Ciudad de México se está quedando sin agua ¿serán estas ciudades las siguientes?

La sequía, el desarrollo urbano y una gestión deficiente están provocando una presión sin precedentes sobre el abastecimiento urbano de agua en todo el mundo.

Por David Shortell
Publicado 17 jun 2024, 12:45 CEST
Embalse de San Rafael, Bogotá

El embalse de San Rafael, una de las principales fuentes de agua potable de Bogotá, se encuentra en un nivel peligrosamente bajo debido al clima cálido provocado por El Niño.

Fotografía de Iván Valencia, AP

Un calor sin precedentes y años de creciente sequía, culminados el pasado junio por los vientos de El Niño que acortaron la temporada de lluvias, han llevado a los embalses de agua de Ciudad de México a un déficit histórico. A fecha de este mes, los embalses se encuentran a menos del 27% de su capacidad.

Las consecuencias en Ciudad de México han sido devastadoras: según un análisis de los datos de una autoridad local del agua, en más de 550 barrios se ha cortado el agua del grifo o se ha reducido su presión. Estas medidas de ahorro de agua están obligando a los residentes a llenar las jarras que puedan reunir en los irregulares y costosos repartos de camiones cisterna. Al comenzar el verano, esta megaciudad de 23 millones de habitantes está al borde del desastre.

Si las lluvias torrenciales no llegan pronto, a finales de junio el sistema de agua Cutzamala de la ciudad podría alcanzar el "Día Cero", una estimación catastrofista que marca el momento en que los embalses dejarán de bombear. Eso significa que hasta en una cuarta parte de la ciudad (incluso en zonas que normalmente se han librado de la escasez de agua) los grifos se secarían por completo. Los acuíferos, de donde procede el 70% del agua de la ciudad, seguirán fluyendo, pero también están en peligro.

"Estamos en una situación realmente terrible", ha afirmado José Luis Luege, ex jefe de la Comisión Nacional del Agua y asesor de la oposición política del país, que ayudó a popularizar la fecha límite del Día Cero en Ciudad de México; "llegados a este punto, realmente apuesto por un milagro".

En todo el mundo, el cambio climático está exacerbando las sequías, llevando a zonas urbanas ya lastradas por el desarrollo descontrolado y el envejecimiento de las infraestructuras hídricas a un territorio sin precedentes. La idea del Día Cero, utilizada en todo el mundo para impulsar las campañas de ahorro de agua, ha demostrado ser una amenaza muy útil.

He aquí cómo algunas de las ciudades con más escasez de agua se están enfrentando a su propio Día Cero.

Una de las mecas del turismo en nuestro país, Barcelona, se ha convertido este año en un campo de batalla en el que la escasez de agua ha enfrentado a visitantes y habitantes. En marzo, tras tres años de sequía, los niveles de agua de la red del Ter-Llobregat alcanzaron un mínimo histórico, por debajo del 15%, lo que provocó restricciones de agua de emergencia.

Mientras que los casi dos millones de habitantes de la ciudad se vieron limitados a 200 litros de agua al día, el sector turístico no se enfrentó a las mismas restricciones. La disparidad se extendió al debate público, con activistas que cortaron el agua a las oficinas de una junta de turismo de la ciudad y candidatos a unas elecciones regionales que prometieron una reforma.

El 26 de enero de 2024, un hombre pasa junto a una canoa abandonada en el embalse de Sau, al norte de Barcelona. La ciudad se ha enfrentado a una prolongada sequía, y las discrepancias sobre quién tiene que limitar su uso del agua han provocado conflictos.

Fotografía de Emilio Morenatti, AP

Junto con las restricciones, la ciudad puso en marcha una serie de costosas soluciones tecnológicas para aumentar el suministro de agua potable. La desalinización, el proceso de convertir el agua salada en agua dulce potable, funcionaba al máximo de su capacidad. También se introdujeron aguas residuales tratadas. Estos esfuerzos ayudaron a evitar un evento tipo Día Cero hasta que las generosas lluvias de mayo y junio ayudaron a reponer el sistema, aunque la sequía persiste, según ha dicho Hug March Corbella, profesor de ecología política en la Universitat Oberta de Catalunya.

Los planes de emergencia para transportar agua limpia desde otras partes de España e instalar una nueva planta desalinizadora en el puerto de Barcelona han resultado hasta ahora innecesarios.

Desde abril, los cortes de agua han asolado Bogotá, la capital colombiana, después de que el sistema de embalses de Chingaza, que suministra más de dos tercios del agua potable de la ciudad, cayera hasta un asombroso 17% de su capacidad. En los barrios de esta ciudad de ocho millones de habitantes, el agua corriente se corta tres veces al mes y los hogares se exponen a multas de cientos de dólares si se exceden en el consumo mensual.

"Toda la ciudad debe estar en modo ahorro de agua", advirtió el alcalde Carlos Fernando Galán al anunciar las restricciones, junto con anuncios de servicio público que reflejaban la desesperación: dúchate con tu pareja o no lo hagas si no piensas salir de casa.

