Estos padres animales hacen sacrificios por sus crías

Desde las ranas toro que excavan zanjas para ayudar a sus renacuajos hasta los zorros que dan «lecciones» a sus crías, algunos padres animales están más involucrados de lo que pensamos.

Por Brian Handwerk
Publicado 21 jun 2021, 13:16 CEST
Un gorila de espalda plateada y un gorila joven

Un gorila de espalda plateada y un gorila joven se alimentan de brotes de bambú en el parque nacional del monte Gahigna, Uganda.

Fotografía de Chris Schmid, Nat Geo Image Collection

Los gorilas macho de espalda plateada, con su pecho muscular y sus dientes afilados, emanan poder, pero también pueden mostrarse blandos en lo que respecta a sus crías.

Algunas pruebas sugieren que eso podría ser parte de lo que los hace atractivos para las hembras del grupo. «Creemos que lo que ocurre es que las hembras prefieren machos que son amables con las crías y que pasan tiempo con ellas», explica Stacy Rosenbaum, antropóloga biológica de la Universidad de Míchigan que estudia el comportamiento social en los gorilas de montaña de África central.

Los sacrificios de las madres animales están ampliamente documentados (por ejemplo, el pulpo que vigiló a sus huevos durante casi cinco años), mientras que el esfuerzo de los machos suele pasar desapercibido. En parte, esto se debe a que las personas suelen estar familiarizadas con los extremos de la paternidad animal, señala Rosenbaum.

«Hay de todo, desde los caballitos de mar, que son famosos por hacer el 100 por 100 del trabajo de crianza, hasta los mamíferos que se aparean y se marchan y ya está», dice. Pero «a medida que observamos más a especies diferentes durante periodos largos, vemos cada vez más que la historia es realmente compleja».

A continuación, te hablamos de algunos padres animales cuyo esfuerzo para criar a la próxima generación suele pasar desapercibido.

Ranas ingenieras

Cuando llegan las lluvias, las ranas toro africanas emergen de un estado de torpor subterráneo y comienzan una frenética época de apareamiento. Los machos utilizan las vocalizaciones de apareamiento para atraer a una o más hembras, fecundando sus huevos y ahuyentando —o incluso matando— a cualquier rival. 

Los machos que lo consiguen acaban haciéndose cargo de miles de huevos, puestos en pequeñas charcas efímeras. Cuidan de los huevos —y, más adelante, de los renacuajos— durante semanas, ahuyentando a los depredadores, como las serpientes, y asegurándose de que las crías tengan suficiente agua para sobrevivir.

Si el estanque empieza a secarse bajo el sol abrasador, los padres llevan a sus crías a aguas más profundas y frescas. Incluso cavan zanjas de irrigación para conectar las charcas efímeras con estanques más grandes y así suministrar agua a sus crías o proporcionarles una vía de escape.

Una rana toro africana macho emite una llamada de apareamiento en la reserva de caza del Kalahari Central, en Botsuana.

Fotografía de Chris & Monique Fallows, Nature Picture Library

Esta crianza ininterrumpida tiene un coste para la siguiente generación. Como se quedan con sus crías, las ranas toro macho se alimentan de algunos renacuajos para su sustento.

Puercoespines dedicados

El cortejo de los puercoespines crestados puede ser, bueno, espinoso. Pero una vez que la pareja ha conectado, establecen lazos afectivos de por vida, algo raro en el reino animal, explica Emiliano Mori, biólogo evolutivo del Consejo Nacional de Investigación de Italia en Roma.

El puercoespín crestado (arriba, un animal en Italia) puede pesar hasta 27 kilogramos, lo que lo convierte en uno de los roedores más grandes del mundo.

Fotografía de Klein & Hubert, Nature Picture Library

«El lazo de la pareja se mantiene de por vida mediante eventos de cópula a lo largo del año, incluso sin penetración y sin el objetivo de procrear», dice Mori, que estudia a la especie en su Italia natal.

Este enfoque tierno se extiende a sus crías, que los padres crían en equipo.

«Las crías de puercoespín abandonan las madrigueras y empiezan a explorar el entorno con ambos padres», dice Mori. «Y siempre se mantienen entre la madre y el padre».

Zorros maestros

Los zorros rojos se toman en serio la vida familiar. Estos carnívoros del hemisferio norte establecen lazos fuertes —monógamos en cierto modo— con sus parejas y defienden su territorio ferozmente contra machos invasores.

