Cómo fotografiar animales salvajes de forma ética

Anteponer el bienestar de los animales debe ser la meta de cualquier fotógrafo. Los fotógrafos de National Geographic comparten sus consejos sobre cómo lo hacen.

Por Melissa Groo
Publicado 1 ago 2019, 16:18 CEST
Osos grizzly
Una cámara trampa fotografía a unos osos grizzly en una charca de Yellowstone. Las cámaras trampa impactan mínimamente al hábitat y son una forma de garantizar que los animales salvajes no se acostumbren a los humanos. El equipo fotográfico también colaboró con el Servicio de Parques Nacionales para obtener los permisos necesarios y anteponer el bienestar de los animales.
Fotografía de Michael Nichols con Ronan Donovan y el Servicio de Parques Nacionales, Nat Geo Image Collection

Los fotógrafos cuentan con herramientas, oportunidades y alcance sin precedentes para descubrir a sus sujetos animales.

Por su parte, los animales salvajes se enfrentan a peligros sin precedentes para su supervivencia. En las últimas décadas, la pérdida de hábitat, el cambio climático, el tráfico de fauna silvestre, la sobrepesca y la contaminación han provocado el descenso catastrófico de poblaciones de aves, insectos, mamíferos, reptiles y anfibios. Un reciente informe de Naciones Unidas determinó que una de cada cuatro especies podría extinguirse. Además, la desvinculación de las sociedades modernas de la naturaleza supone una amenaza en sí misma, ya que se traduce en una cultura de indiferencia. Vivimos vidas virtuales, conectadas a dispositivos en lugar de al mundo exterior.

La fotografía de fauna silvestre tiene la capacidad de fomentar el asombro de la gente por la naturaleza. Es una herramienta fundamental para inspirar el deseo de proteger a los animales salvajes y potenciar cambios reales. Las fotografías pueden hacerse virales en redes sociales en cuestión de minutos y atraer una atención muy necesaria a la crisis que viven algunos animales salvajes.

Al mismo tiempo, en las redes sociales se reúnen las personas que quieren capturar visualmente la naturaleza de forma honesta y cuidadosa y aquellas que toman atajos a expensas del sujeto con la mera intención de conseguir me gustas y seguidores. Los espectadores no notan la diferencia.

Entonces ¿qué significa ser un fotógrafo ético de fauna silvestre?

«La ética de la fotografía es la misma que la ética de la vida, y todas se basan en el respeto», afirma Beverly Joubert, fotógrafa de fauna silvestre que ha pasado décadas fotografiando la fauna africana. Existen pocas normas uniformes y muchas zonas grises. Lo que puede ser ético para unos puede ser poco ético para otros. Debemos guiarnos por la compasión y la conservación, y anteponer siempre el bienestar del sujeto.

Aunque no existe ninguna guía, sí hay algunos principios básicos que pueden ayudar a aclarar cada situación.

1. No hacer daño

  • No destruir ni alterar el hábitat para tener una vista o una escena mejor.
  • Permitir que los animales se ocupen de sus asuntos. No buscar atención ni interacción.
  • Tomar precauciones especiales en la época de apareamiento.
  • Conocer los síntomas de estrés de cada especie.

No cabe duda de que adentrarnos en el territorio de los animales salvajes tiene repercusiones. Buscamos o tropezamos con sus nidos y madrigueras, sus lugares de alimentación y reunión. ¿Significa eso que no deberíamos adentrarnos jamás con nuestras cámaras? Claro que no. La naturaleza necesita nuestras historias, ahora más que nunca. Pero también necesita que lleguemos preparados con un mayor nivel de consciencia de nuestros efectos.

Una aglomeración de turistas intenta fotografiar un guepardo en la reserva nacional de Masái Mara, en Kenia. La presencia humana puede perturbar el comportamiento natural de un animal.
Fotografía de Frans Lanting, Nat Geo Image Collection

Joel Sartore, fotógrafo y fundador de Photo Ark de National Geographic, insiste en que el primer principio debe ser «no hacer daño». A un nivel básico, significa no destruir el hábitat para conseguir una escena más pintoresca. Significa no hacer que el animal deje de cazar, comer y descansar, o que te amenace o cargue contra ti.

En época de apareamiento hay que tomar precauciones especiales. Deben evitarse acciones que alejen a los padres de sus crías, lo que las deja expuestas a depredadores y a los elementos. Nunca se debe alterar la vegetación que rodea nidos o madrigueras, ya que proporciona un camuflaje fundamental y protección frente al sol, el viento y la lluvia.