Aunque los expertos han criticado a la ciudad por esperar demasiado para aplicar el racionamiento, con esta política, el nivel de agua en el sistema Chingaza ha vuelto a subir, superando el 36% de su capacidad a principios de este mes. Aun así, las medidas podrían mantenerse hasta octubre, cuando los embalses se llenen hasta alcanzar la cantidad prevista.

Delhi, India

En 2019, la ciudad costera de Chennai (India) vivió una especie de Día Cero cuando sus cuatro embalses principales se secaron por completo, dejando a sus 10 millones de habitantes dependientes de un suministro cada vez menor de aguas subterráneas y de agua transportada en camiones.

"Había que dedicar mucho tiempo para conseguir [agua], había que gastar muchos recursos para conseguirla", dijo Raj Bhagat Palanichamy, gerente sénior del programa de ciudades sostenibles y transporte del Instituto de Recursos Mundiales de la India.

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    Residentes de Nueva Delhi utilizan tuberías para llenar recipientes con agua potable de un camión cisterna durante un caluroso día del 13 de junio de 2024. La escasez de agua es consecuencia de la sequía y de la mala gestión de los recursos hídricos.

    Fotografía de Priyanshu Singh, Reuters

    Hoy, la escasez de agua en la India se deja sentir con mayor intensidad en Delhi, donde recientemente se grabó un vídeo de residentes agolpándose en torno a un camión cisterna y se compartió ampliamente en Internet. A falta de varios días de verano para que empiece la temporada de monzones, los niveles del río del que extraen el agua son inusualmente bajos. Un acuerdo de reparto del agua entre los estados ribereños que los expertos califican de insuficiente ha provocado disputas.  

    El primer escenario de Día Cero ampliamente reconocido que dominó los titulares internacionales se produjo en 2018 en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Después de tres años de sequía, los funcionarios dieron la voz de alarma: a la ciudad de casi cinco millones de habitantes le quedaban solo unos meses antes de que sus embalses alimentadores cayeran a un umbral crítico. El Gobierno local impuso severas restricciones de agua que limitaban a los residentes a 50 litros al día e instó a la austeridad en casa, lo que mantuvo con éxito los niveles de los embalses hasta la llegada de las lluvias torrenciales.

    Pero en el interior, en el centro económico del país, con seis millones de habitantes, se avecina otra crisis del agua. Los habitantes de Johannesburgo se enfrentan periódicamente a cortes de agua de días y semanas.

    El problema, sin embargo, no son los bajos niveles del sistema fluvial que suministra agua potable a la provincia. Según Anja du Plessis, profesora asociada del departamento de geografía de la Universidad de Sudáfrica, la culpa de la escasez la tienen "las infraestructuras hídricas deterioradas y la mala gestión del agua" por parte de "municipios disfuncionales".

    Casablanca, Marruecos

    Enfrentados a su sexto año de sequía a principios de 2024, las autoridades marroquíes restringieron el uso de los baños públicos tradicionales y de los populares negocios callejeros de lavado de coches en todo el país, a medida que disminuían los suministros en presas importantes como la de Al Massira.

    Visto desde arriba en las imágenes por satélite de la NASA, el área alrededor de la presa, que históricamente ha suministrado agua a partes de Casablanca y se ha utilizado para regar los cultivos de la región, quedó desprovista de vegetación en kilómetros a la redonda, dejando sólo una superficie reseca visible desde el espacio.

    El agua canalizada desde otra presa en el norte y la llegada de la lluvia garantizaron la seguridad del acceso al agua en los hogares de los casi cuatro millones de habitantes de Casablanca.

    Una nueva planta desalinizadora que se ha puesto en marcha este mes (la mayor de África) también promete reforzar el suministro. Pero el impacto de la sequía en la industria agrícola, que representa más del 30% del empleo del país, puede suponer un trastorno mayor. Según Meryem Tanarhte, investigador del cambio climático y sus efectos en los recursos hídricos de la Universidad Hassan II de Casablanca, las malas cosechas están impulsando la migración interna de las comunidades rurales a las zonas urbanas, lo que supone una presión aún mayor sobre los recursos hídricos de las ciudades.

    (Relacionado: ¿Construir presas ayuda a la supervivencia de los ríos?)

    Adaptarse a un planeta que se calienta

    A medida que el planeta se ha ido calentando, los científicos han demostrado que las precipitaciones en todo el mundo se han vuelto más variables y extremas, lo que significa que los periodos de sequía son más frecuentes y de mayor intensidad y duración.

    En Ciudad de México, científicos como Fabiola Sosa Rodríguez, jefa de estudios de crecimiento económico y medio ambiente de la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco, aprovechan la crisis para abogar por soluciones hídricas a largo plazo. Señala la necesidad de un mayor tratamiento de aguas residuales para fines industriales y agrícolas y la ampliación de los programas de captación de agua de lluvia que podrían duplicar la capacidad de los hogares.

    "A muchas personas no les gusta hablar del Día Cero porque les da miedo, les hace sentir una sensación de emergencia", ha dicho; "pero estos son precisamente los niveles de conciencia que tenemos que generar". 

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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