16 fotos de la devastación del cambio climático
Estas imágenes muestran claramente el impacto del cambio climático en el mundo y no te dejarán indiferente
El aumento de las temperaturas en el mar vuelve intolerables las condiciones que el coral necesita para sobrevivir. Los arrecifes -un ecosistema vital y un refugio para innumerables especies- están en grave peligro, y las investigaciones presentadas en 2020 sugieren que entre el 70% y el 90% de los arrecifes de coral habrán muerto para 2040. Los arrecifes existen en una delicada simbiosis con las algas que les proporcionan nutrientes. Si la temperatura aumenta demasiado, las algas -llamadas zooxantelas- no pueden colonizar el coral, y las estructuras de carbonato cálcico se "blanquean". Aquí, el fotógrafo David Doubilet muestra el contraste entre un arrecife de ópalo sano, en la Gran Barrera de Coral de Australia, en 2010 frente a 2019. El daño se debió probablemente a un pico en la temperatura del océano en 2016.
Un canguro y su cría miran entre una zona de árboles quemados después de que una serie de incendios arrasara Mallacoota, en el sur de Australia, en septiembre de 2020. Grandes extensiones de bosques ardieron sin control durante la temporada de incendios forestales, amenazando los hábitats de muchas especies endémicas de animales y matándolos por miles de millones.
Los incendios forestales, sobrealimentados estacionalmente por los periodos de sequía y las olas de calor extremo, diezman los ecosistemas y liberan a la atmósfera el carbono de uno de sus almacenes más estables: los árboles. En última instancia, este ciclo en espiral puede desembocar en la regeneración de los árboles, pero en un mundo que ya ha agotado sus bosques, que tiene que soportar una extinción impulsada por el ser humano y que sufre el aumento de las temperaturas, el fuego -aparte del coste humano- es un enemigo que no nos podemos permitir. Esta vista aérea de los limoneros destruidos en Roboré (Bolivia) ilustra la magnitud de la destrucción de los incendios forestales con respecto a una zona que no ha sido tocada por las llamas.
Los incendios forestales siguen surgiendo devastadores en todo el mundo a una escala sin precedentes, desde el oeste norteamericano -donde algunas de las secuoyas más antiguas del mundo se interponen en el camino de las llamas- hasta Grecia, la península ibérica, Siberia y Australia. Aquí, un camión atraviesa un incendio forestal cerca de Seeley Lake, Montana, donde un incendio ha superado una carretera.
Un oso hormiguero, con las patas quemadas, se recupera de sus heridas merendando leche y hormigas en un santuario de Aguas Calientes, Bolivia. Los incendios arrasaron Brasil, Bolivia, Perú y Paraguay en 2019. La mayoría fueron provocados deliberadamente para despejar la tierra para las plantaciones, con un coste colosal para la vida silvestre, especialmente para los animales de movimiento lento como los osos hormigueros y los perezosos, pero también para criaturas rápidas como los monos. En los humedales del Pantanal brasileño, los daños fueron devastadores. Al año siguiente, en 2020, el Pantanal volvió a arder, esta vez con una superficie afectada por el fuego tres veces superior.
El hielo de la bahía de Disko, en Groenlandia, brilla en el punto donde atrapa el sol bajo del Ártico. El hielo de Groenlandia ha sido objeto de muchos estudios en los últimos años; con su actual ritmo de deshielo, los científicos predicen que perderá más hielo este siglo que en los últimos 12.000 años. Si la capa de hielo -una de las dos únicas del planeta junto con la de la Antártida- se derritiera por completo, el nivel global del mar aumentaría en 7,3 metros.
Alaska, al igual que muchas latitudes septentrionales, se está calentando a un ritmo alrededor del doble de la media mundial. Con el aumento de las temperaturas, los mares que rodean el estado están ofreciendo las condiciones ideales para la floración de algas nocivas (FAN). Éstas están teniendo un impacto devastador en las cadenas alimentarias, convirtiendo los mariscos en píldoras venenosas que se han cobrado la vida de ballenas, morsas, innumerables aves y otras criaturas marinas que dependen de ellas. Aquí, una bióloga lucha con sus emociones mientras calma a una nutria marina que muere en una playa de grava en la localidad de Homer.
El calentamiento global también amenaza formas de vida y subsistencia con siglos de antigüedad. Aquí, un joven ballenero apila carne en la bodega de permafrost de su familia en Barrow, Alaska. Este mecanismo natural de refrigeración se está viendo comprometido por el deshielo del permafrost y la descongelación de un suelo que ha permanecido congelado durante miles de años. Los incendios forestales en regiones anteriormente congeladas -como los de Siberia en 2021- están quemando y liberando CO2 de la tundra y la turba, los ecosistemas más densos en carbono del mundo.