Debemos estar atentos en todo momento el comportamiento del animal y darnos cuenta de cuándo debemos alejarnos o marcharnos. Leer y formarse con antelación sobre la conducta animal es el mejor medio con el que contamos para reconocer las señales de alarma o evasión en una especie en particular.

2. Lo salvaje ante todo

  • Hay que tener cuidado a la hora de alimentar a los animales salvajes.
  • Debe evitarse que los animales salvajes se habitúen a la presencia humana.

Lo mejor que podemos hacer por ellos es honrar su naturaleza salvaje. La forma más rápida de ponerla en peligro es ofrecerles comida para sacar una foto. La página web del parque nacional de Yellowstone dice claramente: «Un animal alimentado es un animal muerto; sea bueno o malo, el servicio del parque sacrificará a los animales que estén acostumbrados al contacto y los alimentos humanos».

Los depredadores como zorros, coyotes, lobos, osos, búhos y otras aves raptoras aprenden enseguida a vincular a los humanos con la comida. Pueden sentirse más cómodos para acercarse a los humanos en busca de comida y, si son demasiado agresivos o atrevidos, las agencias de fauna silvestre suelen matarlos. Los animales también pueden rondar las carreteras, ya que mucha gente les da de comer desde los coches, lo que los expone al riesgo de morir atropellados.

¿Y los osos, lobos y glotones salvajes de lugares como Rumanía y Finlandia a los que se les ofrece comida cerca de unas cortinas para los fotógrafos que están tras ellas? Esto se ha convertido en un gran negocio en Europa oriental y septentrional. El único inconveniente por ahora es que no representan la realidad: estas fotos de osos y lobos pasando el rato juntos como «amigos» solo son posibles porque tienen tanta comida cerca que no se pelean por ella.

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    El fotógrafo de National Geographic Brian Skerry capturó a este tiburón blanco nadando en las aguas de las islas Neptune, en Australia Meridional. La práctica de colocar cebos para atraer a tiburones permite que los buceadores los observen en estado salvaje, pero se desconocen las repercusiones que tiene a largo plazo en la conducta de los tiburones.
    Fotografía de Brian J. Skerry, Nat Geo Image Collection

    Entonces ¿cuándo es correcto utilizar comida para atraer a sujetos fotográficos? No existe una respuesta directa, pero estas preguntas pueden servir de guía:

    1. ¿Es probable que alimentar al animal cambie su comportamiento de forma perjudicial? Si vive en o migra a una zona donde lo cazan, alimentarlo podría acostumbrarlo a los humanos y convertirlo en un objetivo fácil. O podría volverse demasiado atrevido a la hora de acercarse a las personas en busca de comida, lo que podría hacer que los gestores de fauna silvestre lo maten.
    2. ¿Es la comida apropiada y se proporciona de manera segura? Por ejemplo, proporcionar comederos para pájaros implica asumir la responsabilidad de limpiarlos con regularidad para evitar la propagación de virus y parásitos, colocarlos a una distancia preestablecida de las ventanas para prevenir los golpes y mantener a los gatos dentro de casa.
    3. ¿Incumplo alguna ley si alimento a este animal? Alimentar a los animales salvajes está prohibido en los parques nacionales. La mayoría de los estados de EE. UU. prohíben que se dé de comer a determinados animales salvajes, como ciervos, osos y alces en Nueva York. Incluso los municipios tienen sus propias ordenanzas. Las posibles penan oscilan de las multas al encarcelamiento.

    3. Actuar conforme a las leyes

    • La legislación varía según el lugar y la especie.
    • También varía según el propósito y el método fotográfico.

    Es fundamental conocer y respetar las leyes y la normativa en parques nacionales, estatales y locales, como la distancia que se debe mantener entre humanos y especies específicas. Estas reglas existen para garantizar nuestra seguridad y la de los animales. Abundan las noticias sobre turistas que han ignorado la distancia de seguridad establecida por los parques nacionales y han resultado heridos. En muchos casos, el animal debe ser sacrificado.

    En cualquier parque o área protegida, si tenemos pensado sacar fotos comerciales, organizar talleres o colocar cámaras trampa, se deben obtener los permisos necesarios. Esto incluye las áreas marinas protegidas.