Una vez la madre da a luz, ella y sus cachorros permanecen escondidos en la madriguera mientras el padre sale cada pocas horas para traer comida. Cuando los cachorros salen de la madriguera, el padre se convierte en un atento maestro que enseña pacientemente a las crías a cazar y abalanzarse sobre sus presas.

 

Un cachorro de zorro rojo «besa» a su padre en el parque nacional de Yellowstone, Montana.

Fotografía de Robbie George, Nat Geo Image Collection

Por ejemplo, los padres zorro dan «lecciones» a sus cachorros: esconden la comida para que la encuentren y juegan a tenderles emboscadas para que aprendan a evitar a los depredadores.

Peces payaso atentos

Entre el limitado número de especies de peces que proporcionan cuidados parentales, cerca de la mitad, entre ellas las 30 especies de peces payaso, dejan esas tareas en manos del padre.

Un pez payaso Amphiprion frenatus cuida de sus huevos en Filipinas.

Fotografía de David Doubilet, Nat Geo Image Collection

El pez payaso común macho, Amphiprion ocellaris, atrae a las hembras despejando un pedazo de fondo marino cerca de una anémona, habitantes de los arrecifes de coral con las que estos peces tienen una relación simbiótica.

Una vez se hace con una hembra, esta pone huevos en su nido, que el macho fecunda. A continuación, el macho vigila los huevos hasta que eclosionan, abanicando el nido para mantenerlos oxigenados y limpiando cualquier parásito.

Las investigaciones demuestran que el comportamiento de crianza del pez payaso macho está estimulado por una hormona, similar al papel que desempeña la oxitocina (la denominada «hormona del amor») en la crianza humana.  

Pingüinos proveedores

Los pingüinos de Adelia macho utilizan las rocas para crear preciosos nidos para las hembras, que a menudo prueban varios nidos antes de tomar su decisión final, explica Emma Marks de la Universidad de Auckland, en Nueva Zelanda.

Un pingüino de Adelia alimenta a sus polluelos. Los padres se turnan para sentarse con los huevos y mantenerlos calientes y protegidos.

Fotografía de IRA BLOCK, Nat Geo Image Collection

«He visto machos jóvenes que construyen nidos con restos de huesos y alas de pingüinos, lo cual era bastante macabro pero era el único material disponible», cuenta Marks por correo electrónico. «¡No es de extrañar que no consiguieran pareja!».

Los futuros papás no sólo deben ser buenos constructores de hogares; también deben parecer padres capaces de llegar hasta el final. Un macho con más grasa corporal produce un tono diferente al emitir la vocalización de apareamiento y los estudios demuestran que las hembras prefieren a estos pingüinos corpulentos. Esto se debe a que los machos más grandes tienen más reservas de energía para ayunar mientras incuban los huevos, lo que los convierte en compañeros más fiables.

Los superpoderes de los padres pingüinos
En lo que a mantener el contacto se refiere, los pingüinos tienen el plan familiar definitivo. Incluso en una colonia con miles de crías, los padres y sus polluelos siempre reconocen sus vocalizaciones únicas. Imágenes del programa “Los más raros”.

Cuando la hembra pone sus huevos, ambos padres se turnan para incubarlos durante largos periodos. Una vez los polluelos salen del cascarón, el padre lleva peces y krill regurgitados, un alimento nutritivo.

Albatros viajeros

Aunque los albatros viajeros pasan gran parte de su vida en el mar, siempre vuelven a casa, a la misma isla y a la misma pareja de toda la vida. Estas aves longevas, originarias del Pacífico, producen un único y precioso huevo cada dos años.

 

Una pareja de albatros viajeros en la isla de Georgia del Sur. Las aves pueden vivir hasta 50 años.

Fotografía de Frans Lanting, Nat Geo Image Collection

 

Los padres albatros eligen la ubicación del nido y los padres incuban el huevo conjuntamente y crían al polluelo durante casi un año. Durante ese tiempo, la cría depende por completo de sus padres para alimentarse, ya que el tamaño y la destreza del padre para cazar lo convierten en el principal sostén de la familia.

El padre albatros puede criar muchos polluelos a lo largo de sus 50 años de vida, una crianza a largo plazo que no tiene parangón en ninguna especie, incluida la nuestra.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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