Mes Nacional de la Salsa en Estados Unidos para reconocer la herencia de este condimento.

    La salsa verde se asocia tanto a la cocina tradicional mexicana como a la del suroeste de Estados Unidos. El ingrediente básico es el tomatillo, una pequeña fruta verde originaria de México y América Central. Los registros de los conquistadores españoles del siglo XVI muestran que los aztecas ya disfrutaban de la salsa a la llegada de los españoles. Bernardino de Sahagún, misionero en lo que hoy es México, documentó muchos aspectos de la cultura azteca. Sus escritos mencionan los alimentos disponibles en los mercados aztecas, incluidas las salsas elaboradas con tomatillos.

    En el siglo XX, los estadounidenses que no pertenecían a la comunidad hispana conocieron la salsa en la década de 1940, cuando aparecieron las primeras salsas comerciales en Texas. El gusto por la salsa se extendió a todos los puntos cardinales a medida que la cultura del sur de la frontera se expandía. A principios de la década de 2000, la salsa ya era un elemento fijo en las cocinas y restaurantes de todo el país.

    En Latinoamérica, las salsas varían de un país a otro. La salsa verde argentina, por ejemplo, se llama chimichurri; es una salsa a base de perejil, ajo, aceite de oliva y especias.

    El ingrediente básico de la salsa verde es el tomatillo, una pequeña fruta verde originaria de México y Centroamérica. Pero las salsas varían de una región a otra de América Latina. La salsa verde argentina, en la foto de arriba, se llama chimichurri, una salsa a base de perejil, ajo, aceite de oliva y especias.

    Fotografía de Michael Holz, Picture Press, Redux

    Esponja vegetal: ¿filtro de motor y suavizante de la piel?

    Existe la idea errónea de que la Luffa procede del mar, pero en realidad es una calabaza que crece silvestre desde hace miles de años. Tiene distintos nombres dependiendo de la región: pepinillo, zacate (en México: término genérico para designar fibras vegetales y pastos ásperos), estropajo (Colombia), Musú (República Dominicana), Paste (Costa Rica), Pashte (Guatemala), Tusa (Panamá). Tiene una cáscara exterior fácil de quitar que protege un denso matorral de haces vasculares que, una vez limpios y secos, forman una malla absorbente ideal para una esponja.

    La Luffa o pepinillo se cultiva desde hace tanto tiempo que es difícil saber dónde se originó, pero sabemos que florece en climas tropicales. Su jugo se ha utilizado en los países asiáticos para todo, desde dolencias respiratorias hasta para suavizar la piel.

    Los colonos británicos llevaron la Luffa a Norteamérica, donde se convirtió en uno de los primeros cultivos domesticados en las colonias. Hasta finales del siglo XIX, los baños eran poco frecuentes en Estados Unidos, y la Luffa se utilizaba sobre todo para fregar las teteras. Pero una vez que los médicos informaron de que los "baños de fricción" extraían los venenos de la piel y la hacían brillar, las mujeres estadounidenses empezaron a buscar el utensilio de fregado más eficaz. En 1893, la periodista Nell Cusack escribió que el entusiasmo de las damas por él dejaba sus caras "rojas como langostas".

    Más tarde, la Marina estadounidense empleó esta planta, también conocida como esponja o estropajo, para filtrar el aceite de los motores de los barcos durante la Segunda Guerra Mundial. Pero el uso de la humilde Luffa como esponja vegetal sigue vigente hoy en día.

    La lufa, una calabaza que crece silvestre desde hace miles de años, se ha utilizado para todo tipo de usos, desde filtro de aceite en los motores de los acorazados hasta esponja de baño.

    Fotografía de ADENILSON BUZINARO PEREZ, iStock, Getty

    Desodorante: de una reina a los cristales

    He aquí un interesante dato sobre el origen del desodorante: con pocas opciones disponibles, la reina Isabel I desterró los malos olores llevando un pomander o poma de olor lleno de sustancias aromáticas.