    Las cebras corren por las llanuras de Namibia, molestas ante el parapente del fotógrafo. Antes de la llegada de los drones, costaba conseguir imágenes aéreas de animales salvajes molestando a los animales.
    Fotografía de George Steinmetz, Nat Geo Image Collection
    Un «microcóptero» fotografía a una leona y a sus cachorros descansando entre un afloramiento rocoso en el parque nacional del Serengueti, en Tanzania. A la familia no le molesta la presencia del dron.
    Fotografía de Michael Nichols, Nat Geo Image Collection

    El uso de drones cerca de animales salvajes es un tema polémico y las leyes al respecto varían mucho. No están permitidos en los parques nacionales, áreas silvestres ni reservas naturales de Estados Unidos. Y en los lugares donde sí están permitidos, debemos tener en cuenta cómo afectan a la fauna silvestre. Un famoso estudio de 2015 documentó cómo afectaban los drones a la frecuencia cardíaca de los osos negros de Minnesota. Aunque no mostraban ningún síntoma externo de estrés, las frecuencias cardíacas de los osos aumentaron hasta 123 latidos por minuto por encima de la base previa al vuelo ante la presencia de un dron.

    4. ¿Y la cautividad?

    • Hay que analizar las oportunidades de fotografiar a los animales salvajes en cautividad.
    • Hay que documentarse sobre si un zoológico o reserva es legítimo y evitar lugares donde se explota a los animales salvajes con fines de lucro.

    La fotografía de animales cautivos es una actividad popular, sobre todo entre personas que quizá no tengan los medios o que no quieran viajar a lugares lejanos para contemplar a los animales salvajes en su elemento. Una amplia gama de instalaciones ofrecen la oportunidad de fotografiar animales exóticos, entre ellos zoos, reservas, centros de rescate, santuarios, granjas cinegéticas, centros de fauna silvestre, parques de aventura y parques de safari. Las condiciones de vida de los animales cautivos oscilan de lo miserable a lo ejemplar, al igual que los motivos de su cautividad oscilan de la avaricia a la compasión.

    El mundo de la fauna cautiva es una industria enorme insuficientemente regulada. Las instalaciones pueden llamarse como quieran y abundan los denominados «pseudosantuarios». En Estados Unidos, solo se necesita una licencia del Departamento de Agricultura para exhibir animales salvajes al público.

    En algunos casos, los animales cautivos podría haber resultado heridos y haber sido rescatados. Cuando están bien atendidos, sirven de embajadores de su especie. En otros casos, es posible que hayan sido confiscados de un centro donde los maltrataban y viven en un refugio seguro y tranquilo. O podrían exhibirlos en un zoológico con fines de lucro, donde viven en una jaula con un suelo de cemento.

    Después están las granjas cinegéticas de fotografía. Se trata de centros de cautividad que atienden expresamente a las cámaras. Estos lugares, la mayoría en Montana y Minnesota, prometen imágenes espectaculares de fauna exótica como tigres siberianos y leopardos de las nieves, y especies autóctonas y esquivas como lobos, linces y linces rojos. Estos animales genéticamente salvajes, nacidos con instinto para cazar y recorrer grandes distancias, podrían vivir en recintos pequeños salvo cuando se los muestran a las cámaras de los clientes, persuadidos con amenazas y pinchazos por un manipulador que no está en el encuadre. Pueden emerger de la nieve o quedarse perfectamente congelados dentro del hueco de un árbol. A veces, los transportan a otros estados para posar en entornos alternativos, como las rocas rojas de Utah. Su aspecto es impecable, sin indicios de tierra, pelajes andrajosos ni de su mala situación.

    Los dueños de estas instalaciones defienden sus operaciones diciendo que los animales que nacen en cautividad carecen de los mismos instintos y necesidades que los animales nacidos en la naturaleza, o que viven más porque cuentan con fuentes fiables de comida y están protegidos de los depredadores y los elementos. Pero el experto en consciencia animal Carl Safina, autor de Beyond Words: What Animals Think and Feel, sostiene que «no solo importa la existencia. Una persona puede vivir en la cárcel y gozar de buena salud durante mucho tiempo. Lo que importa es la calidad de vida. La calidad de vida de las criaturas mantenidas en las diferentes instituciones y centros puede variar mucho».

    Gran parte de la industria fotográfica condena las granjas cinegéticas, y las fotografías procedentes de ellas están prohibidas en importantes concursos de fotografía y en la mayoría de las revistas importantes, entre ellas National Geographic. Por cada especie cautiva en uno de estos centros, hay un fotógrafo de conservación que ha fotografiado con esmero y consciencia a esa especie en estado salvaje, en su propio hábitat, donde muestra su conducta natural.