Newtok, en Alaska, se está hundiendo. A medida que se descongela el permafrost que apuntala este asentamiento de 350 habitantes, el suelo se está desmoronando, lo que hace que el asentamiento, ya de por sí bajo, se enfrente a la amenaza de inundación del mar de Bering, el cual también proporciona al pueblo su vía de subsistencia. Ahora, con el mar a escasos metros de algunas viviendas, todo el pueblo se enfrenta a la posibilidad de tener que reubicarse.
Otras comunidades costeras de todo el mundo están sintiendo el impacto de la subida del mar y de las condiciones meteorológicas extremas. Aunque entre estas comunidades se incluye las islas oceánicas bajas, como las Islas Marshall, Fiyi y las Maldivas, algunos grandes centros urbanos también están corriendo un grave riesgo de sufrir ambos fenómenos. Esta imagen muestra Sunny Isles Beach, en Miami (Florida), donde viven más de 20.000 personas, y evidencia tanto la escala de lo que está en riesgo como lo cerca que se encuentra dicho riesgo. Comparada con 1992, esta parte de Florida podría experimentar un aumento del nivel del mar en 2030 de hasta 25 centímetros.
Debido a la quema de basura al aire libre, una industria que supera las infraestructuras para gestionar sus residuos y un río ecológicamente devastado, el Yamuna, Delhi (India) es una de las ciudades más contaminadas del mundo. Ocupando un espacio más pequeño que el gran Londres pero con una población de más del doble, la gestión de residuos en Delhi se ha convertido en sí misma en una industria sombría para algunos. Aquí, los niños rebuscan entre la basura arrojada desde un puente para encontrar piezas que puedan entregar a las tiendas de reciclaje, donde pueden ganar hasta 1.000 rupias (11,50 euros) al día, en algunos casos más del triple del salario de otros trabajadores de la ciudad.
Las olas de calor y las tormentas tropicales pueden potenciar los huracanes, una situación ya de por sí agravada por el calentamiento global. En 2017, Puerto Rico fue azotado por el huracán María, que infligió los peores daños a la isla en la historia. Más de 3.000 personas murieron en esta tormenta de categoría 5, que causó unos 90.000 millones de dólares (77.480 millones de euros) de daños, incluyendo innumerables cultivos, viviendas e infraestructuras críticas para el saneamiento y el riego. El coste emocional también fue alto: los intentos de suicidio se triplicaron en los tres meses posteriores al huracán, mientras los residentes luchaban por recomponer sus vidas. Aquí, el amanecer rompe sobre los restos de una casa en Playa El Negro cinco meses después del huracán María.
En algunos de los países más pobres del mundo, los patrones climáticos extremos están haciendo que las condiciones, ya difíciles de por sí, sean intolerables. Una foto aérea capta la devastación por encima de Jeremie, Haití, tras el paso de la tormenta de categoría 4, el huracán Matthew, en octubre de 2016. La isla caribeña se ha visto azotada por sucesivas catástrofes naturales en medio de la inestabilidad política y la pobreza. En el verano de 2021, el país sufrió un terremoto de magnitud 7,2, un impacto directo de la tormenta tropical Grace y el asesinato de su presidente, todo ello en un periodo de seis semanas.
El lago Urmia es un enorme lago interior hipersalino de Irán que ha sido víctima de una sucesión de impactos. La evaporación provocada por el calentamiento y el saqueo de las aguas del lago para el riego ha provocado que entre 1995 y 2013 el lago perdiera alrededor del 90% de su volumen. La mayor parte es ahora un desierto salado, y los científicos temen que el lago pueda desaparecer por completo si no se adoptan medidas críticas de ahorro de agua.
El lago Urmia también alberga un ecosistema único, con sus sus islas proporcionando zonas de cría para aves migratorias como flamencos y pelícanos, y un entorno salino para una diversidad única de plancton. La drástica reducción del agua del lago ha desequilibrado estos sistemas, con un aumento de la salinidad que ha provocado que los organismos -en concreto una familia de algas llamada Dunaliella y unas bacterias llamadas Halobacteriaceae- aumenten su densidad y liberen pigmento rojo, cambiando el color de todo el lago. Aquí, a pesar de ello, dos veraneantes se relajan en las aguas del lago Urmia.
Un niño pequeño es tratado de neumonía en la unidad de cuidados intensivos de un hospital de Ulán Bator. Con una población cada vez más dependiente de las estufas de carbón, durante el invierno la capital mongola es una de las ciudades más contaminadas del mundo, con microgramos de contaminantes 27 veces superiores a los niveles de seguridad recomendados por la OMS. Los más vulnerables son los niños, con la neumonía como principal causa de mortalidad infantil.