    Las primeras patentes de desodorantes se registraron en la década de 1860, pero el olor corporal siempre ha sido un problema. Desde el principio de la historia de la humanidad, hemos buscado formas de desterrar los malos olores y dar paso a los agradables. Los remedios clásicos eran el lavado (a menudo poco frecuente) y los perfumes fuertes. Los antiguos egipcios, griegos y romanos se bañaban con aceites de olor dulce y se rascaban el vello de las partes del cuerpo propensas al sudor. En Asia, la gente descubrió que aplicarse cristales de sal mineral en las axilas ayudaba a mantener a raya los malos olores.

    A medida que el lavado diario se hizo más común en la era moderna, pronto surgieron los desodorantes químicos. Las versiones en aerosol, con Right Guard de Gillette a la cabeza, se popularizaron en los años 60, pero acabaron cayendo en desgracia por cuestiones sanitarias y medioambientales. Desde entonces, mucha gente ha vuelto a los desodorantes naturales en cristales. Tanto los cristales de alumbre potásico como los de alumbre amónico son muy solubles en agua. Aplicados bajo los brazos, se disuelven rápidamente al sudar, dejando una capa de sal que protege de las bacterias que causan el mal olor.

    La higiene personal siempre se ha basado en una gama de productos, entre ellos el desodorante de cristal que se ve arriba. Aplicado bajo los brazos, se disuelve rápidamente al sudar, dejando tras de sí una capa de sal que protege de las bacterias causantes del mal olor.

    Fotografía de Punkbarby, Alamy

    Los polos de hielo: ¿inventados por error?

    Cualquiera que aprecie el gusto del hielo con sabor a fruta disfruta de los polos, sobre todo en un día caluroso.

    Pero tuvo que ser un niño sediento y aparentemente distraído el que inventara lo que se convertiría en una de las chucherías más populares. En 1905, según cuenta la historia, Frank Epperson, un niño de 11 años, preparaba una bebida dulce con una mezcla en polvo y agua. Dejó la taza que contenía la bebida, junto con el palo de madera que utilizaba para removerla, a la intemperie en una fría noche del norte de California.

    Por la mañana, encontró la mezcla congelada en el vaso alrededor del palo: la primera chuchería congelada en un palo.

    De adulto, Epperson se dedicó al sector inmobiliario, pero además fabricaba sus "piruletas heladas". Después de presentarlas en un parque de atracciones, donde fueron bien recibidos, patentó el "Eppsicle" en 1924. Más tarde cambió el nombre por el de "Popsicle", al parecer porque así habían apodado sus hijos a la piruleta helada de su padre.

    En 1925, Epperson se asoció con una empresa para distribuir sus polos. Pero, necesitado de dinero tras el crack bursátil de 1929, vendió sus derechos de patente. Hoy la marca Popsicle pertenece a Unilever Corporation, pero en Estados Unidos la palabra se ha introducido en el lenguaje como término genérico para todos los polos. Las tiendas de moda anuncian sabores que van de la mandarina a la remolacha, pasando por el aguacate. Pero el más vendido sigue siendo el de cereza.

    El polo de dos palitos se inventó durante la Gran Depresión para que dos niños pudieran compartir un helado de cinco céntimos. Dejó de fabricarse en 1986.

    Estas delicias heladas tienen un curioso comienzo. Resulta que un niño de 11 años, Frank Epperson, que utilizaba una mezcla en polvo y agua para preparar una bebida dulce en 1905, dejó el vaso que contenía la bebida y el agitador de madera a la intemperie en una noche fría. La mezcla se congeló en el vaso alrededor del palito, que más tarde evolucionó hasta convertirse en el popular polo.

    Fotografía de FoodCentrale, Springlane, Redux

    Este artículo, publicado originalmente en inglés en nationalgeographic.com, ha sido extraído y adaptado de 'An Uncommon History of Common Things Volume 2' [Una historia poco común de las cosas comunes, volumen 2]. El libro de National Geographic explora los orígenes de cientos de cosas que usamos y en las que pensamos todos los días, y las historias de cómo llegaron a ser tan importantes para nuestras vidas.

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