    Debemos reconocer que el dinero que nos gastemos validará y perpetuará las condiciones de vida en las que han acabado estos animales por obligación.

    Hay organizaciones que pueden determinar si un autodenominado «santuario», «refugio» o «centro de rescate» es realmente lo que dice ser. Por ejemplo, está la Federación Mundial de Santuarios de Animales (GFSA, por sus siglas en inglés). Los centros acreditados por la GFSA deben cumplir altos niveles de cuidado y gestión. Otra fuente es la Asociación de Zoológicos y Acuarios (AZA). Aunque hay quien debate si todos los centros acreditados por AZA ofrecen la calidad de vida que necesita un animal cautivo, a estos lugares se les exige un alto nivel de gestión. (La AZA no es lo mismo que la Asociación Zoológica de América, una coalición polémica con una sigla que puede provocar confusión.)

    5. Pies de foto honestos

    • Debemos contar cómo hemos sacado una fotografía de forma transparente.

    La ética en la fotografía de fauna silvestre no acaba cuando volvemos a la comodidad del hogar. Importa mucho cómo representamos la verdad de la vida de un animal cuando compartimos nuestras fotos.

    «Hay que ponerse al nivel del lector», cuenta Sartore. «Contarles la historia detrás de la foto si hay algo de la imagen que no resulta obvio solo con verla. Hay que ser franco si trabajas con un animal adiestrado o si la fotografía se ha sacado con una cámara trampa». Si es una instantánea excepcional o inesperada y tiene una historia importante, hay que explicar cómo ocurrió.

    El fotógrafo Joel Sartore fotografía a un caimán de Cuvier en el Sunset Zoo para Photo Ark, de National Geographic. En los pies de foto, Photo Ark incluye la ubicación de la foto para que el lector sepa cómo se ha hecho y Sartore colabora estrechamente con los cuidadores para garantizar el bienestar del animal en el proceso.
    Fotografía de Joël Sartore, National Geographic Photo Ark

     

    Brian Skerry, un experimentado fotógrafo de National Geographic especializado en fauna marina, lo explica así: «Si saco una foto de un tiburón tigre y no revelo el uso de cebo para atraerlo, en el pie de foto o cuando me lo preguntan, entonces estaré siendo deshonesto. La explicación más básica es que si el intento es engañar al lector, está mal». Esto se aplica también al procesamiento de nuestras fotos. La corrección de color, por ejemplo, está bien. Pero si se ha alterado la realidad de una escena clonando o añadiendo elementos que no estaban ahí, se estará cruzando una línea del fotoperiodismo.

    La transparencia en los pies de foto es una forma útil de examinarnos a nosotros mismos. Si nos incomoda compartir cómo sacamos la foto, quizá sea un indicio de que no hemos tomado la decisión correcta al sacarla.

    La reputación lo es todo

    Las noticias vuelan en la comunidad de la fotografía de fauna silvestre y las prácticas falsas o perjudiciales salen a la luz enseguida. Hoy en día, los editores y otros fotógrafos no son los únicos que están atentos; cada vez más usuarios de las redes sociales lo están y alzan la voz cuando algo parece sospechoso.

    «Una de las cosas que les digo a los fotógrafos jóvenes al final de la jornada es que nunca olviden que su reputación lo es todo. Si quieren tomar atajos, si se los expone, retrocederán décadas», afirma Skerry. «Debemos ser intachables. Hay que hacerlo bien».

    «El editor fotográfico también tiene la responsabilidad de preguntar», afirma Kathy Moran, editora de fotografía de National Geographic. «Nos corresponde contactar con el fotógrafo y preguntarles cómo se ha sacado la imagen, pedir ver un archivo RAW. Tenemos la responsabilidad de mantener la integridad».

    Skerry afirma que es bueno tomarse un tiempo para colaborar con científicos e investigadores y garantizar que lo que se sube es correcto. Salvando la brecha entre ciencia y fotografía, se suma autenticidad a lo que uno hace.

    Estos principios básicos son solo un punto de partida. De nosotros depende incluir el sentido común y la compasión en nuestra labor. Quizá no tengamos todas las respuestas y cometamos errores, pero podemos seguir esforzándonos por ser empáticos y conscientes. Depende de cada uno de nosotros utilizar el poder que tenemos como fotógrafos de fauna silvestre para tratar con esmero a los animales que nos obsequian con su presencia. Aunque para nosotros sean solo fotos, para un animal salvaje cada momento es supervivencia.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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